Obama daba ayer un discurso en el que asumía la gravedad del déficit de EE.UU. Como decíamos también ayer, la primera medida para alcanzar una meta es renunciar a la misma. Esto es lo que Obama y nuestros queridísimos Estados Unidos de América están olvidando completamente.
Decía Warren Buffet que su fortuna la había hecho de la manera más sencilla: comprar barato y vender caro. Como también decíamos ayer, este método está perfectamente expresado en los efectos pero en ningún momento se nos ofrece respuesta sobre los pasos y las particularidades de cada uno de los mismos.
Si hay algo que los gobiernos parecen olvidar (y también les ocurre a algunas personas de a pie) es que cuando falta el dinero no se puede recurrir a ningún medio que nos perjudique aun más de lo que nos puede beneficiar. Dicho esto, resulta extremadamente curioso que todavía haya economistas de renombre que aboguen por un aumento de la deuda pública como medio de activación de la economía. Es algo así como si papá se quedara sin trabajo y para quitarnos la preocupación nos llevara de viaje a Disneylandia durante 3 semanas.
Discrepo con todos aquellos gurús de la economía que no saben más que ganar a corto plazo. La llamada "cultura del pelotazo" ha sido comprobada como auténtica patraña económica. No es posible un enriquecimiento constante durante un largo período de tiempo. Situaciones económicas de crecimiento como China, India o Brasil no sólo son insostenibles, sino que son exclusivamente consecuencia de que los países ricos hayan permitido con negocios poco fiables que dichos países pudieran prosperar.
La mejor manera de sacar a flote una empresa, un país o incluso la economía familiar pasa por asumir la nueva situación y buscar un equilibrio económico. Entiendan todos, queridísimos lectores, que lo que aquí va a decirse es tan válido para una economía como la de EE.UU., la de Japón tras el terremoto, la de una pequeña empresa, para una familia normal o la del gitano del extrarradio.
1. Reconocer sinceramente nuestra situación económica.
Este paso es el más básico pero el más complicado de asumir. Primero, ¿cuál es nuestro nivel de ingresos?¿Quién es nuestro principal proveedor? En este sentido no existe la palabra cero. No es cierto que nuestro nivel de ingresos sea cero, pues de lo contrario la muerte estaría cercana, a unos días. Siempre hay un proveedor cercano, aunque no sea extraordinario (estoy pensando, principalmente en los padres y en la familia cercana, en el caso de personas, o de pequeños clientes en el caso de empresas). Una vez conocida la situación de ingresos, es necesario conocer la de gastos. ¿Cuáles son nuestros gastos?¿Cuáles son básicos y cuáles son superfluos? Está claro que internet, teléfono o televisión son gastos totalmente prescindibles, aunque nos pese desligarnos de ellos. En el caso de las empresas, gastos publicitarios, vehículos de empresa o software específico podrían ser totalmente prescindibles. En el caso de países o Estados, fomentar actividades educativas (sobre sexualidad, sobre tolerancia, etc.), financiar a partidos o sindicatos, favorecer los derechos de la mujer o de los homosexuales... Todo eso es totalmente superfluo y cuesta anualmente millones de euros o dólares.
2. Prescindir radicalmente de los gastos superfluos
Esta es otra de las claves. No es ni será nunca buena medida pedir créditos, negociar deudas con las financieras o pedir dinero prestado a familiares. En el caso de los Estados, vender deuda a precios más altos (como está ocurriendo en España) sólo conlleva mayor endeudamiento, o lo que es lo mismo, agravar el problema. No es posible salir a flote de un naufragio echando más agua al barco. La única medida fiable y conveniente es prescindir de esos gastos que consideramos no fundamentales en nuestras vidas, negocios o gobiernos.
3. Comprobar nuevamente el punto 1 hasta que el nivel de ingresos frente al de gastos sea positivo. En caso contrario, repetir 1 y 2 hasta que salga positivo.
4. Una vez recuperado el nivel adquisitivo (positivo), no renunciar a gastar.
Esta es quizá la parte más sensible del problema y que algunos parecen no entender. Lo inteligente cuando estamos en crisis no es evitar el gasto (lo que se traduciría en ahorro, pero ahorro temeroso), sino potenciar el gasto controlado. Dicho de otra manera, en una empresa, la compra de maquinaria más eficiente que nos permita un ahorro mayor de energía (aunque el coste requiera pedir un crédito) va a repercutir en un gasto a largo plazo mucho menor. En el caso de familias, la situación sería comparable a comprar una pequeña vivienda en lugar de un coche, o en salir al cine una vez por semana en lugar de tener televisión por cable. En el caso de los Estados, este punto siempre se ha entendido como endeudamiento en infraestructura (sector de la construcción) pero este es un planteamiento semiperjudicial. Entendámoslo de la siguiente manera: papá se quedó sin trabajo y comenzó a ahorrar pero decide al mismo tiempo mejorar las puertas, por si vienen los ladrones.
¡Mal! ¿Oyen lo que dije? ¡Fatal! No se trata de hacer infraestructuras porque sí (normalmente carreteras o pantanos), sino reformas encaminadas a gastar menos. Por ejemplo, el negro Obama, en lugar de ser tan imbécil y crear una Seguridad Social al estilo de Europa, podría ser un poco más inteligente y gastar su dinero en algo que a largo plazo le permitiera sanear ese sueño suyo. Por ejemplo, la apuesta por la revisión de las líneas eléctricas, para reducir el coste energético, es una muy buena solución. Fomentar la salida de gente de las grandes ciudades a localidades más pequeñas no sólo favorecería el tránsito de mercancías a lo largo de todos los EE.UU. sino que crearía infraestructura inteligente en todo el país. Esto parece haberlo entendido otros países como Canadá o Australia.
5. Buscar la manera de aumentar los ingresos, sin aumentar el gasto.
Cuando encontramos nuevo trabajo, tenemos la tentación de comprarnos un coche, una casa o una computadora. ¡No! Eso no es inteligente. Lo inteligente es ahorrar para cuando llegue el siguiente punto.
6. Aumentar el gasto si hay garantías reales de una fuente de ingresos continuos, sin importar incluso pedir préstamos.
Por ejemplo, pidiendo una hipoteca. Puede parecer contradictorio, pero el endeudamiento provoca riqueza, pero sólo y exclusivamente cuando el nivel de ingresos permite pagar la deuda a largo plazo sin que el nivel de ingresos/gastos sea negativo. No es lógico que nuestro nivel de ingresos/gastos sea negativo y pidamos un crédito para montar un negocio, a la espera de que triunfe. Mejor es pedir un favor económico a un amigo antes que pedírselo al banco.
Se puede garantizar un 100% de efectividad para no sólo salir de la crisis sino convertirse en multimillonario. No parece tan difícil, ¿no creen? Lo único que hay que hacer es renunciar al sueño para conseguirlo más tarde.
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