Ayer comentábamos la noticia de los hipócritas de la OMS. Lo cierto es que viendo el siguiente video no queda dudas de que los supuestos científicos tienen de todo menos de eso, científico. El representante de la OMS, en el video, dice textualmente "... y ver si podemos afirmar que son consecuencia directa del móvil...". Y luego añaden que el café (¡cómo no!) también produce cáncer.
¿Entienden a dónde lleva todo esto?¿Cómo se puede afirmar que científicamente algo es dañino y luego añadir que hay que ver si podemos afirmar esta hipótesis?
Creo que ayer no fuimos capaces de cancelar todas las dudas en el respetable, así que me brindo a explicarles algo mejor qué es el electromagnetismo y cómo influye en nuestra salud.
En primer lugar, hemos de afirmar lo siguiente: el electromagnetismo, como la energía, está en todas partes y es absolutamente inevitable escapar de él. Nuestros mismos cuerpos son centros de producción electromagnética (fundamentalmente en el sistema nervioso). Un campo electromagnético no es más que el resultado del acoplamiento de un campo eléctrico y un campo magnético. Los campos eléctricos son creados por las cargas eléctricas (es decir, fundamentalmente protones y electrones), mientras que los campos magnéticos son creados por las cargas en movimiento. Si la carga está quieta, tenemos un campo eléctrico. Si además está en movimiento, tenemos un campo magnético asociado.
Otras partículas sin carga, como el fotón, pueden llevar asociada un campo electromagnético, consecuencia de la cuantización de la energía. De hecho, por el efecto descubierto por De Broglie, se puede afirmar que todo cuerpo es onda y partícula al mismo tiempo. Dicho de otra manera: hasta nosotros mismos somos ondas electromagnéticas, pero nuestra longitud de onda es tan corta que es imposible detectarla.
Para cualquier neófito en estas cuestiones, los campos electromagnéticos les suenan a la sensación de jaqueca y de mareo (vaivén), calor, bochorno, dolor oscilante en los oídos, etc. Pero esto no es más que cultura urbana. El cine con sus ruidos "láser", como en la Guerra de las Galaxias, ha contribuido a ver las ondas electromagnéticas como un fenómeno sofisticado. Las máquinas de resonancia magnética, con sus estrambóticos ruidos, tampoco han contribuido precisamente a calmar los ánimos. Sin embargo, la realidad es bien distinta y menos romántica, los campos electromagnéticos son absolutamente silenciosos y si acaso se escuchare algún ruido, es obra o bien de las cargas eléctricas en movimiento (como ocurre en un transformador eléctrico) o bien del rozamiento de las partes móviles del motor o generador.
Las ondas electromagnéticas (que son las que generan los campos electromagnéticos) se clasifican según su longitud de onda (o su frecuencia, que están relacionadas entre sí por c, la velocidad de la luz). Esta clasificación, denominada espectro electromagnético, puede verse aquí.
Quisiera hacer hincapié, como se indica en el gráfico, en que existen radiaciones denominadas ionizantes y no ionizantes. El concepto ionizante-no ionizante no es un concepto absoluto, sino relativo a la sustancia a la que se haga referencia. Así, ionizar significa literalmente hacer iones. Para hacer un ión hay que añadir o eliminar un electrón a un átomo o molécula. Para que una onda electromagnética pueda ionizar a una molécula es necesario que esta onda permita el salto cuántico entre orbitales por parte del electrón. La frecuencia de dicha onda, denominada frecuencia umbral, es la mínima necesaria para ionizar la materia. A partir de esa frecuencia, frecuencias mayores ionizarán más fácilmente y en mayor grado la materia, y por debajo de esa frecuencia es imposible que se ionice en ningún grado.
Esto es algo fundamental: las radiaciones con frecuencia menor de la frecuencia umbral no pueden ionizar, aunque la intensidad de dicha radiación sea muy elevada. Expliquemos esto con más detenimiento. Supongamos que queremos atravesar una pared con un proyectil. A simple vista, parece que lo que hace que un proyectil atraviese la pared es su densidad (compactación), es decir, que el acero atraviese la pared es más fácil a que lo haga el papel, pero esto no es cierto. En realidad es la velocidad la que permite que tenga suficiente cantidad de movimiento para romper la pared. Lo mismo ocurre con las ondas electromagnéticas. A simple vista parecería que la intensidad (número de ondas por metro cuadrado) es la que permite causar daños a los tejidos. Es decir, a pleno sol el daño sería mayor que con nubes. Pero esto no es rigurosamente cierto. Lo que realmente causa el daño es la calidad de la onda.
Si volvemos al gráfico del espectro electromagnético podemos ver que las radiaciones ionizantes para el ser humano empiezan en la zona del ultravioleta. Por tanto, radiaciones por debajo de esa frecuencia, por muy intensas que sean, jamás harán daños ionizantes (y por tanto, cancerígenos).
Entremos entonces en materia. El rango de frecuencia de los móviles es de 900 MHz (9 x10e+8 Hz). Sin embargo, la mínima radiación ultravioleta se sitúa en las frecuencias de 8x10e+14 Hz, es decir, 1 millón de veces más intensas.
Dicho de otra manera, más gráfica, es mucho más probable que su comida le pueda provocar más cáncer que el móvil. Insistimos mucho en la cuestión de las ondas electromagnéticas: no provocan cáncer si no tienen suficiente frecuencia.
Otra cosa bien distinta podría ser algún tipo de malestar relacionado con los campos magnéticos. Es bastante lógico pensar que al estar ante un campo magnético no ionizante intenso pudiera darse el caso de que las moléculas orgánicas y el agua "vibren" ante ciertas frecuencias. Estas vibraciones podrían desembocar en calentamientos zonales. Sin embargo, para que esto ocurra, la intensidad debe ser muy elevada, como ocurre en un horno de microondas. En este caso, los continuos choques en las paredes del horno hacen que se multiplique la intensidad de la onda.
La leyenda urbana de que si se escapan las microondas del horno podrían achicharrar al que se encuentre cercano, es totalmente falsa. Las microondas, cuando no son muy intensas, calientan mucho menos que los rayos infrarrojos.
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