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jueves, 29 de noviembre de 2012

El problema fundamental de la Economía (II)

Siguiendo con línea de discusión que ya iniciamos en El problema fundamental de la Economía, hoy trataremos de establecer la relación dinero (o poder monetario) con riqueza.
 
Parece lógico pensar que la persona rica o el país rico es aquel que tiene mayor poder monetario, o lo que es lo mismo, el que más dinero tiene. Si queremos ser puristas, esto no sería más que asimilar la riqueza al poder financiero (es decir, la liquidez) de un país. Así, por ejemplo, si EE.UU. tiene puesto en circulación 1 billón (español) de dólares, mientras que México tiene puesto en circulación 10 000 millones de dólares (o lo que es lo mismo, un billón americano de dólares), EE.UU. es por consiguiente más rico que México.
 
Así ocurriría con las personas: el que tiene diez millones de dólares en el banco es más rico que quien tiene un millón de dólares. Donde dijimos dólares podemos decir libras o euros. Eso da igual. Lo que queremos decir aquí es que por regla general llamamos rico a quien tiene mucho dinero, lo cual no es rigurosamente cierto. De hecho, a nadie pasa desapercibido que un millonario con sólo 1 millón en el banco pero con una mansión de 2000 m2 construidos, es más rico que quien tiene 1,5 millones. Así, por tanto, podríamos decir que el más rico es aquel que tiene más dinero y posesiones en conjunto.
 
Si nos fijamos, a partir de aquí podríamos empezar a establecer nuevos valores o indicativos de riqueza: bonos del estado, préstamos, alquileres, empresas, etc. Y es aquí donde nos desviamos del auténtico principio fundamental de la economía, que es conocer la riqueza real de cada uno, que es en definitiva la capacidad de disponer de recursos. Una persona rica es capaz de acceder a mayor cantidad de recursos pero también a mayor variedad de los mismos.
 
Ya fue Adam Smith el que consideraba que el valor de la economía de un país era el valor de su trabajo y no el valor de su dinero. Esto es rigurosamente cierto: un pueblo con gran variedad de trabajos y de trabajadores es un pueblo desarrollado y rico. El desempleo es siempre síntoma de empobrecimiento. Un país que viva exclusivamente de recurso financiero pero tenga una población sumida en el desempleo es una sociedad pobre. Esto es lo que ocurre actualmente en España: es una sociedad con empresas y bancos excelentes, pero esas mismas empresas no son capaces de generar empleo, sino exclusivamente dinero. O dicho de otra manera: los grandes empresarios son cada vez más ricos y los pequeños empresarios y trabajadores se van empobreciendo, al tiempo que existe un empobrecimiento generalizado de actividades y por tanto una necesidad de importación cada vez mayor.
 
Se dice que uno de los principales motivos por los que España es uno de los países pobres de Europa (a pesar de lo que digan los mal llamados "analistas") es su incapacidad de haber entendido nunca que la riqueza de una nación está en la industrialización y en la complejidad de sus actividades y no en negocios rentables o muy rentables. Es decir, si tenemos en cuenta que España invierte o considera como sector principal el sector turístico o el sector de la construcción, es que después de muchos siglos no ha aprendido nada.
 
Se dice que cuando España aún no era España, principalmente en el Reino de Castilla se estableció una serie de agrupaciones de pastores transhumantes (es decir, que llevaban el ganado a pastar del norte al sur en invierno y del sur al norte en verano) que con el tiempo se unificaron en lo que se llamó Concejo de la Mesta. Los miembros de este órgano se dedicaban fundamentalmente al comercio de la lana, que era de una calidad excelente. Los castellanos, en lugar de organizar en torno a su recurso natural una serie de manufacturas textiles, ávidos de una riqueza fácil de ganar, vendían sus lanas a los países del norte, principalmente Flandes e Inglaterra, donde se confeccionaban los paños (el famoso "paño inglés"). Estos paños, posteriormente, debido a su alta calidad, se vendían a toda Europa y por consiguiente también a Castilla, donde su precio, al comprender la mano de obra y el transporte, era más caro que si hubiera sido confeccionado en el mismo país. Por tanto, Castilla fue perdiendo poco a poco su riqueza natural y para poder subsistir y seguir comprando paño, debía vender más lana, que era más barata que el paño. Tras este paréntesis de la Edad Media, Castilla, esta vez configurada dentro de España, tuvo otra oportunidad histórica al disponer de ingentes cantidades de oro de América, pero cometió un error: el mismo Adam Smith afirma que con el aumento de las remesas de oro y plata, aumentó la oferta de estos metales, lo que si bien provocó en sus inicios un aumento del poder adquisitivo de España, pronto desembocó en un aumento de la inflación.
 
En cualquier caso, España siempre ha cometido excesivos errores en materia económica y ahora vuelve a hacerlo.
 
Otra cuestión que está muy relacionada con el trabajo y la riqueza es el creciente aumento de la esperanza de vida. En sí, Malthus ya pronosticaba que el aumento de la población y de la esperanza de vida haría casi imposible que la humanidad no pereciera de hambre, al haber miles de millones de individuos en el planeta. Si bien algunas tesis marxistas sostienen la capacidad del ser humano de encontrar soluciones para sobrevivir, no es menos cierto que a estas alturas las teorías malthusianas son mayoritarias frente a aquellas.
 
Sin entrar en detalles, que ya veremos en otra entrega, lo cierto es que el gran reto de los próximos años, décadas y siglos será cómo en un mundo cada vez más tecnificado y por tanto con menor necesidad de mano de obra humana y con una mayor esperanza de vida, y por tanto con una incapacidad creciente de mantener pensiones de jubilación, será posible repartir de forma justa y equitativa los recursos, tal y como venimos haciendo actualmente.
 
El reto no es fácil, pero a diferencia de lo que políticos, sociólogos y economistas plantean, que no es ni más ni menos que una ruptura con los sistemas económicos actuales, se puede plantear una posible solución satisfactoria para casi todo el mundo (salvo para, obviamente, las grandes corporaciones mundiales): el trabajo pseudoartesanal.

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