El castigo físico no está de moda. Una bofetada o una nalgada no está de moda. Los antiguos métodos de aprendizaje están dando paso a los nuevos métodos, a los cuales los países occidentales se han acogido con tanta fuerza que se roza a veces la intromisión de la vida pública en la privada. No importa lo que se aprenda, sino sólo cómo se aprende.
Salgo por la calle y habitualmente veo a madres y padres interactuando con sus hijos. Ni atisbo, salvo raras excepciones, de toque o de contacto físico para castigar. La razón, las buenas maneras, imperan por doquier. En este ambiente tan positivo, estamos a las puertas de una nueva era, de una era de paz, conductas pacíficas, entendimiento y esperanza para el mundo (al menos el mundo occidental). ¿Es todo esto un espejismo o hay algo de verdad?
Ha quedado demostrado que desde que existen los métodos no violentos, los adolescentes se están comportando con una abierta violencia, verbal y física, hacia sus mayores, hacia la autoridad y hacia sus compañeros. Sólo el encarcelamiento o la exclusión social parecen ser los frenos para estos adolescentes, que si bien no son todos, sí son un grupo bastante numeroso.
¿Qué tiene de malo la violencia?, pregunto yo. ¿Acaso no lo ve usted? La violencia engendra violencia, como diría un Martin Luther King cualquiera. Sí, pero... ¿no estaremos, una vez más, confundiendo los términos? Las lenguas abusan de la polisemia en favor de una economía lingüística y es casi evidente que nuevamente estamos ante una confusión entre lo que llamaríamos castigo o correctivo e imposición por la fuerza. Actualmente, a ambos hechos los llamamos "violencia", pero no siempre fue así.
La violencia o brutalidad era una cualidad considerada, fundamentalmente desde la época de los romanos, como una exposición de una fuerza exacerbada, desmedida y a medias entre el concepto de justicia e injusticia. Existía, por tanto una violencia justa (como era la represalia) y una violencia injusta (lo que actualmente denominamos propiamente violencia). El caso es que ninguna de estas dos acciones que podemos llamar violentas constituye nada parecido a algún método de aprendizaje, ya que si bien se puede aprender algo es aprender a odiar o aprender a sentir un miedo atroz al ejecutor del acto violento.
Es esta definición de violencia la que ha tratado de implementar en la psicología pedagógica actual los psicólogos modernos. Para el psicólogo moderno, las acciones correctivas anteriores a la pedagogía de los años 80 y 90 son acciones violentas, conducentes siempre a fomentar el odio y la represión del pupilo. De ahí que sea altamente importante que los niños sean protegidos de una violencia que puede engendrar violencia (M.L. King).
Volvamos otra vez al principio. El castigo físico es una forma de ejercitar la violencia en el niño. Vayamos un poco más lejos y apliquemos el concepto castigo físico a la mujer, como ocurre en diversas culturas o ha ocurrido en el mundo occidental en épocas pasadas. Busquemos luego la relación que actualmente se observa entre castigo físico - violencia - maltrato. ¿Es cierta esta relación o se basa en falsos principios socialistas?
Partamos de dos conceptos que no pueden ser jamás olvidados: el niño y el adulto. Por mucho que queramos negar la realidad, un niño y un adulto son entes totalmente distintos. No podemos tratar a los adultos como niños y a los niños como adultos. Las razones, entre otras, parecen obvias: los niños no tienen ni la madurez ni el raciocionio de un adulto. Cualquier acción sobre el niño no puede ni podrá ser reconocida como una acción similar en el adulto, así como el efecto de una misma acción sobre el adulto no será el mismo efecto en el niño. Si no somos capaces de asumir esta realidad o no queremos admitirla, jamás resolveremos este problema.
El aprendizaje. ¿En qué consiste el aprendizaje? Es una pregunta un tanto retórica, pero podemos afirmar que aprender es lo mismo que entender (y sus derivados, conocer, experimentar, razonar, etc.). De hecho, en latín, la inteligencia es la capacidad de entender. Muchos han sido los métodos de aprendizaje, desde la mayéutica de Sócrates hasta los métodos condicionados de Skinner, pasando por los métodos constructivos, los métodos clásicos de prueba-error o la repetición. Para un utópico, el método ideal consistiría en una proporcional fracción de cada uno. ¡Utópicos! No entienden que ante todo los niños no son adultos.
