Desde nuestra más tierna infancia nos han enseñado las llamadas operaciones básicas (sumar, restar, multiplicar y dividir) así como las figuras geométricas básicas y sus relaciones más características. Así pues, son pocos los zoquetes que ni tan siquiera sepan las tablas de multiplicar (del 0 al 10) o que el área del círculo es pi por el cuadrado del radio.
Por supuesto que en la sociedad actual también hay, desgraciadamente, analfabetos. Pero si hay algo que cualquier gobierno debería solucionar, por muy pobre que éste fuera, es el problema de enseñar a leer, escribir y operar. Todo lo demás (insisto, todo lo demás) es prescindible frente a estos tres conocimientos básicos. Incluso cosas tan aparentemente útiles como conocer leyes, el uso de internet o, en lugares más pobres, ordeñar una vaca, son de menor importancia vital que los tres conocimientos básicos.
A nadie se le escapa que lo más importante en la vida es respirar, seguido de beber, comer y tener cobijo. Una familia en una región pobre de África tiene ante todo que hacer eso. Pero también sabemos todos que en cualquier cultura o grupo humano no todo es esfuerzo duro, sino que también hay tiempo para el culto al dios de turno, tiempo para festejar, danzar o hacer mil cosas. Es aquí, insisto, donde hay que fomentar estos tres conocimientos básicos.
Podría demostrar fácilmente que a un humano con cierto grado de madurez mental (aproximadamente desde los 10 años) es capaz de aprender a leer, escribir y las cuatro operaciones básicas en 400 horas (es decir, 100 días a razón de 4 horas diarias). En caso de no tener demasiado tiempo, en 400 días, a razón de 1 hora diaria, se podría enseñar a un individuo. Es decir, en algo más de 1 año, empleando sólo 1 hora al día, seríamos capaz de educar a todos los seres humanos del planeta. Obviamente, se requiere para ello las ganas del individuo. No se puede enseñar a quien no quiere aprender.
Si supieran entender los analfabetos y supieran valorar los que han sido alfabetizados lo que significan estos conocimientos básicos, no dejaríamos de tratar este problema como el auténtico problema mundial.
Saber leer y escribir permite al individuo entender y hacerse entender, avisar (fundamental para salvar vidas humanas), evitar engaños, pactar con más claridad tratos. Saber las cuatro operaciones básicas y la geometría básica es aún más interesante: evitar engaños económicos, pronosticar ganancias, medir áreas en terrenos, construir casas más seguras, evitar inundaciones, cuadrar medidas.
Es importante, en nuestras vidas cotidianas, aprender a aproximar. Por ejemplo, si queremos comprar una tabla que al calzarla en el suelo forme un ángulo de 45º con la pared, tendríamos que comprar una tabla que sea de longitud raíz de 2 veces la longitud de la distancia del calzo a la pared. Pero raíz de 2 es un número irracional, con infinitas cifras decimales y vale 1,41421356... ¿Iremos al carpintero a pedir una tabla, por ejemplo, raíz de 2 veces el lado? No tendría sentido. Sin embargo, si le pedimos una tabla 1,4 veces el lado, es fácil para el carpintero hacernos una tabla de 1,4 m de longitud, 2,8 metros, etc. El error cometido en este caso sería de algo más de 30 minutos de ángulo, inapreciable al ojo humano.
Lo mismo podemos decir de números como pi. Ya los griegos aproximaban el 3,141592... a 22/7 (esto es, 3.142857 periódico). El error es tan sólo del 0,04%.
En una sociedad tan tecnológicamente avanzada parece que no hay sitio para el error. Las máquinas realizan operaciones muy precisas. Pero hemos de desmitificar. A pesar de que un ingeniero se lleva muchos años de su vida para estudiar métodos matemáticos exactos, a la hora de la verdad el uso de las relaciones aproximadas siguen estando muy presentes en proyectos de incluso gran envergadura.
¿Qué son relaciones aproximadas? Son aquellas que se traducen en el uso nuevamente de las operaciones básicas. ¿Acaso no es esto lo que estamos diciendo continuamente? Tan importante es conocer bien estas operaciones.
Hasta aquí he hecho una defensa del uso de la aproximación, pero no deberíamos olvidar que si el ser humano ha avanzado en la ciencia y en la matemática no ha sido simplemente por capricho. Los métodos aproximados no eran correctos en ciertas aplicaciones. Esto normalmente ocurre cuando hablamos de números muy grandes o muy pequeños. Por ejemplo, Aristarco de Samos al calcular la distancia de la Tierra al Sol midió un triángulo rectángulo cuyos ángulos medían aproximadamente 90º, 87º y 3º. Esto le proporcionaba a Aristarco que el sol estaba unas 20 veces más cerca de la Tierra de lo que realmente está. Eso es debido a que realmente los ángulos miden 90º, 89,85º y 0,15º, respectivamente. En una pequeña distancia, el error es inapreciable (alrededor del 0,5%), pero en distancias astronómicas, el error es fatal.
No es necesario, por tanto, motivar a todos a ser genios cuando con unas simples operaciones la gran mayoría de los seres humanos puede arreglárselas.
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