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jueves, 28 de abril de 2011

Comparaciones racistas

No hay mayor ciego que el que no quiere ver.

Estoy impresionado de algunas situaciones absurdas que ocurren en el mundo. Ayer se hacían eco los noticiarios sobre la celebración en Bogotá de los "nazis criollos".

Necesito un poco de aire, ¿todavía estamos en este punto en el cual una reunión en conmemoración a Hitler es noticia? Muy mal por todos, por los "nazis criollos" que deseaban salir en las noticias y por los periodistas que aún se sorprenden de estas situaciones. Lo sorprendente es que en pleno siglo XXI, siglo de las libertades y de la globalización, aún exista debate o controversia sobre el racismo o grupos de distintas tendencias políticas mantengan el debate a pie de calle.

El debate racista sigue en el candelero por culpa de los políticos. A los políticos les interesa que exista el "racismo", ya que les da la oportunidad de parecer mejores personas de lo que son. ¿Cuál es la realidad del racismo hoy en día? Por todos lados se nos bombardea con mensajes que fomentan el mestizaje. ¿Es que nadie se da cuenta de que precisamente con ello acabarían con el racismo porque sólo habría una única raza?

Lo que nadie puede prever es si esa raza sería una nueva "raza superior" o por el contrario no sería más que una raza mediocre. Lo cierto es que existen muchos estudios al respecto, demasiado concluyentes. Demasiado... Esto molesta a los políticos. Ellos pretenden o bien el mestizaje o bien la utopía, es decir, que a simple vista un negro y un blanco sean iguales. ¡Iguales! ¿Pero no entienden ustedes, políticos, que sólo un ciego no podría ver la diferencia?

Preguntemos en la calle. ¿Es usted racista? La mayoría dirá: "¡no, yo no!", como si ser racista fuera algo de lo que avergonzarse, como si ser socio de un equipo de fútbol o de un partido político fuera vergonzante. Y sí, es la realidad. Declararse de unas ideas (a pesar de que se tengan) se considera vergonzante en algunos casos. Pero yo digo que la pregunta está mal realizada, a conciencia. La pregunta, bien dicha, consiste en dos preguntas. ¿Considera usted que respeta los derechos civiles de otras razas? Confirmo que casi el 100% diría esto convencido, no por vergüenza. Por otro lado deberíamos preguntar, ¿desea vivir usted cerca de alguien de otra raza?

¡Esta es la clave! La cercanía. ¡Hipócritas, malditos hipócritas! Por supuesto que no quiere uno tener a alguien de otra raza cerca. ¡Pero si es que no se desea tener a alguien de la misma raza que uno cerca! El ser humano es civilizado y necesita relacionarse con otros seres humanos... pero sólo un ratito. No toleramos a personas que no nos aportan tranquilidad al alma. ¿Qué más da que sea negro, blanco, chino o del River Plate? ¿Es que somos tan ineptos que no entendemos que el rechazo "racista" no es más que rechazo a la gente que nos desagrada. No es racismo, es tolerancia.

¡No! Me considero, con todo, intolerante. No intolerante a unas personas determinadas, sino intolerante al ilógico. Seamos claros. Cuando entra una persona de otra raza en el bar o restaurante el prejuicio nace de la experiencia anterior. "Un negro mató a mi padre, un gitano robó a mi primo..." Es probable que esa experiencia no sea ni propia. Pero si los seres humanos somos los animales más experimentados de la Tierra no ha sido por no ser precavidos ante las experiencia propias y ajenas. Por tanto, no se trata de racismo, a priori, sino de instinto de conservación. Quien quiera ver en el rechazo a una persona, por la condición que sea, como una discriminación irracional, se equivoca. Las discriminaciones siempre tienen un fundamento. No nacen porque sí.

Insisto en dos ideas:

1. Mientras que respetemos los derechos de otras razas y éstas cumplan todas con sus deberes, cualquier tipo de comentario, sea o no positivo hacia otras razas, debe ser considerado como legítimo. Así, comentarios del tipo "¡qué asco de negro!", no sólo son legítimos sino que se incurre en delito contra la libertad de expresión, vulnerando el principio fundamental de derecho democrático.

2. No se puede pretender y obligar a las personas a que admitan a todas las personas como "amigas". Esto no es un facebook donde tenemos 1000 amigos. ¿Por qué tengo que dejar entrar en mi casa, en mi trabajo o en mi vida a gente que no quiero dejar entrar? Así, ningún estado, nunca, jamás, está legitimado para que sus legítimos ciudadanos admitan a extranjeros con igualdad de derechos. Ningún estado está legitimado para educar y tratar de obligar a sus ciudadanos a admitir en sus vidas a personas que no son ciudadanos de ley en el país. Es más, ningún estado puede obligar a que nuestros hijos o nosotros mismos tengamos que admitir y ser simpáticos con la gente, sean o no de nuestra misma raza. Es un derecho individual e inalienable, por mucho que insista un gobierno en coartar este derecho.


Por último, una reflexión. La auténtica razón por uno de los mayores criminales de todos los tiempos, el señor Abraham Lincoln, hizo lo que hizo fue por un motivo económico (enriquecimiento de los burgueses americanos). Lo digo con todas las letras: un asesino, un genocida. Abraham Lincoln decidió asesinar a muchos blancos de ambos bandos, ciudadanos libres de Estados Unidos, en una lucha fraticida por liberar a una población que no representa hoy en día (y mucho menos en la época) el ¡13%!

El asesino mató a más de 1 millón de personas. ¡Y todo por un miserable y asqueroso sueño que tuvo! ¿Por qué no enjuició a todo aquel que tratara mal a sus esclavos, en lugar de pretender "liberarlos"?¿Y ahora, están "liberados"? Maldita sea, ¿cuál fue el precio de la "libertad" para Iraq? Hablan de los muertos en nombre de la religión. ¿Y en nombre de la "libertad"? Malditos seais todos los políticos que matáis haciéndoos pasar por corderitos y por defensores de los derechos de todos, cuando no son más que unos cuantos.

Mientras los gobiernos del mundo no actúen de manera natural, sin pensar en pasar a la posteridad por sus "logros", jamás se llegará a un Estado realmente libre. Tengo a los amigos que me da la gana y no tengo que soportar a gente con la que no comparto nada. Siempre me he considerado libre y si le preguntan a la gente de otras razas, siempre los he tratado con respeto. Pero nada más. No pretendan que me vaya de fiesta, porque no lo comparto. No lo olviden, mis lectores: los que fomentan el racismo son los mismos políticos.

lunes, 25 de abril de 2011

La pasión de Cristo. Reflexiones sobre el buen cristiano

Hace un par de días, el Papa era entrevistado en un programa de televisión italiano, expresando las ideas y visiones de la Iglesia sobre el mundo y la fe. No me cansaré de repetir una y otra vez el gran misterio que representa la Iglesia, que ha podido permanecer dando un mensaje casi invariable desde hace más de 2000 años.

El cristianismo neomodernista del Occidente desarrollado es ambiguo, confuso y extrañamente ecléctico. Tratemos de no hacer crítica, sino de hacer análisis. No quiero tratar el siempre polémico y aburrido tema de la interpretación verdadera de los Evangelios o las continuas tergiversaciones que los papas, los santos y las comunidades cristianas hicieron de los escritos y de la figura de Jesús.