Supongamos una casa de hace 300 años, con la madre y el niño. El padre y cabeza de familia, no en pocas ocasiones habría hecho uso con ambos de una violencia indiscriminada, totalmente amparada por la ley, y que en ningún caso podemos considerarla ejemplarizante o didáctica. Hoy ocurren casos parecidos, si no más graves. El hombre se ha valido de su superioridad física para imponer de una manera villana sus "razones". El maltrato físico al niño y a la mujer, o incluso al esclavo, nunca fue bien visto, siendo tachado de brutal. Existían leyes ya en el derecho romano que protegían a los débiles de los abusos. Sin embargo, es también cierto que en no pocas ocasiones, los problemas domésticos eran considerado, como su nombre indica, problemas de cada uno y no del conjunto del Estado o de la comunidad vecinal.
Es importante enseñar, sea hombre, niño o mujer. Enseñar a un hombre es fácil, hasta cierto punto. Será porque el hombre ha sido siempre objeto del estudio del erudito por lo que el método para que aprenda está mucho más detallado. El razonamiento suele funcionar con el hombre letrado. No es importante que haya disputas o distintos puntos de vista: lo importante es que exista un flujo racional que acabe en un punto final o conclusión. El hombre iletrado no suele ver esto, siendo imposible entonces enseñarle. Ante la inoperancia o la ignorancia, el castigo (o mejor aún, la ausencia de placer) se muestra como única alternativa para enseñar al hombre adulto (fundamentalmente la multa, la pérdida de libertad y de placeres, como la comida o el sexo, y en raras excepciones, el castigo físico).
La mujer, en cambio, es completamente distinta al hombre. Ni es elegante ni tampoco aconsejable el uso del castigo físico ante una mujer. Quien llega a esos extremos demuestra tener poco sentido humano o varonil. La mejor manera de enseñar a una mujer es retirarle su condición adulta. Tratar a una mujer como a un niño es una manera más que ejemplarizante (y divertida) de enseñar a una mujer. Quizá el ejemplo más claro para este concepto lo dé Shakespeare en La Fierecilla Domada.
Entramos entonces en el niño. ¿Por qué es desaconsejable una nalgada al niño? En este aspecto el psicólogo infantil no entiende por un momento lo que es el niño y el adulto. Pongamos el siguiente ejemplo: para que un hombre pueda darle una nalgada a una mujer, debido a que ésta tiene mayor fortaleza física que un niño, es necesario hacer mucha fuerza y por tanto dañar a la mujer. En todo momento hay que distinguir castigo físico de maltrato. Un castigo físico es simplemente la aparición de dolor como forma para recordar. Un cosquilleo puede ser un fuerte castigo físico. Usar castigos físicos en el niño (al que indudablemente hace falta mucha menos fuerza para causar dolor) o en la mujer (hacerle cosquillas, darle palmaditas, pellizcos, etc. y tratarla como a un niño) pueden ser formas divertidas o ejemplarizantes.
Polémicas habrá para todos los gustos. Probablemente incluso mis palabras no gusten a muchos. Pero lo cierto es que cuando al niño hay que enseñarle, pocos métodos son tan claramente efectivos y útiles como el castigo físico. Cualquiera que vea un niño de 1 año, verá que ya trata de usar su corto entendimiento e inteligencia para salirse con la suya. Trata de llorar para atraer la atención de los padres, trata de engañar para comer una galleta sin que lo vean, aprenden a mentir... Estas conductas deben ser totalmente erradicadas si no se desea que en el futuro en lugar de querer comerse una galleta a escondidas pretenda robar un banco sin que lo vean.
Los padres de hoy dan vergüenza. "¡Nene, no toques eso!" El niño se acerca, lo toca y lo cae. El padre le dice "¡Mal, muy mal! Eso no se hace". No existe castigo físico, sino sólo la palabra. Entendamos lo siguiente, ya que somos adultos: cuando un niño tiene corto entendimiento y no es capaz siquiera de razonar correctamente, ¿cómo se pretende que sean capaces de asumir que lo han hecho es malo?
Sintiéndolo mucho, debo decirles que el niño es el eslabón perdido entre el mono y el hombre. Mucho más inteligente que el mono, es incapaz de entender el bien y el mal en términos racionales, si no es por medio del dolor o del castigo. Los psicólogos actuales están tan convencidos de que los castigos convencionales (supresión del placer, tratándolos como adultos) son tan eficientes que no entienden que un niño no podrá entender conceptos más elaborados si no comprende los básicos o axiomáticos. El dolor, lo dulce, el abrazo o cariño, la risa... son elementos básicos en el niño que aprende incluso antes de la etapa cognitiva. Risa---- placer---- bueno; nalgada--- dolor---- malo. Darle un beso a papá...... mamá da un beso----- placer---- bueno; romper el jarrón de la abuela------ nalgada----- malo.
