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martes, 31 de mayo de 2011

Móviles cancerígenos

Dicho y hecho: nuevamente la OMS (Organización Mundial de la Salud) ha hecho de las suyas y amenaza a las tranquilas almas mundiales con revelaciones escandalosas.

Ya fueron ellos los que contra todos los informes de la mayoría de las asociaciones de psiquiatría consideraron la homosexualidad como "opción" y no como enfermedad o trastorno sexual. Lo políticamente correcto, obviamente, es en Occidente más fuerte que los hechos científicos. No obstante, no quiero resultar tedioso en un tema más que manido. Ese chico tímido y que no hace daño a nadie es un "enfermo con síndrome de Asperger" pero aquel marica que se cree la Reina de Saba es un "tipo normal". Bueno... Continuemos.

Ahora nuevamente la OMS lanza otra de sus advertencias: los teléfonos móviles son "posiblemente cancerígenos". Remarcamos las comillas porque la misma OMS lo remarca. Posiblemente... presuntamente... quizá... A ver, que nos quede bien claro: la OMS es tal y como rezan sus estatutos, una organización científica de las Naciones Unidas y por tanto no cabe en la OMS la palabra "posiblemente". O es o no es.

Señores de la OMS: les habla un científico. Ningún científico serio saca conclusiones con un 25% o con un 30% de resultados positivos. Ese "posiblemente", para ustedes, habituados a la estadística, se convierte en lo que se llama "suceso independiente". Es decir, al hacer un estudio entre la dependencia entre comer carne y ser mejor persona, no hay relación directa entre ambos sucesos y por tanto son sucesos independientes. Algo así pasa con los móviles. No podemos alegar que porque hemos estudiado el cáncer en una población (sin móvil) y en otra población (que habla por móvil) en la que los casos sean 5-10% superiores a los de la primera población, el móvil sea el causante de esta discrepancia.

Me gustaría indicar claramente que no es posible que las ondas electromagnéticas no ionizantes (caso del teléfono móvil) puedan afectar al ser humano y provocar cáncer. De ser así, la misma luz indirecta de una habitación (espectro del visible) provocaría cáncer. O aún peor: incluso por la noche, la radiación infrarroja, es decir, la que producen todos los cuerpos por el hecho de tener temperatura, podría ser más dañina que los campos magnéticos del móvil.

A este respecto, podemos ver lo que dice la Asociación Española contra el Cáncer, por poner un ejemplo entre muchos.

Ya está bien de engañar al público y darle carnaza a cuatro ecologistas radicales que ven en el desarrollo tecnológico el fin del mundo. No podemos ser radicales tecnológicos ni radicales ecologistas. DESARROLLO SOSTENIBLE. Esa es la clave. Desarrollar sin abusar.

He demostrado a muchos conocidos, con aparatos de medida adecuados, cómo de dañina era la red eléctrica que pasaba por su casa, su antena de telefonía situada en la cúspide de su edificio o los daños que su microondas hacía en sus tejidos. Esos son, como otros muchos, cuentos de viejas, basados en efecto placebo, ignorancia y prejuicios.

Somos cínicos por naturaleza. Si ahora las energías renovables, por ejemplo, suponen una mejora sustancial para el planeta y el ser humano, ya surgen voces críticas que anuncian desastres cancerígenos. No hace mucho tuve que escuchar que los generadores eólicos provocan cáncer al ionizar el aire con sus paletas. ¿Es que su automóvil no ioniza el aire (cosa, por otro lado, falsa)?¿Es que sus propias heces, que desprenden gases venenosos (como el metano), no son más peligrosas que ese aire al que usted falsamente le da características de ionizado?

Les pido encarecidamente que lean y se informen, por expertos de verdad y no por organismos manejados por políticos. De ahí nada bueno puede salir.

viernes, 27 de mayo de 2011

Lo que debemos aprender de Hitler

Hasta los más fanáticos detractores de Hitler deben reconocer que estamos ante la personalidad más fascinante y enigmática del siglo XX. ¿Cómo pudo ser que un muchacho de escaso talento para los estudios o el arte y que tampoco demostró ser conocedor de un oficio determinado pudiera convertirse en el amo absoluto de media Europa?

Tras la pregunta, el lector verá pasar por su cabeza multitud de pensamientos. Algunos seguirán leyendo con ávida curiosidad. Otros tendrán una visión atroz del líder austríaco y su rencor hacia los actos de Hitler le harán rechazar cualquier hipótesis. Unos pocos tratarán de culpar a un pueblo inepto y corrupto. Unos pocos fanáticos pensarán que fue su discurso real y sincero el que hizo rendirse a toda Europa. Otros dirán que Hitler no hizo más que sentarse y dejar que los disciplinados alemanes hicieran lo mismo que hacen ahora, trabajar y tratar de ser los mejores. Quizá nunca encontremos la respuesta, pero tratemos de conocer mejor, sin prejuicios, a este señor llamado Adolfo y que la Historia lo colocó en un momento en el que quizá (o no) tuvo que estar.

El inconsciente, individual o colectivo, nos juega a veces malas pasadas. ¿Por qué hago esto si no quería o por qué siento miedo al ver pasar a cierto animal? Quizá la respuesta esté en un miedo ancestral del ser humano, quizá en una experiencia cuando aún éramos bebés, pero sea como sea todo queda finalmente grabado en lo más profundo del cerebro. Tampoco deberíamos, empero, culpar siempre al subconsciente: los seres humanos necesitamos hechos palpables para tomar decisiones.

Todo parecía indicar que Hitler sería un muchacho más del entonces convulso Imperio Austro-Húngaro, sin embargo algo mucho más grande le fue destinado. Como hemos dicho, no fue un gran estudiante y por lo que él mismo confesaba su gran sueño había sido convertirse en un pintor importante. Ya ven, un Van Gogh o un Renoir austríaco. En todo caso, su arte fue totalmente incomprendido o al menos poco apreciado por los académicos y profesores de universidad de la Escuela de Arte.

No podemos aquí seguir sin usar la imaginación. Sin ella no podremos jamás comprender cómo ocurrió lo que ocurrió. ¿Qué haría un muchacho del siglo XXI que quiere estudiar en la universidad y al que no admiten en ninguna carrera? En la mayor parte de los casos, probablemente decidiría trabajar en cualquier cosa. Posteriormente, al ganar dinero y no ser emprendedor, estaría siempre con miedo de perder su escueto empleo, lo que finalmente le haría no iniciar aquellos estudios que deseaba. Otra historia, en caso de que el chico pueda ser mantenido por sus padres, será que durante un año completo estará en casa viendo la televisión, visitando a sus amigos universitarios en la cafetería de la universidad o incluso haciendo algún viaje "para aprender inglés". Luego, al año siguiente, si puede entrar en la universidad, pues bien; si no, otro año en la empresa de un amigo de su padre, o trabajará como el muchacho de la primera historia o se escudará en que no hay trabajo y pasará otro año más como el anterior. Las dos historias finalizan del mismo modo: esos chicos acabarán trabajando donde puedan y se quejarán el resto de su vida de su mala suerte o en el mejor de los casos olvidarán sus sueños de juventud y serán lo más felices que puedan.

