Dejamos nuestra última disquisición en la necesidad de incrementar la diversificación de actividades, para poder así dar una solución satisfactoria al creciente problema del desempleo.
Como vimos en la primera entrega de El problema fundamental de la Economía, la única y primera razón de la Economía es garantizar el acceso y la distribución de los recursos del planeta. De la misma manera, todos los regímenes políticos y económicos siempre han considerado que la manera más justa de distribuir los recursos es según el esfuerzo (trabajo) o según el tipo de trabajo. Que se considere que la manera más justa de distribución sea según la ley de mercado (oferta y demanda, teoría liberalista) o según una cuestión objetiva (horas de mano de obra empleada, teoría marxista), ya es otra historia. En cualquier caso, lo que es indiscutible es que el trabajo y su diversificación (distintos tipos de trabajo) deben existir para que una sociedad pueda considerarse plenamente desarrollada.
Como vimos al final de El problema fundamental de la Economía (II), el trabajo pseudoartesanal debe ser, sin remedio, la opción única para devolver a la economía su principal misión: la de distribuir los recursos. Una sociedad con pleno empleo es una sociedad que puede disponer de toda su riqueza de la manera más eficiente. Por tanto, una sociedad con pleno empleo es la que menos coste social genera al Estado y también la que menos coste económico genera. Por otro lado, una sociedad con pleno empleo es una que goza de una salud psíquica inmejorable, ya que elimina de raíz la principal causa de insatisfacción: la falta de recursos y la imposibilidad de acceder a ellos.
Hemos de desterrar de la mente los conceptos utópicos tales como satisfacción generalizada o que pleno empleo significa tener empleada al 100% de la población activa. Pleno empleo significará un estado económico-social tal que la demanda de empleo pueda ser fácilmente satisfecha en plazos cortos. Con satisfacción generalizada queremos decir que todos y cada uno de los miembros de la sociedad estén contentos con su puesto de trabajo, actividad o sueldo. Esto ni es posible, ni es concebible, ya que el ser humano es inconformista por naturaleza, lo cual es altamente positivo, pero también, si el estado no es capaz de velar por el interés generalizado, altamente negativo. Tampoco es concebible una sociedad con exceso de oferta de empleo. En ese caso, la sociedad necesitará cubrir con mano de obra foránea dichos puestos de trabajo, lo que podría repercutir negativamente en la consecución del pleno empleo, al aumentar la oferta de empleo.
La necesidad de empleo y por tanto de acceso a los recursos se perfila como algo primordial. Ciertamente, al carecer de otra herramienta más justa y más objetiva que el esfuerzo o el beneficio que concede el individuo a la sociedad, no es posible el acceso a estos recursos si no es a través del empleo. Y no cabe otra posibilidad, ya que los recursos son un concepto natural o físico (alimento, energía, seguridad, etc.) y no existe nada más natural o físico que la lucha de las especies o la selección natural. El ser humano ha conseguido enmascarar esta selección natural a través de la selección laboral: los trabajos mejor remunerados serán aquellos que otorguen unas ventajas competitivas a los individuos por el control de los recursos.
Pero, ¿cuál es el origen del trabajo? Sin duda, el origen del trabajo está en conseguir satisfacer necesidades. Por tanto el trabajo no es más que el esfuerzo realizado para satisfacer una necesidad. Es cierto que la economía del siglo XXI está demasiado elaborada, pero comprar un coche no es más que el producto de determinadas jornadas laborales de esfuerzo. Si bien no hemos fabricado el coche (economía del neolítico) sí que hemos realizado un trabajo que nos permite ganar un dinero que empleamos para pagar a alguien que nos fabrique el coche. Por tanto, los trabajos se originan exclusivamente para cubrir necesidades propias o ajenas.
