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jueves, 27 de diciembre de 2012

¿Qué nos queda de la Navidad?

¿Qué nos queda del auténtico concepto de la Navidad? Muchos afirman y afirmaron que el consumismo y el capitalismo han acabado con el auténtico espíritu navideño. Copiosas comidas, regalos caros, adornos exagerados... Hay quienes afirman que nada de eso es lo que predicaba Cristo y que la Iglesia, los curas y el Papa, entre otros, no hacen nada por dar una imagen real y cercana de la postura de Cristo, que no era otra que la de la pobreza.

Quizá esto pudiera parecer lo correcto, pero es a todas luces incorrecto, entre otras cosas porque Cristo nunca predicó nada sobre la Navidad. En ningún evangelio Cristo habla de su propio nacimiento ni instituye fiesta alguna, salvo la eucaristía que celebró el Jueves de Pascua, consistente, como todos saben, en tomar el pan y el vino. Esto tendría que servir para entender que no fueron otros más que los primeros cristianos los que instituyeron la fiesta, al igual que muchas otras fiestas religiosas cristianas, como son la festividad de Reyes Magos o el Corpus Christi.

La Navidad fue instituida por la Iglesia Primitiva. Algunas fuentes aseguran que al carecer de datos fiables sobre el mes y día que nació Jesús, los primeros cristianos y fundamentalmente los nuevos conversos romanos adoptaron como día de nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, fiesta que coincidía con la festividad del Sol Invicto, una tradición pagana. Es posible, aunque no confirmado por documento histórico, que ésta fuera la razón principal, sobre todo para respetar en cierto modo tradiciones más antiguas, tal y como hicieron los españoles en América con los ritos paganos de incas y aztecas.

Lo que sí es cierto es que, como ocurre con casi todo, se tergiversa el significado y el significante de la palabra Navidad, así como su origen y su rito. La Navidad primitiva era una fiesta, un jolgorio, basado en el éxtasis de conmemorar que un dios vivo había nacido tal día como ése. Por tanto, es del todo plausible que, como ocurre hoy, hubiera fiesta y también un rito en el propio recinto religioso, más austero pero igualmente festivo.

El caso es que hoy más que nunca se critica esta festividad cristiana, a la que tachan de carente de sentido y sobre todo como una fiesta hipócrita, alejada del significado primitivo. Nada más lejos de la realidad. Quizá hoy se parezca más la Navidad a lo que era primitivamente que lo que se pareciera la Navidad del siglo XV. Fiesta y felicidad por el nacimiento de Dios.

Es evidente que habrá quien pronto quiera reprochar que el ciudadano actual no celebra dicho nacimiento sino que para él se ha convertido en fecha de compras compulsivas y día de borracheras, sin significado religioso ninguno. No estoy de acuerdo con esa afirmación. Podría demostrarse que lo segundo, las borracheras, han sido comunes en todos los tiempos y que si bien la forma ha cambiado, el fondo sigue siendo el mismo: fiesta. Que la fiesta carezca de sentido religioso tampoco es cierto. Habrá quien no vaya al templo o quien no crea en Dios, pero con que crea en el sentido de la misma fiesta es suficiente. Si un comunista ateo se sienta a la mesa a celebrar con sus hermanos una cena con la excusa de que en el trabajo le dieron libre el día de Navidad, ya sería suficiente. Sin saberlo, Dios lo engaña. El primer deber del cristiano o del ciudadano en general es no tener rencillas con el prójimo (Mateo 5:23, 24, “Por tanto, si has traído tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y ofrece tu ofrenda”).

¿Y el consumismo? Es cierto que los primeros cristianos, entre otras cosas porque la gran mayoría eran pobres, no conocían lo que hoy llamamos consumismo. Sin embargo, habría que analizar si existe una auténtica relación entre consumismo y Navidad. Si bien es cierto que una parte importante de los negocios ven un aumento de su facturación en Navidad, eso no se debe a la propia fiesta en sí, sino a la actitud de los compradores. Si bien la tradición cristiana ha sido siempre la de hacer un pequeño regalo, dando a entender que el que regala quiere hacer feliz al que recibe, esto no puede interpretarse como un incentivo al consumo extremo. Estoy de acuerdo en que la tergiversación de la propia fiesta puede hacer pensar que el objetivo de la Navidad es el de recibir o regalar el regalo más caro, pero no puede acusarse a la Iglesia de haber fomentado dicho comportamiento en el consumidor.

Es cierto que la Navidad de ahora no es como la de antes, pero no por un consumismo extremo o un desinterés creciente en la Iglesia o en la figura de Jesús, sino más bien por una actitud negativa de la propia fiesta en los ciudadanos más influyentes (entre ellos periodistas y políticos). La Navidad no puede ser entendida como un tiempo de pesimismo, de negación y sobre todo como un tiempo impuesto por poderes terrenales que tratan de engañarnos en nuestra apreciación de la realidad. La Navidad debe entenderse como un tiempo de fraternidad, incluso de fiesta si se quiere, pero no como un tiempo de obligaciones con el prójimo (regalos, por ejemplo). Y mucho mejor se entenderá si encima todo esto se riega con algún nacimiento real.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

El asesino de Newtown

Lamento profundamente la masacre cometida a todos esos angelitos inocentes. No se puede concebir algo así más que en la mente perversa y obnubilada de un demente.
 
No deseo perderme en más muestras de cariño o condolencias. Creo que lo dicho es suficiente para entender qué es lo que siente la mayor parte de la población sobre este tema.
 
Me gustaría concentrar esta penosa entrada en dos aspectos fundamentales que derivan de esta matanza: el análisis del asesino y la polémica con los permisos de armas en EE.UU.
 
El ya tristemente conocido asesino Adam Lanza no era más que otro de tantos adolescentes o jóvenes adultos fracasados que tratan de llamar la atención en un mundo desesperadamente repleto de incomunicación. No podemos decir que sean jóvenes normales, pero tampoco podemos apartar nuestra mirada a aquellos que por ser fracasados no tengan derecho a una vida justa.
 
El caso es que Lanza no era más que un principio de hombre que, debido a su falta de encanto y carisma, no resultaba ser esa clase de personaje excéntrico. Es conocido que sufría síndrome de Asperger. Déjenme contestar que esta suele ser la típica excusa para querer no enfocar el auténtico problema de estos asesinos en masa: la ausencia de futuro en el individuo. Tanto Breivik como Lanza intercambian los papeles entre seres humanos y animales en una macabra caza. El famoso asesino de Noruega no puede ser considerado un loco en el mismo sentido que Lanza, aun a pesar de que su matanza fue similar. Mientras que Breivik entendía que éstos eran enemigos de la patria, Lanza consideraba que la escuela era la causa de esos problemas y que, si se permite ahora la especulación, o bien quería eliminar a los productos de la escuela (sus estudiantes) o bien quería eliminar el concepto de escuela en sí. No podremos entender nunca al cien por cien cuál fue la auténtica razón por la que pretendió matar a los niños, pero desde luego no es obra de un criminal, sino de un loco capaz de confundir a seres humanos con animales u otros seres inanimados.
 
En cuanto al acceso de armas en EE.UU., tanto Obama como la opinión pública están de acuerdo en limitar de algún modo su acceso. De todas maneras, la asociación del rifle norteamericana trata de minimizar aquello, alegando incluso que un mayor acceso a las armas podría ser un mayor grado de seguridad.
 
Hay una cosa cierta en todo esto y es que la ausencia de armas de fuego no garantiza la ausencia de asesinatos, pero los minimiza. Lo contrario es imposible: la presencia de armas de fuego garantiza la ausencia de asesinatos, debido a que incluso en el peor de los casos, el defensor mataría al agresor, convirtiéndose, desde el punto de vista moral de asesino.
 
Una sociedad con alto nivel armamentístico es una sociedad violenta. Esto es una realidad. Si una sociedad puede acabar sus problemas con las armas, entonces la cabida de la razón queda en segundas esferas. Razón y fuerza son a menudo incompatibles.
 
Hay quien piensa que Obama no puede prohibir las armas porque, entre otras cosas, podrían atentar incluso contra él mismo. De todas formas, Obama olvida las palabras de Maquiavelo, quien consigue el favor del pueblo no requiere de amigos ni aliados en la Corte. Esto significa que acabar con el mercado de armas es tarea compleja, pero que el pueblo lo apoyaría si lo ve realmente interesante. El problema es que Obama también tiene a muchos demócratas amantes de las armas y teme perder su puesto.
 
Creo en la libertad de portar un arma si ésta se otorga a sujetos tan cuidadosamente escogidos que se garantice la ausencia casi total de fallos en su uso o que su función sea la de velar por la seguridad de otros (guardas jurados o policías). Lo que no creo es en proveer a todo padre de familia de armas (algunas incluso automáticas), ya que lo que hacemos es militarizar a la sociedad, hasta tal punto de poder matar a familias enteras. Esto sí habría de ser innegociable para EE.UU: No se puede tener a nadie armado capaz de generar, por mínimo que sea, un altercado o tiroteo. Tampoco a nadie no entrenado en el manejo del mismo. De la misma manera, no se entrenaría a nadie a menos que lo haga con el fin de ser un profesional de la vigilancia.
 
En definitiva: soluciones hay, sólo hay que aplicarlas.

martes, 4 de diciembre de 2012

El problema fundamental de la Economía (III)

Dejamos nuestra última disquisición en la necesidad de incrementar la diversificación de actividades, para poder así dar una solución satisfactoria al creciente problema del desempleo.
 