Quiero que olvidemos todo eso, porque todo esto es polémica ineficaz.

Quiero que pensemos fríamente en una cuestión. Para los que somos cristianos... ¿qué significa eso? Es más, ¿por qué digo yo que soy cristiano? Insisto en que no pretendo hacer apología, sino análisis lo más objetivo posible.

Empecemos por el principio de la Historia.

De acuerdo con los Evangelios, Jesús comienza a predicar a la edad de 30 años. La historia de Jesús es cuanto menos épica. Un carpintero sin estudios se convierte en el rabí [maestro] más influyente de Galilea. Esto es, si cabe, cuanto menos sorprendente. De aquí a asombroso o fantástico sólo hay un paso.

A diferencia de otros líderes religiosos, como Buda, Abraham, Moisés o Mahoma, la tradición y los evangelios afirman que Jesús realiza milagros en lugar de ocurrirle fenómenos milagrosos (por ejemplo, Buda sufre una iluminación o las plantas y animales le hablan, Moisés y Abraham sienten la voz de Dios, Mahoma se eleva a los cielos...). Jesús es capaz de curar enfermos, de multiplicar panes y peces, e incluso de resucitar a los muertos. La historia, caso de ser cierta, es tan fascinante que nada podría haber como Jesús y su historia.

El final de Jesús (su pasión y muerte) es también de sobra conocido por todos. El sanedrín judío ve en Jesús un peligroso alborotador, cuyas doctrinas, claramente contrarias a las doctrinas del Judaísmo ortodoxo, hacen peligrar la unidad hebrea. Finalmente, denunciado ante el sanedrín y tras la venia del gobernador romano Poncio Pilato, Jesús es juzgado como reo de muerte, bajo el cargo de instigador de disturbios e incumplimiento de la ley mosaica (básicamente la transgresión del segundo, tomar el nombre de de Dios en vano, haciéndose pasar por hijo de Dios,  y tercer mandamiento, trabajar en sábado, anteponiendo lo demás a Dios).

Jesús muere y su leyenda se acrecienta. Tras la posterior resurrección, el mito de Jesús crece a pasos agigantados. La historia es increíble, sí, pero es tan pura, bonita y además, se dispone de cientos de testigos de sus hechos, lo cual contribuye a aumentar la fama de Jesús por toda la vertiente oriental del Mediterráneo. Los apóstoles, sus más fieles seguidores, apoyan la idea, dan cuenta de los milagros de Jesús y además fueron testigos directos de sus milagros, transfiguraciones y enseñanzas.

Es en este tiempo (el narrado en el libro de los Hechos de los apóstoles), cuando aparece quizá la figura más importante del Cristianismo después de Cristo. Pablo de Tarso, antiguo perseguidor de los cristianos, dice tener una visión una noche y se convierte a la causa cristiana. Pablo demuestra tener una visión mucho más elaborada que su "maestro", Jesús, al cual no conoció en vida, pero cuyas enseñanzas ha demostrado aprender de boca de aquellos que sí que fueron testigos directos de aquellos sucesos.

Como ya aprecia Nietzsche en muchos de sus escritos, San Pablo es el auténtico fundador de una religión cristiana. Pablo modifica "ligeramente" para el pueblo llano, pero "profundamente" para el iniciado el mensaje de Cristo. Si bien Cristo ya había hecho una interpretación mucho más racional de la ley mosaica, enseñando la interpretación del fondo del mensaje y no del cumplimiento literal del precepto, San Pablo vuelve a modificar este mensaje cristiano a un mensaje mucho más pacifista y social.

Entendamos algo muy simple. En cualquiera de los Evangelios, Cristo se muestra siempre, ante todo, un maestro en teología y moral, mientras que San Pablo, en sus cartas, se muestra como un adoctrinador de masas, un entusiasta del deber. No en vano, recordemos que fue soldado, lo que implica que el concepto de jerarquía y de orden lo tenía muy inculcado. El mensaje de San Pablo no es un mal mensaje, pero es un mensaje carente de vitalidad. Sin embargo, no me gustaría ser injusto con San Pablo: si a alguien se le debe la profunda reforma del cristianismo, de ser doctrina de judíos a doctrina del Imperio Romano, es sin duda a él. San Pablo supo inculcar una doctrina difícilmente entendible por paganos (o como les llamaban los judíos, "gentiles").

A partir de entonces, son miles los eruditos, santos y escritores que trataron de interpretar, comprender, expresar y discernir las palabras de Cristo, principalmente, y de los apóstoles y San Pablo. De las distintas interpretaciones han ido surgiendo movimientos, herejías y ramas dentro del cristianismo.

La Historia de la Iglesia ha sido, en 2000 años, escandalosa, extravagante, ruin, violenta y corrupta. Pero también ha sido maravillosa, impactante, milagrosa, virtuosa, valiente y humilde. Los distintos papas, como cabezas de la Iglesia, han tratado de hacer del Cristianismo Católico la religión del mundo, conservando los principios primitivos de la Iglesia.

Por supuesto que la Iglesia ha evolucionado en 2000 años. De las primitivas comunidades aisladas en las distintas ciudades de oriente, con costumbres y ritos propios, a una profunda doctrina y a un ritual común a todos los países. De cientos de tendencias y herejías a una única postura conciliar. De un relajamiento progresivo en la Edad Media en las tareas de los eclesiásticos, a un profundo sentimiento espiritual en el orden sacerdotal. De una Iglesia violenta al tiempo que militante a una Iglesia ecuménica, dialogante y tolerante.

Como se ve, en 2000 años, aún hay errores que solucionar y hay muchos errores que se solucionaron.

¿Y el cristiano actual?¿Dónde queda? Lo primero que habría que preguntarse es quizá qué significa ser cristiano. Cristiano significa, literalmente, seguidor de Cristo. Por tanto, cualquiera que siga el mensaje de Cristo sería cristiano. Esto es obvio y no crea confusión, sólo que lo que se entiende por cristiano en la sociedad occidental nada tiene que ver con lo que se ha entendido desde el principio de los tiempos cristianos.

Recapitulemos. Preguntamos en la calle. "¿Te consideras cristiano?". La mayoría dirá que sí. Entonces, podríamos preguntar, "¿por qué te consideras cristiano?" o "¿qué significa ser cristiano?". La mayoría te dirá también que ser cristiano significa cree en Cristo (FE). Otros añadirán comentarios a este primero, tales como "ser cristiano consiste en ser bueno con los demás, como Cristo fue bueno" (CARIDAD). Otros, los menos, añadirán que ser cristiano es además de todo esto, cumplir con los oficios (ir a misa), porque si no, no se es buen cristiano (MILITANCIA). Por último, un grupo minúsculo diría que además de todo esto, se necesita llevar el mensaje y evangelizar a los demás (APOSTOLADO).

En una segunda ronda de preguntas, se podría añadir si "¿está de acuerdo con la Iglesia (Católica) actual?". La mayoría dirá que no, que no cree en los curas y que la Iglesia debería vender todas sus riquezas, para dar ejemplo. Una minoría amplia (alrededor del 30%) dirá que no cambiaría nada. Por último, un grupo reducido admitirá que se necesitan profundos cambios en la Iglesia para llegar al corazón de las personas. Estos cambios consisten en hacer llegar el Evangelio a las casas.