Hitler fue otra cosa. Hay que imaginar, repito. Hitler, además de todo lo que vamos a contar, contó con algo inesperado. Tuvo suerte. No nos referimos a buena suerte, sino que él estaba allí en el momento justo. De haber sido otro el que hubiera estado allí, la Historia hubiera cambiado radicalmente. O si la I Guerra Mundial no hubiera finalizado en 1919, sino sólo 3 años antes, no hubiera existido quizá el gobierno de Hitler. Imaginemos, por tanto, a un muchacho que deja su pueblo para ir a Viena. Hitler no era un chico normal. Hitler era limitado quizá en algunos aspectos, pero siempre demostró una confianza en que todo iba a ir bien. Esa es una sensación que no todos son capaces de sentir. Conocer internamente que una divinidad, el destino o la vida va a darnos la oportunidad de demostrar nuestra valía es un sentimiento tan extraño que por mucho que se explique quizá no se pueda sentir en cabeza ajena. No nos estamos refiriendo aquí a la sensación del velocista, ante la final de los 100 m lisos, que pide a Dios que le dé fuerza (como se veía en la película Carros de Fuego). No nos referimos al estudiante o al desempleado que tiene la confianza de que va a conseguir ese trabajo soñado o a finalizar sus estudios. Es esa sensación que la Iglesia Católica y el propio Cristo pide a todos los creyentes cuando habla de la virtud de la Fe.

Hitler es un modelo de fe. No estamos diciendo que haya sido un derroche de virtudes, sino que siempre creyó. Su obra, Mein Kampf (Mi Lucha), es un auténtico alegato a lo que él considera que será Alemania un día no muy lejano. Fue esta fe la que realmente hizo que Alemania y Europa conocieran el poder de Hitler.

Decíamos que debíamos imaginar. Imaginemos al joven Hitler en Viena. Un muchacho deseoso y con la fe puesta de que la vida le depararía algo grande. Aún no sabía el qué. Él pensaba, erróneamente, que la vida le depararía la oportunidad de ser uno de los mejores pintores de todos los tiempos. Tal era su fe. Hitler, de todas formas, no vio satisfechas sus pretensiones. Imaginen a un muchacho al que le han dicho que no, pero que está convencido de que tiene que convertirse en el mejor pintor de Austria. Necesitaba entonces, mantenerse en la capital. Comienza a desempeñar oficios mal pagados (barrendero, mozo de carga, albañil...). En todo momento, sin embargo, no deja de pintar cuadros, con la fe de que algún día el público considerará su obra digna de estar en los mejores museos.

Es ahora donde viene un apartado clave. Toda figura mítica (y Hitler lo es) no puede apoyarse sólo en su propia fe. El afianzamiento de la fe es algo imprescindible y en este caso la lectura fue un tema fundamental. Hitler descubre en la lectura de los clásicos, de la mitología nórdica y de la Historia casos heróicos de resistencia, de visión del poder, de vueltas del destino y de auténticos actos de fe. Es también, en estas lecturas y también en la propia estancia en Viena, cuando comienza a ver la realidad de la sociedad vienesa. Una sociedad corrupta, egocéntrica, donde sólo los ricos son capaces de disfrutar y donde no existen ni siquiera las mínimas dotaciones de servicios para el pueblo. Investiga y escucha: los judíos son los culpables de la situación.

No podemos culpar a Hitler de pensar lo que pensaban millones de alemanes, franceses y austríacos e incluso europeos en general. No en vano, el sentimiento antisemitista no lo inventó Hitler. Los judíos han estado toda la vida vinculados a la estafa económica y al escándalo político, del que nunca salieron desfavorecidos. Podemos no legitimar una idea por ser prejuiciosa, pero la idea del judío malo no es una simple asociación debido a la envidia o a una crisis económica. Ciertamente habría casos reprobables de judíos sin escrúpulos que extorsionaron a la gente del pueblo. El pueblo no se escandaliza porque un judío le quite los bienes a alguien. El pueblo se escandaliza porque un judío le quite los bienes injustamente a alguien o que otro judío vuelva a hacer lo que hicieron otros judíos antes.

Así pues, el joven Hitler fue perfilándose como un muchacho con deseos de ser pintor ante todo y que defendía en aquella Viena, en los cafés y/o con estudiantes y gente del pueblo, sus ideas, probablemente con vehemencia. En este sentido, Hitler no era más que muchos de nosotros cuando defendemos a un partido político o increpamos a los líderes del otro. Imaginemos a Hitler defendiendo con vehemencia juvenil el daño que los judíos están haciendo en la sociedad austríaca y la pérdida de valores de la parte germánica del Imperio Austro-Húngaro. El Imperio, heredero del antiguo Sacro Imperio Romano Germánico, era sólo un triste recuerdo de aquella gran época y la joven Alemania de aquel entonces encarnaba mucho mejor que la vieja Austria de los Habsburgo la visión universal del antiguo Imperio Germánico. Algo parecido pasó en la España posterior a 1898, donde el pesimismo era la tónica general de un inmenso imperio comido por la dejadez de sus gobernantes.

Hitler defiende a Alemania, como el que defiende a un club de fútbol y sus ideas políticas. Pero no nos engañemos. Hitler o cualquiera de nosotros, hasta ese momento, teníamos vidas parecidas. Tenemos nuestros trabajos y por las tardes o los fines de semana nos reunimos con amigos y familiares a hablar de política, fútbol o sucesos. Tenemos nuestra opinión y él tenía la suya. Entonces, llegó la suerte.

Hitler abandonó Austria y se instaló en Múnich. Es entonces cuando inesperadamente ocurrió el hecho que cambiaría la Historia de Europa y la Humanidad. La Primera Guerra Mundial ha comenzado y con ella, el joven Hitler se alista en el ejército alemán.

Algo que no entenderé nunca de los numerosos autores e historiadores de la figura de Hitler es considerar que la etapa de la Guerra fue determinante pero no iniciativa. Dicho de otra manera: la Guerra fue la que desencadenó los pensamientos que Hitler guardaba, como si Hitler hubiera sido siempre el führer, sin entender que la Guerra hizo otra actuación bien distinta. No es la Guerra la que confirma lo que ya Hitler sabía de Alemania, de los judíos o de la situación decrépita de Europa. Es la Guerra la que convierte a Hitler en el führer. Es en esto donde los tantísimos autores no han sabido ponerse de acuerdo o encontrar. Para ellos la Guerra fue un impulso y no el primer motor, justificando (¡cómo no!) que la figura del canciller alemán fue obra y gracia del antisemitismo, tesis compartida, sobre todo, por los ganadores de la Segunda Guerra Mundial y cuya contradicción puede acarrear a muchos académicos la expulsión de los círculos intelectuales más importantes del mundo (círculos que, por otro lado, están todavía dominados por intelectuales judíos).

Tratemos de imaginar nuevamente la situación que Hitler vivió en la Guerra. Aquel pintor, con ideas las que fueran, pero no distintas a las suyas, a las mías o a las de aquél, en el sentido de que no eran más que conversaciones y opiniones, se encuentra en la tesitura de estar codo con codo con compañeros que tratan de defender por las armas su derecho. ¡El derecho a defender (literalmente) las ideas, la integridad y sobre todo el futuro de Alemania, Europa y el Mundo! ¿Es que acaso puede alguien no imaginar que en la mente del muchacho empezó a gestarse una idea? ¡Esa era la respuesta a su fe! Siempre creyó que el futuro le aguardaba algo grande. Eso grande no era, sin embargo, convertirse en el mejor pintor de Alemania, sino contribuir a la salvación del pueblo alemán de la destrucción, como hizo Lot ante Sodoma.