Como vimos en la primera entrega de El problema fundamental de la Economía, la única y primera razón de la Economía es garantizar el acceso y la distribución de los recursos del planeta. De la misma manera, todos los regímenes políticos y económicos siempre han considerado que la manera más justa de distribuir los recursos es según el esfuerzo (trabajo) o según el tipo de trabajo. Que se considere que la manera más justa de distribución sea según la ley de mercado (oferta y demanda, teoría liberalista) o según una cuestión objetiva (horas de mano de obra empleada, teoría marxista), ya es otra historia. En cualquier caso, lo que es indiscutible es que el trabajo y su diversificación (distintos tipos de trabajo) deben existir para que una sociedad pueda considerarse plenamente desarrollada.
 
Como vimos al final de El problema fundamental de la Economía (II), el trabajo pseudoartesanal debe ser, sin remedio, la opción única para devolver a la economía su principal misión: la de distribuir los recursos. Una sociedad con pleno empleo es una sociedad que puede disponer de toda su riqueza de la manera más eficiente. Por tanto, una sociedad con pleno empleo es la que menos coste social genera al Estado y también la que menos coste económico genera. Por otro lado, una sociedad con pleno empleo es una que goza de una salud psíquica inmejorable, ya que elimina de raíz la principal causa de insatisfacción: la falta de recursos y la imposibilidad de acceder a ellos.
 
Hemos de desterrar de la mente los conceptos utópicos tales como satisfacción generalizada o que pleno empleo significa tener empleada al 100% de la población activa. Pleno empleo significará un estado económico-social tal que la demanda de empleo pueda ser fácilmente satisfecha en plazos cortos. Con satisfacción generalizada queremos decir que todos y cada uno de los miembros de la sociedad estén contentos con su puesto de trabajo, actividad o sueldo. Esto ni es posible, ni es concebible, ya que el ser humano es inconformista por naturaleza, lo cual es altamente positivo, pero también, si el estado no es capaz de velar por el interés generalizado, altamente negativo. Tampoco es concebible una sociedad con exceso de oferta de empleo. En ese caso, la sociedad necesitará cubrir con mano de obra foránea dichos puestos de trabajo, lo que podría repercutir negativamente en la consecución del pleno empleo, al aumentar la oferta de empleo.

La necesidad de empleo y por tanto de acceso a los recursos se perfila como algo primordial. Ciertamente, al carecer de otra herramienta más justa y más objetiva que el esfuerzo o el beneficio que concede el individuo a la sociedad, no es posible el acceso a estos recursos si no es a través del empleo. Y no cabe otra posibilidad, ya que los recursos son un concepto natural o físico (alimento, energía, seguridad, etc.) y no existe nada más natural o físico que la lucha de las especies o la selección natural. El ser humano ha conseguido enmascarar esta selección natural a través de la selección laboral: los trabajos mejor remunerados serán aquellos que otorguen unas ventajas competitivas a los individuos por el control de los recursos.

Pero, ¿cuál es el origen del trabajo? Sin duda, el origen del trabajo está en conseguir satisfacer necesidades. Por tanto el trabajo no es más que el esfuerzo realizado para satisfacer una necesidad. Es cierto que la economía del siglo XXI está demasiado elaborada, pero comprar un coche no es más que el producto de determinadas jornadas laborales de esfuerzo. Si bien no hemos fabricado el coche (economía del neolítico) sí que hemos realizado un trabajo que nos permite ganar un dinero que empleamos para pagar a alguien que nos fabrique el coche. Por tanto, los trabajos se originan exclusivamente para cubrir necesidades propias o ajenas.

¿Qué ocurre actualmente? Hay una crisis de trabajo. ¿Por qué razón? Porque no hay necesidades que satisfacer o no hay dinero (trabajo) para satisfacerlas o esas necesidades son satisfechas por los mismos individuos que las tienen (ya sea mediante trabajo propio, a sea mediante el uso de una máquina). Hasta no hace mucho, se pensaba que este último motivo no era más que el proceso paulatino de tecnificación y automatización y que el mercado laboral iría creando nuevos puestos de trabajo en nuevas actividades, fundamentalmente aquellas relacionadas con internet. Sin embargo, como ya expresó Malthus en su ensayo sobre la población, podemos afirmar que si bien el proceso de tecnificación aumenta en progresión geométrica o incluso exponencial, el proceso de creación de empleo lo hace en progresión aritmética, al tiempo que (y esto complica algo más el planteamiento sobre el que Malthus hacía su análisis) el número de individuos en el planeta aumenta también geométricamente.

Conclusión: en menos de 100 años podemos encontrarnos ante la triste realidad de que más del 40% de la población activa estaría en paro, lo que conllevaría que sólo aproximadamente el 30% de la población mundial tendría que alimentar al 70% restante, incluyendo aquí a niños y ancianos, hecho totalmente inviable y que repercutiría únicamente en una solución: la terrible guerra. Al igual que Malthus afirmaba que la población tenía que controlarse y que los métodos de control de la natalidad habrían de imponerse como sistema necesario para el equilibrio natural de nuestra especie, hemos de entender que es necesario limitar el proceso de tecnificación, en cuanto a que mientras vivamos en exclusivamente en este planeta no tenemos más remedio que repartir equitativamente los recursos y que si bien la tecnificación masiva sería la herramienta perfecta para que unos pocos se enriquecieran extraordinariamente, la tecnificación masiva traería como consecuencia un empobrecimiento también extraordinario de la población.

Así pues, hemos de apostar por un trabajo pseudoartesanal como objetivo de futuro, es decir, un trabajo en el que el ser humano, ayudado por máquinas, pueda acceder a los recursos y se pueda desarrollar como persona, tal y como hasta hace unos años ha ocurrido. Un operario de fábrica que requiere controlar un botón de un panel de mandos no sería un buen ejemplo de pseudoartesano. Comparativamente sería el operario de fábrica que atornillaría bridas con ayuda de herramientas eléctricas (como el taladro) o incluso maquinaria más especializada (control de autómatas). Lo que sí sería fundamental es que el ser humano fuera un auténtico controlador del proceso y no una mera pieza del mismo, como se pretende hacer actualmente y por tanto convierte a la persona en reemplazable por un autómata o máquina que puede realizar sus mismas funciones más rápidamente.

No hay que tomar esto a broma. Al igual que los ecologistas alertaban de los daños del ser humano a la naturaleza, es una advertencia terrible el hecho de avanzar que el ser humano se puede encontrar (y de hecho ya se encuentra) en un proceso de imposibilidad de acceso a los recursos más básicos y no por ser pobres, sino porque no existe un medio fiable para el acceso al mismo, mientras otras empresas y personas sí que acceden a miles de veces más recursos que éstos.

En nuestra próxima entrega, trataremos de afrontar de manera más técnica cómo se podría concebir una sociedad pseudoartesana sin necesidad de hipotecar el progreso humano y el progreso económico.

jueves, 29 de noviembre de 2012

El problema fundamental de la Economía (II)

Siguiendo con línea de discusión que ya iniciamos en El problema fundamental de la Economía, hoy trataremos de establecer la relación dinero (o poder monetario) con riqueza.
 
Parece lógico pensar que la persona rica o el país rico es aquel que tiene mayor poder monetario, o lo que es lo mismo, el que más dinero tiene. Si queremos ser puristas, esto no sería más que asimilar la riqueza al poder financiero (es decir, la liquidez) de un país. Así, por ejemplo, si EE.UU. tiene puesto en circulación 1 billón (español) de dólares, mientras que México tiene puesto en circulación 10 000 millones de dólares (o lo que es lo mismo, un billón americano de dólares), EE.UU. es por consiguiente más rico que México.
 
Así ocurriría con las personas: el que tiene diez millones de dólares en el banco es más rico que quien tiene un millón de dólares. Donde dijimos dólares podemos decir libras o euros. Eso da igual. Lo que queremos decir aquí es que por regla general llamamos rico a quien tiene mucho dinero, lo cual no es rigurosamente cierto. De hecho, a nadie pasa desapercibido que un millonario con sólo 1 millón en el banco pero con una mansión de 2000 m2 construidos, es más rico que quien tiene 1,5 millones. Así, por tanto, podríamos decir que el más rico es aquel que tiene más dinero y posesiones en conjunto.
 
Si nos fijamos, a partir de aquí podríamos empezar a establecer nuevos valores o indicativos de riqueza: bonos del estado, préstamos, alquileres, empresas, etc. Y es aquí donde nos desviamos del auténtico principio fundamental de la economía, que es conocer la riqueza real de cada uno, que es en definitiva la capacidad de disponer de recursos. Una persona rica es capaz de acceder a mayor cantidad de recursos pero también a mayor variedad de los mismos.
 
Ya fue Adam Smith el que consideraba que el valor de la economía de un país era el valor de su trabajo y no el valor de su dinero. Esto es rigurosamente cierto: un pueblo con gran variedad de trabajos y de trabajadores es un pueblo desarrollado y rico. El desempleo es siempre síntoma de empobrecimiento. Un país que viva exclusivamente de recurso financiero pero tenga una población sumida en el desempleo es una sociedad pobre. Esto es lo que ocurre actualmente en España: es una sociedad con empresas y bancos excelentes, pero esas mismas empresas no son capaces de generar empleo, sino exclusivamente dinero. O dicho de otra manera: los grandes empresarios son cada vez más ricos y los pequeños empresarios y trabajadores se van empobreciendo, al tiempo que existe un empobrecimiento generalizado de actividades y por tanto una necesidad de importación cada vez mayor.
 
