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jueves, 16 de junio de 2011

Los restos de Franco

Cuentan de Shi Huandi, el llamado "Primer emperador de China", que durante su reinado, precisamente para ser considerado como el primer emperador habido en China, ordenó quemar todos los libros del país (incluidos los de Confucio), de manera que nadie pudiera discrepar respecto a su idea de que él era el primero de todos. Obviamente, hoy sabemos que antes de él, cuyo reinado se sitúa en torno al 200 a.C., hubo muchos reyes y gobernantes y sabios.

La quema de libros ha sido desde siempre una cuestión de Estado. Decir la verdad no es siempre políticamente correcto. Hay tantas cosas políticamente incorrectas que al ciudadano de a pie le resultan tristes o incomprensibles muchas de ellas. Si hay un país, por encima de todos, que actualmente tenga una visión incomprensible del mundo, ese es España. Los hechos son verdaderamente visibles: no hay un país que tenga tanto miedo a un muerto, como ocurre con el Generalísimo Franco. Ni Napoleón, ni Hitler, ni Pinochet, ni Videla, ni Lenin. Franco es, y seguirá siendo durante muchos años, sinónimo de miedo. En un país como España, un país civilizado, que el presidente de la nación, Rodríguez Zapatero, considere a Franco un enemigo a batir, resulta jocoso, incomprensible, ridículo y sobre todo frívolo, ya que alguien que desapareció hace 36 años no puede ser una amenaza para nadie. ¿O sí?

Tomemos en claro a lo que nos referimos. El presidente de España considera inmoral que el cuerpo muerto de un Jefe de Estado repose en un mausoleo recuerdo de todos los caídos en la Guerra Civil Española (que ganó él) y un lugar en el que, dicho sea de paso, el general quiso ser enterrado. Le guste o no al señor Rodríguez Zapatero, se trata de un personaje histórico español y eso nunca podrá ser olvidado (como ya ocurrió con el "Primer Emperador").

Dejemos de flagelarnos por el pasado. Hay quien dice que el pasado es vergonzoso. Tengo que responder que el pasado es únicamente vergonzoso en la persona, no en la sociedad. El pasado es obra de todos los miembros de la sociedad, no importando el rango que ocupen. El pasado no puede considerarse como resultado simultáneo de todos los miembros de la sociedad, ya que algunos pueden que no estén de acuerdo con lo aceptado socialmente. Así pues, ni el pasado glorioso ni el pasado vergonzoso es cuestión de Estado, sino de personas. Algunos pueden decir "me obligaron a estar allí" en relación a una guerra o una manifestación. Eso no sería, propiamente, pasado de alguien, ya que una obligación, aunque sea pasada, no puede representar un acto voluntario. Sin embargo, los actos personales son intransferibles y cuando éstos son voluntarios (ejemplo, ser infiel a alguien, robar, asesinar...) representan propiamente el pasado de cada cual. Entonces sí que podemos hablar de vergüenza o de pecado.

Es un completo error esconder el pasado de una nación o no asumirlo. El pasado de una nación hay que vivirlo siempre con orgullo. No podemos considerar que sea feliz un acontecimiento como la pérdida de una batalla, una conquista por parte de otro país o el exterminio de una raza. Podríamos incluso avergonzarnos, pero a título personal. Lo que no puede ser nunca admitido es avergonzarse colectivamente de haber tenido un gobernante nefasto o peor aún, avergonzarse de un gobernante que siendo bueno no coincidía con nuestras ideas.

El ejemplo de España es claro. Si hay alguien absolutamente vergonzoso en la Historia de España, ese es el actual presidente Rodríguez Zapatero. Únicamente podría ser superado por las terna Godoy, Carlos IV y Fernando VII. Pero incluso Godoy ganó una guerra a Portugal, cosa que el actual presidente ha sido incapaz de hacer. ¿Pero habremos de avergonzarnos de él? La cuestión es clara: a nadie le gustaría tener un hijo subnormal, pero cuando se tiene si no se le quiere, al menos se le respeta. Cuando este presidente salga de gobernar el país, los españoles podrán o no avergonzarse, a título personal, pero es parte de la Historia de España y como la Historia es la ciencia (o sea, la verdad) del pasado, hemos de decir siempre la verdad.

El caso de Franco es absolutamente igual. Puede que haya personas que tengan una especial antipatía a Franco, pero no se puede consentir que se mancille la tumba de un antiguo Jefe de Estado, como tampoco puede mancillarse la tumba de Godoy, de Carlos IV o de Fernando VII. Los rusos, una vez caída la Unión Soviética, no destruyeron la momia de Lenin. Sin embargo, en otras ocasiones, los símbolos nazis, muchos de sus monumentos, o las estatuas de Sadam Hussein fueron derribadas, destruidas, dejando huérfano al arte.

En toda Hispanoamérica hay líderes más o menos queridos, vivos y muertos. Pinochet, Videla, Hugo Chávez o Castro son ejemplos de estos malos o buenos gobernantes. Ustedes, el público, decidirá sobre si fueron buenos o malos. Pero sería un terrible error olvidar o eliminar de los libros de Historia que un día Venezuela estuvo comandada por el militar Chávez, que Pinochet quizá salvó a Chile de una situación peor a la actual, que Castro estuvo más de 50 años en Cuba o que Evo Morales era un auténtico payaso. Eso no hay que olvidarlo, insisto.

Resumiendo: a todos esos facinerosos que tratan de esconder la realidad, profanar cadáveres o engañarse a sí mismos, yo les recomendaría que pensaran en lo que decíamos al principio sobre Shi Huandi: no podemos borrar el recuerdo colectivo, al igual que el hombre encarcelado es al menos libre de pensamiento. Al final, todo se acaba sabiendo, la verdad se acaba sabiendo.

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