Lo que para un niño, con su piel sensible, representa un escozor, a efectos corporales no es nada, ni deja secuelas. Los mismos perros o mamíferos saben que darle pequeños mordiscos a sus crías las harán más dóciles, sin que les causen un daño real. El psicólogo quizá no entenderá que el niño pueda recibir una cachetada, sin embargo la naturaleza no sólo lo entiende sino que lo aprueba. Con el tiempo, sin embargo, se entiende que el individuo o el animal aprendió y ya desarrollado, sólo es posible un castigo muy duro y al borde de la muerte para "enseñarlo" nuevamente.
Está demostrado que los niños en entornos donde se aplicaron castigos físicos (volvemos a insistir, no maltratos), son mucho más responsables e inteligentes que los niños que fueron siempre protegidos o disculpados, los cuales se vuelven unos déspotas. En ningún caso se puede considerar que un niño maltratado pueda desarrollar estos puntos positivos, ya que el exceso de dolor no conlleva la precaución (o en términos humanos, respeto) sino que conlleva la supervivencia (o en términos humanos, el odio y el rencor).
Como decía Aristóteles, en el término medio, está la virtud.
Es esta definición de violencia la que ha tratado de implementar en la psicología pedagógica actual los psicólogos modernos. Para el psicólogo moderno, las acciones correctivas anteriores a la pedagogía de los años 80 y 90 son acciones violentas, conducentes siempre a fomentar el odio y la represión del pupilo. De ahí que sea altamente importante que los niños sean protegidos de una violencia que puede engendrar violencia (M.L. King).
Volvamos otra vez al principio. El castigo físico es una forma de ejercitar la violencia en el niño. Vayamos un poco más lejos y apliquemos el concepto castigo físico a la mujer, como ocurre en diversas culturas o ha ocurrido en el mundo occidental en épocas pasadas. Busquemos luego la relación que actualmente se observa entre castigo físico - violencia - maltrato. ¿Es cierta esta relación o se basa en falsos principios socialistas?
Partamos de dos conceptos que no pueden ser jamás olvidados: el niño y el adulto. Por mucho que queramos negar la realidad, un niño y un adulto son entes totalmente distintos. No podemos tratar a los adultos como niños y a los niños como adultos. Las razones, entre otras, parecen obvias: los niños no tienen ni la madurez ni el raciocionio de un adulto. Cualquier acción sobre el niño no puede ni podrá ser reconocida como una acción similar en el adulto, así como el efecto de una misma acción sobre el adulto no será el mismo efecto en el niño. Si no somos capaces de asumir esta realidad o no queremos admitirla, jamás resolveremos este problema.
El aprendizaje. ¿En qué consiste el aprendizaje? Es una pregunta un tanto retórica, pero podemos afirmar que aprender es lo mismo que entender (y sus derivados, conocer, experimentar, razonar, etc.). De hecho, en latín, la inteligencia es la capacidad de entender. Muchos han sido los métodos de aprendizaje, desde la mayéutica de Sócrates hasta los métodos condicionados de Skinner, pasando por los métodos constructivos, los métodos clásicos de prueba-error o la repetición. Para un utópico, el método ideal consistiría en una proporcional fracción de cada uno. ¡Utópicos! No entienden que ante todo los niños no son adultos.
Supongamos una casa de hace 300 años, con la madre y el niño. El padre y cabeza de familia, no en pocas ocasiones habría hecho uso con ambos de una violencia indiscriminada, totalmente amparada por la ley, y que en ningún caso podemos considerarla ejemplarizante o didáctica. Hoy ocurren casos parecidos, si no más graves. El hombre se ha valido de su superioridad física para imponer de una manera villana sus "razones". El maltrato físico al niño y a la mujer, o incluso al esclavo, nunca fue bien visto, siendo tachado de brutal. Existían leyes ya en el derecho romano que protegían a los débiles de los abusos. Sin embargo, es también cierto que en no pocas ocasiones, los problemas domésticos eran considerado, como su nombre indica, problemas de cada uno y no del conjunto del Estado o de la comunidad vecinal.
Es importante enseñar, sea hombre, niño o mujer. Enseñar a un hombre es fácil, hasta cierto punto. Será porque el hombre ha sido siempre objeto del estudio del erudito por lo que el método para que aprenda está mucho más detallado. El razonamiento suele funcionar con el hombre letrado. No es importante que haya disputas o distintos puntos de vista: lo importante es que exista un flujo racional que acabe en un punto final o conclusión. El hombre iletrado no suele ver esto, siendo imposible entonces enseñarle. Ante la inoperancia o la ignorancia, el castigo (o mejor aún, la ausencia de placer) se muestra como única alternativa para enseñar al hombre adulto (fundamentalmente la multa, la pérdida de libertad y de placeres, como la comida o el sexo, y en raras excepciones, el castigo físico).