Se dice que uno de los principales motivos por los que España es uno de los países pobres de Europa (a pesar de lo que digan los mal llamados "analistas") es su incapacidad de haber entendido nunca que la riqueza de una nación está en la industrialización y en la complejidad de sus actividades y no en negocios rentables o muy rentables. Es decir, si tenemos en cuenta que España invierte o considera como sector principal el sector turístico o el sector de la construcción, es que después de muchos siglos no ha aprendido nada.
 
Se dice que cuando España aún no era España, principalmente en el Reino de Castilla se estableció una serie de agrupaciones de pastores transhumantes (es decir, que llevaban el ganado a pastar del norte al sur en invierno y del sur al norte en verano) que con el tiempo se unificaron en lo que se llamó Concejo de la Mesta. Los miembros de este órgano se dedicaban fundamentalmente al comercio de la lana, que era de una calidad excelente. Los castellanos, en lugar de organizar en torno a su recurso natural una serie de manufacturas textiles, ávidos de una riqueza fácil de ganar, vendían sus lanas a los países del norte, principalmente Flandes e Inglaterra, donde se confeccionaban los paños (el famoso "paño inglés"). Estos paños, posteriormente, debido a su alta calidad, se vendían a toda Europa y por consiguiente también a Castilla, donde su precio, al comprender la mano de obra y el transporte, era más caro que si hubiera sido confeccionado en el mismo país. Por tanto, Castilla fue perdiendo poco a poco su riqueza natural y para poder subsistir y seguir comprando paño, debía vender más lana, que era más barata que el paño. Tras este paréntesis de la Edad Media, Castilla, esta vez configurada dentro de España, tuvo otra oportunidad histórica al disponer de ingentes cantidades de oro de América, pero cometió un error: el mismo Adam Smith afirma que con el aumento de las remesas de oro y plata, aumentó la oferta de estos metales, lo que si bien provocó en sus inicios un aumento del poder adquisitivo de España, pronto desembocó en un aumento de la inflación.
 
En cualquier caso, España siempre ha cometido excesivos errores en materia económica y ahora vuelve a hacerlo.
 
Otra cuestión que está muy relacionada con el trabajo y la riqueza es el creciente aumento de la esperanza de vida. En sí, Malthus ya pronosticaba que el aumento de la población y de la esperanza de vida haría casi imposible que la humanidad no pereciera de hambre, al haber miles de millones de individuos en el planeta. Si bien algunas tesis marxistas sostienen la capacidad del ser humano de encontrar soluciones para sobrevivir, no es menos cierto que a estas alturas las teorías malthusianas son mayoritarias frente a aquellas.
 
Sin entrar en detalles, que ya veremos en otra entrega, lo cierto es que el gran reto de los próximos años, décadas y siglos será cómo en un mundo cada vez más tecnificado y por tanto con menor necesidad de mano de obra humana y con una mayor esperanza de vida, y por tanto con una incapacidad creciente de mantener pensiones de jubilación, será posible repartir de forma justa y equitativa los recursos, tal y como venimos haciendo actualmente.
 
El reto no es fácil, pero a diferencia de lo que políticos, sociólogos y economistas plantean, que no es ni más ni menos que una ruptura con los sistemas económicos actuales, se puede plantear una posible solución satisfactoria para casi todo el mundo (salvo para, obviamente, las grandes corporaciones mundiales): el trabajo pseudoartesanal.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Los falsos mitos de los grupos humanos

La necesidad de relación es tan fuerte en el ser humano que desde su propio nacimiento se le obliga a pertenecer a un grupo. Si un bebé recién nacido no es ayudado por su grupo familiar, el bebé percerá a las pocas horas. Esta situación de necesidad de pertenencia se va tornando cada vez más frecuente, hasta tal punto que se obliga al individuo a pertenecer al mayor grupo de todos: la sociedad.

Cuando un grupo es demasiado pequeño y sobre todo les une a sus miembros lazos de sangre (familia), el grupo resulta un ente demasiado emocional como para prosperar y mejorar. No es que ninguna familia pueda prosperar (de hecho casi todas las familias prosperan al menos parcialmente), sino que el pensamiento colectivo se ve más condicionado por opiniones personales o intuiciones que en hechos contrastados y bien medidos. De hecho, incluso este punto no depende del nivel socioeconómico de la familia, sino que depende casi exclusivamente en el nivel intelectual y capacidad de educar de los progenitores, los cuales pueden afectar positivamente el desarrollo mental y social de los hijos y nietos.
 
La sociedad, en cambio, es tan grande que no se puede entender a la misma como un grupo homogéneo, sino un grupo tendente a la crisis continua, en el sentido de que incluso en épocas de bonanza surgen disensiones en su seno, lo que la convierten en un organismo vivo.
 
Quedan entonces los grupos de mediano tamaño. Estos grupos pueden contener a dos personas o a millones de ellas, pero incluso así miles de personas no representan a la sociedad en su conjunto, ya que la sociedad es todo.

Esto nos lleva a un pensamiento lógico: ¿qué me aporta realmente el grupo?¿Por qué siempre se ha dicho que el ser humano es un animal social? Hemos visto que la pertenencia a la sociedad es una obligación, ya que no podemos deshacernos de ella en ningún caso, salvo en el completo aislamiento, y que la pertenencia a la familia es más una cuestión emocional que racional. Sin embargo, la pertenencia a cualquier otro grupo es totalmente libre y nadie debería imponernos esta condición.

En ocasiones muchos políticos o personajes influyentes, incluidos filósofos, pretenden equiparar a un grupo determinado con la sociedad determinada. Por ejemplo, es bien sabido que a los universitarios se les suele exigir, al menos socialmente, tener una mentalidad más bien abierta al diálogo y a la tolerancia. Resulta poco recomendable tener ideas libres más allá de las indicaciones de los poderes sociales (universidades, sindicatos, organizaciones no gubernamentales o incluso los periodistas). Esto convierte a los librepensadores en figuras excéntricas o en figuras condenables.

Dicen que en internet han quedado los últimos pensadores auténticamente libres. No obstante, ellos también están sujetos al grupo de los neoliberales. No son auténticamente independientes o libres. Las personas independientes son aquellas que pueden decir lo que piensan y no sólo quieren decir lo que piensan. Este punto es muy importante: de nada sirve decir lo que se piensa si ni siquiera se está seguro de las afirmaciones que se vierten. Puedo llevarme horas diciendo en esta colección de artículos cosas, que si no son ciertas o no tienen un fin poético o literario, de nada me sirven y lo más importante: a ningún otro tampoco les sirve.

Yo les invito a renunciar a cualquier tipo de grupo, siempre que éste tenga propósitos escondidos al margen de sus integrantes. El enriquecimiento personal, cosa propia de políticos y de los jerarcas de las asociaciones, o la perseverancia en la mentira, como hacen los grupos organizados de izquierda o derecha extreman, no van a ayudarnos a ser miembros de pleno derecho de un grupo.

Cabe entonces preguntarse si la respuesta es la soledad. No. Un grupo debe permitir el desarrollo individual, por encima de todo. Si un grupo rechaza el desarrollo individual por el grupal, entonces es un mal grupo. No nos engañemos: el fin del grupo debe ser siempre el desarrollo social, económico y emocional de sus integrantes y no su supervivencia. Esto nadie lo entendió. El fin de una organización no gubernamental, como la Cruz Roja, no es la pervivencia eterna de la entidad, sino dar servicio a sus usuarios. No se podría concebir la Cruz Roja realizando recortes por tener poco dinero. Es necesario sacrificar el grupo, si fuera necesario, por el individuo.

Sólo hay un grupo que, por sus características, no puede ser nunca entendido de esta manera. Es la sociedad. La sociedad, como hemos dicho, es un grupo al que se pertenece por obligación y por tanto no nos podemos alejar de ella. Sin embargo, la sociedad no nos pide nada a cambio, salvo existir. Es un falso mito el hecho de que cada uno de nosotros está obligado a devolver a la sociedad lo que ella nos proporciona, entre otras cosas porque la sociedad no proporciona nada, ya que tampoco tiene por qué hacerlo. No es cierto aquello de que la sociedad nos proporciona educación o sanidad. Rotundamente falso. Es nuestro propio trabajo el que nos lo proporciona. Si en estos momentos ocurriera una hecatombe, la sociedad desaparecería y sin embargo seríamos capaces de proporcionar a los demás sanidad o educación. No es la sociedad, sino el buen trabajo individual el que mantiene al mundo vivo. La sociedad no es más que una circunstancia y por esto mismo no puede pedirnos, al igual que no le pedimos nada a los microbios de nuestro estómago, ya que si tratamos de exigirles o incluso amenazarlos con matarlos, estaríamos atentando contra nuestra propia existencia.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Experimentos genéticos

Debemos entender que estamos en la edad de la experimentación. Quizá no ha habido jamás en la Historia una época más acelerada en cuanto a adelantos tecnológicos. No en vano cada día nos encontramos con algún nuevo invento sorprendente. En esta tesitura no es de extrañar que la genómica se haya convertido en definitiva en una auténtica rama fundamental de la ciencia actual.
 
