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lunes, 22 de noviembre de 2010

De la Nueva Iglesia

Como sabrán por las noticias, mañana saldrá a la venta el último libro de Su Santidad el Papa. También sabrán que en su interior se encuentra una declaración que ha sido objeto de valoraciones positivas por parte de muchos organismos públicos y personas de las más diversas tendencias, mientras que ha sido objeto de silencio por parte de otras (y por qué no decirlo, que las ha cogido de sorpresa).

Benedicto XVI ha afirmado que es lícito el uso del preservativo o condón en casos muy puntuales, como en las relaciones sexuales con prostitutas. Por supuesto que ha habido aplausos por parte de organismos como Naciones Unidas y que ha sido tildado de discurso insuficiente por parte de asociaciones de izquierda y distintas organizaciones no gubernamentales. Por otro lado, ha habido quien se sentirá decepcionado con estas declaraciones, los habrá que incluso interpreten esto como el fin de la Iglesia o el inicio de una renovación profunda de la misma, aunque también los habrá que interpreten todo esto como designio de Dios por boca del Papa. Sin embargo, nadie se ha parado a pensar en serio en qué consisten estas palabras y el trasfondo de las mismas, como suele ocurrir con cualquier tema de actualidad.

Opiniones. En esto consiste todo lo que hemos descrito hasta el momento. Nadie, por el momento, de los que he podido escuchar y leer en radio y prensa, ha dicho una afirmación correcta sobre este pensamiento del Papa. Se han limitado a opinar. Estarán conmigo de acuerdo en que para opiniones, las propias. Fíjense que muchas de las noticias se hacen eco de hechos reales y bien fundamentados, como son el número de contagios de SIDA durante un año. Esto es una realidad indiscutible. Sin embargo, este hecho no valida o invalida las palabras del Papa, si está bien lo que dijo, si está mal, si ha defraudado o si ha ayudado, y sin embargo cuelan el dato en las noticias o Naciones Unidas lo esgrime como una realidad que hace que las palabras del Papa sean "correctas".

Como digo, nadie ha dicho la verdad sobre la afirmación y el tono en que Benedicto XVI ha expresado y condenado el uso del preservativo. Sí, han leído bien: condenado el uso del preservativo. Habrá quien ya esté pensando que esta es otra opinión, como la de cualquiera, pero vengo a demostrarles que no sólo las palabras de Benedicto XVI están totalmente dentro del pensamiento milenario de la Iglesia, sino que además condenan a los que usen o abusen del preservativo.

Transcribo literalmente la sección del libro, donde hace mención a la idea anterior:

Pregunta: "¿La Iglesia católica no está fundamentalmente contra la utilización de preservativos?"

Respuesta: "[La Iglesia] no lo contempla como una solución real o moral pero, en ciertos casos, cuando la intención es reducir el riesgo de contaminación [del VIH], puede ser un primer paso para abrir la vía a una sexualidad más humana, vivida de otro modo. Puede haber casos individuales, como cuando una persona que se prostituye utiliza un preservativo, donde puede ser un primer paso hacia una moralización, un debut de responsabilidad que permita tomar una nueva consciencia de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que uno quiera".


Analicemos el texto. Lo primero es insistir en la idea de la opinión y la realidad. Benedicto XVI, en principio, opina (pero no necesariamente tiene que ser verdad) que no es una solución real para acabar con el SIDA. Esto debería dejarse en manos de los expertos, médicos y científicos, aunque sí es acertada la exposición del Papa cuando dice que no es una solución moral. ¿Por qué digo digo esto? Porque el SIDA no es un problema de mantener relaciones sexuales. Es un problema de mantener relaciones sexuales promiscuas y por tanto eso entra en el terreno de la moralidad y el Papa es un auténtico, si no el más sabio, experto en moral.

Benedicto XVI no está promoviendo el uso o quitando importancia al uso del preservativo. Planteemos, entre líneas, el pensamiento del Papa: dos seres humanos van a cometer un pecado (mantener relaciones sexuales con fines no reproductivos fuera del matrimonio). Para mayor desgracia, uno de ellos tiene el SIDA. Tal y como Cristo dejó expresado en Jn 8, 10-11 ("Mujer, ¿ninguno te ha condenado? –Ninguno, Señor.- Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más"), debemos entender que la relación sexual prohibida no es nunca aplaudible ni defendible, pero puede ser exculpada, más si cabe si el daño infligido es menor que el que se podría infligir. En este sentido, puestos a pecar, más delito e inmoralidad lleva el no usar preservativo en relaciones promiscuas que el usarlo. Es decir, no es que se esté tolerando el uso del preservativo, sino que se anima a que el nivel del pecado disminuya. Por poner otro ejemplo gráfico: matar a una persona es un pecado mortal, pero una muerte sin dolor lleva impreso un pecado menor que una muerte con regocijo en el dolor del prójimo. Se trata de, como dice el Papa, humanizar al ser humano.

Resumiendo. Las palabras del Papa no habrían de alegrar ni desalentar a nadie. El Papa y la Iglesia no han cambiado su discurso, al revés, lo han vuelto a explicar. Otra cuestión sería plantear el tema de las relaciones sexuales con fines no reproductivos y fuera del matrimonio, si son lícitas o no. Fíjense que dicha prohibición se toma con vistas a moralizar y a hacer entender, sobre todo a los jóvenes, que el sexo mal entendido puede causar mucho daño, indignación e incluso puede transformar y deshumanizar a las personas, haciéndolas obsesivas (como cualquier otra droga). El mismo Cristo, cuando tiene a la mujer adúltera delante, comprendió el influjo malvado que tiene este impulso humano, por lo que no condena a muerte o no se indigna como el peor de los pecados lo que hizo esa mujer, sino que la perdona sinceramente, con la esperanza de que no volviera a pecar en el sexo, porque, insisto en la idea, el sexo mal entendido deshumaniza.

En definitiva, Benedicto XVI no abrió ningún debate y menos sobre una sexualidad más abierta, sino que ha delimitado aún más el concepto de pecado.

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