No quiero entrar en polémicas. No quiero ponerme de parte de la Iglesia, tampoco de parte de los seglares. En este debate debe, ante todo, imperar la razón, y dejar las propagandas y tergiversaciones para otros desgraciados que no saben expresar la razón más que mintiendo o radicalizando su mensaje.

En los párrafos anteriores hemos destacado cuatro palabras clave para entender el Cristianismo Católico y la experiencia cristiana. Fe, Caridad, Militancia y Apostolado. Se podrían añadir más, pero no son fundamentales. La Esperanza Cristiana es una virtud teologal, pero deriva de la fe. O el sacrificio es una virtud, pero deriva de la caridad. Quisiera entonces, hacer ver al lector cómo de equivocado o de acertado está en su postura vital ante el cristianismo, sea o no sea cristiano.

FE: la fe es una virtud fundamental, tal y como Cristo muestra en los evangelios (Mt 9: 22, Mt 17:20-21, etc.). La fe es la vía de la salvación, nos dice. Esto parece haberlo entendido muy bien el hombre actual (el cristiano por interés). Dentro del cristianismo protestante (Lutero, fundamentalmente), la fe constituye el auténtico motor de la salvación y del mundo. Únicamente por la fe podemos ser salvos, de tal manera que no importan los actos si se cree en Cristo. Lo principal es creer en Cristo, en su mensaje, en su vida... Creer. No parece descabellado decir que tanto Lutero como su mensaje son muy convenientes en el mundo actual, puesto que nos desvinculan de toda responsabilidad sobre nuestros actos. También habría que decir que, como Lutero, todo aquel que sienta que únicamente por la fe somos salvos incurre en herejía. Tanto protestantes como defensores de una doctrina más o menos parecida son herejes, en el sentido literal y nada peyorativo de la palabra.

No es admisible ni lógica una salvación exclusiva en la fe. Sería como decir que hay que aprobar al alumno sólo porque se llevó 50 días, 8 horas diarias, delante de un libro, pero no estudió (es decir, no hizo esfuerzo por aprender). Él lo miraba, pero no lo estudiaba. En el examen falló, pero él reclama su aprobado por "su esfuerzo". ¿Es esto posible, entendida la palabra cristiano como tal? Por tanto, cristiano no puede ser sólo el que cree en Cristo.

CARIDAD: hacer el bien es algo noble y que no depende de una moral. Con una simple actitud ética ya estamos realizando un trabajo caritativo. La caridad tampoco es compasión. La caridad es una actitud activa, la compasión es pasiva, necesita de sentir una "mala conciencia". Pero ser caritativo no puede ser suficiente para ser cristiano, ya que un budista, un musulmán, puede ser caritativo, pero no cristiano. Es aquí donde la fe entra en juego. Fe más caridad son la base del buen cristiano.

MILITANCIA Y APOSTOLADO: tanto la participación en los oficios como el apostolado quedan regulados en el tercero de los Diez Mandamientos y en los Evangelios (Mt 28:19, etc). Es pues, una manera de ser buenos, de cumplir con las normas dadas por Dios y Cristo, respectivamente. Es, sin embargo, una cuestión de menor importancia que la caridad y la fe, ya que no es una cuestión respecto al individuo, sino respecto al grupo. El individuo, que debe ser bueno y creyente, está dentro de un grupo. Un grupo malo e infiel no ayuda al desarrollo en el bien del individuo, así como la manzana buena no pone buenas a las podridas.

Insisto en que mejor cristiano es quien va a misa que el que no va. Y hemos de admitir que aquel que predica (y sobre todo si es con el ejemplo) a los demás, es aún mejor cristiano. Es por ello que se reserva a los sacerdotes el derecho a ser el mejor de los cristianos y al Papa aún el mejor de los sacerdotes.

Siempre se ha dicho que es mejor ser bueno que ir a misa. Sin duda. Incluso el mismo Cristo dice en Mt 5:23-24 "Por tanto, si has traído tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y vé, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y ofrece tu ofrenda". Sin embargo, no nos exime de ir a los oficios, sino que antepone el ser bueno a guardar los oficios. Pero si uno es bueno, ¿por qué excusarse?

He aquí un punto de discusión en las sociedades occidentales. La visita a la Iglesia se considera una especie de opresión de la casta sacerdotal, cuando realmente debería ser entendida como un tiempo semanal de reflexión y de filosofía, algo así como cuando nos dicen nuestros gobernantes y literatos que leamos al menos una hora al día. Obviamente es mucho más divertido ir a la playa o salir a tomar copas por la noche que ir a misa, pero no se trata de una cuestión de gustos. Para un auténtico equilibrio emocional, sería muy enriquecedor tener tiempo semanal para pensar en cosas serias. He aquí que ir a la iglesia puede ser algo muy conveniente.

En cuanto al apostolado, lo cierto es que cualquiera puede tratar de difundir estos mensajes. Hay que entender que ser cristiano no puede ser o no debería ser entendido como un caballero medieval que trata de erradicar infieles. Ser cristiano, como se entendía desde los tiempos de los apóstoles, consiste en la superación del mal con la ayuda del aliado más fuerte: Cristo, que es Dios vivo. Además, nos enseñó que hay vida tras la muerte, cosa que ningún otro líder religioso pudo demostrar, puesto que no resucitó de entre los muertos.

Claro está que para eso, como hemos dicho anteriormente, hace falta fe. Primero fe en que va a ocurrir, incluso aunque sea imposible. Esa es la auténtica fe. Pero la fe no puede ser ciega.

Muchos atacan a la Iglesia por no ser o vivir como Cristo. Pero esto es un tanto estúpido. Cristo murió joven y en la cruz, ¿hemos de llegar a estos extremos? No. Lo que el mismo Cristo enseñó fue creer en Dios y hacer el bien ante todo (Jn 13:34, "amaos los unos a los otros como yo os he amado"). No podemos caer en demagogias. Jesús era hijo de carpintero y no tenía riquezas. ¿Acaso un soldado, que tiene que matar, no puede ser un buen cristiano y hacer el bien? ¿Acaso un rico comerciante que vive en su mansión y dona millones de dólares a la beneficencia no es una "buena persona"?

Esto me recuerda a la doctrina de los cátaros, los cuales planteaban una vida radicalmente cristiana (a imagen y semejanza de Cristo). Entonces, si todos predicaban y practicaban el rezo... ¿quién cultivaría, quién estudiaría, quién haría casas? No, todo es simple demagogia. El buen cristiano no se mide por su riqueza, sino por la riqueza de corazón. En esto incluso hay que recriminar a muchos curas, que en las iglesias incriminan a los feligreses porque dan poco a las actividades benéficas de la parroquia. Es que por supuesto que se puede vivir con menos, pero tampoco Jesús se comportaba como Diógenes (que vivía en un tonel y no comía en plato), sino que llevaba una vida humilde, sin lujos, aunque eso no quitó que celebrara una cena con invitados, que mandara alquilar una casa para la cena y que cobrara (se entiende que eso haría, si era carpintero) por hacer mesas y sillas. Nadie podría decir de Jesús que fuera una mala persona por cobrar por su oficio.

