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miércoles, 8 de diciembre de 2010

Crimen y castigo

La última hora en noticias es, como sabrán, el motín de Chile y posterior incendio de la prisión, en el que han muerto 81 personas. Posteriormente, como también sabrán, ha habido disturbios entre familiares y miembros de la autoridad chilena.

Al margen de la tragedia humana, que por supuesto es una desgracia, por tratarse de vidas de seres humanos, no debemos olvidar el principio y el fin de la historia y cómo se han desarrollado los hechos.

Para el que no conozca la cárcel, palabra prohibida en términos políticos ya que se prefiere hablar de centros penitenciarios,  habría que matizarle que no se parece demasiado a lo que vemos en las películas. Para comenzar le tendríamos que decir a nuestro cinéfilo que en las películas hay cárceles en lugar de centros penitenciarios; hay reos o reclusos, en lugar de internos; hay cadena perpetua y trabajos forzados, en lugar de penas de hasta 20 años; hay miseria y malos tratos, en lugar de bienestar y derechos humanos. En definitiva: tenemos una mala imagen de lo que es la cárcel o centro penitenciario.

Por supuesto que la pérdida de libertad es algo penoso y por supuesto que el 30% de los reclusos son personas que cometieron un error puntual en sus vidas y que aunque quieren prosperar quizá el entorno carcelario, lleno de presos malvados, no se lo permite. Pero no olvidemos nunca que en la cárcel hay delincuentes y criminales en su mayoría. No podemos consentir que noticias como éstas cambien en nuestras conciencias las realidades objetivas y cotidianas. Seamos claros: la muerte de malhechores no puede significar la santificación de los mismos, más si cabe si mueren por sus propios delitos.

Tenemos que entender que las penas de cárcel deberían significar castigos ejemplares, que impidieran delinquir en un futuro. Cierto es que puede que haya un grupo, que por mucho que nos quieran hacer creer lo contrario es reducido, al que se le deba dar una oportunidad de la reinserción, pero no es posible dejar que delincuentes que mataron a seres inocentes que iban por la calle tomen diariamente dulces y bollos o reciban un sueldo por los trabajos realizados en el centro penitenciario.

Jamás deberíamos volver a los tiempos de Sócrates, en los que se abogaba por la escuela en lugar de la cárcel. Les puedo decir, en mi calidad de docente, que la educación, como se entiende en los niños o los adultos normales, no es compatible con el régimen penitenciario. Una vida militar podría mejorar sin duda el regimen penitenciario, obligando a un trabajo físico excesivo, trabajos forzados a beneficio de la comunidad, o trabajo en condiciones físicas duras (frío, calor, etc.) enseñarían sin duda a muchos de ellos a no volver a delinquir. Ante insubordinaciones, aislamiento real, y no esos aislamientos penitenciarios que consisten en no salir al patio. Disminuir la ración a la mitad puede ser un castigo efectivo para un reo.

Lo que jamás podemos decir, si queremos un auténtico mundo libre es: "¡Qué pena los pobrecitos presos!" Señores, se trata de delincuentes. Eso no lo olvidemos nunca. Si alguno de esos delincuentes desea sinceramente salir de la cárcel y tener una oportunidad, es lícito dársela. El tiempo dirá si sus intenciones eran sinceras. Tampoco podemos decir, en un auténtico mundo libre, que tras la muerte de un ser humano inocente tengamos mala conciencia por enviar a la cárcel y que pierda la libertad otro ser humano. Ustedes se equivocan. Los romanos eran claros y decían que el delincuente perdía su condición libre y humana por la de esclavos. Así debería ser siempre. Los delincuentes de verdad, los que han cometido un delito injusto, nos guste o no, deberían perder su condición humana para ganársela de nuevo. Esta es la cuestión: nadie entiende que un ser humano pierda su condición y la gane.

En un mundo auténticamente libre, no existe sitio para el delito. Cualquier delito debe expiarse para volver a ser libre. Y hechos como los de Chile, en los que han muertos muchos seres humanos, debería apenarnos por dicha cuestión, pero nunca olvidar que ellos eran eso: presos y malhechores y que no son mejores que antes por estar muertos.

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