Decía Descartes que la razón debe de ser la cosa más y mejor repartida del mundo, ya que todo el mundo parece tener bastante.
¿Todo el mundo tiene bastante razón?¿Podemos hablar de que la razón, o lo que también se ha venido a llamar "verdad", es personal y que cada cual puede, a su manera, tener razón? Nunca me gustó este razonamiento, pues capacita a cualquiera para cualquier cosa, con tal de adaptarlo a su "verdad". Claro que estamos hartos de ver esto, sobre todo entre la clase política, la cual considera que todo lo hace bien, aunque hoy haga lo contrario a lo que hizo ayer.
¿Quién eres? O mejor dicho, ¿quién te crees que eres? Decía Ortega y Gasset que éramos nosotros y nuestras circunstancias. El viejo Ortega pretendía así concebir, pacificar, dos complejas pulsiones del hombre moderno. No sólo "soy" (es decir, existo, como decía Descartes) sino que mis circunstancias me obligan a ser lo que quiero o no quiero. No puedo escapar a las circunstancias.
La visión de Ortega es puramente práxica, aunque invalida pensamientos teóricos anteriores totalmente acertados, por lo que no podemos tomarla como verdadera. ¿Es que acaso alguién me puede obligar a creer en algo en lo que no creo?¿Es que alguien puede obligarme a dejar de amar u odiar a otro? Nos pueden obligar a callar, pero no a pensar. Por tanto, Ortega no decía completamente la verdad.
La visión de Ortega caló profundamente en el pensamiento occidental, sobre todo en Estados Unidos, que junto con Einstein, al demostrar la relatividad del espacio-tiempo, dio las bases físicas para la creación de un pseudo-pensamiento relativista, mediante el cual no hay nada cierto (relativismo negativo), o mucho mejor, todo es cierto (relativismo positivo). Como nadie podía negar la realidad de la ciencia, el relativismo positivo, que acabó conociéndose como positivismo y que tuvo su máximo exponente en el siglo XX en el llamado Círculo de Viena, acabó siendo pilar básico en el pensamiento socio-político de la época contemporánea.
Antes de Kant y los Ilustrados, los más fuertes eran los que tenían razón. Posteriormente, los más lógicos eran los que tenían razón. Hoy el positivismo nos dice que los más ricos son los que tienen razón. ¿Hemos visto la involución tan grave en la que nos hemos visto inmersos? Pasamos de las tinieblas al Siglo de las Luces y de éste al Siglo del Apagón. ¿Quiénes son los que más luces tienen? Los que generan más dinero.
Lo peligroso de este pensamiento es que no todo el mundo es capaz de ser el más fuerte, pero cualquiera puede ser el más rico o uno de los más ricos. ¿Quién era Zuckerberg antes de Facebook?¿Hubiera sido este huidizo y frágil humano capaz de vencer a otro semejante en un entorno hostil primitivo?¿Quién es Ricky Martin?¿Quién es Cantinflas?¿Quién es Madoff?¿Quién es Lady Gaga? ¿Quiénes son los cantantes de American Idol? Cualquiera puede ganar dinero. El dinero tiene un componente científico e intelectual, está claro, pero es insignificante con otros componentes, como la fama, la comedia o la moda.
Si el más rico es el que tiene razón, cualquier razonamiento debe ser cierto si viene del más rico. Es lo que la lógica humana más básica afirma. Cuando el fuerte es el que tiene razón, comete abusos, pero hay una diferencia clara entre el abusador y el abusado. Imaginemos a un antiguo rey apropiándose de algo ajeno, alegando que es "suyo por derecho". Es un abuso, pero es en gran medida inevitable. Pero imaginemos a una estrella del pop, como Lady Gaga, aconsejando a millones de seguidores que hagan prácticas anoréxicas. ¿Es que nadie puede evitar que "tenga razón"? Y es que la cuestión está en que la razón no la proporciona la lógica o el conocimiento, sino otro tipo de fuerza, la fuerza de los medios o del dinero, capaz de comprar a esos medios o a la opinión pública.
El mundo occidental, si desea sobrevivir y mantener algo del legado de Rosseau, debería plantearse seriamente usar la fuerza del Estado (sus leyes e instituciones) para corregir los abusos de los nuevos "fuertes" contemporáneos. Una simple multa o una simple condena son suficientes para hacer "entrar en razón".
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