El caso es que por doquier existe un auténtico comportamiento depresivo a consecuencia de la crisis. Si nos fijamos en las caras de nuestros conciudadanos, veremos que tienen un aire de tristeza bastante acusado. ¿Hasta qué punto puede esta crisis afectar a nuestra personalidad?
Una cosa es obvia: cuando sobreviene alguna desgracia nadie desea reír. Pero una cuestión es una preocupación ocasional y otra muy distinta una preocupación crónica. A este respecto, multitud de expertos y estudios sobre conductas nerviosas o estresantes revelan un aumento de enfermedades psicosomáticas provocadas por la situación actual. Hay que entender que los mecanismos del cuerpo en relación a una preocupación están biológicamente y evolutivamente concebidas para una duración entre segundos, minutos y como mucho horas. Un animal que esté acosado por un depredador, por ejemplo, un caballo acosado por un lobo, podrá mantener su estado de estrés como mucho por unas horas o días. Finalmente, el agotamiento le llevará a la muerte en caso de no deshacerse de su perseguidor.
Algo parecido ocurre con las personas. Un comportamiento depresivo ante la crisis es evolutivamente antinatural o lo que es lo mismo, incompatible con la vida. El comportamiento depresivo genera ansiedad, miedo y se transforma en enfermedades como úlceras, depresiones, taquicardias, etc.
Lo que es más preocupante en la actitud actual de los ciudadanos medios es que nadie cree poder salir de la situación, cuando no es menos cierto que es más fácil de lo que parece. Es decir, es un trabajo general de todos, pero el primer paso es mostrar una cara alegre y no una cara triste a la situación.
Por ejemplo, es una realidad que la falta de trabajo está abrumando a millones de personas en todo el mundo. Es todavía más cierto que muchos de esos millones de personas son titulados universitarios que van a ver truncados sus sueños y que ven que sus títulos no sirven o no son considerados y todo parece aventurar que les van a obligar a seguir formándose, en una espiral que parece no tener fin. Sin embargo, es más cierto que una cosa es lo que parece y otra lo que es. En este sentido cabe preguntarse si es coherente que en un mercado laboral se exija tanta cualificación en puestos que no la requieren. Porque es una realidad que por todos lados se piden trabajadores que por tener tengan hasta un carnet de donante de órganos pero esto no es coherente. La actitud tiene que ser esa: enfrentarse a las incoherencias. No parar y seguir buscando en ofertas de empleo que no sean incoherentes.
Por otro lado, resultaría todo más fácil con un cambio de actitud, sobre todo entre las personas más allegadas. En época de crisis, comprar un pastel al pastelero, incluso si no tenemos mucho dinero, va a fomentar que este pastelero pueda crear riqueza y trabajo en el barrio. En ocasiones, no entendemos cómo poniendo escasamente 500 $ un grupo de 100 personas podrían fundar una empresa de 50000 $. Fundar una cooperativa que pueda funcionar no es nada descabellado con ese dinero.
Entiendo el punto donde fracasa el planteamiento: la confianza en el proyecto, en nosotros mismos y en los demás. No nos fiamos de que entre las 100 personas haya algún desalmado. Y probablemente lo haya. Pero no resulta inteligente desaprovechar oportunidades que nos pueden hacer feliz. Si pudiéramos ser menos ciegos y ver que el dependiente de la tienda de ropa al vendernos una camisa por 20 $ no está engañándonos sino que la vende a un justo precio, no sólo estaríamos haciendo a alguien más feliz, sino que en su justa medida esos 20 $ se usarán en comprar otro artículo que quizá sea el que nosotros producimos, vendemos o garantizamos.
La economía de lo que siempre rehuye es de los tipos despilfarradores y de los timoratos. El dinero está bien en gastarlo en cosas innecesarias, pero sólo cuando se tiene. En cambio, incluso si no se dispone de mucho, un gasto en algún artículo necesario (comida, ropa, higiene, etc.) es siempre un gasto solidario.
Por último, una sonrisa y una actitud positiva es, como bien se repite, la mejor manera de salir de la crisis. No es sólo un argumento o truco psicológico. Es realidad. Muchas veces parece que sólo los ricos son capaces de sonreír en esta crisis pero se equivocan. Los "pobres" nunca deben ser pobres de espíritu, ya que de esa manera sí que nunca llegarán a salir de su situación. Ya indicamos en otra ocasión en El primer paso para alcanzar un sueño es renunciar a él que no hay que sentirse mal por no conseguir inmediatamente lo que queremos. El fracaso, en ocasiones, es síntoma de aprendizaje y no de ineptitud. Obviamente somos finitos y nuestros objetivos tienen que ser realistas, pero hay mucho más talento del que pensamos ahí fuera. No todos los fracasos son culpa nuestra.
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