El ser humano, desde sus orígenes, siempre fantaseó con la posibilidad de que existieran animales mitad hombre, mitad animal o con la capacidad de comunicación entre animales y hombres. Es altamente significativo que hoy se esté a las puertas e incluso se haya detectado algún que otro caso de éxito de transmutación genética.
 
Dejemos a un lado la posible fantasía o incluso el ansia de misterio habitual en el ser humano acerca de culturas ancestrales que fueron capaces de conseguir nuestro nivel tecnológico y hablemos de los peligros potenciales de estas prácticas. En los siguientes renglones veremos la realidad que existe sobre estos experimentos monstruosos.
 
Quizá no todos hayamos leído el extraordinario relato de Mary Shelley Frankenstein o El Moderno Prometeo. En dicho relato lo importante no es, como se suele pensar, que un científico loco quería crear un monstruo llamado Frankenstein, sino todo lo contrario. El doctor Frankestein, eminente médico según nos cuenta el relato de Shelley, era un eminente médico que atraído por los recientes descubrimientos del italiano Volta sobre los efectos de la corriente eléctrica en los músculos de animales muertos, los cuales se movían como si estuvieran vivos, decide resucitar a un hombre de entre los muertos. El caso es que a nuestro doctor le sale bien el experimento (de hecho, suele haber bastantes casos de reanimación cardíaca actualmente y no resulta esto nada extraño) pero el reanimado en lugar de ser un sujeto más o menos normal  resulta ser una especie de diablo o de concentrador del mal. El caso es que el experimento se revuelve contra su propio creador, causándole toda clase de problemas e incluso persiguiéndolo con propósitos de todo tipo, más concretamente su muerte.
 
La ingeniería genética está proporcionando situaciones algo parecidas. Al extraño concepto de mezcla genética se une el completo desconocimiento de los posibles efectos nocivos sobre la salud y sobre el medioambiente de las nuevas especies. De hecho, esta denominación es la correcta: una cabra que incorpore genes de araña o una semilla de maíz que incorpora genes de rata no pueden ser, ni mucho menos, considerados como cabras y semillas de maíz. Podemos llamarlos descendientes de ... o que tienen una base genética principalmente de ... pero estas mezclas van claramente contra cualquier principio de selección natural y de diversificación de especies.
 
Lo curioso de esto es que la mayor parte de los ecologistas y detractores de estas mezclas monstruosas sólo hablan de los daños medioambientales y los potenciales efectos contra la salud. Sin embargo, no hacen referencia a otros aspectos que son tan importantes o más que éstos, como son la incapacidad de controlar tiempos (es decir, la impaciencia propia del experimentador) y sobre todo los conflictos éticos que existen.
 
Respecto a la influencia sobre la salud y el medioambiente, no podemos ni siquiera afirmar que sean o no nocivos. No hay experimentación al respecto. Es decir, las empresas alegan que son completamente inocuos, sin embargo nadie ha sido capaz de pronosticar los efectos a largo plazo en los organismos. Tampoco podemos hacer caso a algunos informes que aseguran que los ratones con que experimentaron murieron todos de cáncer o dolencias similares. No hay suficiente experimentación para afirmarlo.
 
Lo cierto es que no hay motivo para alarmarse sobre los experimentos genéticos, siempre y cuando no supongan contravenir la delgada línea entre el ser humano y Dios. Jugar a ser Dios es siempre peligroso, como afirmaba Shelley, ya que lo más probable es que nuestro juego se vuelva contra nosotros.
 
Los experimentos genéticos deberían ser realizados como se realizan otros muchos descubrimientos científicos: por necesidad. La experimentación no como método sino como fin debe ser siempre rechazada, por ser contraria al método científico y por ser foco de posibles incidentes colaterales, ya que como cualquier científico sabe, la experimentación no es más que aislar un sistema del entorno y aplicarle las leyes sobre las que se sostiene la hipótesis. Veamos un ejemplo.
 
Supongamos que queremos medir la velocidad exacta de un cuerpo cuando cae. Si queremos realizar el experimento correctamente, deberemos aislar el sistema de la acción, por ejemplo, del viento. Lo mismo ocurre con la experimentación de cualquier tipo y en particular con la genética: es necesario aislar a los sujetos de estudio de posibles interacciones. El problema es que al hacer el estudio con las interacciones, el resultado puede ser tremendamente distinto. Esto es lo que estamos seguros de que no cumplen la mayoría de los laboratorios de ingeniería genética: no son totalmente científicos y rigurosos, sino simplemente tratan de justificar unos fondos que hay que usar para la experimentación.
 
Conclusión: la experimentación se convierte en el fin para recibir el dinero y por tanto no es un medio, sino un fin.
 
La experimentación en genética abre unas vías notables para la cura de enfermedades hereditarias, pero lo cierto es que abre también una fuente ilimitada de misterio y de incertidumbre. Es cierto que en todo caso, los componentes básicos de cualquier ser vivo son los mismos que para otros seres vivos, semejantes o no y que por tanto comerse una vaca no traerá más consecuencias que comerse una vaca modificada genéticamente. Sin embargo, al igual que la araña genera un veneno, ¿por qué no podría un animal genéticamente modificado desarrollar potencialmente un veneno para sí mismo o para otros que antes no fabricaba?
 
El problema de la modificación del ADN no es cambiarlo. El problema es que al cambiar algunos de los ladrillos por otros, éstos encajen perfectamente en los huecos abiertos. No será la primera vez que una obra se cae porque un mal albañil quiso tapar agujeros de la única manera que él consideraba que se podía.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Hacia una Segunda Edad Media

La Edad Media es quizá el período más fascinante de la Historia. Si bien otros períodos de la Historia son oscuros, como ocurre en el paleolítico o en el neolítico, la Edad Media representa el final de una época de esplendor sin igual y el inicio de un nuevo período oscuro.

Es cierto que ninguna época ha fascinado tanto a los historiadores y al público en general como la Edad Media y sin embargo sea una época tan ampliamente desconocida en su profunda realidad. Tanto la época romántica del siglo XIX como las sucesivas películas del siglo XX que versan sobre el tema han mostrado siempre una cara dispar ante esa época. Además hay que añadir que los relatos fantásticos ambientados en la época (como El Señor de los Anillos o Ivanhoe) contribuyeron a establecer una profunda brecha entre héroes y villanos, sentido que hemos retenido en nuestra memoria colectiva.
 
Por centrarnos en la misma esencia de la Edad Media, ésta no es más que un período histórico que se considera iniciado en el año 476, con la deposición de Rómulo Augústulo, el último emperador romano occidental y que acaba en 1453. Es decir, es un período que abarca casi 1000 años, que aunque pueden parecer una barbaridad pocos son en comparación con la Historia del Egipto faraónico o la Historia de compartida de griegos y romanos.
 
¿Por qué entonces tanto interés por la Edad Media? Insisto en que si bien otras épocas pueden resultar interesantes o hechizantes, la Historia de la Edad Media provoca en el espectador una especial devoción, mucho mayor que otros períodos históricos. La respuesta está en que la Edad Media representa un período de transición, donde un puñado de pueblos bárbaros, en muchos casos mucho menos civilizados que los romanos, fueron capaces de destruir dicha civilización y sobre todo devolvieron a Europa a un pozo sin fondo, en el cual era más fácil morir que sobrevivir.
 
Por primera vez en la Historia ocurría una evolución regresiva, es decir, la Humanidad, en lugar de avanzar se estancó y perdió tanto la fe antigua como el conocimiento. Únicamente se pudo rescatar en algunos santuarios, en el sentido más literal de la palabra, algunos libros que contenían el saber de los antiguos griegos y romanos, a la par que se desarrollaban otras creencias, como el cristianismo, descartándose las antiguas tradiciones paganas.
 
Hay que matizar una cosa sobre la Edad Media. La primera es que ésta comienza con el fin del Imperio Romano. Si bien algunos autores admiten que hasta la llegada del Islam no hubo una ruptura total con el mundo romano (principalmente porque muchos países islámicos aún eran cristianos y porque el feudalismo no estaba completamente desarrollado), es cierto que no se pueden despreciar alrededor de 150 años de Historia como si no hubieran ocurrido. De hecho, algunas de las naciones más importantes del mundo, como Alemania o Francia, son herederas directas de estos reinos surgidos de esta primera etapa de la Edad Media.
 
Lo segundo que hay que matizar es que se piensa que el conocimiento desapareció en la Edad Media y que quedó relegado a unos pocos monasterios. Es cierto que el conocimiento académico, el conocimiento de los libros, quedó encerrado entre cuatro paredes. Las matemáticas, la filosofía... Ciertamente no eran buenos tiempos para practicarlas cuando quemaban pueblos un día sí y otro no. Sin embargo hay que destacar que a pesar de que no hubo evolución real de estas ciencias hasta finales de la Edad Media, no ocurrió así con la técnica, la ingeniería o la arquitectura. Sin ir más lejos, y quizá esto es lo más apasionante de esta época, no hubo mayor número de adelantos técnicos en materia militar que en aquellos siglos. Sin ningún método científico, se fabricaban catapultas, cañones, se investigaba sobre las propiedades del acero (templado, el colado, la fundición, etc.) o se usaba hasta la pólvora, un espectáculo festivo chino, para disparar balas.
 
