No está de más de vez en cuando establecer diferencias y matices en asuntos especialmente polémicos. Este es el caso de la trama Wikileaks, en donde hubo filtraciones de documentos confidenciales que comprometen la seguridad de distintos países del mundo, en especial de EE.UU.
Aquí, como siempre, hay partidarios y detractores de la página en cuestión y de las filtraciones. Los grupos antisistema, por ejemplo, consideran esta página un ejemplo de moralidad y transparencia únicas, dando a entender que páginas como ésta constituyen una salvación o al menos una detención de las atrocidades o posibles atrocidades que cometen los países con ciudadanos anónimos, al fin y al cabo. La postura oficial y la de los expertos, sin embargo, es contraria a este pensamiento: afirman que supone una vulnerabilidad de la seguridad nacional de cada país y que esto, a su vez, pondría en peligro la seguridad de miles o millones de ciudadanos anónimos.
En definitiva: ambos conjuntos consideran que la existencia o no de dicha página compromete la seguridad de millones de personas en el mundo. ¿Y qué dice el ciudadano anónimo por el cual se preocupan tanto todos? Pues se considera una pieza más que sufrirá sí o sí, de cualquier manera.
Hay en todo esto una realidad que nunca debería llevarnos a engaño. Los expertos son, a priori, personas que están mucho más cercanas a la realidad de cualquier tema, ya que su profesión o su dedicación a una actividad les da una visión más acertada que la que pueda tener cualquiera. Un experto de seguridad nacional no es más ni menos que un profesional cualquiera en su campo: son personas más preparadas que otras para ese tema concreto. Sería entonces muy acertado pensar que Wikileaks es un invento diabólico, que puede provocar que grupos terroristas, por ejemplo, lleguen a matar a miles de personas, como ocurrió el 11-S.
No deberíamos nunca confundir la carencia del derecho a la información o del derecho a la libertad con el secreto profesional o el secreto nacional. Existe un derecho a la información, cierto, pero también existe un derecho a la intimidad. Existe un derecho a la libertad, pero también existe un derecho a la vida. La prelación de derechos es siempre clara: primero, el derecho a la vida; segundo, lo que beneficia a la mayoría mejor que lo que beneficia a la minoría (aquí se engloban muchos derechos fundamentales); tercero, en caso de disputa entre dos derechos, el derecho que menos atente contra la vida humana, aunque sea favorable a la minoría, debe prevalecer; cuarto, si existen disputas nuevamente, se vuelve al punto 2 y se decide si beneficia a una mayoría o a una minoría.
Por ejemplo, en Wikileaks, en principio, la existencia o no de la página influye por igual, según sus partidarios, en el derecho a la vida. Por tanto, seguimos el algoritmo hasta el punto 2. Su existencia o no, según dicen ellos, beneficiaría a la mayoría de las personas, luego pasamos al punto 3. Entramos en la disputa de derechos: derecho a la información frente derecho a la protección por parte del Estado. Está claro que el derecho a la protección, aun a costa de matar a otros individuos, e incluso a costa de mantener la protección de una minoría (por ejemplo, la población de EE.UU. frente a la población mundial), está por encima del derecho a la información por parte del resto del mundo.
Por tanto, Wikileaks en parte, estaría siendo un arma que entraña riesgos a medio y largo plazo, como afirman los expertos.
Pongamos otro ejemplo: Wikileaks filtra que EE.UU. atacará mañana a China y entrará en guerra defensiva. ¿Sería lícita esta publicación? Supongamos que es un ataque justificado (por ejemplo, China ha tirado un misil). Lo primero es que tanto el ataque de China como el de EE.UU. atentan contra la vida de millones de ciudadanos. Por otro lado, el ataque beneficia a una minoría, frente a una mayoría de chinos. Conclusión: esta filtración sería legítima, tomando como base el bien común y es mejor el derecho a la información que salva vidas de la mayoría a salvar la vida de la minoría.
Por otro lado, veamos el caso de una guerra y el derecho a la defensa y a su propia vida. El punto 1 es común a ambos países, el punto 2, afecta al derecho de ambos a la vida, por lo que pasamos a 3. Como es el mismo derecho, pasamos a 4, que nos lleva a 2 y nos vuelve a llevar a 3 (y así en un círculo vicioso). Como 3 contiene el fin del bucle, diremos que cualquier guerra defensiva está justificada, aunque beneficie a una minoría, ya que la legítima defensa es lo que menos atenta al derecho a la vida.
Wikileaks, cuando no pone en peligro vidas (ejemplo, desentrañar un ataque de EE.UU a Europa, tanto militar como económico), es un arma de absoluto derecho, pues el ciudadano tiene derecho a la información de la mala praxis. En este caso, Wikileaks es una página fundamental.
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