En España se acaba de abrir una nueva polémica. Esta vez se pretende disimular los graves problemas económicas de esta nación con polémicas que poco van a favorerecer el bien común y sí que traerá problemas (o cuanto menos molestias) a los grupos familiares. Si algo sobra en el mundo son conflictos familiares y favorecer el nacimiento de nuevas peleas en el seno de las familias sólo traerá un aumento de reyertas, divorcios o, en el peor de los casos ,muertes y maltratos.
El apellido es una manera tradicional de identificación de individuos. En los orígenes de la civilización, la existencia de grupos tribales hacía prescindible el uso de apellidos, ya que los individuos eran perfectamente identificables. Así ocurre aún en los pueblos amerindios y africanos sin influencia occidental. Es posible que en una época posterior los nacidos llevaran los nombres de los miembros más influyentes de la tribu, por una cuestión de respeto u honor, o que éstos pusieran a sus primogénitos su propio nombre, para que todos supieran que era hijo de alguien honorable.
Esta situación fomentó la existencia en el grupo de muchos individuos identificados de igual manera, lo que llevaba a confundirlos y a suplantar su identidad. En grupos pequeños todavía era posible llevar un control (de la misma manera que en una misma familia el padre y el hijo llevan el mismo nombre) y por la situación se sabía identificar al individuo. Al florecer las ciudades fue literalmente imposible mantener el sistema del nombre único.
EL APELLIDO EN LA ANTIGÜEDAD
Las primeras culturas (Egipto, Mesopotamia,...) no disponían propiamente de un apellido. El nombre permitía identificar a los miembros de la ciudad. Esto no significa que todos tuvieran un nombre distinto, sino que la variedad de nombres era amplia y si existía alguna ambigüedad siempre se recurría a indicar quién era su padre o cuál era su procedencia. La entidad familiar, la pertenencia a una familia, empieza a tomar importancia, para que de alguna manera pudieran identificarse a los familiares del individuo. Sin embargo, ¿cómo identificar a varias personas que eran del mismo lugar pero de distinta familia?¿Cómo identifciar a dos individuos llamados iguales y cuyos padres se llamaban igual pero eran dos personas distintas?
Hasta la llegada de los primeros pueblos arios, el apellido discurría de aquella manera. Es a partir de ese momento cuando se inicia una verdadera revolución en la identidad personal. En primer lugar, se aumentó el número de nombres en una mayor medida (prácticamente se puede decir que el 90% de los nombres comunes actuales tienen origen ario). En segundo lugar, se estableció un mote o apelativo para distinguir a individuos con el mismo nombre.
Estos apelativos tuvieron tres tipos de orígenes: indicando quién era el padre o la madre (origen patronímico), indicando el lugar de nacimiento (origen toponímico) o indicando alguna anécdota o característica del portador del apelativo. Según cada pueblo, era más o menos habitual un tipo u otro de apelativo. Así , es muy común observar que entre los pueblos semitas prácticamente se distingue al individuo por los nombres de sus antepasados; en cambio es más propio de los griegos el reconocimiento por el lugar de nacimiento o de residencia, debido a que los nombres griegos en muchos casos tenían un significado o frase oculta. Así ocurre con nombres griegos, que conservaban raíces como -andros (hombre), -cratos (fuerza), -agora (espacio abierto), fil- (amante). Era poco común encontrar en una polis dos hombres libres con igual nombre. También era propio de los griegos denominar a los suyos por anécdotas u oficios, cosa que exportaron al resto de pueblos europeos.
EL APELLIDO EN ROMA
En principio parece que el uso de un nombre y un apelativo había resuelto el problema de identificar a dos individuos distintos. Así, si existían dos griegos con el nombre de Pitágoras era improbable que tuvieran padres con el mismo nombre. Incluso así, cabía la posibilidad de que habitaran en ciudades distintas y con suerte incluso alejadas entre sí. En cualquier caso, raro sería que ambos alcanzaran cierta notoriedad como para que les ocurriera la misma anécdota o tuvieran un mismo oficio.
Pero sabemos que esto ocurría. Así hubo bastantes Diógenes que se dedicaron a la filosofía en Grecia. Y también sabemos que a la misma persona se la conocía como "el viejo" y como "el bueno", por poner un ejemplo. Esta situación, no regulada, hacía más difícil la identificación de estos individuos, habitualmente tras su muerte. Imaginemos a un noble griego muerto y a cientos de personas que dicen ser hijos de él. En ausencia de testigos que aseguraran la filiación de estos hijos no sería posible su identificación.
Los romanos solucionaron este problema mediante el sistema denominado tria nomina (tres nombres). De esta manera todos los ciudadanos romanos disponían de tres nombres que los identificaban de manera única. Los países de influencia latina como España, Portugal o Iberoamérica hacen uso de un sistema parecido, aunque con matices.
Los romanos tenían 3 nombres, el praenomen, el nomen y el cognomen. En sí el sistema era muy fácil. El nomen identificaba a la familia (gens). Era el auténtico distintivo individual. De este modo la sociedad no se establecía mediante individuos sino mediante familias. A la República de Roma le importaban los tributos, por lo que era mucho más fácil controlar grupos que controlar individuos. Pero obviamente, la gens Iulia, por ejemplo, tenía decenas de integrantes, hombres y mujeres. Para no hacerse un lío, las familias usaban el praenomen, equivalente al nombre en español. Así existían nombres comunes como Mario, Cayo, Marco, Máximo, Publio, etc. Esta doble identificación (estatal y familiar) podía valer perfectamente en Roma y hacía a los individuos en todo momento identificables en cualquier ámbito. Por último el cognomen surgió como consecuencia de la recopilación de hechos históricos y de registros por parte de las autoridades romanas. Por ejemplo, una gens como Cornelia pronto tuvo grandes héroes romanos. Estos solían tomar el nombre de sus padres o abuelos. De esta manera, pronto hubo varios Publio Cornelio. Para evitar este conflicto, surgió la idea de que en estos casos se pusiera un apelativo sobre una característica propia del individuo que mantuviera una distinción (ejemplo, Publio Cornelio Escipión). Este uso se puso de moda y quedó de la misma manera que queda el apellido materno en la actualidad. El cognomen, por tanto, no fue algo realmente obligatorio, sino opcional, para distinguirse. De hecho el cognomen podía ser doble o triple, como ocurrió con Publio Cornelio Escipión Emiliano Africano.
El uso de los apellidos y las maneras de formarlos no han sido únicas en todos los tiempos y naciones. Sin embargo, lo que siempre se ha pretendido, en todos los pueblos, ha sido la identificación de los individuos de manera unívoca. Medidas como plantear un orden alfabético sólo pueden desembocar en dificultar la identificación de varios individuos. Otros métodos como fomentar la prevalencia del apellido más raro no ayudan tampoco al problema, ya que la rareza es una característica relativa (así los apellidos gallegos puede que sean raros en Extremadura pero no en Argentina). El uso del apellido del padre (o el de la madre) siempre en primer lugar es una medida mucho más práctica y enriquecedora. Sólo hay que hacer un ejercicio estadístico sencillo.
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