Por último, hay que destacar que en esta época todo era posible en materia de Estado. Pequeños principados que prosperaban y se convertían en ricos reinos, imperios que se desquebrajaban en luchas internas, héroes invencibles que sorteaban con ayuda de Dios todo... Es en definitiva el prototipo de lugar y tiempo de auténticas posibilidades, comparable únicamente con aquél tiempo de la Conquista de América por España o del Far West por Estados Unidos. En la Edad Media cualquiera podía vivir o morir, o hacer vivir o morir por la Gracia de Dios.
 
Sin embargo, había muchas más sombras que luces para la mayoría de los mortales. Si bien los príncipes hacían sus guerras y eran inmortalizados por la Historia, millones de almas se consumían en la ignorancia, en el miedo con mayúsculas y en la sensación de que el auténtico mundo no estaba en este mundo, sino en el más allá, con Dios. El hambre o las epidemias se convirtieron en compañeros impasibles de una falta de moral sin precedentes. Únicamente los buenos curas de pueblo y los ermitaños, auténticos paladines de la fe, lograron mantener algo del orden divino en el mundo.
 
Nadie debería añorar la Edad Media ni ninguna otra época pasada, ya que en muchos aspectos no son mejores que la que vivimos actualmente. Tampoco eran peores en todos los aspectos. Siempre hay ventajas e inconvenientes en cada época vivida. De todas maneras, últimamente Occidente, pero sobre todo Europa, nos recuerda a ese fin de Roma. No estaría de más entender que hoy más que nunca podemos estar a las puertas de una auténtica Segunda Edad Media.

No es difícil de entender que un país como EE.UU. o un continente como Europa, a la que llegan anualmente cientos de miles de bárbaros (extranjeros), no estén desarrollando paralelismos con aquellos tiempos de foederati de Roma, en la que los bárbaros, movidos por la compasión y por la necesidad de paz de los últimos romanos, fueron ocupando distintas regiones del Imperio. Finalmente, fueron usados incluso para defender al Imperio de otros bárbaros que posteriormente estaban empujando a los bárbaros más antiguos (visigodos sobre todo) a entrar en el limes del Imperio.

La corrupción y la total desvinculación del pueblo romano con sus políticos, a los cuales acusaban de dejarse perder y fomentar la pereza en forma de miles de romanos que en la misma ciudad de Roma vivían gratuitamente del Imperio, hicieron caer finalmente lo poco de decente que quedaba en aquella sociedad.

Si nos fijamos, actualmente en Occidente se está pasando por esta situación nuevamente. Occidente ya reconoce a China como la próxima potencia mundial y después de ella nuevos bárbaros, incluyendo a India, África y el Sudeste Asiático. Como ocurría en aquellos tiempos, quizá lo único que queda de Occidente capaz de hacer frente a dichos bárbaros pudiera ser lo que en aquellos tiempos era el Imperio Bizantino (el heredero de Roma), cuyo exponente podría ser actualmente EE.UU o antiguos imperios como el Selyúcida, heredero de los persas, que podrían ser encarnados hoy día por Rusia.

Europa, como ocurrió en aquellos tiempos con el Imperio Romano de Occidente, está en los finales de una época de esplendor que ha durado más de 1000 años, desde que Carlomagno unificó a los pueblos germánicos y frenó el avance islámico. Sus bases, que consistían en un profundo sentido cristiano, el orgullo de ser herederos de Roma y el ansia por la unificación de todos los pueblos de Europa, han dejado de ser motores para centrarse en influir en estados extranjeros o repartirse con EE.UU. al resto de los pueblos, como excéntricos césares corruptos.

A diferencia de aquellos tiempos, en los que nadie sabía leer y escribir, esta Segunda Edad Media no sería una época de analfabetos, aunque sería incluso peor: los ciudadanos, inconscientes de que son verdaderamente ignorantes de las auténticas verdades humanas, opinarían indiferentemente, creando aún más caos a estos primeros indicios de fin occidental. Es más, como ocurrió en aquellos tiempos, quizá ni tan siquiera pudiéramos conocer cómo poner en marcha un generador eléctrico o arreglar una máquina, pero seguramente sabríamos usar armas de fuego.

Quizá no habrá derramamiento de sangre. O quizá sí. Lo importante es que desgraciadamente el mundo no puede soportar un cambio social tan rápido y tan radical como los acontecimientos mundiales actuales. A alguien se le olvidó que las personas somos seres humanos y no simples máquinas. No sabemos asimilar los cambios porque no podemos disfrutarlos, al igual que aquellos nobles patricios que sólo se ocupaban de los placeres sin entender de dónde les llegaba el dinero y que muchos morían de hambre bajo el pretexto de que "Roma alimenta a su pueblo".

viernes, 26 de octubre de 2012

El castigo físico como método de aprendizaje (II): el argumento de autoridad

Una extraña situación en la pedagogía moderna es que el niño o el joven es el descubridor de su propio aprendizaje. El alumno se relaciona con el ambiente, en el cual se desarrolla y finalmente comprende, avanza y propone, con lo cual hemos cerrado el círculo y el alumno está preparado para enfrentarse a la vida real e incluso, en algunos casos, a ser docente y por tanto a retomar, esta vez como profesor, la honorable tarea de enseñar.
 
Ya comentamos en otra ocasión, en El castigo físico como método de aprendizaje, algunas de las consecuencias de este planteamiento llevado al extremo. Esta situación continuada en el mundo actual (principalmente en los países occidentales) sugiere una nueva reflexión sobre los métodos de aprendizaje modernos.
 
Debemos gran parte de la situación actual a las teorías constructivistas (sobre todo de Ausubel) y al método de María Montessori, que relegaban en aquellos tiempos al maestro a una herramienta más (aunque fundamental) que permitía la comprensión de la realidad al niño. Este planteamiento había que referirlo a la situación que existía en Europa y Estados Unidos en aquella época, donde los maestros eran en su mayoría abogados, curas o bachilleres frustrados sin ningún tipo de vocación por la enseñanza y que veían en la educación una salida profesional obligada. En aquellas fechas sí tenía sentido el método Montessori o los planteamientos de Ausubel, ya que aquellos profesores eran más bien portadores de verdades ocultas que habían de ser bien escondidas para seguir conservando su estatus de magister.
 
Tenemos que dar la razón en este caso a aquellos pedagogos, ya que lo que planteaban era una desvinculación entre inteligencia o conocimiento y enseñanza, ya que una persona muy inteligente no tenía por qué ser necesariamente un buen comunicador. Por ello es por lo que se hacía gran hincapié en que el auténtico sujeto de importancia en la educación (en definitiva, "el cliente") era el alumno y no el maestro, cuya función era la de simple "proveedor" de conocimiento, cuando lo normal es que los alumnos fueran "proveedores" ávidos de conseguir el pago del "cliente" (las altas calificaciones del maestro).
 
Esto, sin embargo, se desvirtualizó y hoy no podemos seguir teniendo como válidos los planteamientos de los constructivistas. De hecho, uno de los principales problemas educativos, tanto para profesores como para padres, es que se ha perdido la condición de autoridad. Si bien aquellos pedagogos relegaban a "herramienta" al maestro, eso no quería decir que se le pudiera faltar al respeto o incluso rebatir siempre que el alumno lo considerare oportuno. En ningún caso debería haber ocurrido tal situación. Desgraciadamente, los movimientos socialistas y de luchas de clases del siglo XX trajeron como consecuencia esta situación que a duras penas soportan los docentes occidentales (salvo casos como Finlandia o Corea del Sur, donde la figura del maestro es casi una cuestión sagrada).
 
Merece la pena destacar qué tanto hubiera cambiado la escuela moderna si en lugar del triunfo socialista del siglo XX hubiera triunfado el nazismo o los movimientos más conservadores. Habrá quien desee discutir esta situación, pero a los hechos me remito: la falta de respeto de la sociedad actual hacia la autoridad es un claro ejemplo de los dictámenes de la I Internacional, en la que se plantea la igualdad entre clases y la lucha de clases. Siendo tesis muy similares en cuanto a la crítica a los métodos del siglo XIX, figuras pedagógicas de la talla de Manuel Siurot pasaron desapercibidas internacionalmente. Mientras María Montessori fundaba escuelas con niños con problemas mentales, Manuel Siurot hacía lo propio con los niños más pobres.
 
Merece la pena destacar que los planteamientos de este señor no pasan por la desmitificación del maestro, sino por el trato educado al alumno, al que hay que corresponder mediante razonamientos apropiados a su edad. Sin embargo, para él, el maestro tiene un carácter sagrado dentro del templo del conocimiento que es la escuela. No se puede prescindir de él. Un ordenador no puede suplir las funciones del maestro. Para Montessori o Ausubel esta situación es indiferente: incluso un objeto inanimado como el ordenador puede realizar las funciones del maestro y por tanto ser una herramienta más para el niño.
 
El planteamiento es, si cabe, preocupante. Al equiparar al maestro con el ordenador o a la madre con el amigo, el niño pierde todo principio jerárquico y todo respeto a la autoridad. Lo que deberíamos comprender es que la Autoridad (sea un policía, un juez o un maestro) es una figura indispensable en la sociedad avanzada de cualquier civilización, ya que es garante de las buenas prácticas (ya sea de la buena conducta, la buena justicia o la buena educación). Sin ningún tipo de autoridad, la sociedad pierde el sentido de grupo, se siente huérfana incluso del bien más preciado del ser humano: la ley.
 
