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lunes, 5 de marzo de 2012

Dudas de fe

Se acerca ya la Semana Santa y ya comenzó el tiempo de Cuaresma y los famosos besapiés a las diversas imágenes que puebla la geografía católica. La fe en Cristo es, con los tiempos que corren, si cabe más efusiva.


Es cierta la frase esa de que "siempre se acuerda uno de Santa Bárbara cuando truena". Dejando a un lado el que se acuda o no a la misa dominical, no cabe duda de que la socidedad moderna no tiene tiempo para la fe. Quizá cuando no hay más solución nos aferramos a Dios como ese salvador que "siempre está ahí".

Y lo está.

Lo que se quiere plantear hoy no es un tributo a la figura de Cristo y a su devoción. Ni siquiera es una vindicación de lo que Dios es capaz de darnos si tenemos fe en él. Lo que vamos a definir es en qué contribuye la fe en la relación de la persona con el mundo y más aún con Dios, es decir, si la fe es fundamental.

A priori sabemos que el ser humano necesita un sólido sistema de valores donde asentar su propio ego. No es posible una existencia humana sin ningún tipo de relación, aunque ésta relación sea de tipo espiritual. El ser humano necesita estar siempre comunicado y esta comunicación puede ser bien física y humana o bien espiritual. Por este mismo motivo es fundamental tener fuertes relaciones emocionales y entre las muchas emociones la fe es una de las más importantes.

En todo caso, hoy más que hace algunos años, las personas van más a misa, acuden más a la Iglesia o hacen uso de conjuros, magia u otras artes adivinatorias e invocativas. La fe en que puede ocurrir algo mágico, sorprendente o que nos librará del mal es muy alta. Sin embargo, la fe en los políticos, en los amigos o en la sociedad está más baja que nunca. Resulta por tanto paradójico que lo que empíricamente sea lo que realmente nos ayudará a superar la crisis sea en lo que menos fe tengamos.

Tener fe en Dios es algo altamente aconsejable. Dios es un concepto de bondad y poder en sí mismo y por tanto creer en su poder milagroso es muy positivo para nuestra mente y nuestra frustración. Lo que ya no es tan positivo para la mente es entender que Dios nos salvará de la situación actual, bajando desde el cielo y haciendo el milabro. Eso puede que sea cierto en el caso de los santos, pero no entre personas normales. Salvo, insisto, milagro, el poder de Dios no va a quitarnos el dolor, la frustración o la falta de trabajo.

Entonces, ¿es inconsistente lo anteriormente escrito con la idea católica de Dios todopoderoso, bueno y realizador de milagros? En absoluto. El segundo mandamiento dice claramente que no se tomará el nombre de Dios en vano. Eso incluye todo lo relacionado con Dios o su dominio, tanto temporal como espiritual. Tomar como obligado la realización de milagros es una falta de respeto a Dios, ya que Dios no ha de demostrar su poder sino cuando él, en su infinita sabiduría, cree necesario hacerlo. No podemos hacer uso de Dios o exigir a Dios.

Por tanto, ¿cuál es la actitud del cristiano?¿Permanecer pasivo ante un Dios que nos dará mercedes cuando él crea conveniente?¿No pedir a Dios?¿Cuál es la verdadera respuesta? Erigirse en portavoz del mismísimo Dios sería algo quizá cercano a la blasfemia, pero se puede intuir qué quiere indicar Dios y la Iglesia con la fe.

Es fácil demostrar que, a diferencia de lo que marcaba Lutero y otros protestantes, la fe en Dios, en Cristo y en los Evangelios no puede proporcionar por sí misma la salvación. No es posible ser llevar una vida propia independiente, aunque sea sin hacer daño a nadie, bajo nuestra pura óptica, opinando sobre lo que está bien o mal a pesar de que se crea ciegamente en Dios o en la palabra de Dios. La fe tampoco es una garantía de obtener mercedes. La fe es sencillamente un entendimiento sincero de la grandeza de Dios y de toda la creación. Entender esto significa entender el misterio de la vida y la muerte, la fortuna, la desgracia y el triunfo. Entender que Dios, en su grandeza, es el origen de todo y creer que esto es cierto es la auténtica fe.

Es en esta situación de auténtica fe cuando la persona está libre de cualquier apego material y por tanto está cercana a concebir que su situación vital particular no es más que un reflejo de algo mucho más elevado, un proyecto universal de auténtica importancia, donde cada individuo, cada átomo, cada causa es importante.

Es también importante entender que la auténtica fe no debe nunca apartarnos de nuestros deberes vitales. No es cristiano sino budista lo que algunos grupos y prelados católicos pretenden con las personas: convertirlas en seres más espirituales. La espiritualidad cristiana, de acuerdo con los Evangelios, consiste en tomar conciencia íntima con Dios, sin que nadie sepa si somos más o menos creyentes. Es cierto que muchos individuos pueden tener dudas de fe o incluso perder la fe y la Iglesia al completo, en la misa o fuera de ella, debe hacer lo posible para encaminar al individuo a ese conocimiento completo de la magnitud de Dios pero de ningún modo puede consistir este conocimiento en un compromiso budista con la enajenación o alienamiento del individuo.

El problema está en que el cristianismo, así como la palabra de Dios, es tan complejo que se requiere un conocimiento exhaustivo de la Sagrada Escritura para poder entender la magnitud de Dios (que no entender a Dios, que como bien saben los cristianos es incomprensible e inescrutable) y cuál es la misión de Dios para cada individuo.

Llevar una vida espiritual o renunciar a los valores materiales es una concepción claramente budista. Es siempre un error que todo buen cristiano debiera evitar. Así, el mismo Cristo dice "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Es cierto que Cristo era de origen humilde y que él mismo limpió los pies de sus discípulos queriendo decir que ser siervo es mayor que ser señor (evidentemente en un sentido metafórico, para que fuera entendido por sus seguidores). Incluso indica que es más fácil que entre un camello por el ojo de la aguja que un rico en el Reino de Dios. Es este punto en el que muchos santos y grupos cristianos predican el voto de pobreza. Pero ese estilo de vida, aunque loable, no es más cercano a Cristo por el simple hecho de ser un estilo "en la pobreza". Lo que hay que hacer notar es que el desprendimiento de lo material es en sí mismo budista y no cristiano y que el mismo Cristo, aunque pobre, nunca dijo a sus seguidores que vivieran en la pobreza, sino que no vivieran en la abundancia (cosa muy distinta). Y quien diga que Cristo dijo al joven rico que vendiera todo y lo siguiera, debe interpretarse no como un alegato a la pobreza, sino una renuncia a lo superfluo y al culto al dinero. Incluso si Cristo hubiera predicado la pobreza no se hubiera realizado la Última Cena, ya que los Evangelios dejan implícito que Jesús es el que paga la celebración. De no entenderse así y entenderlo como un regalo o dádiva, también se podría argumentar que, salvo su ayuno en el desierto, no hay referencias ni de que Jesús o sus discípulos pasaran hambre y salvo aquella vez del milagro del pan y los peces no se hace referencia a que Jesús usara su poder divino para vivir sin trabajar.

En definitiva: la fe en Dios puede ayudarnos en la vida y aún más en estos tiempos de crisis. La fe en otras cosas, como en la magia o el horóscopo, o la espiritualidad entendida como una entrega cuasi-monástica no hará más que desenfocar y hacernos perder nuestra referencia personal y vital, salvo que el mismísimo Dios, a través de la vocación, nos señale ese camino como el de auténtico servicio a la comunidad y a nuestra vida.

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