Pero todo esto que estamos mencionando no puede entenderse desde un plano racional. Hemos de poner emoción. Es totalmente incierto e increíble pensar que aquel muchacho de 25 años, soldado raso del ejército alemán por Baviera, tuviera en su cabeza la idea de llegar a ser, ni por asomo, el führer (a no ser que como nos ha ocurrido a todos, imaginemos las cuentas de la lechera: "con lo que gane hoy compraré una vaca que me dará mucha más leche con la que compraré dos vacas, etc."). Exceptuando la especulación entusiasta que todos hemos tenido en cualquier aspecto de nuestra vida, lo cierto es que podemos imaginar a Hitler como un Héctor o un Aquiles moderno del conflicto internacional de 1914, pero no como un jefe supremo o comandante al mítico estilo de Alejandro Magno. Ese no es el Hitler real y quien quiera verlo así, confunde causa con efecto.

De todas maneras, es aquí donde comprenderá al fin su misión vital. Para quien no haya estado trabajando en equipos, por ejemplo, en la construcción, en la industria, el ejército o la marina, le resulta muy difícil entender lo que es estar inmerso en un grupo heterogéneo e indisciplinado y en donde la visión del líder cuenta más bien poco. Es en estos grupos, liderados a veces, tristemente, por jefes pusilánimes, donde las personas como Hitler, conscientes de su potencial, pueden ser sacrificados o pueden salir victoriosos. No será la primera vez y la última que el más capacitado de la oficina ha logrado ascender en poco tiempo o ha sido despedido en tiempo record (esto último lo más habitual). De todas maneras, existen dos diferencias fundamentales entre la Guerra y la oficina y entre Hitler y otros como él. La primera es que en la oficina surge una vacante que se cubre, tarde o temprano. Una vacante en la Guerra raramente se cubre y si se cubre, el sustituto es francamente peor que el anterior. De ahí que los mandos, en la Guerra, traten de mantener lo más cohesionado posible al grupo y que a los soldados más problemáticos se les enderece desde el principio o bien se les recompense para que estos sirvan de refuerzo positivo al grupo. La segunda diferencia es que Hitler era un auténtico "cabeza cuadrada", un hombre de honor, incapaz de dejar su puesto, abandonar a un compañero o injuriar a un superior. De esto dan fe sus ex-compañeros de aquella fecha. Hitler fue el ejemplo del buen soldado alemán: serio, firme y decidido. No en vano, recibió dos veces la Cruz de Hierro. Es en mitad de las trincheras, el olor a pólvora y mediante la observación de sus timoratos compañeros donde Hitler entiende que él está totalmente por encima de sus compañeros y que si algo positivo puede salir de esas trincheras, sin duda, le está esperando a él. Durante la Guerra, él será capaz de ser un grandísimo psicólogo: puede predecir el miedo, las reacciones de sus compañeros ante las órdenes, la capacidad del ser humano ante la Guerra, la palabra como medio de alentar a sus compañeros acobardados. Se queda en cabo, pero ha aprendido tanto de esta experiencia, que señoras y señores, ha nacido el nuevo Führer de Alemania.

Proximamente, hablaremos de qué ocurrió después.

jueves, 26 de mayo de 2011

La contaminación como una excusa

Cuando un tema está de moda parece que nos pudiera una necesidad de que nos asocien con ese tema. Es guay. La fantástica promoción que nos brinda una moda es tan irresistible que no conozco a nadie que no haga uso de ella (a menos que sea un sabio o una persona con bastante integridad).

Una de esas modas es estar en contra de toda contaminación y todo lo contaminante. En este sentido, la química es también considerada como una fuente de contaminación. La química es mala. La química es antinatural. La química es responsable de la muerte de las especies. La química es responsable de la desaparición de la capa de ozono y del cambio climático.

Me gustaría que por una vez en la vida un político (como hizo en el campo contrario Al Gore) hable con corrección y con rigor de la ciencia, del método científico y que los científicos reciban la admiración popular que tenían hace años. En este sentido, la industria, la minería y la ingeniería en general son sinónimos actualmente de contaminación, depredación o corrupción.

Para cualquiera que no sepa el lenguaje científico, contaminación significará ensuciamiento, destrucción, envenenamiento, etc. Un científico ve más allá de todo esto. La contaminación no es más que la pérdida progresiva de las propiedades atribuidas a las sustancias y a los entornos. Así, si tenemos sal común y la mezclamos con una pizca de azúcar, la sal resulta contaminada de azúcar. Es decir, la sal ha perdido parte de sus propiedades intrínsecas. En este sentido, la contaminación no siempre resulta perjudicial. El acero es hierro contaminado (generalmente de carbono). El carbono proporciona al acero unas cualidades más adecuadas que el hierro puro, como son la dureza. Lo mismo ocurre con las aleaciones de bronce o latón. Otro ejemplo más reciente de contaminación positiva son los dopajes de semiconductores, en los que se añade una impureza para que su conductividad aumente. Así pues, contaminación no siempre es sinónimo de degeneración de la sustancia.

Más acotado parece el tema de la contaminación del entorno (o medio ambiente). Como dijimos, es un tema de moda y existe contaminación de cualquier tipo (no sólo química, sino que ahora existe contaminación acústica, lumínica, térmica, etc.). ¡Qué pena destruir el medio ambiente! A estos amigos de la naturaleza les diría que cuando uno piensa en medio ambiente, el inconsciente colectivo se imagina a miles de pájaros dando vueltas a un campo lleno de flores y con un verde deslumbrante. Vamos, una primavera eterna en el campo. A estos amantes de la natura, les resulta el ser humano una especie de plaga que está de más en la naturaleza, la cual no se entiende que haya podido ser creada por un ser inteligente como es Dios. ¡Ojalá el hombre no hubiera nunca existido! Ahora las ciudades han hecho que el campo deje de existir y cada vez queda menos espacio natural. No puedo comprender a estos amantes de la naturaleza que critican a la especie a la que ellos pertenecen y sin la cual ellos no podrían ni siquiera expresar sus absurdas ideas.

El ser humano es un ser tan natural como cualquier otro, salvo que las abejas hacen sus casas con cera, los pájaros con palillos y los hombres con ladrillo. El ser humano tiene todo el derecho a sobrepoblar el planeta, como lo hubiera hecho cualquier otra especie natural de haber podido. Sin embargo, debido a su condición racional, tiene también la obligación de conservar en la medida de la posible su propio hábitat, que curiosamente es el planeta el completo. Somos la única especie natural capaz de vivir en cualquier punto del planeta.

Hasta qué punto los ecologistas nos han hecho renegar de nuestra naturaleza que ya no consideramos a la química parte de ella, cuando la naturaleza es completamente química. La química es la ciencia que estudia la constitución de la materia. Y materia es todo. La transformación de la materia es consecuencia del estudio pormenorizado de las reacciones que ocurren cuando las materias (o sustancias) son expuestas en presencia de energía unas con otras. Gracias a las reacciones químicas, tan odiadas por los ecologistas, es posible que exista la vida, que la materia no se disgregue a través del espacio sideral o que el sol proporcione energía continua a la Tierra.