Es indispensable recuperar la Autoridad. La Autoridad no debería ser sinónimo de violencia, tal y como quieren hacer pensar muchos grupos radicales de izquierda o derecha. No es lo mismo ser la Autoridad a ser autoritario, ya que en cualquier sociedad moderna debe imperar el principio de la razón y de la ley. Ni los grupos neonazis ni los grupos antisistemas llegan a comprender siquiera lo que significa al palabra Autoridad, probablemente porque ellos no tengan autoridad en sus propios partidos.
 
Hemos de luchar por una sociedad libre y con base en la ley y el mérito. Para ello, insistimos, son fundamentales una reorganización jerárquica de la sociedad y conceder a la Autoridad el sitio que le corresponde, sin dejarnos engañar ni asustar por lo que pueda significar esta palabra en el contexto social que vivimos actualmente.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Mentalizarse es la clave del éxito

¿Cuántas veces no habremos escuchado esa frase? Mentalizarse es la clave del éxito. Dicho de otra manera, si uno piensa y se comporta como si fuera determinada persona, entonces se convertirá en dicha persona.
 
 
Se le denomina actualmente a esta técnica autosugestión o autohipnosis, éste último término no muy ajustado a la ortodoxia. En cualquier caso, todo se reduce a una idea: concienciación.
 
 
Esta idea está ahora muy extendida entre todos los gurús y hombres de negocios: eres lo que quieres llegar a ser.
 
 
 PURA DEMAGOGIA
 
 
El afán de El Ateneo de Archidux ha sido siempre el rigor y la búsqueda de la verdad como única pretensión, sin tapujos, censuras o prejuicios. Porque algo suene bien o porque algo genere efectos positivos en ciertas personas no necesariamente significa que sea una verdad.


La razón es fácilmente entendible: no todo depende uno mismo. No podemos llegar siquiera a plantear a un ilusionado enamorado o a un joven con afán de superación que con su simple esfuerzo puede llegar a conseguir todo lo que se proponga (más que nada porque no es cierto).


La mentalización es una mínima parte de la clave del éxito. Lo único que ocurre es que es sin duda una parte fundamental y que rara vez es entendida como fundamental. Sin embargo, son muchísimos los aspectos que son totalmente incontrolados (entre ellos el factor suerte) que nos impedirán conseguir el objetivo propuesto.


Por fortuna, esto no quiere decir que debamos tener una visión pesimista del tema. Es bien conocido el hecho de que probablemente no sea fácil (por no decir imposible) acabar con nuestro amor platónico, pero sí es más bien cierto que este esfuerzo por conquistar a nuestro ser amado puede traer como consecuencia conocer a un tercero que en algunos casos es hasta mucho mejor que nuestro amor platónico.


Algo parecido ocurre en los negocios. Todos quieren ser empresarios inmensamente ricos sin pararse a pensar si estarán dispuestos a asumir las consecuencias de ser inmensamente rico. Es posible que nunca pueda salir de casa sin escolta. Es posible también que una mala operación pueda llevarle a la cárcel. Es posible incluso que siendo inmensamente rico sea más infeliz que siendo un trabajador cualquiera. Es por este motivo que la gran mayoría de los empresarios fracasan en su intento de ser ricos, pero eso no significa que no lleguen a ser felices o que no ganen un buen dinero. Los contactos y, en definitiva, la suerte harán que los esfuerzos conlleven una retribución más o menos adecuada.


Podemos terminar con una frase muy concluyente: quien determina si algo fue finalmente exitoso no es la sociedad, sino el sujeto que lo planteó y lo trabajó.

lunes, 1 de octubre de 2012

Nacionalsocialismo como medio natural de salida de la crisis

En otras ocasiones hemos comprendido que la más que ignorada, descalificada e incluso condenada doctrina nacionalsocialista no ha sido valorada de manera justa. Si hay algo innegable es el hecho de que en cuestión de unos pocos años Alemania pasó de ser un país asolado por la guerra y la posterior depresión de 1929 a ser una superpotencia militar y económica en tan sólo 6 años (de 1933 a 1939), si bien es cierto que durante los años anteriores y gracias a la capacidad de trabajo del pueblo alemán, parte del tejido industrial alemán se había recuperado. No obstante, durante aquellos 6 magníficos años, el nacionalsocialismo multiplicó la productividad de las fábricas y las convirtió en lo que muchas de ellas son hoy, auténticos líderes en sus sectores (Volkswagen, Bayer, Bosch, etc.). En cualquier caso estas empresas actualmente se desvinculan de todo su pasado nazi o de los beneficios que obtuvieron durante aquellos años.
 
De todas formas, no hemos venido hoy a hablar de la ya manida controversia y condena a los nazis, sino de aprender cómo con sus métodos fueron capaces de hacer que un país en crisis se convirtiera en pocos años en una superpotencia y cómo no se lograría ese nivel nuevamente tras la Guerra Mundial, hasta la década de los 70, es decir, en unos 30 años. ¿Qué fue lo que hizo que esto ocurriera?
 
Tradicionalmente se ha venido justificando este milagro económico a la intensa preparación que Hitler hizo para hacer frente a un conflicto bélico a escala mundial. Esto es cierto, pero no es suficiente. No es posible justificar que el milagro económico se debiera no ya exclusivamente, sino en un gran porcentaje a la preparación para la guerra, ya que hay multitud de países que llevan o han llevado años para la preparación de grandes guerras (casos de Libia con Gadafi, Irán, Corea del Norte, India o Pakistán) y sin embargo no han sido capaces de crear verdadera riqueza en sus países o de convertirse en superpotencias económicas como le ocurrió a Alemania por aquel entonces.
 
¿Por qué entonces siempre se ha justificado el ascenso económico alemán de la década de 1930 con la preparación de la Guerra? Fácilmente puede entenderse que todo ha sido producto de la propaganda de los aliados durante y tras el fin de la Guerra.
 
En Mein Kampf se dan las pautas de las políticas económicas que después el propio Hitler aplicó a Alemania. Lejos de ser un iluminado, Hitler es un realista. Él se percató de lo que muchos de nosotros podemos ser capaces de ver en la actualidad: miseria; bancos imposibles de quebrar, porque asumen sus pérdidas el pueblo; políticos incapaces de hacer frente a la crisis; altas tasas de desempleo... Su libro no es, ni mucho menos, un tratado económico, sino un tratado de política económica, es decir, posteriormente son los economistas y técnicos (ingenieros, profesionales) los que harían viables estas políticas. Así lo entendía Hitler y así fue como lo hizo.
 
Entre las políticas que hizo (y que permitieron la recuperación económica milagrosa), cabe mencionar:
 
1. Vigilancia bancaria (o lo que fue en su casa, vigilancia de la clase judía; hablamos mucho antes de los famosos campos de concentración, asunto que ya no es económico, sino político): los bancos debían superar amplios controles que impedían ganancias abusivas. Los bancos tenían que hacer negocios limpios, donde la parte más débil saliera favorecida ante una hipotética crisis o imposibilidad de hacer frente a los pagos. Nótese que no consistía en lo que piden los comunistas y los socialistas, es decir, la supresión del banco o que la parte más débil quede sin pagar. Lo que los nazis argumentaron fue que el banco no podía enriquecerse ilícitamente si por causas ajenas al individuo (despidos masivos, imposibilidad de poder pagar las deudas...) éste no podía hacer frente momentáneamente a las deudas.
 
2. Eliminación de vagos o perezosos: en la Alemania nazi todos tenían que trabajar y dar lo mejor de sí mismos. Si alguien no trabajaba, estudiaba o tenía pensión. No existía el paro, ya que los nazis consideraban que todos podían en un momento dado contribuir a la comunidad por un salario básico. De hecho, el gobierno de Hitler impulsó las colonias de alemanes en lo que el mismo llamó búsqueda del Espacio Vital (que trajo como consecuencia la anexión de Austria y los Sudetes). En dichas colonias, los parados alemanes contribuían a su construcción y a las labores agrícolas, a cambio de una vivienda digna. Los regímenes democráticos (incluido los EE.UU.) no ven, salvo en ciertos estados o comunidades (como los amish) en esto más que una supresión del derecho a la libertad de individuo, al no poder elegir "ser vago".

3. Hacer la tecnología alcanzable para todos: marcas como Volkswagen nacieron con el claro propósito de conseguir que ningún alemán quedara sin un medio de transporte y facilitar intercambios económicos y desplazamientos entre todos los estados alemanes. En este punto insisten continuamente, aunque sin éxito, los distintos agentes económicos mundiales. El fin de la crisis económico viene acompañado de una modernización social. Sin embargo, lo auténticamente innovador del nacionalsocialismo fue que el estado intervino y se preocupó intensamente de este punto. Lo que actualmente se denomina I+D era un pilar fundamental de la Alemania nazi. Notables fueron, en algunos casos tristemente notables, la cantidad de experimentos de todo tipo (químicos, médicos, ingenieriles...) protegidos por los dirigentes del Reich. Es en esto lo que diferencia a la Alemania nazi de prácticamente todos los países occidentales: la intensa actividad estatal o pública en este asunto del I+D (curiosamente, los países orientales, desde Irán, India o Singapur, hasta China o Japón sí que practican este método). Los países occidentales, sin embargo, prefieren la inversión privada como motor de generación de la innovación, lo cual es absurdo, ya que una innovación que no tiene un fin práctico y global, para todos, no es realmente revolucionaria y por tanto favorable para una recuperación económica.