¿Qué ocurre actualmente? Hay una crisis de trabajo. ¿Por qué razón? Porque no hay necesidades que satisfacer o no hay dinero (trabajo) para satisfacerlas o esas necesidades son satisfechas por los mismos individuos que las tienen (ya sea mediante trabajo propio, a sea mediante el uso de una máquina). Hasta no hace mucho, se pensaba que este último motivo no era más que el proceso paulatino de tecnificación y automatización y que el mercado laboral iría creando nuevos puestos de trabajo en nuevas actividades, fundamentalmente aquellas relacionadas con internet. Sin embargo, como ya expresó Malthus en su ensayo sobre la población, podemos afirmar que si bien el proceso de tecnificación aumenta en progresión geométrica o incluso exponencial, el proceso de creación de empleo lo hace en progresión aritmética, al tiempo que (y esto complica algo más el planteamiento sobre el que Malthus hacía su análisis) el número de individuos en el planeta aumenta también geométricamente.
Conclusión: en menos de 100 años podemos encontrarnos ante la triste realidad de que más del 40% de la población activa estaría en paro, lo que conllevaría que sólo aproximadamente el 30% de la población mundial tendría que alimentar al 70% restante, incluyendo aquí a niños y ancianos, hecho totalmente inviable y que repercutiría únicamente en una solución: la terrible guerra. Al igual que Malthus afirmaba que la población tenía que controlarse y que los métodos de control de la natalidad habrían de imponerse como sistema necesario para el equilibrio natural de nuestra especie, hemos de entender que es necesario limitar el proceso de tecnificación, en cuanto a que mientras vivamos en exclusivamente en este planeta no tenemos más remedio que repartir equitativamente los recursos y que si bien la tecnificación masiva sería la herramienta perfecta para que unos pocos se enriquecieran extraordinariamente, la tecnificación masiva traería como consecuencia un empobrecimiento también extraordinario de la población.
Así pues, hemos de apostar por un trabajo pseudoartesanal como objetivo de futuro, es decir, un trabajo en el que el ser humano, ayudado por máquinas, pueda acceder a los recursos y se pueda desarrollar como persona, tal y como hasta hace unos años ha ocurrido. Un operario de fábrica que requiere controlar un botón de un panel de mandos no sería un buen ejemplo de pseudoartesano. Comparativamente sería el operario de fábrica que atornillaría bridas con ayuda de herramientas eléctricas (como el taladro) o incluso maquinaria más especializada (control de autómatas). Lo que sí sería fundamental es que el ser humano fuera un auténtico controlador del proceso y no una mera pieza del mismo, como se pretende hacer actualmente y por tanto convierte a la persona en reemplazable por un autómata o máquina que puede realizar sus mismas funciones más rápidamente.
No hay que tomar esto a broma. Al igual que los ecologistas alertaban de los daños del ser humano a la naturaleza, es una advertencia terrible el hecho de avanzar que el ser humano se puede encontrar (y de hecho ya se encuentra) en un proceso de imposibilidad de acceso a los recursos más básicos y no por ser pobres, sino porque no existe un medio fiable para el acceso al mismo, mientras otras empresas y personas sí que acceden a miles de veces más recursos que éstos.
En nuestra próxima entrega, trataremos de afrontar de manera más técnica cómo se podría concebir una sociedad pseudoartesana sin necesidad de hipotecar el progreso humano y el progreso económico.
La necesidad de empleo y por tanto de acceso a los recursos se perfila como algo primordial. Ciertamente, al carecer de otra herramienta más justa y más objetiva que el esfuerzo o el beneficio que concede el individuo a la sociedad, no es posible el acceso a estos recursos si no es a través del empleo. Y no cabe otra posibilidad, ya que los recursos son un concepto natural o físico (alimento, energía, seguridad, etc.) y no existe nada más natural o físico que la lucha de las especies o la selección natural. El ser humano ha conseguido enmascarar esta selección natural a través de la selección laboral: los trabajos mejor remunerados serán aquellos que otorguen unas ventajas competitivas a los individuos por el control de los recursos.