La mujer, en cambio, es completamente distinta al hombre. Ni es elegante ni tampoco aconsejable el uso del castigo físico ante una mujer. Quien llega a esos extremos demuestra tener poco sentido humano o varonil. La mejor manera de enseñar a una mujer es retirarle su condición adulta. Tratar a una mujer como a un niño es una manera más que ejemplarizante (y divertida) de enseñar a una mujer. Quizá el ejemplo más claro para este concepto lo dé Shakespeare en La Fierecilla Domada.
Entramos entonces en el niño. ¿Por qué es desaconsejable una nalgada al niño? En este aspecto el psicólogo infantil no entiende por un momento lo que es el niño y el adulto. Pongamos el siguiente ejemplo: para que un hombre pueda darle una nalgada a una mujer, debido a que ésta tiene mayor fortaleza física que un niño, es necesario hacer mucha fuerza y por tanto dañar a la mujer. En todo momento hay que distinguir castigo físico de maltrato. Un castigo físico es simplemente la aparición de dolor como forma para recordar. Un cosquilleo puede ser un fuerte castigo físico. Usar castigos físicos en el niño (al que indudablemente hace falta mucha menos fuerza para causar dolor) o en la mujer (hacerle cosquillas, darle palmaditas, pellizcos, etc. y tratarla como a un niño) pueden ser formas divertidas o ejemplarizantes.
Polémicas habrá para todos los gustos. Probablemente incluso mis palabras no gusten a muchos. Pero lo cierto es que cuando al niño hay que enseñarle, pocos métodos son tan claramente efectivos y útiles como el castigo físico. Cualquiera que vea un niño de 1 año, verá que ya trata de usar su corto entendimiento e inteligencia para salirse con la suya. Trata de llorar para atraer la atención de los padres, trata de engañar para comer una galleta sin que lo vean, aprenden a mentir... Estas conductas deben ser totalmente erradicadas si no se desea que en el futuro en lugar de querer comerse una galleta a escondidas pretenda robar un banco sin que lo vean.
Los padres de hoy dan vergüenza. "¡Nene, no toques eso!" El niño se acerca, lo toca y lo cae. El padre le dice "¡Mal, muy mal! Eso no se hace". No existe castigo físico, sino sólo la palabra. Entendamos lo siguiente, ya que somos adultos: cuando un niño tiene corto entendimiento y no es capaz siquiera de razonar correctamente, ¿cómo se pretende que sean capaces de asumir que lo han hecho es malo?
Sintiéndolo mucho, debo decirles que el niño es el eslabón perdido entre el mono y el hombre. Mucho más inteligente que el mono, es incapaz de entender el bien y el mal en términos racionales, si no es por medio del dolor o del castigo. Los psicólogos actuales están tan convencidos de que los castigos convencionales (supresión del placer, tratándolos como adultos) son tan eficientes que no entienden que un niño no podrá entender conceptos más elaborados si no comprende los básicos o axiomáticos. El dolor, lo dulce, el abrazo o cariño, la risa... son elementos básicos en el niño que aprende incluso antes de la etapa cognitiva. Risa---- placer---- bueno; nalgada--- dolor---- malo. Darle un beso a papá...... mamá da un beso----- placer---- bueno; romper el jarrón de la abuela------ nalgada----- malo.
Lo que para un niño, con su piel sensible, representa un escozor, a efectos corporales no es nada, ni deja secuelas. Los mismos perros o mamíferos saben que darle pequeños mordiscos a sus crías las harán más dóciles, sin que les causen un daño real. El psicólogo quizá no entenderá que el niño pueda recibir una cachetada, sin embargo la naturaleza no sólo lo entiende sino que lo aprueba. Con el tiempo, sin embargo, se entiende que el individuo o el animal aprendió y ya desarrollado, sólo es posible un castigo muy duro y al borde de la muerte para "enseñarlo" nuevamente.
Está demostrado que los niños en entornos donde se aplicaron castigos físicos (volvemos a insistir, no maltratos), son mucho más responsables e inteligentes que los niños que fueron siempre protegidos o disculpados, los cuales se vuelven unos déspotas. En ningún caso se puede considerar que un niño maltratado pueda desarrollar estos puntos positivos, ya que el exceso de dolor no conlleva la precaución (o en términos humanos, respeto) sino que conlleva la supervivencia (o en términos humanos, el odio y el rencor).
Como decía Aristóteles, en el término medio, está la virtud.
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