4. Protección de los más débiles: a prácticamente el 100% del mundo se le ha olvidado que los más débiles de la Alemania pre-nazi no eran los judíos, sino los no-judíos. Eran los judíos los que mantenían el corrupto sistema político y bancario alemán. Eran los ancianos y jóvenes alemanes y cristianos los que realmente sufrían las crisis y la hambruna. Hitler era tajante en este asunto en su libro. Los ancianos debían ser respetados y no ser un estorbo, ya que habían contribuido a la riqueza del país. En este sentido, ningún alemán podía ser objeto de crisis, ya que o bien estaba obligado a trabajar o bien, en caso de que no pudiera, el sistema de seguridad social le permitía un buen descanso.

5. Protección real al trabajador: a diferencia de los países marxistas, donde el trabajador era un auténtico esclavo, el sistema de hitler obliga al empresario a dar un trato preferente a los buenos trabajadores. No olvidemos que el partido es nacionalsocialista y que el socialismo, o lo que es lo mismo, una visión económica social fue una idea de impulsión para las políticas hitlerianas. Pudiera parecer que los nazis, al ser un regimen dictatorial pudieran haber tenido al trabajador esclavizado como los comunistas. Nada más lejos de la realidad: la propiedad privada garantizaba que el trabajador pudiera tener una vida digna, se fomentaba el ahorro y una auténtica protección a la familia, como demuestra el hecho de que se facilitaba a los matrimonios con familia numerosa casa para la crianza de los hijos. El secreto no estaba en la protección al trabajador desde el sindicato, sino la protección desde el propio estado.

6. Protección real al buen empresario: Hitler, a pesar de ser socialista, dictaba mucho de ser izquierdista. Las garantías de inversiones privadas alejadas de la especulación propia de los judíos proporcionaban un entorno idóneo para que esa política de I+D tuviera una continuación privada. Empresas como Bosch o BMW pudieron mantenerse como símbolos alemanes incluso décadas después del fin del nazismo.


Estos fueron los secretos de Hitler. Si además añadimos que el entorno pre-bélico permitió a Hitler generar un consumo adicional de productos, podemos entender que Alemania se recuperara en sólo 6 años. Los grandes prejuicios hacie el nazismo nos impiden ver algunas de las más ventajosas ideas que hayan nacido en el siglo XX.

lunes, 24 de septiembre de 2012

¿Estuvo Jesús casado?

Los interrogantes sobre Cristo son muchos y variados. No en vano, la mayor parte de su historia está basada en escritos de discípulos o de sus seguidores. Se ha llegado a admitir que incluso Cristo podría haber sido uno de los primeros fraudes a gran escala de todos los tiempos, al caber la posibilidad de que inclusive la figura de Jesús de Nazaret no hubiera existido realmente (es decir, hubiera sido un producto de la imaginación de algún judío con el ánimo de lucrarse).
 
A este respecto, no cabe ninguna duda a prácticamente el 100% de los historiadores que efectivamente hubo un hombre llamado Jesús, natural de Nazaret, que actuó como rabí en Jerusalén e instituyó un grupo de adeptos a sus enseñanzas. Esto se debe a que aunque no hay muchos documentos, existen fuentes históricas no evangélicas al respecto (Flavio Josefo, Suetonio) que lo mencionan, confirmándose que existió tal personaje más allá de una simple invención judía. No obstante hay quienes aseguran que de haber existido tan gran maestro los documentos, tanto oficiales romanos como judíos, habrían sido más extensos y no meras menciones. A esto puede oponerse un simple comentario: un rabí judío, entre los muchos cientos de ellos que pululaban por Judea, no merecía más mención en los documentos públicos romanos de la época. Nadie fue capaz de pronosticar que aquel simple hombre, hijo de un carpintero, iba a ser una figura de tal transcendencia.

Ahora, nuevamente, surge otro de los grandes debates acerca de la figura de Jesús. Para muchos es completamente ilógico que Jesús no hubiera tomado esposa, pues habiendo él mismo santificado el matrimonio en las bodas de Caná, se estaría contradiciendo. Además, los evangelios indican que Jesús tuvo estrechas relaciones con mujeres, y no con cualesquiera, sino incluso con prostitutas y otras mujeres de baja ralea.

El caso es que no disponemos de otras fuentes que no sean las propiamente cristianas para aclarar este punto. El problema es que recientemente una paleóloga de Harvard dice haber descubierto un manuscrito del siglo IV en el que se puede leer claramente que Jesús habla de "mi mujer".

La tradición cristiana es clara al respecto: Jesús nunca estuvo casado. Entonces, como siempre, ¿qué pensar?

En estos casos hay que acudir a la fe y sobre todo a las enseñanzas de los diferentes evangelios y del paleocristianismo. Precisamente, el siglo IV fue un siglo muy convulso en el seno del cristianismo (no en vano, durante el siglo IV se celebró el Concilio de Nicea). No sería de extrañar que las numerosas sectas cristianas que nacieron en los primeros siglos del cristianismo y que trataron de conciliar una doctrina común en Nicea tuvieran en algunos casos ciertas teorías sobre la naturaleza de Jesús, su parentesco y su matrimonio.

El caso es que muy pocos creyentes actuales son conscientes del gran problema que ocurrió antes del gran Concilio. Eran tantas las sectas y doctrinas que prácticamente no existía una opción mayoritaria, a no ser el arrianismo, que finalmente fue declarada doctrina herética. Este concilio sentó las bases, sin embargo, de lo que es actualmente el Cristianismo y quedó reflejado en el famoso credo nicénico, que los católicos rezan, en su versión antigua o moderna, en toda celebración litúrgica.

En la mayoría de las fuentes cristianas no se hace referencia a ninguna esposa de Jesús. Tampoco lo niegan, pero resulta bastante curioso que en casi todos los actos públicos de Jesús aparezca la figura de la Virgen María y no la de su hipotética esposa. Muchos han especulado con que la Magdalena fue esposa de Jesús (entre ellos Dan Brown en El Código Da Vinci) pero eso es afirmar algo que no aparece en los escritos. Además, no hubiera pasado desapercibido este detalle, sobre todo cuando Jesús, al resucitar, se aparece a las mujeres. De haber sido la esposa, ¿cómo no se hubiera mencionado en las escrituras "y se presentó a su esposa"?

Por las diferentes enseñanzas y comentarios que hace Jesús a lo largo de los evangelios, podemos asegurar con muy pocas dudas (como hicieron los Padres de la Iglesia) que Jesús no tenía familia (es decir, mujer e hijos). Jesús es consciente del papel que viene a jugar en este mundo. Jesús además sabe que va a morir y quiere ahorrar ese sufrimiento a su descendencia. Además, Jesús, insta a Pedro y Andrés a abandonarlo todo y a seguirle, ¿qué tipo de líder espiritual de la talla de Jesús habría indicado a unos humildes pescadores a abandonar a su familia si él hubiera mantenido una familia propia?

A todo esto, incluso a modo de chiste, se podría opinar que a ver quién conoce a un hombre casado cuya mujer no le discuta sobre sus salidas, sus viajes y sus amigos, cosa que Jesús, tal y como marcan las escrituras, hacía prácticamente a diario. Jesús además vivía sin trabajar y de la caridad, ya que abandonó su trabajo para predicar. Esto no hubiera habido esposa que lo hubiera consentido.

Bromas aparte, hay un pasaje del evangelio que parece que lo aclara todo: "hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el reino de los cielos". En este pasaje queda admitido que el propio Cristo reconoce que el mejor servicio al reino de Dios se hará desde el celibato. Por tanto, ¿cómo estaría casado el propio Hijo de Dios?

Hay que admitir que quien quiere sembrar polémica en estos asuntos puede hacerlo. Es como querer demostrar que aun existiendo pruebas genéticas, es posible que nuestros padres no sean nuestros auténticos padres, ya que el método no es 100% fiable. En el caso de los evangelios el resultado es claro: cuanto más nos alejemos de los escritos del primer siglo de la Era Cristiana, menos datos objetivos se tienen y más datos de la tradición oral. Es muy probable que en el siglo IV muchos de aquellos oradores pudieran bien haber cometido errores en la narración de los acontecimientos.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Nosotros, los intempestivos (II). ¿Por qué soy tan bueno?

No hay forma humana de ser el mejor siempre, ni en todos los temas ni en todos los momentos. Lo importante es mantener siempre un espíritu combativo y poner todo el empeño en ser el mejor de todos.

Ser el mejor, desde el punto de vista matemático, significa ser el primero. Los siguientes siempre serán peores. Sin embargo, tenemos la sensación (que por otro lado es cierta) de que a veces existe un injusto ganador. La verdad es que no siempre el que más lucha gana. Incluso en ocasiones el mejor tampoco gana. Dejando las irregularidas, las injusticias y los delitos al margen, la razón por la que el mejor no es sino porque las circunstancias o incluso las confianzas traicionan a los más fuertes.

Quien ha sido el mejor en un campo determinado (por ejemplo, el deporte) es muy probable que no sea el mejor en otro (como por ejemplo, los estudios). Sin embargo, un auténtico ganador siempre destacará por encima de la media. No importa que comience tarde, no importa que no haya estudiado antes el tema, no importa que no sea demasiado rápido... Lo importante es un poco de ayuda inicial (un maestro o monitor) y el resto es luchar hasta aproximarse lo máximo al mejor.

A veces fallan los tiempos. Es verdad. A veces fallan los sentimientos. Es verdad. A veces fallan las fuerzas. Es verdad. Lo único que no falla nunca en un ganador es su psicología: luchar, luchar y luchar. Si pierdo, lucho por ganar. Si me tiran, me levanto.

