Hoy se celebra el día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer. Hay una realidad y es que todos los días se asesinan a unas cuantas mujeres en todo el mundo y que miles de ellas sufren malos tratos. Erradicar estas situaciones debe ser un objetivo prioritario para los gobiernos.
Hasta aquí, la realidad. Todo lo demás es mito.
A cualquier ser humano debería aborrecerle el hecho de hacer discriminación entre maltrato a mujeres y maltrato a hombres. Hay una realidad que comunmente se calla y es que, aproximadamente, por cada 3 mujeres asesinadas por sus maridos o parejas 1 hombre es asesinado por su esposa o pareja. Esto supone que en la violencia en el hogar, el 25% (si no más) de las víctimas son hombres.
No existe un día contra la violencia de las mujeres hacia los hombres (y de hecho, es innecesario). Hay que desterrar de la mente la idea de que mujer es igual a víctima y hombre igual a verdugo, porque bien está documentada la historia, desde sus orígenes, del grado de maldad y venganza al que pueden llegar las mujeres.
Esta realidad, a nivel político, se oculta. No resulta educado o correcto decir que una mujer puede ser tan malvada como un hombre, y ser asesina, abusadora o ladrona. Los políticos y asociaciones de mujeres dicen que bastante han aguantado las mujeres para que ahora se quiera mostrar al mundo una realidad innegable que echaría por tierra muchos de los principios por los que luchan (igualdad o superioridad de la mujer respecto al hombre; mayor simpatía, cariño y trato con clientes; mayor inteligencia, etc.).
Los gobiernos deben erradicar el maltrato y los asesinatos sin distinción de género, edad o condición social. El asesinato de un negro no puede ser más condenado por un gobierno que el de un blanco, y viceversa. Además, se apuesta por la educación como método de solución del problema y no es así. Cualquiera que tenga unos mínimos conocimientos o experiencia en el mundo docente sabrá que la educación o la formación en valores no tiene sentido si no existe una profunda revisión o transformación social ajena a la educación.
Ningún gobierno u organización tiene autoridad moral para educar a los jóvenes varones en valores que defiendan la integridad física de las mujeres cuando son esos mismos gobiernos los que promocionan políticas que benefician exclusivamente a mujeres. Por ejemplo, son habituales las políticas que favorecen el acceso a estudios o a trabajos a mujeres. Ningún gobierno puede lamentar que un hombre mate a su mujer cuando este mismo gobierno fomenta la infidelidad en la pareja, a lo que denominan liberación de la mujer. Esto es, para comprenderlo, como querer educar en que cuando haya un robo se acuda a la policía en vez de disparar al ladrón y luego este mismo gobierno defienda e incluso haga leyes para que el robo, en caso de necesidad, o si es menor de cierta cantidad monetaria, quede impune de castigo.
Así pues, el maltrato es una realidad incómoda, que es posible erradicar, pero que pasa por reformar realmente el sistema, sin distinguir entre hombres y mujeres. Si realmente hombres y mujeres somos iguales, los gobiernos tienen que luchar por políticas basadas en méritos y en justicia y no en políticas basadas en discriminaciones o compasiones. Un día internacional sobre la violencia contra las mujeres, sin que haya un día internacional sobre la violencia contra los hombres, debería resultarnos, cuanto menos, vergonzoso.
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