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sábado, 26 de febrero de 2011

Estupideces (por Jorge Bucay)

Hace ya algunos años, concretamente cinco, me presentaron a una mujer durante un evento. Charlamos amigablemente de distintos asuntos, entremezclados con política, con religión, con cultura...

Finalmente, tras la charla, se despide y me dice: "Ha sido un placer conocerlo, me he sentido como si hubiera hablado con Bucay". Yo le dije: "Perdone, pero... ¿quién es Bucay?" Entonces se le abrieron los ojos como cuando estamos ante una persona de cierta incultura que no dice más que barbaridades. "¿Es posible - dijo - que alguien que me acaba de demostrar tanta cultura no sepa quién es Jorge Bucay, el maestro de la psicología?" Yo le dije: "Lo siento, pero no tengo en psicología más maestros que a Platón, Freud y a Jung, entre otros muchos más filósofos". Ella me miró un tanto extrañada y se despidió.

Si soy sincero, olvidé aquel tema, incluido el nombre del tal Bucay y no le di más importancia. Sin embargo, suele pasar que las cosas nos persiguen, y sin ir más lejos, cada cierto tiempo encontraba por el kiosko, la prensa o incluso por la televisión referencias al tal Bucay. De todas maneras algo me resultaba realmente curioso: Bucay nunca aparecía, nunca hablaba, no se publicitaba (o al menos eso me parecía).

Incluso así, la figura del tipo este no me llamaba la atención lo suficiente como para buscarlo por internet o por libros, es decir, ni tan siquiera me acordaba de él y su nombre, hasta que otro día y otro y otro me encontraba con su nombre.

Cientos de famosos y de personas anónimas hablaban maravillas del tal Bucay, de todo lo que les había ayudado, de haber descubierto el auténtico sentido de la vida. Eso fue hasta hoy, que me acordé y busqué información sobre él. Cinco largos años de los cuales, todos me perdonen, pero el tal señor este no me interesó. En cualquier caso, mi sorpresa fue mayúscula: tanto se hablaba de su obra y por tantas personas distintas que realmente pensé que podría tratarse de un autor genial. En su lugar, me encontré a un psicólogo más, a una de esas personas que simplemente saben escuchar y dan un rayo de esperanza.

¿Y tanto para esto?¿Este era el genial Jorge, el que había cambiado la vida de miles, si no millones, de seres humanos como si fuera un nuevo Mesías? En su lugar encontré en varios fragmentos, de los que dicen que son más famosos, una continua reminiscencia sobre las cuestiones básicas de la vida. O sea, simple apego a disipar las estupideces de los pacientes o lectores.

Lo que dice Bucay y lo que dice nuestra abuela podría ser (y de hecho es) lo mismo. "Niño, no seas malo, ten fe en Dios, sé paciente y busca tu felicidad a través de tus fortalezas, etc." La única diferencia es que Bucay es argentino y eso viste más que una abuela en una choza de Cajamarca.

Bucay no es mal tipo. Bucay tampoco dice mentiras en el fondo. Pero Bucay es un negociante y tiene un interés comercial en esto. La diferencia entre un filósofo y un psicólogo es que el primero pretende enseñar mientras que el segundo pretende curar. La enseñanza es un arte superior a la curación, porque la primera permite el desarrollo del individuo mientras que la segunda permite la conservación del individuo. De hecho se utiliza la misma palabra para "sanar" (curar una herida) que para "conservar" (curar un jamón o un queso). Los psicólogos, la gran mayoría de las veces, curan a sus pacientes cuando lo que dicen es todo lo contrario, que les enseñan (a vivir). Todo lo que más hacen estos psicólogos es conservar esos pacientes para la próxima sesión, ya que éstos experimentan mejorías por un simple efecto placebo. Alguien los escuchó (algo raro, por cierto, para el siglo en que vivimos).

Las técnicas de Bucay sirven para mucho, pero principalmente para dos cosas: para enamorar y para afiliar. Decirle a nuestra chica que leemos a Bucay o poner en práctica sobre ella, neófita en sus libros, las técnicas del autor nos dará un resultado satisfactorio seguro. ¡Qué pena como ella ya sea lectora asidua, porque no la sorprenderemos con la técnica!

Las lecturas de Bucay son sobre todo para mujeres y para desesperados. Obsérvese que no digo "mujeres desesperadas", sino mujeres y hombres desesperados. No digo esto porque ellos sean menos inteligentes o capacitados, sino porque las mujeres son generalmente más emotivas que los hombres y los hombres desesperados también pasan por una etapa emotiva cuando leen libros de autoayuda. Es parecido al zodíaco: no hay base científica pero la fe y esperanza de que ocurra lo que dice alientan al que lo lee.

¿Quieren autoayuda? Aprendan. No les hace falta un hierbatero (como canta Juanes) para que les vaya mejor en el trabajo. Les hace falta aprender a trabajar.

"¡Ay, caramba! Si fuera tan fácil. Llevo 30 años trabajando por ese ascenso y finalmente se lo dieron a otro. ¡Y siempre estuve aprendiendo, evolucionando, tratando de ser el mejor..! ¡Siempre fui un auténtico luchador!" Podríamos responder a tal individuo de una forma sencilla: usted se formó, pero no aprendió. Aprender es comprender la lección, asimilarla y sobre todo aplicarla en su vida. Si usted aprende a trabajar, sabrá que hay ciertas empresas, compañeros o jefes que no dejarán que le vaya bien.

Bucay le diría: sea paciente y haga el bien. Una sonrisa es la recompensa de la vida.

Cualquier filósofo diría: no eche margaritas a los cerdos. Enfréntese a sus problemas de la única manera que existe: solucionándolos. El cómo depende de la situación, pero en el caso laboral la cuestión estaría en abandonar la causa que le provoca daño. Si no hace eso, entonces no está tan mal el asunto, es mero miedo al qué dirán.

Animo a todos a dejar de lado a los curanderos y abrazar a los científicos.

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