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martes, 13 de diciembre de 2011

Talento y trabajo

En ocasiones merece la pena pararse y meditar sobre los propios asuntos, más si cabe en esta época de crisis que parece que no vaya a abandonarnos nunca.

Pero de todo, créanme, se sale y esta crisis no será distinta. Volverán los días de gloria y de cierta tranquilidad a las economías domésticas y a los mercados.

El caso es que más que nunca puedo decir que la gente se lamenta de que su talento está siendo desaprovechado. Es decir, la crisis parece alentar todos los sentimientos de autoestima, motivados probablemente en parte por una autorresistencia de la mente humana y por otra parte por una serie de mensajes más o menos connotativos que los gobiernos se han encargado de difundir.

¡Tienes talento!

El talento (o lo que es lo mismo o quieren los gobiernos que sea lo mismo, la inteligencia) es una de las cualidades a las cuales el ser humano se aferra con más ímpetu. Más amplio es el significado que se le ha querido dar a la palabra talento como conjunto de capacidades intelectuales o emotivas que nos convierten en alguien virtuoso o con capacidad para el triunfo. Así pues, estamos asistiendo en este sentido a un suicidio colectivo de grandes mentes, a las cuales los gobiernos y las empresas poderosas impiden que se desarrollen. Si a esto le sumamos la gran cantidad de personas ineptas que ocupan estos puestos de trabajo que le corresponderían de pleno derecho a estos talentosos, el panorama es poco menos que tétrico, absurdo y fatal. En pocos años de la crisis pasaremos a la llegada de los cuatro jinetes del Apocalipsis.

No son ciertas estas especulaciones. Lo siento, pero no puedo darle la razón a aquellos que piensan que nuestros jóvenes en particular y nuestros ciudadanos en general están mejor preparados y tienen un mayor talento que las generaciones anteriores. El talento es algo más que poseer un título colgado en la pared que nos capacita como abogados, ingenieros, arquitectos o médicos. El talento implica una capacidad cerebral e intelectual muy superior, lo que antiguamente se catalogaba como genio.

Todos, y en particular los jóvenes, plantean a diario que la vida es injusta con ellos, ya que tienen que trabajar mucho, ganan poco y además no ocupan los puestos para los cuales han estudiado. Además plantean el sempiterno nepotismo, por el cual entran en una situación de competencia desleal por parte de estos "primos".

Completa y rotundamente falso: achacar a los demás nuestra situación laboral, económica o social cuando ellos no son realmente los causantes directos no es más que excusarse. El trabajo duro es el que realmente proporciona esta capacidad y esta exposición al talento.

Muchos me dicen: ¿cómo puedo demostrar mi valía en el trabajo si no trabajo? A diferencia de otros, que invitarían a seguir estudiando, yo declaro que lo importante no es tener talento, sino potenciarlo. Si realmente alguien es bueno cocinando pero no es capaz de encontrar un empleo de cocinero, nuestra virtud y talento pasaría por enseñar nuestros secretos, aunque fuera gratuitamente, a un conjunto de alumnos o de personas que compartan nuestras inquietudes. En este sentido las redes sociales han facilitado mucho el trabajo.

Lo primero para reconocer si alguien tiene talento es su capacidad para generar el acto o el producto del cual se presume el talento. Por ejemplo, si alguien es un gran escultor, debemos demostrar con hechos (estatuas) que alguien sea un gran escultor. De lo contrario, la afirmación quedará como simple anécdota.

Insisto en la idea de que tener un título universitario no capacita a tener talento. Quizá, hace muchísimos años, el disponer de un título garantizaba la genialidad o la valía intelectual de su poseedor, pero actualmente la obtención de un título universitario se ha convertido en una cuestión de tiempo y de que los padres asuman los gastos de matriculación.

La educación ha de ser un bien disponible para todos, pero la educación debe ser optimizada, enfocada a los ciudadanos que mayor bien o mayor benificio pueden obtener de sus valías. Es totalmente inútil formar en ingeniería a un individuo que será incapaz de asumir la realización de cálculos al resultarle éstos muy complicados o casi imposibles de simular. El comparar el talento de estas personas con el talento de los universitarios de hace 70 años es odioso.

En cambio, existe un especial talento al trabajo que está siendo totalmente desaprovechado. La gente no desea trabajar, sino ganar mucho dinero. Eso revierte en una idea totalmente falsa: vivir bien es no trabajar.

El trabajo es obligatorio, necesario y sobre todo permite desarrollar a la persona. Como dijimos al principio, hemos querido mezclar talento con inteligencia, cuando ambos son completamente distintos. Mucha gente debería suplir su falta de inteligencia o su falta de capacidad en los estudios por trabajos que sí que puedan realizar y para los cuales sí dispongan de talento especial. El problema ha sido que hemos estado tan ensimismados con la idea de que todos somos especiales o tenemos algo de especial, como si fuera esto una triste comedia, que no nos hemos parado a pensar que quizá todo es más simple: hay personas que son mejores que otras. En qué aspecto son mejores puede ser discutible pero es impropio considerar que todos somos mejores en algo, como si todos tuviéramos algo especial, inconfesable y único. Esta es una falacia habitual, pero falacia al fin y al cabo.

Insisto: es el trabajo y no el talento lo que realmente hace que el mundo prospere, ya que el trabajo es algo mucho más común que el talento. Si de talento se tratara, el mundo tendría una población de escasamente 300 000 almas y quizá me pase. Quizá haya quien piense que exagero, pero la realidad es que en ocasiones veo que existe una confusión muy clara entre lo que es talento y lo que es trabajo y esta confusión es simplemente causada porque quien la aprecia no tiene el suficiente talento que le permitiría diferenciarlas.

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