Pero la química también es responsable de los agentes contaminantes. En efecto. La química es responsable porque cualquier sustancia contaminante es materia. Lo que llamamos contaminación química no es más que el resultado de la formación de unas sustancias de bajo valor (ya sea nutritivo, energético o económico) que se denominan residuos. El residuo es parte inevitable del proceso de valor, a partir del cual la unión de varias sustancias producirán un producto de valor (la energía para que se mueva el corazón, el calor para calentarnos o el hierro) y un residuo (CO2 + orina + heces, CO2 y SO2).

Decir que los indios del amazonas no contaminan el río cuando orinan pero la Gulf Petrol sí contamina el golfo de México es una de las tesis más demagógicas que podemos mencionar. Ambos contaminan. Algunos dirán que no en la misma proporción. Tampoco lo harían en la misma proporción si en lugar de 10 indios vivieran 100 mil, como ocurriá en Tenotchitlan o en las culturas mayas. Ellos eran más naturales que nadie y sin embargo contaminaban (hasta tal punto que los mayas tuvieron que huir de sus ciudades). El problema de los residuos ha sido siempre una cuestión peliaguda para cualquier proceso químico (de hecho, si un fuego se tapa, el exceso de residuo (CO2) paraliza la combustión.

La química es nuestra amiga. Lo importante es que los residuos sean convenientemente tratados para minimizar los efectos negativos. En cualquier caso, la Tierra y la energía del sol son tan grandes que no es posible contaminarla entera (entre otras cosas porque no habría quien viviera tras esto y porque los contaminantes ya están entre nosotros). Por ejemplo, todas las bombas atómicas del mundo no podrían contaminarlo de radiación, ya que ¿de dónde sacaron el uranio si no fue del propio suelo? Basta ya de engaños y demagogias.

No se dejen engañar. Cada vez que les hablen de un problema medioambiental, interróguense de la validez de las afirmaciones y no de quién las dice. El engaño más grande consiste en dejarse contaminar la cabeza por los propios políticos.

lunes, 23 de mayo de 2011

Intelectuales de derecha

Si hay un prejuicio demasiado extendido quizá es que todos los intelectuales son de izquierdas. Quizá hay algo de cierto en todo este asunto, ya que siempre se evita el uso de la palabra "sabio" o "librepensador".

Lo que significa la palabra intelectual está relacionado con el cultivo de la ciencia y el conocimiento. Por tanto, un intelectual no implica necesariamente que tenga sabiduría, aunque hay que reconocer que las personas más inteligentes suelen ser por lo general también bastante sabias. De todas maneras el sabio es, a diferencia del intelectual, un sujeto que ya sea por conocimiento o ya sea por experiencia es capaz de enseñar y distinguir la verdad, que es en definitiva a lo que aspira cualquier ser humano.

Ya que la sabiduría se obtiene por conocimiento o por experiencia, es natural que los individuos de mayor edad sean por lo general más sabios que los individuos más jóvenes. De cualquier manera no es del todo extraño encontrar individuos que desde muy jóvenes demuestran un talento innato (fruto del conocimiento de la realidad y la verdad) desde muy temprana edad. Dejando a Jesús, a quien se le otorga un carácter divino, en la historia hay una larga lista de filósofos que desde muy jóvenes demostraron su valía.

Lo que se deduce después, a partir de esta premisa es que no puede haber sabios de izquierda y sabios de derecha, sino simplemente sabios. Porque el sabio conoce la Verdad y la Verdad es única e inmutable. Todo lo que no es Verdad es opinión y como tal su validez sólo depende del punto de vista individual y no del punto de vista global.

Hablábamos sin embargo del intelectual y no del sabio. Suele existir mucha confusión al respecto. El intelectual sólo se ocupa del cultivo del conocimiento, de la ciencia. El intelectual puede ser un virtuoso experimentador y descubridor pero un nefasto teorizador. Por tanto, ¿por qué no pueden existir auténticos intelectuales de izquierda y de derechas?

El tema es que a quienes les gustaban las divagaciones siempre se les ha considerado "intelectuales". Si nos fijamos en los argentinos, desde muy pequeñitos se les enseña a que no piensen durante la frase, de tal manera que fluya por la boca todo tipo de palabras y pensamientos (verborrea, que como indica su misma terminación que diarrea, indica un flujo de palabras). El caso de los argentinos es demasido explícito y resulta terriblemente tedioso, pero existen muchos casos de "no argentinos" que son maestros de la divagación. Que conste de todos modos que no todos los argentinos divaguean, pero tienden a sobreextenderse de manera poco natural en las frases.

Las gentes de izquierda, por lo general, siempre han necesitado una mayor justificación de sus actos, de ahí la necesidad de parecer más sabios de lo que son. La gente de izquierda, además, han sido mucho más bohemios que la gente de derecha. El bohemio suele ser mucho más artista que el resto, mucho más funcional. La relación intelectual-artista, propia del Renacimiento, quedó corrompida durante la época prerrevolucionaria del siglo XVI, donde muchos hijos de burgueses dejaban de trabajar para escribir, pintar o esculpir. Sin embargo, estos artistas no eran en muchos casos intelectuales. No estudiaban, no intelegían, no confrontaban la realidad... Sólo expresaban su arte, su visión particular de la vida (que por otro lado, como el caso de Balzac, Renoir, Dalí o Picasso, por decir algunos, es de una calidad artística sin parangón). Un artista no es necesariamente intelectual. Sin embargo, en la cultura popular, artista es igual a intelectual. Por tanto, si la mayor parte de los artistas son de izquierda, los intelectuales son de izquierdas. Insisto en la equivocación de las premisas.

Los intelectuales no son de una u otra tendencia, salvo de la que es verdadera. Es verdad que durante toda la Edad Media se buscó sin parar la auténtica realidad de la naturaleza y el cielo, pero en algún momento de la Historia (concretamente entre el Barroco y la Revolución Industrial), la búsqueda de la verdad se tornó búsqueda del egoísmo. Yo quiero que esto sea así. Y así quedó. Quizá, sin temor a equivocarnos, el último gran buscador de la verdad fue Kant. A partir de ahí, surgirán mentirosos (uno de los más grandes será Hegel, al que seguirán Marx y Engels) y críticos a estos usurpadores (entre ellos Schopenhauer, Nietzsche u Ortega, cada uno con mayor o menor acierto). Sin embargo, la tendencia ha sido cada vez más la idealización y el romanticismo como meta física (sic). Equiparar la verdad e inclusive la ciencia a la creencia o la esperanza no es más que un retroceso humano. Nada tiene que ver esto con una teología o una metafísica, sino con algo más mundano: el pensamiento probabilístico y casuístico ("puede ser que si...", "¿y por qué nadie antes ha..?", "y si yo..."). Corrientes como el positivismo, el relativismo o el modernismo no han contribuido más que a destrozar el sistema.