No se puede entender que haya personas que a sí mismos se consideran "los mejores" y que incluso hayan conseguido muy altas metas en la vida y luego digan que están "tristes" (es el caso del futbolista Cristiano Ronaldo durante los pasados días, cuando se consideró que ahora mismo era un hombre "triste"). Estos hombres no son más que sombras, al más puro estilo platónico, de su propio concepto de hombre superior. Estos hombres no pueden considerarse hombres superiores, sino hombres egoístas: la superioridad deja de existir cuando ellos mismos se consideran incapaces de conseguir las metas de su felicidad.

martes, 28 de agosto de 2012

El problema fundamental de la Economía

Recientemente se conocieron los datos de la economía en China. Estos datos han demostrado que China ha ralentizado su crecimiento del anterior trimestre a éste, del 7% al 1%. Esta situación ha hecho que los inversores hayan decidido paralizar en parte las inversiones en el gran país asiático. Además, el estallido de la burbuja inmobiliaria china ha contribuido a un notable descenso en la riqueza de los chinos.

La situación pronto se ha vuelto preocupante. Las principales bolsas auguran unas fuertes pérdidas económicas mundiales el próximo año. El panorama para ciertos países ya en problemas (España, Italia, Grecia...) no es precisamente alentador.

Y en todo este lío globalizado muchos nos preguntamos que si todos los países pierden, ¿dónde está el dinero?

Recuerdo que cuando era estudiante, cierto profesor nos comentaba que a diferencia de la materia y la energía, los balances económicos no siempre eran entrada menos salida igual a acumulación. En los balances económicos existía la posibilidad de que se generara o se destruyera riqueza. ¿Cómo podía ser esto posible? El profesor nos contestó: "Supongamos un río en mitad de un bosque. La riqueza que genera ese río tiene un cierto valor (fundamentalmente medioambiental). Supongamos que colocamos una industria química en su ribera. Entonces, el río perderá valor ecológico, pero aumentará su valor económico". Es posible que el balance final fuera positivo o negativo, pero entonces el profesor siguió insistiendo: "¿Qué ocurriría si pusiéramos una planta de tratamiento de aguas que eliminara toda la contaminación sin dañar al río? En ese caso habríamos creado riqueza sin que el río se viera muy afectado en su valor ecológico".


Debo reconocer que con el tiempo este pensamiento me estuvo siguiendo. Incluso hemos podido comprobar a gran escala esta idea de la "generación espontánea" del capital. ¿Por qué entonces no creemos en la "destrucción espontánea" del capital?¿Es realmente posible que unas acciones que hoy valen 10 mañana valgan 0?¿Es creíble?¿Puede perder todo su valor una empresa en pocos segundos?¿Dónde va al dinero?¿Realmente ha "desaparecido"?


En mi vida he podido comprobar que la ciencia moderna no descarta (incluyendo la física) la generación espontánea de ciertos elementos o fenómenos (eso sí, muy puntuales). De todas maneras, siempre se trata de particularidades extremadamente difíciles de conseguir y de tratamiento inaplicable (estadísticamente de probabilidad quasi-cero), por lo que en el mundo real toman la consideración de "imposibles". Entonces, ¿cómo es posible que en el mundo actual pueda crearse y desaparecer el dinero de esa manera?


He de reconocer que el problema no es fácil, ni de entender ni de solucionar. Es cierto que cualquier libro, universidad o académico serio sería capaz de dar la razón a cualquier idea económica moderna sobre el valor de las acciones, la variabilidad de los mercados o la creación de riqueza pero, ¿hasta qué punto son ciertas todas sus teorías? Es decir, para ser mucho más pragmáticos, si son ciertas las teorías (que lo son), ¿son aplicables en todos los casos o podemos crear distintas realidades económicas?


Un ejemplo claro suele ser la inflación. No se puede negar que con el tiempo las cosas se encarecen. La razón es simple: una economía que crece con el tiempo hace que los ciudadanos sean cada vez más ricos, lo que se traduce en que tienen más posibilidades de comprar cosas y por tanto, los recursos, al ser finitos, se encarecen por simple ley de oferta y demanda. Sin embargo, ¿puede ser aplicable las leyes de la inflación a la especulación? Evidentemente (y el tiempo lo ha mostrado), no. La especulación no es una consecuencia directa de la economía o la riqueza de un país. Ni siquiera es consecuencia directa de las necesidades o los deseos de sus ciudadanos. La especulación es una consecuencia directa o indirecta de una hipótesis de valor, por la cual un negociante (el especulador) considera que cierto objeto será considerado como "muy valioso".


Es aquí el momento en el que tenemos que volver al título del artículo de hoy: EL PROBLEMA FUNDAMENTAL DE LA ECONOMÍA. ¿Cuál es ese problema? La respuesta es simple: la distribución de los recursos. Desde el principio de los tiempos, el ser humano se ha visto limitado en sus recursos, ya fuera por motivos tecnológicos, motivos de ubicación, motivos medioambientales o motivos legales. Los descubrimientos de los siglos XV y XVI, las conquistas de Roma o la difícil Ruta de la Seda no son más que ejemplos de cómo los seres humanos fueron capaces de tener motivaciones en la búsqueda de preciados recursos.

Este problema es tan básico que la mayor parte de las ideas filosóficas, sociales y políticas han versado sobre este asunto. ¿Cuál es la manera más justa de repartir los recursos? Resulta obvio que la manera más justa de repartir recursos es la división exacta entre los diferentes individuos. Sin embargo esta es una concepción errónea, basada en las ideas actuales, hijas del socialismo marxista del siglo XIX y de las democracias del siglo XX. No es que sea errónea en el sentido de que no sea un reparto justo, sino que no permite el reparto óptimo. La división exacta conlleva a la igualdad de recursos, no al reparto justo.


Si nos remontáramos a los albores de la civilización, a la tribu, el reparto de los recursos resultaba muy distinto. Los recursos naturales (principalmente el alimento) se repartían según la ley del más fuerte (el jefe y sus hijos o los notables de la tribu eran los que recibían más comida, dejando a los individuos menos fuertes de la tribu una menor ración). Este reparto puede parecer injusto a ojos del hombre del siglo XXI, pero es un reparto muy adecuado cuando se come cada tres días o bien la comida se pudre muy rápido.


Cuando el hombre dejó el paleolítico y descubrió la ganadería y la agricultura, el reparto de los recursos se volvió mucho más "humano". En efecto, esta revolución tecnológica permitió tener comida prácticamente ilimitada, sin necesidad de ir a cazarla. Por tanto, según nuestra teoría del problema fundamental del reparto de recursos, si un recurso es ilimitado (por ejemplo, la luz del sol, el aire...) no es necesario repartirlo, ya que cada uno puede tomar tanta cuota de ese recurso como estime necesario (el agua, sin embargo, no es un bien ilimitado, ya que su ubicación posibilita en mayor o menor el acceso al recurso). Pero entonces ocurrió algo inesperado: la esperanza de vida, así como la población, creció ampliamente, lo que llevó a que los recursos (carne, huevos, leche, verduras, trigo...) fueran insuficientes y fuera necesaria una expansión, tanto territorial como económica para poder seguir alimentando a la población.


Por otro lado, la agricultura proporcionó alimento en abundancia, lo que permitió el reparto de tareas (no todos tenían que contribuir a cultivar la tierra) y que aparecieran nuevas profesiones (artesanos, pensadores, sacerdotes, guerreros, etc.), que a su vez generaron nuevos productos y servicios todavía más escasos que la comida o el agua (y por tanto, más valiosos). Aparecieron los metales, el oro, las piedras preciosas, la medicina, la magia y otros muchos más bienes y servicios que poco a poco se fueron haciendo cada vez más necesarios.


El ser humano pasó de tener recursos ilimitados a crecer y volver a limitar los recursos. Por otro lado, la ubicación proporcionaba unos recursos diferentes a sus habitantes, lo que pronto motivó el trueque. Finalmente, el trueque resultó insuficiente cuando el número de productos creció, puesto que no era posible distinguir con facilidad qué productos y de qué calidad eran los que había que intercambiar.


Y entonces: nació EL DINERO.


El dinero no es más que una abstracción, un método para determinar y medir el valor de algo. En lugar de decir "esto vale 2,3 gallinas" decimos "esto cuesta 10 $, 9 € o 40 denarios". Por tanto, es incierto que alguien tenga "mucho o poco dinero", ya que el dinero no es más que un método. De lo que dispone una persona es de un certificado de que posee la posibilidad de adquirir bienes o servicios por tal o cual valor. Como sabemos el dinero hoy tiene múltiples formas, siendo la más antigua y persistente la moneda metálica. Pero actualmente podemos certificar nuestro dinero de las maneras más inverosímiles: billetes de banco, letras de cambio, cheques, cuentas corrientes, boletos de tarjetas de crédito...


He aquí entonces la razón por la que la gente vive y en ocasiones mata: una medida del valor y una medida de la capacidad de adquirir bienes.


El dinero trajo sin embargo una extraña capacidad que persiste todavía hoy: otorgar al vehículo o método (dinero) la capacidad (el valor o el recurso). Por eso, incluso actualmente, se considera como única razón de poder económico la cantidad de dinero que tiene un país o una persona. Sin embargo, esto no es cierto, o al menos no es del todo cierto.


Veremos en próximas entregas la razón de este enjuiciamiento.