La vieja fórmula del fin del capitalismo da paso a las noticias de la semana en el mundo occidental. Por un lado, Strauss-Kahn aparece en la escena como un viejo sátiro obsesionado por el olor de jovencitas, aunque su gusto sea dudoso. Por otro lado, miles de jóvenes en Madrid apelan por el fin del capitalismo y del bipartidismo en España. Ya sabemos lo que han significado y significan los movimientos de masas en occidente: un verdadero peligro y una gran mentira.
Lo de Dominique es muy grave, a la vez que irrisorio. ¿Se puede imaginar a uno de los hombres más poderosos del mundo persiguiendo por la habitación del hotel a una negrita cualquiera? Lo de negrita es importante, porque el tonto de Strauss-Kahn seguro que lo vio como algo mucho más sensual y exótico. Era satisfacer una de esas fantasías masculinas más comunes, la de la chacha que limpia desnuda para uno.
A decir verdad, una violación, sea de quien sea, o un abuso sexual no tiene perdón de Dios. Claro que hay algunos atenuantes, como puede ser una precocidad demasido pronunciada (recuerdo que alguna vez vi a algún muchachillo de 14 años tocar los senos en formación de algunas colegialas), pero en cualquier caso, es un acto cobarde y de poca hombría.
Lo más importante del hecho quizá no es el hecho en sí, sino quién y qué simboliza su acto. Ha dejado entrever que los poderosos se comportan así. No soy un demagogo y pienso que no todos los políticos y jerarcas son así, pero esa imagen no ha hecho más que afianzar a los que enarbolan la bandera del comunismo.
Y entonces llegaron los de Madrid.
La panda de vagos que está acampando en Madrid es la mayor concentración de subnormalidad que he visto en mi vida. Parten de una base muy simple y cómoda: "como yo no trabajo ni encuentro el trabajo que me gusta, que los políticos cambien el mundo para que yo pueda desempeñar el trabajo que me gusta con el sueldo que me gusta".
No voy a entrar en discusiones absurdas, tales como que siempre habrá ricos y pobres, etcétera. Sólo digo que no hay mayor ciego que el que no quiere ver y que la solución al paro juvenil está en trabajar. "Oiga, pero es que no hay trabajo". No mientan: hay trabajo y mucho. Chófer, barrendero, mozo de carga, comercial, camarero... "Oiga, pero es que yo he estudiado una carrera universitaria y quiero un trabajo digno". Para empezar, como usted hay miles de universitarios. Tenga la bondad de no darse tanta importancia. Usted ya no está en ese paraíso y escudo protector que era el Campus. Ahora ya sabe la verdad: usted es un ser insignificante y como usted hay miles. Deje su orgullo un poquito aparcado y acepte el trabajo. Y si no lo acepta, porque su orgullo no cede, al menos no proteste en mi mesa de trabajo.
Mi experiencia me dice que la gente realmente no tiene muchas ganas de trabajar. Trabajar no significa morir en el tajo. Trabajar significa esforzarse por alcanzar un objetivo. Desde mi época de estudiante, éramos muy pocos los que nos esforzábamos por aprobar y los que fuimos buenos estudiantes. El resto solía dormir muchas horas, no iba a clase, no gustaba de repasar las lecciones... Esta actitud sólo puede traer como consecuencia que los mejores trabajos los obtengan los mejores.
Hay quien opina que los buenos trabajos son dados a elección del jefe de turno, que le cede el puesto al hijo o sobrino de turno. Les diré que esto puede ser cierto (y lo es), pero también les digo que no durará mucho ese puesto de estar nuevamente desocupado. Sin pararme mucho en el tema, decir que quien no trabaja es porque no quiere.
Siempre hay trabajo. Siempre. Lo importante es que si no existe, hay que crearlo. Es aquí donde nace el concepto empresa. La empresa (como su nombre indica) tratad de emprender. Los emprendedores son personas que crean su propia realidad. Lo que falta en el mundo occidental son este tipo de personas.
Una diferencia sustancial entre EE.UU. y Europa es que el 90% de los americanos sueña con tener su propia empresa mientras que el 90% de los europeos sueña con trabajar para el estado. El europeo, nuevamente, demuestra ser no sólo más inteligente, sino menos arriesgado. Pero ser más inteligente no significa necesariamente ser el más fuerte. Trabajar duro es algo que al europeo se la hace demasiado pesado. El lastre del señorío inglés está apoderado de Europa, como una herencia en la que parece que ningún hijo de blanco puede desempeñar oficios de menos de 2000 euros al mes o 2500 libras al mes en el Reino Unido. Hemos de entender que esa actitud es cuanto menos de una falta total de realismo.
Yo aconsejaría a los miles de jóvenes que están acampados (y por tanto, descansando y esperando) que fueran lo suficientemente emprendedores para dejarse de fiestas y romanticismos y apostar por el empleo duro, por levantarse todos los días a las 6 de la mañana y dejar a un lado sus sueños de libertad, paz y amor y todas esas consignas que, por si a alguien se le olvidó, fueron pronunciadas por jóvenes adinerados que no tenían que preocuparse de lo que comerían al día siguiente, puesto que había dinero respaldando su actitud. Que esto no se olvide. La solución no es protestar, es trabajar.
Yo aconsejaría a los miles de jóvenes que están acampados (y por tanto, descansando y esperando) que fueran lo suficientemente emprendedores para dejarse de fiestas y romanticismos y apostar por el empleo duro, por levantarse todos los días a las 6 de la mañana y dejar a un lado sus sueños de libertad, paz y amor y todas esas consignas que, por si a alguien se le olvidó, fueron pronunciadas por jóvenes adinerados que no tenían que preocuparse de lo que comerían al día siguiente, puesto que había dinero respaldando su actitud. Que esto no se olvide. La solución no es protestar, es trabajar.
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