El ser humano siempre tiene la extraña percepción de que no van a ocurrirle desgracias (o al menos no a largo plazo). Sabemos que tarde o temprano vamos a morir pero no sabemos cuándo. Una de las variables más importantes en demografía es la esperanza de vida, es decir, cuántos años vivirá de media una persona en cierta población. La esperanza de vida sigue una función normal, como indica la figura, siendo escasos los habitantes que mueres siendo niños y también los que mueren más allá de la media. Sin embargo, como hemos dicho, es cuestión de cada población y así en países desarrollados la distribución es más puntiaguda mientras que en países pobres es más achatada.
Cabría entonces, preguntarse una de las cuestiones fundamentales de la humanidad, ¿cuándo moriré? Esta cuestión es, claro está, una incógnita. Sin embargo existen datos muy curiosos que nos permitirán conocer si nos quedan muchos o pocos años de vida y cómo de fácil es morir.
Por ejemplo: la esperanza de vida en los países desarrollados está en 78 años. Esto quiere decir que de media, un individuo vive 78 años. Puede ser que muera con 15 o con 105, pero el pico de la distribución normal indica que, por probabilidad, será más fácil que una persona muera a los 78 años que a cualquier otra edad. Entonces, podemos preguntarnos cuál es la probabilidad de morir en cuanto acabemos de leer este texto.
Nuestra intuición nos lleva a pensar que cuanto más jóvenes somos, menor es la posibilidad de morir. Esto no es cierto. Lo que es menos probable es que muramos antes de llegar a la esperanza de vida, pero eso no significa que una persona con 80 años tenga, a priori, una posibilidad mayor de estar muerta el minuto siguiente respecto a una de 15.
Analicemos la situación.
Sea p la probabilidad de sobrevivir en un minuto cualquiera. Suponiendo que la probabilidad de morir sea constante (cosa que no es cierta, ya que la probabilidad aumenta al estar en contacto con algún factor de riesgo), la probabilidad de probabilidad de morir sería 1-p (es decir, hay un 100% de posibilidades, o sea, 1 en probabilidad de que o bien el individuo esté muerto o bien esté vivo). Por tanto, p es la probabilidad de sobrevivir y 1-p la de morir.
En el primer minuto de vida, no hay más posibilidades que estar muerto o estar vivo, es decir p o 1-p. En el siguiente minuto, la probabilidad de estar vivo es la probabilidad de haber estado vivo el primer minuto y estar vivo el segundo minuto.
Por poner un ejemplo, si la probabilidad de sobrevivir el primer minuto es del 80% y de morir el 20%, la probabilidad de morir en el siguiente minuto sería 0,8 x 0,2 = 16% (puesto que para morir en el segundo minuto ha de estar vivo el primero). La probabilidad de estar vivo sería, por tanto, 0,8 x 0,8 = 64%. En el tercer minuto, la probabilidad de estar vivo sería tan sólo del 51,2% mientras que la de morir sería de un 10,24 %.
A la vista de estos resultados, podría parecer que la posibilidad de morir es cada vez más escasa. Esto es una paradoja. En realidad, al contabilizar de esta manera, obviamos que sólo estamos contando la posibilidad de morir en ese minuto. Esto es, quizá el individuo murió en el minuto 2 y por tanto no tiene sentido hablar de morir o vivir en el minuto 4. Esto significa que para el cálculo que vamos a realizar, sólo nos importa que el individuo esté vivo en el minuto m.
Consideremos que la probabilidad P de estar muerto a los 78 años sea alta (por ejemplo, un 90% de los individuos no llegarán a esa edad). Hemos visto que la probabilidad de estar vivo en el minuto m viene reflejada por la fórmula p^m (p elevado a m). Por tanto la probabilidad de estar muerto es 1-p^m.
Esto nos lleva a la siguiente fórmula:
P = 1 - p ^ m
En nuestro caso:
0,9 = 1- p ^ m
m es el número de minutos que hemos estado vivos en esos 78 años, es decir 40996800 minutos (sí, en efecto, una cifra exigua). Por tanto, la probabilidad de morir en un determinado minuto será, suponiendo una probabilidad P del 90%, de 5,6 x 10^-8. O sea, una posibilidad entre 17 millones. Es decir, lo más probable es que usted siga vivo tras leer esto.
El caso es que podría parecer que es tan probable que en el siguiente minuto muera un joven de 15 años como que muera un señor de 90. Y es así. Lo que ocurre es que, como pasa en una tirada de dados, es poco probable que salga el 6 a la primera (un 16,66%) pero en la segunda tirada, la probabilidad de que salga el 6 tras haber realizado la primera es notablemente mayor (30,55%). A la tercera tirada, casi hay un 50% de posibilidades de que salga el 6. Sin embargo, en todas las tiras, la probabilidad de que salga el 6 es siempre la misma (1/6).
Lo mismo ocurre con la vejez: vamos acumulando situaciones más favorables para que ocurra el momento fatídico, simplemente por probabilidad. Esto, sin embargo, ha sido estudiado teniendo en cuenta que la probabilidad de que muramos en el minuto m no está condicionada a lo que ocurre en el minuto m-1. Esto, como bien sabemos, no es cierto, ya que no existe la misma posibilidad de morir haciendo alpinismo extremo que en casa viendo la TV. Sin embargo, de media, el resultado es correcto.
Quizá haya algún eufórico creyendo que es inmortal o que con un poco de cuidado su vida está resuelta hasta los 78 años, pero cuidado:
¡Hay un 50% de posibilidad de estar muerto cuando uno cumple los 23 años en un país civilizado!
Al cumplir 50 años, la probabilidad de morir es del 77%.
Sin embargo, hay motivo para la esperanza. Si pasamos los 78 años, lo más probable es que en un país civilizado nos pasemos más de 20 años con prácticamente la misma posibilidad de morir (entre 90-99% de posibilidad). Esto significa que tendríamos prácticamente la misma probabilidad de vivir 100 que de morir pocos días después de cumplir los 78.
Por comparar con los países subdesarrollados, como en África, la esperanza de vida es tan sólo de 49 años. En estas circunstancias, la probabilidad de morir al minuto siguiente es 20 veces mayor. En concreto, la posibilidad de seguir vivo a los 78 años sería de menos del 1%, es decir, casi 10 veces inferior a un país desarrollado.