Intelectuales. Los llaman así porque escriben. ¿Y qué escriben? Bazofia. Déjenme decirle que todo aquel que escribe para que lo admiren, sin atender ni un ápice a la verdad del asunto, o es un literato magnífico (y por tanto su obra es resultado de su imaginación, es decir, de un sueño) o es un farsante. En ambos casos, su obra carece de todo rigor científico. 

viernes, 20 de mayo de 2011

Strauss-Kahn y la acampada de la Puerta del Sol

La vieja fórmula del fin del capitalismo da paso a las noticias de la semana en el mundo occidental. Por un lado, Strauss-Kahn aparece en la escena como un viejo sátiro obsesionado por el olor de jovencitas, aunque su gusto sea dudoso. Por otro lado, miles de jóvenes en Madrid apelan por el fin del capitalismo y del bipartidismo en España. Ya sabemos lo que han significado y significan los movimientos de masas en occidente: un verdadero peligro y una gran mentira.

Lo de Dominique es muy grave, a la vez que irrisorio. ¿Se puede imaginar a uno de los hombres más poderosos del mundo persiguiendo por la habitación del hotel a una negrita cualquiera? Lo de negrita es importante, porque el tonto de Strauss-Kahn seguro que lo vio como algo mucho más sensual y exótico. Era satisfacer una de esas fantasías masculinas más comunes, la de la chacha que limpia desnuda para uno.

A decir verdad, una violación, sea de quien sea, o un abuso sexual no tiene perdón de Dios. Claro que hay algunos atenuantes, como puede ser una precocidad demasido pronunciada (recuerdo que alguna vez vi a algún muchachillo de 14 años tocar los senos en formación de algunas colegialas), pero en cualquier caso, es un acto cobarde y de poca hombría.

Lo más importante del hecho quizá no es el hecho en sí, sino quién y qué simboliza su acto. Ha dejado entrever que los poderosos se comportan así. No soy un demagogo y pienso que no todos los políticos y jerarcas son así, pero esa imagen no ha hecho más que afianzar a los que enarbolan la bandera del comunismo.

Y entonces llegaron los de Madrid.

La panda de vagos que está acampando en Madrid es la mayor concentración de subnormalidad que he visto en mi vida. Parten de una base muy simple y cómoda: "como yo no trabajo ni encuentro el trabajo que me gusta, que los políticos cambien el mundo para que yo pueda desempeñar el trabajo que me gusta con el sueldo que me gusta".

No voy a entrar en discusiones absurdas, tales como que siempre habrá ricos y pobres, etcétera. Sólo digo que no hay mayor ciego que el que no quiere ver y que la solución al paro juvenil está en trabajar. "Oiga, pero es que no hay trabajo". No mientan: hay trabajo y mucho. Chófer, barrendero, mozo de carga, comercial, camarero... "Oiga, pero es que yo he estudiado una carrera universitaria y quiero un trabajo digno". Para empezar, como usted hay miles de universitarios. Tenga la bondad de no darse tanta importancia. Usted ya no está en ese paraíso y escudo protector que era el Campus. Ahora ya sabe la verdad: usted es un ser insignificante y como usted hay miles. Deje su orgullo un poquito aparcado y acepte el trabajo. Y si no lo acepta, porque su orgullo no cede, al menos no proteste en mi mesa de trabajo.

Mi experiencia me dice que la gente realmente no tiene muchas ganas de trabajar. Trabajar no significa morir en el tajo. Trabajar significa esforzarse por alcanzar un objetivo. Desde mi época de estudiante, éramos muy pocos los que nos esforzábamos por aprobar y los que fuimos buenos estudiantes. El resto solía dormir muchas horas, no iba a clase, no gustaba de repasar las lecciones... Esta actitud sólo puede traer como consecuencia que los mejores trabajos los obtengan los mejores.

Hay quien opina que los buenos trabajos son dados a elección del jefe de turno, que le cede el puesto al hijo o sobrino de turno. Les diré que esto puede ser cierto (y lo es), pero también les digo que no durará mucho ese puesto de estar nuevamente desocupado. Sin pararme mucho en el tema, decir que quien no trabaja es porque no quiere.

Siempre hay trabajo. Siempre. Lo importante es que si no existe, hay que crearlo. Es aquí donde nace el concepto empresa. La empresa (como su nombre indica) tratad de emprender. Los emprendedores son personas que crean su propia realidad. Lo que falta en el mundo occidental son este tipo de personas.

Una diferencia sustancial entre EE.UU. y Europa es que el 90% de los americanos sueña con tener su propia empresa mientras que el 90% de los europeos sueña con trabajar para el estado. El europeo, nuevamente, demuestra ser no sólo más inteligente, sino menos arriesgado. Pero ser más inteligente no significa necesariamente ser el más fuerte. Trabajar duro es algo que al europeo se la hace demasiado pesado. El lastre del señorío inglés está apoderado de Europa, como una herencia en la que parece que ningún hijo de blanco puede desempeñar oficios de menos de 2000 euros al mes o 2500 libras al mes en el Reino Unido. Hemos de entender que esa actitud es cuanto menos de una falta total de realismo.

Yo aconsejaría a los miles de jóvenes que están acampados (y por tanto, descansando y esperando) que fueran lo suficientemente emprendedores para dejarse de fiestas y romanticismos y apostar por el empleo duro, por levantarse todos los días a las 6 de la mañana y dejar a un lado sus sueños de libertad, paz y amor y todas esas consignas que, por si a alguien se le olvidó, fueron pronunciadas por jóvenes adinerados que no tenían que preocuparse de lo que comerían al día siguiente, puesto que había dinero respaldando su actitud. Que esto no se olvide. La solución no es protestar, es trabajar.

viernes, 13 de mayo de 2011

Termodinámica básica (VII)

Animo a los lectores a recordar todos los temas tratados en capítulos anteriores. Recapitulando, ya conocimos las leyes fundamentales que rigen la naturaleza en cuanto a fenómenos relacionados con la energía. La energía se conserva y no se crea. Es decir, la energía que hay es la que fue, es y será hasta el fin del mundo, salvo que la existencia de un ser superior, Dios, pudiera hacer fracasar las leyes de la física (PRIMER PRINCIPIO DE LA TERMODINÁMICA). La energía, sin embargo, pierde calidad y puede ocurrir que sistemas muy energéticos tengan una energía poco útil, mientras que sistemas con poca energía pueda utilizarse con un rendimiento muy elevado (SEGUNDO PRINCIPIO DE LA TERMODINÁMICA).  Posteriormente revisamos las magnitudes energéticas, el equilibrio y la función de Gibbs, etc.

Hoy podemos hablar de lo que se denominarían "mentiras científicas". Llamamos mentiras científicas (o psedociencia) a saberes o descubrimientos que son más o menos increíbles pero que encierran un halo de ciencia hasta que se desenmascara su falsedad. Es el caso de los astrólogos (que según la posición del astro, que se puede predecir muy exactamente, darán un vaticinio). Entre esos falsos científicos se encuentran los descubridores de las máquinas de movimiento continuo y los descubridores de nuevas formas de energía "revolucionarias".

El móvil perpetuo o máquina de movimiento continuo es una máquina que como su nombre indica no se para nunca. Ya hemos analizado la segunda ley de la termodinámica, que afirma que es imposible que un cuerpo que está a más temperatura que otro se caliente espontáneamente mientras que el otro se enfría también espontáneamente. Sería como afirmar (otro efecto de esta ley termodinámica) que una cosa levitara sin que ninguna fuerza actuara sobre ella, algo así como una anti-gravedad.