Hoy, lunes de pascua, pidamos porque el mensaje de paz de Dios siga entre nosotros durante mucho tiempo.

miércoles, 20 de abril de 2011

Deuda pública como forma de evadir la crisis económica

Obama daba ayer un discurso en el que asumía la gravedad del déficit de EE.UU. Como decíamos también ayer, la primera medida para alcanzar una meta es renunciar a la misma. Esto es lo que Obama y nuestros queridísimos Estados Unidos de América están olvidando completamente.

Decía Warren Buffet que su fortuna la había hecho de la manera más sencilla: comprar barato y vender caro. Como también decíamos ayer, este método está perfectamente expresado en los efectos pero en ningún momento se nos ofrece respuesta sobre los pasos y las particularidades de cada uno de los mismos.

Si hay algo que los gobiernos parecen olvidar (y también les ocurre a algunas personas de a pie) es que cuando falta el dinero no se puede recurrir a ningún medio que nos perjudique aun más de lo que nos puede beneficiar. Dicho esto, resulta extremadamente curioso que todavía haya economistas de renombre que aboguen por un aumento de la deuda pública como medio de activación de la economía. Es algo así como si papá se quedara sin trabajo y para quitarnos la preocupación nos llevara de viaje a Disneylandia durante 3 semanas.

Discrepo con todos aquellos gurús de la economía que no saben más que ganar a corto plazo. La llamada "cultura del pelotazo" ha sido comprobada como auténtica patraña económica. No es posible un enriquecimiento constante durante un largo período de tiempo. Situaciones económicas de crecimiento como China, India o Brasil no sólo son insostenibles, sino que son exclusivamente consecuencia de que los países ricos hayan permitido con negocios poco fiables que dichos países pudieran prosperar.

La mejor manera de sacar a flote una empresa, un país o incluso la economía familiar pasa por asumir la nueva situación y buscar un equilibrio económico. Entiendan todos, queridísimos lectores, que lo que aquí va a decirse es tan válido para una economía como la de EE.UU., la de Japón tras el terremoto, la de una pequeña empresa, para una familia normal o la del gitano del extrarradio.

1. Reconocer sinceramente nuestra situación económica.

Este paso es el más básico pero el más complicado de asumir. Primero, ¿cuál es nuestro nivel de ingresos?¿Quién es nuestro principal proveedor? En este sentido no existe la palabra cero. No es cierto que nuestro nivel de ingresos sea cero, pues de lo contrario la muerte estaría cercana, a unos días. Siempre hay un proveedor cercano, aunque no sea extraordinario (estoy pensando, principalmente en los padres y en la familia cercana, en el caso de personas, o de pequeños clientes en el caso de empresas). Una vez conocida la situación de ingresos, es necesario conocer la de gastos. ¿Cuáles son nuestros gastos?¿Cuáles son básicos y cuáles son superfluos? Está claro que internet, teléfono o televisión son gastos totalmente prescindibles, aunque nos pese desligarnos de ellos. En el caso de las empresas, gastos publicitarios, vehículos de empresa o software específico podrían ser totalmente prescindibles. En el caso de países o Estados, fomentar actividades educativas (sobre sexualidad, sobre tolerancia, etc.), financiar a partidos o sindicatos, favorecer los derechos de la mujer o de los homosexuales... Todo eso es totalmente superfluo y cuesta anualmente millones de euros o dólares.

2. Prescindir radicalmente de los gastos superfluos

Esta es otra de las claves. No es ni será nunca buena medida pedir créditos, negociar deudas con las financieras o pedir dinero prestado a familiares. En el caso de los Estados, vender deuda a precios más altos (como está ocurriendo en España) sólo conlleva mayor endeudamiento, o lo que es lo mismo, agravar el problema. No es posible salir a flote de un naufragio echando más agua al barco. La única medida fiable y conveniente es prescindir de esos gastos que consideramos no fundamentales en nuestras vidas, negocios o gobiernos.

3. Comprobar nuevamente el punto 1 hasta que el nivel de ingresos frente al de gastos sea positivo. En caso contrario, repetir 1 y 2 hasta que salga positivo.

4. Una vez recuperado el nivel adquisitivo (positivo), no renunciar a gastar.

Esta es quizá la parte más sensible del problema y que algunos parecen no entender. Lo inteligente cuando estamos en crisis no es evitar el gasto (lo que se traduciría en ahorro, pero ahorro temeroso), sino potenciar el gasto controlado. Dicho de otra manera, en una empresa, la compra de maquinaria más eficiente que nos permita un ahorro mayor de energía (aunque el coste requiera pedir un crédito) va a repercutir en un gasto a largo plazo mucho menor. En el caso de familias, la situación sería comparable a comprar una pequeña vivienda en lugar de un coche, o en salir al cine una vez por semana en lugar de tener televisión por cable. En el caso de los Estados, este punto siempre se ha entendido como endeudamiento en infraestructura (sector de la construcción) pero este es un planteamiento semiperjudicial. Entendámoslo de la siguiente manera: papá se quedó sin trabajo y comenzó a ahorrar pero decide al mismo tiempo mejorar las puertas, por si vienen los ladrones.

¡Mal! ¿Oyen lo que dije? ¡Fatal! No se trata de hacer infraestructuras porque sí (normalmente carreteras o pantanos), sino reformas encaminadas a gastar menos. Por ejemplo, el negro Obama, en lugar de ser tan imbécil y crear una Seguridad Social al estilo de Europa, podría ser un poco más inteligente y gastar su dinero en algo que a largo plazo le permitiera sanear ese sueño suyo. Por ejemplo, la apuesta por la revisión de las líneas eléctricas, para reducir el coste energético, es una muy buena solución. Fomentar la salida de gente de las grandes ciudades a localidades más pequeñas no sólo favorecería el tránsito de mercancías a lo largo de todos los EE.UU. sino que crearía infraestructura inteligente en todo el país. Esto parece haberlo entendido otros países como Canadá o Australia.

5. Buscar la manera de aumentar los ingresos, sin aumentar el gasto.

Cuando encontramos nuevo trabajo, tenemos la tentación de comprarnos un coche, una casa o una computadora. ¡No! Eso no es inteligente. Lo inteligente es ahorrar para cuando llegue el siguiente punto.

6. Aumentar el gasto si hay garantías reales de una fuente de ingresos continuos, sin importar incluso pedir préstamos.

Por ejemplo, pidiendo una hipoteca. Puede parecer contradictorio, pero el endeudamiento provoca riqueza, pero sólo y exclusivamente cuando el nivel de ingresos permite pagar la deuda a largo plazo sin que el nivel de ingresos/gastos sea negativo. No es lógico que nuestro nivel de ingresos/gastos sea negativo y pidamos un crédito para montar un negocio, a la espera de que triunfe. Mejor es pedir un favor económico a un amigo antes que pedírselo al banco.


