Existe una extraña inclinación en la sociedad occidental. Solemos representar a los países no occidentales como a bárbaros o incluso peor, como primitivos o incultos. Habría que matizar a la inmensa mayoría de la sociedad occidental que no existen países incultos, sino pueblos incultos. Cualquier entidad que pueda considerarse país es una entidad libre e independiente y esa independencia tiene que estar sustentada por gente entendida. Esto significa que en cualquier país que se precie siempre existirá una minoría de personas letradas que al menos garantizarán la existencia de tal entidad como país.
También puede ocurrir lo que en ocasiones, en el pasado, ha ocurrido: países que pierden su entidad a causa de conquistas y se incorporan a un estado más poderoso. En este caso, no podemos achacar la pérdida de la libertad a la incultura, sino más bien a la ineptitud de esos letrados.
Lo que pretendo hacer ver en estas líneas es que, a diferencia de lo que se suele afirmar, la cultura o la ciencia no son propiedad única de la cultura occidental (ya esto lo están demostrando países como China, India o Irán) y que la presencia de personas alfabetizadas no garantiza un desarrollo eficiente de las políticas y la economía de un país.
Esto ha ocurrido con Berlusconi o Papandreu. Dos líderes occidentales, de dos de los países que representan a las dos culturas más importantes de la antigüedad: Grecia y Roma. Algunos se echarían las manos a la cabeza si quisiéramos comparar Grecia o Italia con Libia o Egipto, pero la realidad es esa: salvo por la existencia de un régimen político democrático, estos dos líderes occidentales se han comportado como dictadores musulmanes.
Berlusconi y Gadafi se parecen en muchísimas cosas. No en vano eran amigos. A ambos les gustaba la buena vida, las mujeres y ambos eran cuestionados en sus países. Pero claro, Berlusconi era presidente de un estado democrático y Gadafi no. ¿Es esto realmente así?¿Se puede considerar a las democracias occidentales propiamente democracias?
Salvo casos muy aislados (Suiza o EE.UU.), ningún régimen democrático es realmente una democracia. La mayor parte de los países procuran no conceder al pueblo demasiado poder de decisión. Y hacen bien. No se puede concebir que países como España pudieran aplicar un régimen democrático como Suiza, precisamente porque España y el resto de países iberoamericanos están constituidos por pueblos incultos y por tanto no tienen una capacidad real de tomar decisiones.
La democracia real y eficiente sólo puede prosperar en pequeñas comunidades (las polis griegas, por ejemplo), en países con muy alto grado de cultura (Finlandia, Canadá o Suiza) o con un alto grado de represión ante decisiones inaceptables (EE.UU. o Japón). El resto de los países occidentales (Europa, Latinoamérica y Australia) sólo pueden aspirar a algo parecido, entre otras cosas porque es en Europa donde principalmente surgen las ideas revolucionarias.
La crisis italiana ha permitido expulsar a un semidictador. No es fácil ver a estos dictadores cuando las cosas van bien, ya que el juego democrático tapa estos matices. Así nadie dirá hoy por hoy que Sarkozy o Merkel sean semidictadores, porque en sus propios países las cosas van bien. Pero gracias a que son unos pequeños dictadores, Sarkozy pudo reprimir la crisis de inmigrantes en París, y por desgracia, al no ser un auténtico dictador, no pudo evitar que cientos de vehículos se incendiaran, ya que Gadafi, por ejemplo, no hubiera vacilado en trasladar al ejército allí.
Por decisiones "populares" (es decir, hechas por el pueblo), Europa es hoy una zona inestable. Fueron esas mismas decisiones populares las que permitieron enriquecerse a miles de empresas europeas civilizando y tecnificando a China; fueron esas decisiones populares las que permitieron a Rodríguez Zapatero alcanzar el poder y renovar posteriormente otros cuatro años hasta destrozar el tejido empresarial y económico español; fueron esas decisiones populares las que han permitido a Papandreu evitar un rescate adecuado a Grecia; han sido esas decisiones las que han permitido que Berlusconi haya llevado a Italia a la ruina técnica.
Es hora ya de plantearse si quizá este cambio de ciclo económico no haya que convertirlo también en un cambio de ciclo político, donde por ley no se permitan incongruencias, planteamientos estúpidos y poco útiles a la mayoría (leyes a favor de colectivos minoritarios, por ejemplo, que se traduzcan en crear confusión). La democracia, cada vez más, se está convirtiendo en una fuente de errores, donde sólo subsiste el que pide perdón por hacer las cosas bien y donde el que "sufre" siempre tiene que salir bien parado, mientras que el realmente sufre día a día (sale a trabajar, lleva su vida coherentemente, vive con su esposa y desea vivir tranquilo) siempre sea el que aparezca como el de espléndida vida, el burgués indeseable que no reparte con los demás.
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