Pero, ¿cuál es el origen del trabajo? Sin duda, el origen del trabajo está en conseguir satisfacer necesidades. Por tanto el trabajo no es más que el esfuerzo realizado para satisfacer una necesidad. Es cierto que la economía del siglo XXI está demasiado elaborada, pero comprar un coche no es más que el producto de determinadas jornadas laborales de esfuerzo. Si bien no hemos fabricado el coche (economía del neolítico) sí que hemos realizado un trabajo que nos permite ganar un dinero que empleamos para pagar a alguien que nos fabrique el coche. Por tanto, los trabajos se originan exclusivamente para cubrir necesidades propias o ajenas.
¿Qué ocurre actualmente? Hay una crisis de trabajo. ¿Por qué razón? Porque no hay necesidades que satisfacer o no hay dinero (trabajo) para satisfacerlas o esas necesidades son satisfechas por los mismos individuos que las tienen (ya sea mediante trabajo propio, a sea mediante el uso de una máquina). Hasta no hace mucho, se pensaba que este último motivo no era más que el proceso paulatino de tecnificación y automatización y que el mercado laboral iría creando nuevos puestos de trabajo en nuevas actividades, fundamentalmente aquellas relacionadas con internet. Sin embargo, como ya expresó Malthus en su ensayo sobre la población, podemos afirmar que si bien el proceso de tecnificación aumenta en progresión geométrica o incluso exponencial, el proceso de creación de empleo lo hace en progresión aritmética, al tiempo que (y esto complica algo más el planteamiento sobre el que Malthus hacía su análisis) el número de individuos en el planeta aumenta también geométricamente.
Conclusión: en menos de 100 años podemos encontrarnos ante la triste realidad de que más del 40% de la población activa estaría en paro, lo que conllevaría que sólo aproximadamente el 30% de la población mundial tendría que alimentar al 70% restante, incluyendo aquí a niños y ancianos, hecho totalmente inviable y que repercutiría únicamente en una solución: la terrible guerra. Al igual que Malthus afirmaba que la población tenía que controlarse y que los métodos de control de la natalidad habrían de imponerse como sistema necesario para el equilibrio natural de nuestra especie, hemos de entender que es necesario limitar el proceso de tecnificación, en cuanto a que mientras vivamos en exclusivamente en este planeta no tenemos más remedio que repartir equitativamente los recursos y que si bien la tecnificación masiva sería la herramienta perfecta para que unos pocos se enriquecieran extraordinariamente, la tecnificación masiva traería como consecuencia un empobrecimiento también extraordinario de la población.
Así pues, hemos de apostar por un trabajo pseudoartesanal como objetivo de futuro, es decir, un trabajo en el que el ser humano, ayudado por máquinas, pueda acceder a los recursos y se pueda desarrollar como persona, tal y como hasta hace unos años ha ocurrido. Un operario de fábrica que requiere controlar un botón de un panel de mandos no sería un buen ejemplo de pseudoartesano. Comparativamente sería el operario de fábrica que atornillaría bridas con ayuda de herramientas eléctricas (como el taladro) o incluso maquinaria más especializada (control de autómatas). Lo que sí sería fundamental es que el ser humano fuera un auténtico controlador del proceso y no una mera pieza del mismo, como se pretende hacer actualmente y por tanto convierte a la persona en reemplazable por un autómata o máquina que puede realizar sus mismas funciones más rápidamente.
No hay que tomar esto a broma. Al igual que los ecologistas alertaban de los daños del ser humano a la naturaleza, es una advertencia terrible el hecho de avanzar que el ser humano se puede encontrar (y de hecho ya se encuentra) en un proceso de imposibilidad de acceso a los recursos más básicos y no por ser pobres, sino porque no existe un medio fiable para el acceso al mismo, mientras otras empresas y personas sí que acceden a miles de veces más recursos que éstos.
En nuestra próxima entrega, trataremos de afrontar de manera más técnica cómo se podría concebir una sociedad pseudoartesana sin necesidad de hipotecar el progreso humano y el progreso económico.
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