Máquinas de este tipo hay muchas y variadas, que son muy interesantes no porque el movimiento sea o no continuo sino porque han conseguido el avance de la ciencia y el descubrimiento de propiedades físicas de los materiales. Así, en la práctica, el rozamiento u otras fuerzas de ligadura impiden el movimiento totalmente continuo, al añadir una pérdida de potencia por calor y trabajo en el movimiento.

Hasta el finales del siglo XIX y principios del XX, cuando la termodinámica y las leyes cuánticas se tornan como inevitables en la ciencia, el movimiento perpetuo fue considerado una prioridad. Hoy nadie cree en los charlatanes del siglo XVI y XVII, que incluso cogían a personas y las metían dentro de sus inventos para que dieran cuerda a los mismos y para demostrar que eran "perpetuos".

Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial, parece que las cosas reaparecen, como la mala hierba. Hoy todos sabemos que la energía es un valor cada vez más de moda. ¿Cuántos han afirmado que han conseguido un motor de agua?¿Cuántos han afirmado que han conseguido un motor de aire?¿Cuántos afirman que por complicados procesos han sido capaces de obtener fluoroclorofosfato de bismuto y plomo (nombre totalmente inventado, cuya es existencia es pura coincidencia) y generan electricidad de manera sencilla y renovable, ya que son pilas que nunca se gastan?¿O cuántos dicen que con hielo y agua son capaces de generar electricidad sin límites?

Ahora estamos en disposición de reírnos de estos charlatanes. Comencemos.

Lo primero es analizar el problema CON TODAS LAS AFIRMACIONES. Esto es, en ningún caso diremos a priori que estas afirmaciones sean imposibles. Lo que diremos es que dichas afirmaciones no serán ciertas al mismo tiempo.

Por ejemplo. No hace mucho escuché a un señor que afirmaba que había descubierto un "motor de agua". Para empezar, de ser cierta esta afirmación, este señor sería multimillonario, ya fuera porque su invento le reportara pingües beneficios, ya fuera porque se lo comprara alguna gran empresa petrolera. Imaginen, hombres de poca fe. ¿De verdad creen que Exxon gastaría millones de dólares en perforar pozos cuando podrían poner una bomba y vender agua tratada para vehículos?¿De verdad creen que no sería más fácil vender coches que se recargaran sólo con agua?

No, más bien es un charlatán romántico que desea que su invento al menos sea conocido por generaciones posteriores. Ya dijimos que la energía se puede obtener de distintos modos, pero en todo momento sólo existen dos formas reales de obtenerlo:

1. Calor
2. Trabajo.

Dentro de trabajo, se entiende a la fórmula diferencial dW=F·dr, siendo W el trabajo, F la fuerza y r el desplazamiento de la partícula. En este aspecto, F es lo que realmente genera ese trabajo. F puede ser una de las cuatro interacciones fundamentales y todo trabajo se reduce en cualquier caso a una de esas cuatro interacciones (gravedad, electromagnetismo, nuclear fuerte y nuclear débil).

Así, un motor de agua produce trabajo a través de un calor generado. Este calor es generado por un fenómeno químico. En este caso puede ser o bien una combustión (lo más lógico) o bien otro tipo de reacción química. El caso es que este señor decía que el agua producía energía al reaccionar con molibdeno o manganeso (no me acuerdo bien de la sustancia).

Si mal no recuerdo, el agua en contacto con el molibdeno se descomponía en hidrógeno y oxígeno y luego en un carburador se volvían a unir mediante una combustión, para hacerse agua nuevamente y otra vez ir a la cámara de descomposición y nuevamente reaccionar. El molibdeno actuaba como catalizador, por lo que nunca se consumía.

¡No dirán que no es genial! El fin de los problemas energéticos mundiales. Obviamente ningún político malvado ha destruido los planos (porque los hay todavía más malos que lo comprarían para ser más poderosos). La razón es que desde el punto de vista termodinámico es imposible dicho proceso.

Empecemos en el tanque inicial. Agua con molibdeno. El agua se descompone. Este es un proceso endotérmico, es decir de entalpía positiva (285 kJ/mol). La entropía es también positiva y tiene un valor de 162 J/mol. Según la ecuación de Gibbs, para que ocurra la reacción espontáneamente hay que calentar el medio por encima de los 1760 K. Ni el molibdeno ni ningún otro catalizador puede evitar eso. Lo que puede es acelerar la velocidad de reacción y que la energía de activación de la reacción sea la menor posibles (es decir, lo más cercana a 1760 K).

¿Quiere decir entonces que no es posible descomponer el agua a temperatura ambiente? Sí, es posible, pero no según esa ecuación tan burda (H2O = H2 + 1/2 O2). Por ejemplo, en una electrolisis, el agua no está en estado puro, sino en presencia de un soluto ácido o básico. Por tanto las reacciones son 2H(+) + 2 electrones(-) = H2. y el oxígeno sigue una reacción análoga (bastante más compleja, pero que genera oxígeno molecular). Aunque parezca una tontería, el resultado es el mismo, pero el proceso (o lo que es lo mismo, las sustancias de partida, son distintas). El protón (H+) está libre y deseoso de encontrar un electrón con quien unirse y estabilizarse. Este proceso no requiere altas temperaturas.

Descartando entonces el motor de agua y el molibdeno en descomposición directa del agua por la alta temperatura requerida (1760 K), podríamos pensar que el molibdeno provocara alguna descomposición del agua en algo parecido a un protón y un grupo hidroxilo o algún compuesto que permitiera disminuir la energía de Gibbs. Es probable que esto ocurra en esos motores de agua que suelen aparecer de vez en cuando en televisión. En este en concreto, el molibdeno se mezclaría con agua, hidratándose o acidificando el medio o algún medio análogo. ESTA ES LA CLAVE. En el mismo momento que hace esto, el ciclo jamás podrá ser continuo per se y el segundo principio de la termodinámica hará que el invento se pare.

Volvamos a analizar el modelo.

1. El molibdeno se combina con agua. El molibdeno sufre una transformación momentánea para luego recuperarse totalmente (como todo buen catalizador).

2. El agua se descompone en oxígeno e hidrógeno.

3. El agua se regenera al realizarse la combustión y vuelve al depósito de donde estaba al principio.

Entonces, llega la pregunta. ¿Y el molibdeno?¿Qué ocurrió? Está claro que en ese modelo, el invento fracasa. El molibdeno está impurificado (ya sea hidratado, ya sea acidificado, etc.). Para que vuelva a ser útil hay que descontaminarlo. PARA ELLO SE REQUIERE ENERGÍA EXTERIOR, YA QUE LA TERMODINÁMICA PREDICE QUE EN UN SISTEMA CERRADO EL PROCESO NUNCA ES COMPLETAMENTE REVERSIBLE Y POR TANTO, FINALMENTE, SE PARAN LAS REACCIONES.