Se puede garantizar un 100% de efectividad para no sólo salir de la crisis sino convertirse en multimillonario. No parece tan difícil, ¿no creen? Lo único que hay que hacer es renunciar al sueño para conseguirlo más tarde.

martes, 19 de abril de 2011

El primer paso para alcanzar un sueño es renunciar a él

Hoy quisiera compartir una inquietud que siempre hemos tenido los seres humanos y es la necesidad de autorrealizarse.

Según la teoría de Maslow, una vez cubierta las necesidades individuales básicas (comer, dormir, beber, etc.) y las necesidades de seguridad (casa, dinero, salud, etc.), entramos en las necesidades de afiliación (básicamente tener amigos y estar considerados) y posteriormente en las necesidades de autoestima y autorrealización.

Estas dos últimas necesidades constituyen en la sociedad occidental una auténtica lacra, puesto que nadie parece recordar que la pirámide de Maslow es, como su nombre indica, una pirámide, y las posibilidades de alcanzar el éxito en la sociedad son realmente remotas.

Esta situación no es nueva. No vamos a descubrir, a estas alturas nada nuevo en cuanto a que la sociedad nos obliga a triunfar y ser admirados, pasando a ser la necesidad de alcanzar el éxito a ser casi necesidad básica. Esto, como comprenderán todos ustedes, es ridículo. Pretender que el triunfo sea algo al alcance de todos es como pretender la igualdad entre todos los seres humanos. Es una auténtica entelequia, que lejos de ser beneficiosa, traería más perjuicios que otra cosa. La razón es muy simple: nadie estaría dispuesto a vivir en un mundo en el cual la vida carezca de más aliciente que ser uno más de tantos, sin posibilidad de prosperar. El ser humano necesita, como todos sabemos, límites que superar, objetivos, conquistas, etc. Es nuestra naturaleza, ad infinitum et plus ultra [hasta el infinito y más allá].

La realidad es que la gente, sobre todos los jóvenes, es acribillada con propaganda política y social acerca del papel que debe desempeñar en la sociedad. Por un lado se les insta a ser modernos, sinceros, tolerantes, sociables, amistosos... pero luego se les pide que busquen un trabajo muy bien remunerado, salgan al extranjero, tanto a estudiar como a divertirse, consigan un gran coche, una buena casa, tengan una novia bonita... En definitiva, que triunfen, que sean el Cristiano Ronaldo o el Brad Pitt de turno.

Ahora les pediría, por el bien de la juventud sobre todo, que consideraran una idea: la mejor manera de conseguir un sueño es no proponérselo. Han oído decir: el que la sigue la consigue. Pero yo digo que esto no es así. Es más puedo demostrar que esto no es así. Instar a los jóvenes a ser farragosos, pretenciosos o caprichosos no es la medida. Cierto es que lo que se pretende es precisamente lo contrario: que trabajen duro, que se esfuercen, que vean la parte positiva de la labor diaria. Pero insisto: se trata de un error de apreciación, no de una cuestión real.

¿Cómo hay que enfocar el problema? Todos parecen saber la meta, pero ninguno parece conocer el camino. Esto es lo mismo que pretender llegar a Roma desde París por simple intuición debido a que sabemos que en mitad del camino está Estrasburgo o Génova. Aquí van una serie de consejos reales y que funcionan para todos (sobre todo los jóvenes).

1. El primer paso para alcanzar un sueño es renunciar a él. Ser conscientes de nuestras limitaciones es la primera regla para alcanzar el éxito. Por ejemplo: si nos gusta una chica bonita que acabamos de conocer tenemos que ser conscientes de que, en primer lugar, no la conocemos de nada, por lo que hay que informarse muy bien de cómo es su situación personal y afectiva. Otro ejemplo: si nuestro sueño es ganar un millón de euros o dólares, no tenemos que pensar en que tenemos que alcanzar esa meta, sino que tenemos que pensar cuáles son los mecanismos que en nuestra situación actual nos puede llevar a conseguirlo. Que nadie piense que se pretende aquí tirar por tierra los sueños de las personas. Únicamente se aboga porque éstas sean conscientes de sus límites. Si queremos ganar un millón de dólares, ¿por qué no probar, en principio, a ganar 20 mil dólares? Una vez que veamos los mecanimos que nos condujeron al éxito, será más fácil que podamos alcanzar nuestra meta o sueño. Pero nunca hemos de dar por sentado que con simple esfuerzo conseguiremos todo. El esfuerzo nos facilita, pero no nos otorga. Conseguir nuestro objetivo requiere cualidades y muchas horas con el cerebro.

2. No siempre gana el mejor. Incluso podríamos decir que la mayor parte de las veces es al contrario. Quiero dejar claro que las circunstancias que nos rodean son sin duda la principal causa de no conseguir nuestros objetivos cuando uno es realmente el mejor en algo. Por ejemplo, si en la escuela de ingeniería el mejor ingeniero es hijo de un pobre campesino y un ingeniero mediocre tiene un padre con empresa propia, es mucho más probable que triunfe el menos bueno. Con esto hemos nuevamente de tener mucho cuidado, ya que no quiero decir que la circunstancia sea finalmente un argumento fundamental para el éxito y que la personalidad o la inteligencia lo sea en menor medida. Digo que si una persona inteligente es consciente, como dijimos en el punto 1, de que su circunstancia actual le impedirá alcanzar un sueño, estamos en vías de alcanzarlo realmente, ya que el paso siguiente será buscar la manera de salir de esa circunstancia. Nadie va a renunciar a su familia, obviamente, porque además es estúpido hacerlo, pero sí ser conscientes de quién se es y de lo que se quiere conseguir y para ello tomar determinaciones al margen de la familia o los amigos.

3. Hay que saber siempre lo que se desea. No siempre queremos lo que deseamos, sino más bien lo que desean otros. Nuestro sueño puede ser acabar con el hambre del mundo, pero es muy probable que ese deseo haya sido puesto por boca de otro en nuestra cabeza. Hemos de entender que el auténtico triunfador no es aquel que consigue metas, sino el que consigue sus propias metas. Así, podríamos decir que tener a Irina Shayk como novia podría ser visto como un triunfo. Sin embargo, ¿seríamos realmente felices con ella? Puede que sí, puede que no. El auténtico triunfo no depende de otros, sino de uno mismo. Es más, el auténtico triunfador es aquel que no necesita a los demás, porque él solo puede con todo. Por tanto, no piensa en otros ni en lo que piensen otros, sino en sí mismos.

Ser felices es una meta que como decía Heráclito, no consiste en el placer de las cosas mundanas. Más bien consiste en aceptarse, con sus limitaciones y gozar del lugar que ocupa uno en la sociedad. Y si no nos gusta, tratar de cambiarlo desde una óptica coherente y razonable. No todo es ganar dinero y salir de fiesta. Tener una vida plena es algo que está más alcance de todos de lo que imaginamos. El problema no son los demás, somos nosotros. Ser limpiadora es considerado un trabajo indigno en muchos lugares, por ejemplo. Sin embargo, no creo que haya un trabajo más placentero que éste, por el que algo que valía poco o nada (sucio), pasa a tener un valor y sobre todo una belleza adquirida bastante interesante.

sábado, 16 de abril de 2011

Aproximaciones en la vida cotidiana

Desde nuestra más tierna infancia nos han enseñado las llamadas operaciones básicas (sumar, restar, multiplicar y dividir) así como las figuras geométricas básicas y sus relaciones más características. Así pues, son pocos los zoquetes que ni tan siquiera sepan las tablas de multiplicar (del 0 al 10) o que el área del círculo es pi por el cuadrado del radio.

