Algo quedó por matizar en la primera parte del anterior mensaje ¿Pero quién te crees que eres?
Además de que el rico es en el mundo occidental el portador de la razón, ocurre otro fenómeno en paralelo bien difícil de explicar: el respeto.
El mundo occidental aboga por que sea el rico y no el sabio el que tenga la razón. Sin embargo, al mismo tiempo, por una cuestión de cortesía política, se pide respeto a todas las personas, salvo aquellas que realmente puedan desbancarlos y quitarles la razón. Así pues, todos piden respeto a sus opiniones. Hasta los seres más humildes deben ser respetados en grado sumo.
Aquí debemos parar. Pido un segundo de reflexión. ¿Todavía creemos que "todas las opiniones son respetables"? Y si así lo creemos, ¿hasta qué punto lo son?
Como suele ocurrir con todo, el respeto ha sido también desvirtuado. Es obvio que hay que respetar a todo ser humano pero sólo en sus derechos fundamentales. El derecho a la libre expresión no es, por mucho que se empeñen los políticos, un derecho fundamental. La libre expresión es y debe ser un derecho FUNDAMENTADO.
Pensemos por un momento en esta idea. ¿Cómo podemos respetar la opinión de santones y curanderos o de locos y desquiciados u otras opiniones insostenibles? No se pueden respetar. No podemos respetar ideas tales que inviten o inciten al daño a las personas o a sus dignidades. No se pueden tolerar ni respetar las opiniones que tienden a la confusión, al escarnio y a la pérdida de valores.
Fijémonos que la censura, siempre que evite la falsedad, es buena. No podemos consentir, por ejemplo, sitios de internet dedicados a la pederastia, a la anorexia o a la sexualidad depravada. ¿Podemos evitarlos? Probablemente no, pero lo menos que debe pedirse es que en los medios de comunicación se condene a estos degenerados. No se pueden ni se deben prohibir ideas, por más excéntricas que sean, si éstas no conllevan a la degeneración moral o a la falsedad. Por ejemplo, exhibir cuerpos desnudos no tiene por qué ser amoral o degenerado, pero sí lo es el fomento de la lascivia o el uso de menores para el goce de adultos.
El respeto, sin embargo, a la vida, incluso en el ser vivo más insignificante, o el respeto a la dignidad humana, o el respeto a la religión profesada, siempre que no implique daño o pérdida de valores, nunca debe ser cuestionado.
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