Si hay un prejuicio demasiado extendido quizá es que todos los intelectuales son de izquierdas. Quizá hay algo de cierto en todo este asunto, ya que siempre se evita el uso de la palabra "sabio" o "librepensador".
Lo que significa la palabra intelectual está relacionado con el cultivo de la ciencia y el conocimiento. Por tanto, un intelectual no implica necesariamente que tenga sabiduría, aunque hay que reconocer que las personas más inteligentes suelen ser por lo general también bastante sabias. De todas maneras el sabio es, a diferencia del intelectual, un sujeto que ya sea por conocimiento o ya sea por experiencia es capaz de enseñar y distinguir la verdad, que es en definitiva a lo que aspira cualquier ser humano.
Ya que la sabiduría se obtiene por conocimiento o por experiencia, es natural que los individuos de mayor edad sean por lo general más sabios que los individuos más jóvenes. De cualquier manera no es del todo extraño encontrar individuos que desde muy jóvenes demuestran un talento innato (fruto del conocimiento de la realidad y la verdad) desde muy temprana edad. Dejando a Jesús, a quien se le otorga un carácter divino, en la historia hay una larga lista de filósofos que desde muy jóvenes demostraron su valía.
Lo que se deduce después, a partir de esta premisa es que no puede haber sabios de izquierda y sabios de derecha, sino simplemente sabios. Porque el sabio conoce la Verdad y la Verdad es única e inmutable. Todo lo que no es Verdad es opinión y como tal su validez sólo depende del punto de vista individual y no del punto de vista global.
Hablábamos sin embargo del intelectual y no del sabio. Suele existir mucha confusión al respecto. El intelectual sólo se ocupa del cultivo del conocimiento, de la ciencia. El intelectual puede ser un virtuoso experimentador y descubridor pero un nefasto teorizador. Por tanto, ¿por qué no pueden existir auténticos intelectuales de izquierda y de derechas?
El tema es que a quienes les gustaban las divagaciones siempre se les ha considerado "intelectuales". Si nos fijamos en los argentinos, desde muy pequeñitos se les enseña a que no piensen durante la frase, de tal manera que fluya por la boca todo tipo de palabras y pensamientos (verborrea, que como indica su misma terminación que diarrea, indica un flujo de palabras). El caso de los argentinos es demasido explícito y resulta terriblemente tedioso, pero existen muchos casos de "no argentinos" que son maestros de la divagación. Que conste de todos modos que no todos los argentinos divaguean, pero tienden a sobreextenderse de manera poco natural en las frases.
Las gentes de izquierda, por lo general, siempre han necesitado una mayor justificación de sus actos, de ahí la necesidad de parecer más sabios de lo que son. La gente de izquierda, además, han sido mucho más bohemios que la gente de derecha. El bohemio suele ser mucho más artista que el resto, mucho más funcional. La relación intelectual-artista, propia del Renacimiento, quedó corrompida durante la época prerrevolucionaria del siglo XVI, donde muchos hijos de burgueses dejaban de trabajar para escribir, pintar o esculpir. Sin embargo, estos artistas no eran en muchos casos intelectuales. No estudiaban, no intelegían, no confrontaban la realidad... Sólo expresaban su arte, su visión particular de la vida (que por otro lado, como el caso de Balzac, Renoir, Dalí o Picasso, por decir algunos, es de una calidad artística sin parangón). Un artista no es necesariamente intelectual. Sin embargo, en la cultura popular, artista es igual a intelectual. Por tanto, si la mayor parte de los artistas son de izquierda, los intelectuales son de izquierdas. Insisto en la equivocación de las premisas.
Los intelectuales no son de una u otra tendencia, salvo de la que es verdadera. Es verdad que durante toda la Edad Media se buscó sin parar la auténtica realidad de la naturaleza y el cielo, pero en algún momento de la Historia (concretamente entre el Barroco y la Revolución Industrial), la búsqueda de la verdad se tornó búsqueda del egoísmo. Yo quiero que esto sea así. Y así quedó. Quizá, sin temor a equivocarnos, el último gran buscador de la verdad fue Kant. A partir de ahí, surgirán mentirosos (uno de los más grandes será Hegel, al que seguirán Marx y Engels) y críticos a estos usurpadores (entre ellos Schopenhauer, Nietzsche u Ortega, cada uno con mayor o menor acierto). Sin embargo, la tendencia ha sido cada vez más la idealización y el romanticismo como meta física (sic). Equiparar la verdad e inclusive la ciencia a la creencia o la esperanza no es más que un retroceso humano. Nada tiene que ver esto con una teología o una metafísica, sino con algo más mundano: el pensamiento probabilístico y casuístico ("puede ser que si...", "¿y por qué nadie antes ha..?", "y si yo..."). Corrientes como el positivismo, el relativismo o el modernismo no han contribuido más que a destrozar el sistema.
Intelectuales. Los llaman así porque escriben. ¿Y qué escriben? Bazofia. Déjenme decirle que todo aquel que escribe para que lo admiren, sin atender ni un ápice a la verdad del asunto, o es un literato magnífico (y por tanto su obra es resultado de su imaginación, es decir, de un sueño) o es un farsante. En ambos casos, su obra carece de todo rigor científico.
Los intelectuales no son de una u otra tendencia, salvo de la que es verdadera. Es verdad que durante toda la Edad Media se buscó sin parar la auténtica realidad de la naturaleza y el cielo, pero en algún momento de la Historia (concretamente entre el Barroco y la Revolución Industrial), la búsqueda de la verdad se tornó búsqueda del egoísmo. Yo quiero que esto sea así. Y así quedó. Quizá, sin temor a equivocarnos, el último gran buscador de la verdad fue Kant. A partir de ahí, surgirán mentirosos (uno de los más grandes será Hegel, al que seguirán Marx y Engels) y críticos a estos usurpadores (entre ellos Schopenhauer, Nietzsche u Ortega, cada uno con mayor o menor acierto). Sin embargo, la tendencia ha sido cada vez más la idealización y el romanticismo como meta física (sic). Equiparar la verdad e inclusive la ciencia a la creencia o la esperanza no es más que un retroceso humano. Nada tiene que ver esto con una teología o una metafísica, sino con algo más mundano: el pensamiento probabilístico y casuístico ("puede ser que si...", "¿y por qué nadie antes ha..?", "y si yo..."). Corrientes como el positivismo, el relativismo o el modernismo no han contribuido más que a destrozar el sistema.
Intelectuales. Los llaman así porque escriben. ¿Y qué escriben? Bazofia. Déjenme decirle que todo aquel que escribe para que lo admiren, sin atender ni un ápice a la verdad del asunto, o es un literato magnífico (y por tanto su obra es resultado de su imaginación, es decir, de un sueño) o es un farsante. En ambos casos, su obra carece de todo rigor científico.
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