Por supuesto que en la sociedad actual también hay, desgraciadamente, analfabetos. Pero si hay algo que cualquier gobierno debería solucionar, por muy pobre que éste fuera, es el problema de enseñar a leer, escribir y operar. Todo lo demás (insisto, todo lo demás) es prescindible frente a estos tres conocimientos básicos. Incluso cosas tan aparentemente útiles como conocer leyes, el uso de internet o, en lugares más pobres, ordeñar una vaca, son de menor importancia vital que los tres conocimientos básicos.

A nadie se le escapa que lo más importante en la vida es respirar, seguido de beber, comer y tener cobijo. Una familia en una región pobre de África tiene ante todo que hacer eso. Pero también sabemos todos que en cualquier cultura o grupo humano no todo es esfuerzo duro, sino que también hay tiempo para el culto al dios de turno, tiempo para festejar, danzar o hacer mil cosas. Es aquí, insisto, donde hay que fomentar estos tres conocimientos básicos.

Podría demostrar fácilmente que a un humano con cierto grado de madurez mental (aproximadamente desde los 10 años) es capaz de aprender a leer, escribir y las cuatro operaciones básicas en 400 horas (es decir, 100 días a razón de 4 horas diarias). En caso de no tener demasiado tiempo, en 400 días, a razón de 1 hora diaria, se podría enseñar a un individuo. Es decir, en algo más de 1 año, empleando sólo 1 hora al día, seríamos capaz de educar a todos los seres humanos del planeta. Obviamente, se requiere para ello las ganas del individuo. No se puede enseñar a quien no quiere aprender.

Si supieran entender los analfabetos y supieran valorar los que han sido alfabetizados lo que significan estos conocimientos básicos, no dejaríamos de tratar este problema como el auténtico problema mundial.

Saber leer y escribir permite al individuo entender y hacerse entender, avisar (fundamental para salvar vidas humanas), evitar engaños, pactar con más claridad tratos. Saber las cuatro operaciones básicas y la geometría básica es aún más interesante: evitar engaños económicos, pronosticar ganancias, medir áreas en terrenos, construir casas más seguras, evitar inundaciones, cuadrar medidas.

Es importante, en nuestras vidas cotidianas, aprender a aproximar. Por ejemplo, si queremos comprar una tabla que al calzarla en el suelo forme un ángulo de 45º con la pared, tendríamos que comprar una tabla que sea de longitud raíz de 2 veces la longitud de la distancia del calzo a la pared. Pero raíz de 2 es un número irracional, con infinitas cifras decimales y vale  1,41421356... ¿Iremos al carpintero a pedir una tabla, por ejemplo, raíz de 2 veces el lado? No tendría sentido. Sin embargo, si le pedimos una tabla 1,4 veces el lado, es fácil para el carpintero hacernos una tabla de 1,4 m de longitud, 2,8 metros, etc. El error cometido en este caso sería de algo más de 30 minutos de ángulo, inapreciable al ojo humano.

Lo mismo podemos decir de números como pi. Ya los griegos aproximaban el 3,141592... a 22/7 (esto es, 3.142857 periódico). El error es tan sólo del 0,04%.

En una sociedad tan tecnológicamente avanzada parece que no hay sitio para el error. Las máquinas realizan operaciones muy precisas. Pero hemos de desmitificar. A pesar de que un ingeniero se lleva muchos años de su vida para estudiar métodos matemáticos exactos, a la hora de la verdad el uso de las relaciones aproximadas siguen estando muy presentes en proyectos de incluso gran envergadura.

¿Qué son relaciones aproximadas? Son aquellas que se traducen en el uso nuevamente de las operaciones básicas. ¿Acaso no es esto lo que estamos diciendo continuamente? Tan importante es conocer bien estas operaciones.

Hasta aquí he hecho una defensa del uso de la aproximación, pero no deberíamos olvidar que si el ser humano ha avanzado en la ciencia y en la matemática no ha sido simplemente por capricho. Los métodos aproximados no eran correctos en ciertas aplicaciones. Esto normalmente ocurre cuando hablamos de números muy grandes o muy pequeños. Por ejemplo, Aristarco de Samos al calcular la distancia de la Tierra al Sol midió un triángulo rectángulo cuyos ángulos medían aproximadamente 90º, 87º y 3º. Esto le proporcionaba a Aristarco que el sol estaba unas 20 veces más cerca de la Tierra de lo que realmente está. Eso es debido a que realmente los ángulos miden 90º, 89,85º y 0,15º, respectivamente. En una pequeña distancia, el error es inapreciable (alrededor del 0,5%), pero en distancias astronómicas, el error es fatal.

No es necesario, por tanto, motivar a todos a ser genios cuando con unas simples operaciones la gran mayoría de los seres humanos puede arreglárselas.

martes, 12 de abril de 2011

El método infinitesimal

El cálculo infinitesimal, descubierto por Leibniz y Newton de manera totalmente independiente, es una rama apasionante de las matemáticas. Básicamente consiste en calcular cómo de rápido o lento se incrementan los valores de las variables de un proceso, ya sea físico o matemático. De esta manera, es posible calcular de manera exacta la velocidad o la aceleración de un cuerpo en movimiento. También nos permite conocer el área de figuras complicadas, asumiendo que las partes más complicadas siempre pueden aproximarse a infinitas pequeñas figuras de áreas sencillas (habitualmente triángulos) de dimensiones no mayor que un punto. El cálculo infinitesimal engloba por tanto, al cálculo de derivadas y el cálculo de integrales.

Desde un punto de vista matemático, el incremento infinitesimal de una variable puede asumirse en la mayoría de los casos como un no incremento. Así el número 3,333333333333333 (periódico puro) existe, pero el número 9,999999999999999 no existe propiamente, sino que es el número 10. En un contexto físico, por ejemplo, un incremento de un átomo de carbono en un trozo de grafito no variaría en absoluto su masa, a pesar de que hay un átomo más. Los aparatos de medición y sus errores de medida contribuyen además a esta idea.

Esto no dejaría de ser meramente anecdótico si no fuera porque si bien un infinitésimo, como su nombre indica, es infinitamente pequeño y por tanto prácticamente no existe, muchos infinitésimos pueden significar, en conjunto, un número grande. En esto se basan las leyes del cálculo integral.



Algo así ocurre en la sociedad moderna. Al igual que la teoría de la relatividad, el cálculo infinitesimal está incrustado en la sociedad. Aunque pueda pasar desapercibido o no podamos descubrirlo así de primeras, lo podemos identificar como la ley del "si no pasa nada".

Digamos que un alumno es valorado con una calificación del 0 al 1000, siendo el 500 el valor límite por el cual el individuo supera su examen. Más o menos, de nuestra etapa educativa, sabemos que alguna vez el profesor podía aprobar al alumno si su calificación era muy cercana. Por supuesto, un 300 o un 150 nunca sería un aprobado, ¿pero un 490? Veamos la situación.

