La última entrega de la serie de artículos relacionados con las enseñanzas útiles de tan singular y, ¿por qué no decirlo?, en ocasiones siniestro canciller debería mostrarnos su evolución última. Hitler, cuando ya tiene plenos poderes en Alemania, cuando ya es el Führer, cataliza sus propias virtudes hasta límites insospechados.
A partir de aquí, entramos en la época más conocida de Hitler, la más nombrada y quizá la más temida. Lo más destacado de esta época y de todos los estudios relacionados con el dictador es probablemente la negatividad del período. Un cierto tufo a completo fracasado, a total víctima de su propia megalomanía invade las páginas de periódicos y libros de Historia. Es hora de conocer lo que algunos pretenden encubrir: los méritos de Hitler, que también los tuvo.
Hemos de partir de la base, como hemos repetido en otras ocasiones, de que por muy malo que sea alguien nunca es lo suficientemente malvado como para no encontrar alguna virtud en su comportamiento. La demonización absoluta de Hitler no puede ser concebida. Lo que puede ser juzgado (y la Historia dirá realmente su veredicto) es si en conjunto su gobierno fue positivo o negativo para Alemania, Europa y el Mundo y si fue juzgado con demasiada severidad por parte de sus contemporáneos (ya sea por envidia o por miedo) y si fue más bien un beneficio para el conjunto de los ciudadanos su pronta desaparición mediante suicidio. Insisto en la idea de que eso lo juzgarán quienes no conocieron, por no haber siquiera nacido, a Hitler y por tanto pueden ser imparciales y estudiar al personaje desde la independencia histórica.
El Hitler posterior a 1933 es ante todo un intento de llegar a ser el superhombre de Nietzsche. Hitler es un perfecto organizador, es una persona con una capacidad intelectual soberbia para el reparto de actividades. Es capaz, con su virtud psicológica, de delegar competencias, de repartir las tareas contando con el hombre adecuado, sin cometer el error de dejar a un lado sus obligaciones de estar al corriente de las actividades de sus subordinados. Delega, pero no pierde el control, ya que conoce todos los movimientos, como el padre que observa atentamente en el parque todo lo que sus hijos están haciendo y que silba o grita a aquel que iba a realizar alguna trastada, adelantándose a su pensamiento.
Esto es algo que debemos aprender de Hitler, sobre todo aquellos que son jefes o padres: nuestros hijos y empleados no son menos inteligentes que nosotros e incluso pueden facilitar nuestro trabajo o nuestra vida. Sin embargo no hay que caer en la irresponsabilidad: ceder competencias, delegar, no significa perder las responsabilidades de un área. Quizá significa precisamente lo contrario: hay que controlar aún más, pero confiar la tarea (que no la responsabilidad). Para aclarar aún más el concepto, podríamos decir que nuestro deber es delegar la tarea de estudiar a nuestros hijos, pero no la responsabilidad de que aprueben (esa ha de ser nuestra exclusivamente, aunque realmente no podamos estudiar por ellos debemos controlar su estudio).
Hitler además era un auténtico conocedor de las necesidades de su pueblo: esta es otra fantástica lección que podemos aprender de él. Su pueblo necesitaba un fuerte desarrollo tecnológico, que le permitiera ser más competitivo y llevar una vida más feliz y de mejor calidad. Así, Hitler asigna la tarea a F. Porsche de confeccionar un coche (el Volkswagen Käfer) para el ciudadano medio alemán. Su nombre será un símbolo nazi por excelencia y la única reminiscencia heróica del nazismo. Volkswagen (el coche del pueblo, literalmente) será un referente mundial en tecnología, belleza y economía.
El Hitler paternalista ha sido bien descrito. No fue un padre perfecto, algún hijo díscolo le surgió, pero tuvo esa capacidad de deshacerse de ellos cuando fueron excesivamente malvados. Otra cosa muy importante en Hitler es su conciencia de lo grande. Hitler no es consciente sólo de su realidad, sino de la Realidad con mayúsculas. Es necesario hacer algo grande, por él mismo, por Alemania y por los alemanes. Puede que incluso pensara en Europa o incluso en los arios, en general. Es necesario dejar monumentos, proteger nuestra cultura ancestral, sobrevivir al pasado. Es algo propio de todos los dictadores este punto, pero si bien en otros dictadores (como Gadafi, Lenin, Franco o Mao) su principal objetivo era la supervivencia de su propia figura, para Hitler lo principal es que sobreviva el movimiento, el ideal y la cultura. Hitler, salvo los cuadros (algo bastante lógico, ya que no olvidemos que él era pintor), no dejó estatuas o retratos del mismo que fueran exhibidos en público. Deja la simbología, deja monumentos funcionales (teatros, estadios, salas de conciertos, palacios de congresos...) y sobre todo deja ideas. Las ideas sobreviven a los hombres más que sus propios retratos.
