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jueves, 22 de septiembre de 2011

Didáctica moderna. Ciencia y matemáticas.

Estamos un poco cansados de tanta crisis. Hagamos un descanso sobre este tema y disfrutemos de una conversación distinta. Como dirían los budistas, todo está relacionado con todo, y en especial la crisis mundial no sólo afecta a un tema económico, sino también social e incluso me atrevería a decir que filosófico.

Aquí entra a fondo el tema educativo. Nunca nos cansaremos de decir y de oír que la educación es la base para la felicidad de una sociedad. Esto es cierto y buena cuenta de ello daban ya los griegos y sus más insignes pensadores, entre los que destaca el amigo Platón, cuyo diálogo La República nos indicaría cómo realizar la educación de nuestro pueblo.

Todo ha evolucionado, incluso la enseñanza. A nadie se le escapa que los viejos días de tiza y pizarra han desaparecido (o casi). Ahora son las diapositivas, las pizarras electrónicas, las agendas electrónicas y los libros electrónicos lo que inundan a millones de colegiales y de universitarios.

Según se dice en los actuales manuales de docencia, cuando preparan a uno para ser docente, la figura del maestro ha dejado de ser la de un sujeto omnisciente para convertirse en un vehículo de comprensión, algo así como un soporte, un bastón sobre el que el niño elabora su propio conocimiento (es lo que se llama teoría cognoscitiva, siendo Piaget uno de sus principales defensores). Reconozco que, por propia experiencia, hay niños que pueden desarrollarse según este esquema, pero la realidad es más bien distinta: los niños no son capaces de entender por sí solos la realidad si no se apoyan en las directrices del maestro.

Pongamos el siguiente ejemplo. Un niño vive en una inmensa biblioteca. Según Piaget, el niño desarrollará una curiosidad natural. El maestro únicamente se limitará a conducir esa curiosidad dentro de los límites del esquema. Por tanto, el auténtico descubridor del conocimiento será el niño. Así, antiguamente, el maestro era quien descubría el secreto (o como se dice en términos docentes, enseñaba el secreto). Entonces, de acuerdo a Piaget, el niño no realizaba esfuerzo creativo, sino un simple esfuerzo memorístico, lo que convertía al niño en un agente adaptado a la sociedad circundante, con poca o nula capacidad de expresión, de pensamiento único e incapaz de tener inventiva.

¿Por qué triunfaron las posturas de Piaget en la didáctica moderna? En la sociedad actual, tan tecnificada y con tantas posibilidades y recursos informativos y tantos canales de expresión, se ha vuelto fundamental que los estudiantes sean encaminados a una formación mucho más creativa. Por todos lados vemos aparecer profesiones como programador web, publicista, periodista, informático de sistemas, cocinero minimalista... que requieren un concepto mucho más creativo que profesiones como administrativo o camarero, profesiones mucho más establecidas en el sistema social. Este siglo XXI es más que ninguno el siglo de los artistas. Por todos lados se buscan a personas creativas, que generen la próxima pantalla ultraplana o el próximo avión-coche. Creatividad, esa es la clave. Una sociedad que avance sin límites.

Sin embargo, el propio Piaget no fue consciente del punto débil de su planteamiento. A poco que pensemos, lo encontraremos. Volvamos a ese niño que vivía en una biblioteca. El descubrimiento realizado por el propio niño evita, como dijimos, la enseñanza, propiamente dicha, y establece la tutoría. El maestro se convierte en tutor, en guía del aprendizaje. Es un simple freno que se acciona si el niño va demasiado lejos o malinterpreta la información. Pero su punto débil está en que las capacidades del niño, a efectos prácticos, son finitas y que el conocimiento realizado en esta manera requiere mucho más tiempo que el conocimiento adquirido por el método clásico. En efecto, la Historia de la Humanidad siempre ha sido así. ¿Imaginan tener que inventar la rueda y luego estudiarla para poder descubrir sus propiedades? En algo sí estamos todos de acuerdo y es que el conocimiento aprendido por uno mismo jamás se olvida. Si somos los generadores de nuestro propio conocimiento en vez de ser conocimiento adquirido e impuesto, entonces sabremos perfectamente aquella lección. Pero no parece sencillo que un niño pueda descubrir lo que ha llevado a cientos de hombres miles de años descubrir, cosas como la Ley de la Gravedad o conocimientos parecidos.

La didáctica clásica es muy superior a la didáctica moderna y de hecho los países que aún hoy la aplican (India, Irán, China, Alemania, ...) demuestran tener el mayor número de genios e intelectuales del mundo. Lo que hay que potenciar es la creatividad en fases avanzadas y no en fases tempranas, ya que lo principal es que los niños aprendan lo que ya se sabe. No importa el método, lo importante es que lo aprendan.

En este sentido, siempre se ha hablado de la dificultad de entender las ciencias (en particular la física y la química) y las matemáticas. Créanme que es culpa de dos factores, a saber, el primero es que no todos los profesores son capaces de transmitir correctamente lo que saben y el segundo es que no todos los profesores tienen la capacidad intelectual para haber entendido ellos antes lo que ahora se les pide que comuniquen. ¿O acaso nunca han tenido la sensación de estar delante de aquel profesor lleno de dudas o delante de aquel otro que usaba una terminología que no sólo no se entendía sino que se dudaba que fuera la correcta?

La didáctica de las matemáticas, fundamentalmente, que es la madre de las ciencias, consiste básicamente en establecerle claramente al alumno los elementos y cerciorarse de que entienden realmente lo que significa cada elemento. Así si tratamos de explicar los números racionales como el cociente de dos números en lugar de decir "son los números que representan qué porción de la tarta nos hemos comido", lo más probable es que nuestro tierno alumno no llegue a entender jamás lo que eran los "quebrados".

La enseñanza de las matemáticas, una vez que se sabe realmente lo que se quiere enseñar, entraña una menor complicación que otros saberes, como son la literatura o la filosofía. Si el profesor conoce con rigurosa exactitud, siguiendo el ejemplo de los números racionales, las propiedades de las fracciones, raramente sería capaz de no transmitir su conocimiento usando siempre un lenguaje comprensible para el alumno. Para ello, hay que tener la suficiente imaginación (o quizá la suficiente memoria) para entender qué piensa el niño. Para un niño una expresión de tipo metafórico (por ejemplo, "esta fracción nos dice cuál es número asociado") puede ser un auténtico trauma, ya que aún no está habituado al lenguaje simbólico. Para un niño, las fracciones no hablan y por tanto no "dicen" nada. Lo mejor sería decir "esta fracción es lo mismo que...". Parecen cosas absurdas, pero créanme que es así y nuestros docentes enseñan en muchos casos de esta manera.

En cuanto a la física o a la química, su dificultad estriba más que nada en el afianzamiento del conocimiento. Por ejemplo, si tratamos de enseñar lo que es una fuerza sin explicar en primer lugar por qué se mueven los objetos, difícilmente el niño se verá atraído por esta materia. De hecho, la cinemática siempre se enseña antes que la dinámica. Pero de la misma manera, si tratamos de enseñar lo que es la velocidad o la aceleración sin habernos cerciorado de que todos saben lo que es el movimiento, no podremos explicar conceptos superiores.

La ciencia y su enseñanza se traduce en dos parámetros: a) enseñar el concepto; b) enseñar las propiedades del concepto y su relación con el entorno. Los problemas, los ejercicios, las tareas, son cuestiones más bien salvables si se conoce con total seguridad el concepto teórico. No en vano, la física se traduce en aplicar fórmulas matemáticas (es decir, propiedades) a conceptos físicos.

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