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lunes, 15 de noviembre de 2010

La caída del imperio Romano

No hace mucho me mostraron un video donde se analizaban las causas de La Caída del Imperio Romano.

Este video, tal y como ustedes han podido observar, no tiene desperdicio y en verdad es un paradigma de las consecuencias del desarrollo irracional y la falta de planificación. No es posible entender el fin del Imperio Romano sin considerar la gravísima crisis económica que existía desde el siglo III. Sin embargo, no deberíamos olvidar que tomar como causa fundamental, o al menos principal, del fin del Imperio Romano a una crisis económica sin precedentes sería cometer un error fatal. El fin del Imperio Romano no fue una cuestión económica. Más bien esta crisis económica se debió a una falta de moralidad, que se tradujo en una falta de actividad en todos los campos (incluyendo el económico).

Siempre existe el mismo dilema con respecto a la moralidad. La palabra moralidad ha ido perdiendo significado, denigrándola al significado de ñoñería, reproche o incluso decadencia. Aquí no quiero expresar esos conceptos. La pérdida de la moralidad romana nada tiene que ver con la moralidad cristiana o la moralidad occidental. De hecho, fueron los cristianos unos de esos grupos que contribuyeron a la desaparición de la moral romana.

Recordando algo de historia, sabemos que la fundación mitológica de Roma comenzó con la defensa del territorio por parte de Rómulo. Cuenta la leyenda que Rómulo prometió matar a todo aquel que cruzara los límites de la ciudad. Remo, su hermano, quiso burlarse y cruzó los límites. Rómulo mató a su hermano. Esta historia, que puede tildarse de cruel incluso, conlleva una valiosa lección: los romanos eran serios y honorables. El honor concibe el respeto a la ley, a la palabra, y no directamente a las buenas acciones. Matar a alguien no es una buena acción, a priori, pero la muerte de acuerdo a la ley es una acción que aunque no sea buena está sujeta a la ley, que en su origen consiste en favorecer el bien común.

La Historia romana está llena de acciones de acuerdo a la moralidad que imperaba en la República Romana. Desde el principio de los tiempos, a semejanza de los griegos, los romanos basaron su Estado en un senado o reunión de jefes familiares (patricios). Los patricios eran hijos de los primeros fundadores de Roma y sus orígenes, en muchos casos, se encontraban en los propios dioses romanos (César, por ejemplo, decía provenir de la mismísima Venus). Esa diferencia con el resto de los humanos fue lo que distinguía al patricio del plebeyo.

Los patricios eran guardianes de la virtud. Bien es sabido que muchos de ellos, como ocurre en todas las sociedades, no fueron precisamente virtuosos, pero hay que reconocer que eso traía como consecuencia la entronización de nuevas familias. Esta visión de superioridad respecto a las demás razas y pueblos fue lo que contribuyó a crear una próspera nación. Cualquier pueblo inferior conquistado era romanizado, y esta romanización era verdadera y consistía en hacer ciudades romanas iguales en Hispania, Italia o Galia. Otro dato que muestra el orden romano era su ejército. Lo normal era que montaran un campamento, con empalizadas incluso, aunque fuera para estar un día o dos. Ese orden y superioridad táctica les valió ser el pueblo más poderoso de occidente durante siglos.

¿Qué pasó entonces?¿Cómo ocurrió el fin? A Roma le ocurrió algo que hoy por hoy, en la crisis económica actual del siglo XXI que estamos viviendo, está ocurriendo en la misma medida. Durante siglos Roma pudo conquistar los pueblos de alrededor, los cuales, si bien no en todos los casos eran más civilizados, al menos sí que tenían grandes tesoros y riquezas. Eso ocurrió con Hispania, con la Galia, con Egipto, con Grecia... Pero llegó un momento en el que no había más por lo que luchar. Había un mundo mucho más grande más allá, pero la recompensa no valía el esfuerzo. Allí estaban Britania e Hibernia, pero sus escasos habitantes y tesoros y su lejanía de Roma no contribuían a luchar por algo más. Allí estaba también Partia y Persia y China, pero eran tierras tan vastas que ni el mismo Alejandro había podido conquistarlas. Estaba Germania, pero una tierra tan fría y estéril no valía nada. El culmen de dicho pensamiento vino con Adriano, cuando construyó su muro de contención de los pictos.

Tras la muerte de Adriano se puede considerar que acabaron los años dorados del Imperio. Cierto es que hubo gobernantes de gran talla, como Marco Aurelio o Constantino, pero no hicieron más que contener durante algo más de tiempo lo que había de ocurrir.

El romano, por aquellos tiempos, ya no era el mismo. Se perdió el respeto a la tradición, a la moral. Los patricios habían perdido todo el respeto por el pueblo llano (los plebeyos). En mitad de todo esto estaban los cristianos, grupo que fue perseguido y muchos de sus miembros sacrificados, lo que contribuyó a que la opinión pública protestara ante espectáculo tan cruel y gratuito. Los patricios, en sus grandes riquezas, corrompidos por el vicio, no castigaban a quienes los ofendían por miedo a perder su reputación de "buenos" ante la opinión pública.

Fue esta falta de actividad y esa búsqueda de la reputación fácil la que llevó consigo el famoso lema del video que vimos arriba (pan y circo). La posibilidad de ser ricos o al menos llevar una vida holgada contribuyó a crear aún más una vida con una moral más relajada. Nadie quería contribuir, nadie quería defender la nación, nadie quería trabajar, en definitiva.

¿Y ahora?¿Ocurre algo parecido? Sí y no. Ahora no existe nada por conquistar, aunque fuera poco (sin tener en cuenta territorios extraterrestres). Hoy la economía está globalizada, lo que significa que todos los pueblos sufrirán en misma medida, para bien o para mal la crisis. Sin embargo no es posible una vida sin moral. No vamos, como dice el video, hacia una muerte de Europa o el fin de la cultura occidental. Eso, créanme, jamás ocurrirá. Lo que sí puede ocurrir es que la vida, tal y como la conocemos, dejará paso a una revolución moral, ya sea para bien o para mal. O bien volveremos a una época moral de sometimiento a los pueblos no occidentalizados (Asia, países árabes, África) o bien serán éstos los que acaben con las instituciones y la mentalidad democrática (esto es, que no occidental). En cualquier caso, la reforma hacia un estado de clases se presume irremediable.

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