Conclusión final. Desconfiemos de los inventos y los inventores. Desconfiemos de los que admiten sistemas químicos cerrados y aislados con los que consiguen eternamente energía. Desconfiemos de los sistemas químicos cerrados pero no aislados, es decir, que pueden intercambiar calor pero no materia (por ejemplo, una caldera de vapor) en donde todos los procesos químicos se dan en el mismo receptáculo, formándose "celdas" de entropía negativa que no interactúan con el resto. Este último tipo de estructura no es imposible (el mismo planeta Tierra es este tipo de estructura) pero realmente tienen que existir barreras físico-químicas estables que impidan que esas celdas se vean afectadas por los alrededores.


martes, 10 de mayo de 2011

Cuba como último refugio comunista

Ya no queda nada. Cuba es tan pobre y miserable que nada puede parar el fin del comunismo en la isla. Todavía habrá algún desaprensivo que culpe a los países occidentales, y más concretamente a EE.UU., como los causantes de los males del país caribeño. Es que el que no se consuela es porque no quiere.

Muchos hablarán de las causas del fracaso del sistema en cientos de libros al respecto. Otros tanto hablarán de un sistema que fracasaba desde el principio, incluyendo al propio Castro. Por último habrá quienes afirmen que el comunismo de Cuba fracasó por no haber existido una transición formal hacia una democracia.

¡ Paparruchas !

El fracaso del sistema comunista de Cuba no es más que otro fracaso más del sistema comunista. No tiene cabida ni razón de ser un sistema político, económico o filosófico de corte comunista. Todos fracasan. No es problema del que lo introduce: es problema del sistema en sí.

Quiero plantear una cuestión francamente clarificadora: ¿acaso nadie piensa que hacer un triángulo de cuatro lados no es en sí mismo una incongruencia? El triángulo es una figura geométrica de 3 lados, por definición. Por tanto, no existen triángulos de 4 lados. Aún así, puede haber quien pretenda crear triángulos de 4 lados. Seguro que habrá quien piense que esto no es posible de realizar, por definición. Y razón no le falta. Pero puede ocurrir que se aproveche una situación particular para que esto parezca que ocurre. Es lo que se denomina "ilusión óptica". Así ha ocurrido con los sistemas comunistas. Parecía que era, pero de fondo no era ni por asomo lo que se suponía que era.

Recordemos.

Tanto Marx como Engels partían de un pensamiento que era totalmente ilusorio y contradictorio, como ya apuntaba Weber. La ilusión provenía de la afirmación del descubrimiento de una forma revolucionaria de acabar con las desigualdades de todos los hombres, apelando al carácter inteligente y racional que impera en todo ser humano. Esta concepción era, como hemos dicho, totalmente ilusoria y muy en consonancia con el carácter romántico que imperaba en toda Europa. "¡Qué bonito, qué estético!", dirían, "¡Poder al fin llegar a la afirmación intelectual de los hombres que nos convirtiera en renovados dioses griegos!".

Sí, todo era profundamente romántico. Ya el mismo Marx es un ingenuo al pensar que el obrero es un ser racional. Para cualquiera que trabaje o haya trabajado con obreros (principalmente los de la construcción), la idea de un obrero racional se torna en parte jocosa y en parte imposible. El obrero sólo piensa en comer, descansar y en recibir salario. Nada más. No tiene inquietudes intelectuales, no desea pensar y aunque tiene una cierta idea de la estética, no valora el arte en sí, como finalidad, sino que lo toma como algo inoperativo.

En cambio Marx, el burgués Marx, habla de los obreros como de seres nobles esclavizados, pero con un pasado glorioso, incluso de rancio abolengo, constructores de pirámides y catedrales. Algo parecido a los prejuicio gitanos, que aún se consideran descendientes de los faraones egipcios (otra ilusión, por otro lado, ya que un somero estudio de sus raíces los lleva a ser los famosos parias negros contra los que los arios llevaron su cruzada en el Rig-Veda). Es este pensamiento totalmente equivocado el que lleva al marxismo (y posteriormente a sus ramificaciones socialismo y comunismo) a entender al ser humano como ser racional, capaz de ser igual a cualquier otro en su especie.

Tras la revolución rusa y la revolución China, la revolución cubana se mostraba propiamente como un invento imperialista soviético. Afamado por sus discursos e ideales y acompañado por el Che, Castro llegó a ser uno de esos líderes mesiánicos capaces de lograr el reparto equitativo de la riqueza. ¡Y lo hizo! Solo que en lugar de repartir la riqueza entre todos hizo lo que cualquier comunista: repartir la miseria entre todos.

Si algo tiene el capitalismo y si por algo triunfa es porque permite que cualquiera sea rico, por muy pobre que sea, y cualquiera sea pobre, por muy rico que sea. El capitalismo consiste claramente en un juego mundial en el que aparte de dinero se juegan vidas humanas. Si los jugadores (todos nosotros) no generamos dinero, morimos. Sí, es un juego cruel, pero también es un juego divertido y sobre todo un juego que recompensa el esfuerzo. No existe sistema capitalista que no recompense el trabajo por medio de un salario. Entonces, no podemos hablar de capitalismo, sino de otra cosa.

Cuba ha tratado de hacer un triste espejismo. Los pobres recibirán lo necesario, pero como no hay nada, no reciben nada, salvo una comida escasa. En Cuba, la industria no existe, puesto que no hay recursos. Cabe preguntarse entonces cómo vive Cuba. Por supuesto que gracias al turismo pero también a algo más. El régimen cubano ha logrado sobrevivir, sin revolución, porque al margen de la represión, no hay nada, absolutamente nada por lo que luchar.

¿Para qué derrocar a Fidel? Para la libertad del pueblo cubano, dirán los estúpidos. Seamos prácticos, ¿qué gana a corto plazo un cubano si el castrismo se sustituye por una democracia capitalista, por ejemplo? ¡Nada! Pasarán lustros hasta que Cuba pudiera formar una industria medianamente competitiva. Desengañémonos: el que hace años que no trabaja no vuelve al trabajo con ganas ni con conocimiento. Eso ha pasado en Cuba. La inmensa mayoría de la población no sabe más que tratar con turistas. El sistema cubano de titulados universitarios tampoco garantiza que haya profesionales serios, ya que se optó siempre por una cuestión de imagen y no por una cuestión productiva.

Cuba, tal y como la conocemos, dejará de existir. Lo que no está claro es si lo que vendrá será mejor que lo que hay. En cualquier caso, Cuba es el enésimo lugar donde el comunismo y el socialismo fracasan. Y es que, por mucho que el hombre avance, es imposible desterrar la ignorancia y la clase obrera (en el sentido intelectual de la palabra), pero todos los seres humanos tenemos en nuestra mente la imagen romántica de la realidad: un entorno donde todos vivirán felices, siendo la profesión que quieran, con médicos y salud garantizada, con salarios muy altos, sin pobreza, sin discusiones...

¡Despierten! No hay cabida para estupideces en el Ateneo de Archidux.

martes, 3 de mayo de 2011

Muerte de Bin Laden

Es sin duda, la noticia del día, de la semana y compitiendo al mismo nivel que la boda del príncipe y el terremoto de Japón por ser la noticia del año. Estados Unidos anunciando la muerte del terrorista más buscado de la última década, culpable de los atentados del 11-S. Osama bin Laden acaba sus días tras un tiroteo.

Hasta aquí los hechos, únicamente confirmados por una de las partes. En todo caso hay bastantes interrogantes y secretos, como todos saben. Anuncio unilateral, ausencia de fotografías que confirmen los hechos, desaparición del cadaver (presuntamente arrojado al mar por los soldados estadounidenses)... Sin embargo no hay excusas. Es el estilo americano, como ellos dicen. Siempre ha habido secretismo en las filas políticas de los Estados Unidos de América.