Podemos aprender de Hitler que, cuando se va apoderando de las distintas regiones de Europa, no lo enfoca, al menos al principio, como una ocupación territorial sino como una recuperación del control alemán de aquella región. Por ejemplo, la ocupación de Austria o de los Sudetes no era más que la administración de espacios extranjeros ocupados por población alemana. Quizá esto pueda ser criticado, pero no es más que lo que otros países, como Israel, han hecho o hacen actualmente (como los territorios de Gaza, Cisjordania o los Altos del Golán). En todo caso, podemos aprender que su ocupación pudo ser hiriente para los políticos pero no para la población. Es decir, el pueblo siempre estuvo contento de la ocupación nazi, ya que era la ocupación de territorios de etnia alemana por Alemania. Resulta un tanto jocoso pensar que fuera extensible a toda Austria el sentimiento enfrentado de la familia Trapp (aquella en la que se basó la película Sonrisas y Lágrimas) con el nazismo, a no ser que las clases más pudientes austríacas vieran con orgullo rencoroso que su otrora poderoso Imperio Austríaco era subyugado por su vecino del norte. Hitler, guste o no, en aquella época, se hizo querer por el pueblo. Debemos aprender a tratar bien a nuestros subordinados y a las personas que tenemos a cargo. Eso nos proporcionará a numerosos incondicionales.
Por último, existen numerosos documentos en los que el dictador hacía gala de una simpatía y un cariño especial hacia sus conocidos y amigos. Hitler no tenía vicios, no era una persona desquiciada (como muchos tratan de enseñar o de demostrar) ni era una mala persona, tal y como se entiende en el lenguaje popular. Quizá su excesivo celo y su carácter enérgico, duro, polémico y su radicalismo es lo que causó toda la leyenda posterior. Hitler no hizo con los judíos lo que otros políticos, de los más diversos países y épocas, hicieron. La diferencia fue que para ser la década de 1930, Hitler mostraba un talante mucho más progresista. No en vano, el hecho de crear guetos y campos de concentración es algo más propio de décadas posteriores a 1930 que de décadas anteriores. De haber sido más conservador, Hitler hubiera acordado simplemente la expulsión de los judíos a otras regiones de Europa (resultaba, de hecho, más económico).
Como ven en este y en el resto de comentarios, tenemos que aprender de Hitler muchas cosas. Hemos de ser lo suficientemente racionales como para dejar a un lado los comentarios inciertos sobre Hitler. Es un personaje que ha sido demonizado, pero porque nadie se ha preocupado en estudiarlo imparcialmente. Es la eterna injusticia de los vencidos.
Por último, existen numerosos documentos en los que el dictador hacía gala de una simpatía y un cariño especial hacia sus conocidos y amigos. Hitler no tenía vicios, no era una persona desquiciada (como muchos tratan de enseñar o de demostrar) ni era una mala persona, tal y como se entiende en el lenguaje popular. Quizá su excesivo celo y su carácter enérgico, duro, polémico y su radicalismo es lo que causó toda la leyenda posterior. Hitler no hizo con los judíos lo que otros políticos, de los más diversos países y épocas, hicieron. La diferencia fue que para ser la década de 1930, Hitler mostraba un talante mucho más progresista. No en vano, el hecho de crear guetos y campos de concentración es algo más propio de décadas posteriores a 1930 que de décadas anteriores. De haber sido más conservador, Hitler hubiera acordado simplemente la expulsión de los judíos a otras regiones de Europa (resultaba, de hecho, más económico).
Como ven en este y en el resto de comentarios, tenemos que aprender de Hitler muchas cosas. Hemos de ser lo suficientemente racionales como para dejar a un lado los comentarios inciertos sobre Hitler. Es un personaje que ha sido demonizado, pero porque nadie se ha preocupado en estudiarlo imparcialmente. Es la eterna injusticia de los vencidos.
ES CIERTO
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