¿Es 499 un aprobado? Técnicamente no, porque el límite es 500. Pero si consideramos que 1 es un infinitésimo (echándole mucha imaginación) de 1000, podríamos considerarlo así. De hecho, 2 de cada 3 profesores darían por aprobado al alumno. ¿Y 498?¿Y 497? Incluso calificaciones menores pueden ser toleradas. ¿475? Bueno, entran ya ciertas dudas, pero... es probable que el profesor lo admita. ¿Y un 450? Bueno, cada vez estamos exprimiendo más la situación.

Llegados a un punto, nos encontramos que incluso muchos profesores aprueban con un 400 o incluso un 300 cuando hay 2 o más calificaciones, haciendo una compensación entre calificaciones de tal manera que todas supongan una nota final superior al 500. Es decir, no importa que el alumno no sepa la materia del examen si en el resto de materias es buen estudiante.

Algo parecido ocurre en la sociedad moderna. Todo a nuestro alrededor es susceptible del método infinitesimal. Un ejemplo claro:

Desde el inicio de la humanidad, el matrimonio es una forma fundamental para la creación de la unidad familiar. Supongamos la sociedad occidental en la Edad Media. Una unión conyugal extramatrimonial suponía incluso la muerte en algunos casos. O bien estaba uno casado o bien no había sexo (y si lo había, el riesgo de castigo severo era muy elevado). Entonces a alguien se le ocurrió que por qué no intentar un matrimonio civil, en el cual pudiera divorciarse la pareja y formar una nueva. Bien pensado, no se estaba contrariando en demasía la regla. Del matrimonio civil se pasó a la "pareja", de la "pareja" a la pareja/matrimonio interracial, de éste al soltero con varias parejas y de éste al matrimonio homosexual. Entendamos que en todo momento se ha insinuado que no hay mucha diferencia entre cada paso. Digamos que era un poquito más de libertad o de "opción".

Entonces a alguno se le enciende la luz matemática. Oiga, es cierto, podíamos decir que pasando de infinitésimo en infinitésimo no llegamos a notar la diferencia pero si lo comparamos con el primer tipo de matrimonio, ¡caray si hay diferencia! Es lo que se llama Paradoja de Zenón. Mientras que él no admitía movimiento, ya que al pasar de un punto a otro hay que pasar infinitos infinitésimos, la realidad es que una vez que ha recorrido esos infinitos infinitésimos (en un tiempo finito) se ha movido una gran cantidad de espacio.

Para quien se le escape, los próximos pasos, nos gusten o no, serán el matrimonio con y entre menores de edad (niños de mayores de 12 años),  entre miembros de distintas especies animales (perros y personas por ejemplo) y ya por último matrimonios entre adultos y niños menores de 12 años. Esto no es fantasía. Quizá para nuestras mentes poco abiertas esto sea así en estos momentos pero será así(y digo esto con conocimiento de causa porque hasta los más liberales de hace hace 50 años, hoy serían considerados unos carcas).

¡Si no pasa nada! Y es cierto. Hasta que pasa. Una de las pruebas más interesantes que puede hacerse con una probeta de metal es la prueba de fatiga (es decir, cuanto aguanta el metal ante esfuerzos repetitivos en determinada dirección). Una prueba de andar por casa es intentar romper un alambre de acero. Todos sabemos que flexionándolo repetidamente en una u otra dirección empieza a crearse un pequeño estrechamiento hasta que se rompe. O también girándolo sobre sí mismo en muchas ocasiones. Pero lo cierto es que si un alambre aguanta 100 kg y ponemos 101 kg, probablemente no ocurra nada. Ni con 102, pero quizá sí con 102,5 kg.

Igual ocurre con la sociedad. Somos muy poco conscientes de que incrementos, aunque sean infinitesimales pueden provocar graves situaciones incontrolables. Sean razonables, ¿realmente nos afecta que nos incrementen el precio de los combustibles? Si un litro de gasolina cuesta 1$, por ejemplo, ¿qué nos dañará si está a 1,01 $. ¿Y a 1,05? ¿Y a 2? ¿Y a 10 $ el litro? No, no y no. No nos afectaría realmente. Nos amoldaríamos a la nueva situación. Pero quizá el gobernante de turno no entienda que llegados a 10,01 $ el populacho estalle y sea la ruina suya y del país.

Cuidado con los infinitésimos. Son pequeños, pero traicioneros.

Nosotros, los intempestivos

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Quizá ha sentido usted, quien lee estas letras, la extraña sensación de ser alguien distinto a los demás. Si no está seguro de haber tenido la experiencia sepa entonces en qué consiste. Usted va por la calle o quizá está en una parada de autobús. Mira a su alrededor. No ve más que gente corriente, con las que no sería capaz de identificarse. Entonces, se da uno cuenta de su individualidad, su distanciamiento respecto del grupo. El individuo entonces, de persistir en esta apreciación individuo-grupo, trata de volver a ubicarse en un grupo más selecto (esto es, reducido), en el que realmente se sienta más cobijado.

A eso se le llama encuentro con el yo.

El encuentro con el yo es un fenómeno tan natural como el propio ser humano. Podríamos decir que el 100% de la población se siente "distinto" a los demás. Los pocos individuos que no se encuentran a sí mismos suelen ser o bien tarados, con muy bajo cociente intelectual, o también enfermos mentales, que pueden ocasionar en muchos casos violentas reacciones como matanzas colectivas.

Hay que decir que esta sensación de desubicación es totalmente natural y no nos hace especiales. Sólo nos indica que no estamos en el ambiente correcto. Eso es todo. Nuestras funciones de relación harán el resto, haciéndonos salir del entorno hostil y entrar en un ambiente mucho más agradable y satisfactorio. Aunque me duela decirlo, usted, que quizá sea un perfecto caballero, no se diferencia en absoluto del más fiero punk. Ambos se sentían desubicados en sus correspondientes grupos y buscaron a sus semejantes. Por eso no son tan distintos.


2

Puede entonces que haya tenido otro tipo de sensación, mucho más profunda. Usted ha encontrado incluso un sector de la población con la que usted se siente representado (tribu urbana, clase media, niños de papá...). Descubre entonces que usted es mejor que los demás. Tiene un criterio de valor diferente. Alguien podría decir que esa sensación es nuevamente universal, pero se confunde. No es lo mismo querer ser mejor que los demás con sentirse claramente mejor que los demás. El individuo que ha sentido eso tiene datos totalmente contrastados para decir que es mejor que los demás, aunque esos datos contrastados sean sólo percibidos por el interesado (y por tanto, a priori, subjetivos). Esa sensación podría ser manifestada, aproximadamente, por sólo un 50% de la población.

A esto se le puede llamar capacidad de liderazgo.

Ser mejor que los demás no significa "hacerlo bien". Un capo de la mafia puede ser el mejor haciendo el mal. Es interesante este aspecto, ya que una gran parte de la población (aproximadamente, como hemos dicho, un 50%) puede manifestar cualidades o capacidades de líder.

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Llegados a este punto, puede que usted esté dentro de una élite dentro del grupo. Quizá ha sentido que tiene una actitud especial ante los problemas. Análisis profundo y reflexivo de la situación, intelectualidad superior, fortaleza (física y mental), autocontrol... Además, ha llegado a un punto fundamental: es capaz de pronosticar eventos, tiene una mente predictiva.

