"La suerte de la fea, la guapa la desea" o "Dios cierra una puerta pero abre una ventana". Eso es lo que debería decirse en el caso de este atleta que, como sabrán los lectores, ha matado a su novia.
El caso es que Pistorius, o su versión más espectular, Armstrong, era el ejemplo máximo de motivación, superación y vitalismo. Nacido con una enfermedad congénita que le llevó a amputarle las pieras en los meses de vida, Oscar Pistorius consiguió incluso llegar a ser atleta olímpico en Londres 2012, convirtiéndose en el primer atleta paralímpico admitido para competir con atletas sin taras físicas.
Además de estos logros, Pistorius era un tipo mediático. Rico, famoso, con una novia guapa... El caso es de sobra conocido: chico joven y atractivo que lo tiene todo se aburre de su novia y finalmente la mata sin motivo aparente o por los celos o por cientos de cuestiones baladíes.
Lo importante del caso no es el hecho en sí sino... ¿por qué?¿Qué lleva al ser humano a realizar estas acciones aparantemente inexplicables?¿Será que realmente está en la naturaleza humana el inconformismo?
Un estudio antropológico, considerando al animal humano en sí mismo y su comportamiento en su medio ambiente, refleja que el animal humano es ante todo un sujeto creador o emprendedor. La causa de este comportamiento radica en el asombroso cerebro humano, capaz de pensar cientos o miles de ideas o relaciones lógicas en pocos minutos. Gracias a este comportamiento que tiene el cerebro, el ser humano ha logrado dominar a todas las demás criaturas naturales, desde las diminutas bacterias a las enormes ballenas. Por tanto, pensar mucho y rápido no es sin duda nada malo. El problema radica en que por este motivo el ser humano, en su carácter emprendedor, desea asumir riesgos en relación a unos objetivos más ventajosos y por tanto la evolución como especie le ha dotado de un extenso carácter inconformista y manipulador.
En sí mismo, el ser humano evolucionó a modelos más inteligentes. Cuanto más inteligente era el ser humano, más posibilidades había de salir vivo de situaciones comprometidas o tener ingenio para vivir de manera más cómoda. Sin duda, el descubrimiento del fuego, de la rueda o de ingenios para la caza, la pesca o la recolección han permitido al ser humano sobrevivir en los más hostiles entornos.
Todo esto nos lleva a preguntarnos por qué personas como Pistorius, aparentemente sin problemas y con fama, sienten una profunda necesidad de asumir riesgos, o enfadarse, en definitiva, de salir de un arbitrario aburrimiento. Otro caso parecido fue el famoso "estoy triste" de Cristiano Ronaldo, un individuo que es multimillonario, famoso, guapo, que tiene a una de las mujeres más bellas del mundo como novia y cuyo trabajo sólo le exige correr, sin pensar demasiado.
No se trata de buscar excusas, pero estos individuos son en cierto modo víctimas de la propia naturaleza humana. En el caso de Pistorius, la respuesta es sí. Sí ha de ir a la cárcel y pagar por sus actos. Sin embargo hay que tratar de profundizar en este tipo de trastornos, basados en una profunda decepción personal o vacío interior. Deberíamos plantearnos seriamente una vuelta a valores más espirituales y más austeros. No hablo de una revolución espiritual tipo New Age, sino una búsqueda sincera del concepto del yo y de la relación del yo con el mundo. Esta búsqueda, muy presente en todos los tiempos y culturas hasta finales del siglo XIX y el siglo XX, debe representar en cualquier caso el fin de todo ser humano.
Hay que enseñar, muy a pesar de lo que la sociedad marca, que la felicidad no está en los placeres o al menos no simplemente en los placeres. El placer de la fama, el placer del sexo, el placer de la comida y la bebida... no son más que falsos conceptos que se comparan con la felicidad pero no son la felicidad. Sería como decir que la letra O es lo mismo que un círculo. La O puede parecer un círculo, pero no lo es. De hecho, la O es ciertamente un círculo pero no ha de interpretarse como círculo, sino como O. Estos placeres son fuentes de felicidad, pero no son la felicidad en sí mismas ni han de ser sustitutivos de la auténtica felicidad.
Si a nuestros jóvenes se les fomenta este concepto, no basándolo en conceptos de "bondad", "candor" o "paz mundial" sino en conceptos como heroísmo, valor, honor, persuasión, superación, motivación, liderazgo... es muy posible que el cambio social se obre poco a poco. La felicidad reside en fomentar la felicidad de los demás, los que a su vez nos responderán.
No se trata de buscar excusas, pero estos individuos son en cierto modo víctimas de la propia naturaleza humana. En el caso de Pistorius, la respuesta es sí. Sí ha de ir a la cárcel y pagar por sus actos. Sin embargo hay que tratar de profundizar en este tipo de trastornos, basados en una profunda decepción personal o vacío interior. Deberíamos plantearnos seriamente una vuelta a valores más espirituales y más austeros. No hablo de una revolución espiritual tipo New Age, sino una búsqueda sincera del concepto del yo y de la relación del yo con el mundo. Esta búsqueda, muy presente en todos los tiempos y culturas hasta finales del siglo XIX y el siglo XX, debe representar en cualquier caso el fin de todo ser humano.
Hay que enseñar, muy a pesar de lo que la sociedad marca, que la felicidad no está en los placeres o al menos no simplemente en los placeres. El placer de la fama, el placer del sexo, el placer de la comida y la bebida... no son más que falsos conceptos que se comparan con la felicidad pero no son la felicidad. Sería como decir que la letra O es lo mismo que un círculo. La O puede parecer un círculo, pero no lo es. De hecho, la O es ciertamente un círculo pero no ha de interpretarse como círculo, sino como O. Estos placeres son fuentes de felicidad, pero no son la felicidad en sí mismas ni han de ser sustitutivos de la auténtica felicidad.
Si a nuestros jóvenes se les fomenta este concepto, no basándolo en conceptos de "bondad", "candor" o "paz mundial" sino en conceptos como heroísmo, valor, honor, persuasión, superación, motivación, liderazgo... es muy posible que el cambio social se obre poco a poco. La felicidad reside en fomentar la felicidad de los demás, los que a su vez nos responderán.
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