¿Y ahora qué? Obviamente, todo apunta a lo mismo que en otros grupos y sociedades del mundo. Habrá una transición, un heredero, una nueva estrategia y aún faltará bastante para la muerte real del grupo terrorista. El mundo, dicen, es ahora más seguro.

Lo que sí ha sido muy curioso es que los periódicos y de hecho muchos ciudadanos se han manifestado de manera muy dispar. Por ejemplo, hay una sensación generalizada de paz, de que el mundo ahora descansará mucho mejor. De todas formas, hay quienes se han alegrado y lo celebran (caso de ayer en la Zona Cero de Nueva York) y curiosamente hay muchos que se han entristecido por la muerte del terrorista, no porque no lo mereciera, sino porque ha muerto un ser humano. Incluso con el asesino directo más grande de la Historia se tiene clemencia y piedad. Algo que, según dicen, nos hacen más humanos.

Lo cierto es que las personas se suelen alejar de las realidades y no analizan con objetividad las cosas. Me refiero a que es muy probable que nadie se haya parado a pensar lo que en otras ocasiones hemos dicho: que los terroristas han perdido su condición de personas.

No es una teoría ni una defensa política. Es una realidad filosófica y de derecho natural. Un ser humano que mata a otro puede argumentar razones de derecho, sean o no justificadas. De ahí se deduce que en una guerra, las razones pueden ser variadas y existe un protocolo estricto (firmado en la Convención de Ginebra) para dirimir disputas entre bandos. A nivel particular también ocurre esto. Un asesino que mata por dinero o por un encargo, tiene razón de derecho.

El terrorista, sin embargo, ha dejado de ser persona, por lo que no se puede tener trato de persona hacia él. No hay razones para el terrorismo. No existen. Supongamos el grupo de Al-Qaeda. ¿Cuál es la justificación? Dirán, matar al diabólico enemigo americano. De acuerdo, es una justificación aceptable. Entonces, mate usted a soldados americanos, no a civiles. El civil no representa al Estado americano. Podrían alegar que mataron civiles para robarles. Podrían alegar incluso que mataron civiles porque se lo mandó Dios. No pueden, sin embargo, alegar que matan civiles porque así destruyen occidente, ya que no es esa la razón.

¿Y cuál es la razón? Sencillamente no la hay. Por eso, el terrorista podría tratarse como a los locos. Los locos matan por matar, sin razones, o alegando razones como voces o por simple gusto, etc. Sin embargo, estos locos tienen enfermedades contrastadas. Un terrorista no es un loco, eso lo sabemos. ¿Entonces? Insistamos en la idea: es un animal. De acuerdo pero... los animales tienen derechos. Cierto, pero también se sacrifican a los perros peligrosos o a los animales salvajes o domésticos que se escapan y ponen en peligro a la población.

El hecho de que bin Laden esté muerto no es motivo de alegría ni de tristeza. Es motivo de solucionar un problema que podía matar a muchas personas. El sentimiento no tiene cabida en este sentido.

Una boda real

Ya dijo Lope de Vega una vez que "no quiso la lengua castellana que de casado a cansado hubiese más de una letra de diferencia". De igual manera, no deja de ser caprichoso que en español la palabra real (existente) sea homónima de real (relativo al rey).

Ayer, la boda del hijo del Príncipe de Gales fue considerada en este sentido una boda real y real, queriendo dar a entender, en los lugares de habla hispana, que la boda es una boda de unos príncipes de hoy en día, que se identifican con las ideas propias de su juventud. Aunque en otros idiomas (caso del inglés) el juego de palabras no existe, no ha pasado desapercibido en prácticamente todo el mundo que la boda ha sido ante todo una boda por amor y una boda entre dos jóvenes que se han ganado la simpatía del pueblo. Muchos han querido ver, no obstante, un cambio radical de rumbo inevitable entre los miembros de las casas reales, que conllevará sin duda al fin de los matrimonios de miembros de casas reales entre sí.

Tengo que reconocer que me alegro por los dos jóvenes. Son personas que al menos parecen serios y respetables. Lo importante es que ahora ambos sean capaces de llevar sus vidas sin escándalos, tal y como hicieron su padre y sus tíos en tiempos anteriores. Hay quienes ven en esta boda algo así como el fin de las monarquías, al menos tal y como se han conocido en los últimos 1500 años. Pero habría que recordar primeramente que las monarquías ya no son lo mismo desde hace ya más de 200 años, con la revolución francesa. Y aún peor, las monarquías ya no son lo mismo desde el final de la Segunda Guerra Mundial, donde la única casa real importante con poder fáctico ha sido la Casa Real Inglesa, precisamente, al convertirse todas las demás monarquías en Jefes de Estado sin más poder que el de representación. Prácticamente, el rey de todos los españoles de ambos hemisferios no es más que una figura de escayola en tema político. Su misión consiste en "sancionar y promulgar las leyes" (básicamente decir, "¡vale, me gusta!" y si dice "¡no me gusta!" entonces callarse la boca), presidir las sesiones del senado, convocar las elecciones... En definitiva: el rey es una persona que vive a cuerpo de rey.


Entremos en el fondo del asunto. ¿Qué puede traer como consecuencia una boda real (en el sentido de boda normal, boda juvenil) de un príncipe real? Nada bueno. Por supuesto que las críticas ya se están viendo llover. "¡Por dios, retrógrado! ¿Cómo puede poner alguna tacha a la señora Kate? Es usted un anticuado." Sólo a los faltos de alguna cordura se les ocurriría hablar así antes de conocer los argumentos. Me temo que sin embargo, por desgracia, son muchos los que piensan así.

El problema de los casamientos entre nobleza y plebeyos no es un problema nuevo. Para los ignorantes se trata simplemente de una cuestión de mentes antiguas y que no saben apreciar las virtudes de la muchacha. Sin embargo, para una mente un poco previsora, no pasará inadvertido que conceder derechos a los que no podían tenerlos de otro modo que por medio de este casamiento puede traer fatales consecuencias a largo plazo.

Una cosa debería quedarnos clara desde un principio: nadie puede criticar el hecho de que una plebeya llegue a ser reina. Precisamente este es un principio totalmente irrefutable. Todos debemos sentirnos orgullosos de que las personas puedan prosperar. El tema está en los principios de esa prosperidad, si han sido por mérito o por engaños. El caso de Catherine Middleton parece haber sido porque la muchacha, además de guapa y encantadora, parece responsable y una buena candidata a futura reina de Inglaterra. Mucho antes que ella, otros plebeyos como Napoleón o como el mismísimo Cristo llegaron a ser importantes reyes siendo gente del populacho más bajo.

Insisto, lo importante en este asunto de la monarquía no es quién se casa o con quién se casa, sino las consecuencias a largo plazo de ese casamiento. Lo que no puede ser admisible es la vulgarización de las instituciones, lo que se traduce en pérdida de autoridad y finalmente en pérdida de libertades. Si este casamiento se traduce en un ennoblecimiento de la muchacha y no en una vulgarización de la monarquía, con un giro más popular, entonces iremos en buen camino hacia un mundo en el que primen los méritos y no las siempre cambiantes simpatías.