Quiero especificar que esta sensación nada tiene que ver con lo que llaman anticipación. La anticipación es una respuesta universal que además puede ser desarrollada por condicionamiento operante. Estamos hablando de una capacidad de imaginación mezclada con un conocimiento de las leyes naturales (tanto físicas como filosóficas).

Sólo unos pocos privilegiados podrán incluirse en este punto. Pueden ser grandes pensadores, médicos, políticos, grandes empresarios... Hemos de ser cautos: el hecho de tener mucho dinero no significa que estén catalogados en esta sección. Estamos diciendo que muchos de ellos se podrían reconocer entre los individuos que tienen estas sensaciones.

Estamos ante lo que denominan "triunfadores". Volvemos a insistir en que no hay que confundir términos. Un botones de hotel puede ser tan triunfador o más que el dueño de la cadena. Todo depende del punto de partida y del punto de llegada. No se puede considerar un triunfador a quien heredó una fortuna y vive de las rentas. Sin embargo, podemos llamar triunfadores a quienes ganando poco son capaces de mantener una familia y no sólo eso, sino darles buena educación, manteniendo sanas costumbres, etc.



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Llegados a este punto, todavía quedaría una sensación que sólo tienen algunos pocos seres humanos: la sensación de ser intempestivos.

Nietzsche, el primero en hablar en estos términos, definía el carácter intempestivo como una sensación positiva, incapaz de distraerse con las modas imperantes. El intempestivo es absolutamente solitario. Nadie puede llegar a comprenderlo totalmente. Se siente mucho más identificado con los muertos que con los vivos, ya que los muertos mantienen sus posturas en el tiempo.

Ser intempestivo requiere no tener miedo a la soledad. Es posible que tras un examen concienzudo uno descubrar que tiene miedo a estar solo. Entonces, no se tratará de un intempestivo.

El intempestivo crea la realidad. Es el niño que pasó de León en el Zaratustra. El intempestivo crea su realidad a través de la nada, como un juego, un juego muy serio. Conoce a la perfección el futuro y no sólo eso, sino que es capaz de reescribirlo.

¿Ha sentido usted alguna vez algo así?¿Ha sentido cómo decide usted los acontecimientos que ocurren a su alrededor? Un día se encuentra con el peor día de su vida, pero en su fuero interno, consciente de su superioridad y de su posición de privilegio, decide que todo va a cambiar en el próximo minuto. Entonces, como un acontecimiento bíblico, el cielo resplandece. Usted es consciente, nuevamente, de su posición y todo cambia a mejor.

El hombre intempestivo no es un superhéroe, sino una especie de ser reencarnado. ¿No ha conocido nunca a un hombre que hablaba como sacado de la Antigua Roma o de la Edad Media? No me refiero a un Quijote o a un vulgar demente. Me refiero a individuos totalmente desubicados, tanto en espacio como en el tiempo, como lo estuvo Jesús entre los judíos, como lo estuvo Sócrates entre los atenienses o como lo estuvo Leonardo entre los italianos. Son hombres magnos, capaces de todo y de alcanzar metas tan absolutamente sorprendentes que en muchos casos, como le ocurría a Cristo, era necesario que ellos hablaran en parábolas o un idioma inteligible para el resto.


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¿Y usted? ¿Dónde se encuadra usted?

domingo, 3 de abril de 2011

Teoría y práctica

Nunca he entendido ni entenderé las famosas discrepancias entre la teoría y la práctica. Los académicos y universitarios se quejan a veces de la poca capacidad práctica de sus estudios. Los obreros, en cambio, o bien se jactan de no requerir de la teoría o bien echan en falta algún sustento teórico o al menos formativo-informativo en sus trabajos.

Pero los dos grupos, los individuos de estudios superiores y los individuos sin estudios o estudios básicos, consideran que puestos a elegir, sus posiciones son las mejores.

¿Y qué? Es decir, ¿cuál es la pretensión? El remilgado universitario anhela algo que realmente luego mira alzando la barbilla. El obrero, en cambio, considera la teoría como una pérdida de tiempo y de tontos estudiantes.

No nos dejemos engañar: ambos sienten nostalgia de lo que no son o de lo que extrañamente piden. Pero estas cosas tienen fácil solución, como siempre.

Solución 1 (la más diplomática): los estudios universitarios deberían ser concebidos, quizá, con más medios técnicos. No nos referimos a disponer de un cañón láser o un ordenador por alumno. Nos referimos a hacer uso de laboratorios, no sólo con fines académicos, sino para fines prácticos (alquilados/usados por horas). Los obreros, por el contrario, podrían considerar en realizar cursos de formación de larga duración, con distintas especializaciones, en los que la parte más importante sea la teoría y exposición de nuevos campos técnicos.

Solución 2 (la más radical): los estudios universitarios deberían ser concebidos para gentes con alto nivel académico. El resto debería conformarse con ser como mucho técnicos superiores, es decir, personas capaces de desarrollar una actividad práctica con ciertas dotes teóricas.


Hay un mal endémico en el mundo occidental que quizá en el oriental no se concibe: la ausencia de clases. Tener conciencia de individuo, de superioridad e inferioridad, es algo propio de las razas nobles. La raza de los antiguos arios, de los griegos y de los romanos republicanos eran ejemplos de pueblos donde se concebían estas idiosincracias.

¿Y ahora? Ahora nadie quiere estar por debajo de nadie, aun estando por debajo. Esto es realmente significativo. Como en la Inglaterra victoriana, el hombre occidental del siglo XXI es un hombre carente de valores más allá de la apariencia. Todos quieren ser ingenieros, médicos, abogados... y ninguno quiere ser pastor, electricista o panadero. ¿Y qué?¿De qué me sirven esos ingenieros de fachada, incapaces de plantear siquiera los tornillos que requiere una instalación, su métrica y sus términos?¿De qué me sirve un médico que sólo sabe pasar la tarjeta visa y hacer esperar a los pacientes y que ni siquiera sería capaz de realizar un triste vendaje?

Al otro lado tenemos a esa gentuza iletrada que se ríe en su orgía de alcohol e ignorancia, que con toda razón no puede tener respeto por quien pasando por superior a él no sabe siquiera cómo enseñarle su trabajo. Es el conflicto ingeniero-peón o el conflicto celador-médico. Pero lo cierto es que tienen razón: esos licenciados no tienen ningún conocimiento real y práctico de sus trabajos.

Pero ojo. Que nadie se engañe. Un auténtico licenciado, una persona de valor, que hoy el mundo occidental no puede concebir salvo en contados casos y que el mundo oriental saca en cada universitario, es, por el simple hecho de haber estudiado duro, mucho más capaz que el más experto de los técnicos. Mientras que un ingeniero, con ganas y sin tapujos, podría aprender el oficio de fontanero, un fontanero jamás podrá llegar a la capacidad de un ingeniero. No se trata de falta de ganas, sino de inteligencia.

Esta es la verdadera superioridad de la teoría frente a la práctica: la primera requiere inteligencia (como el habla humana), la segunda repetición (como el habla del loro).