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martes, 17 de noviembre de 2015

Los atentados de Francia. Errores y consecuencias.

Terrible. No hay otra manera de describir lo que ha ocurrido en Francia. Terrible.

Me gustaría que volvieran a releer las entradas anteriores, las cuales se escribieron hace muchos meses. Verán que podrían aplicarse a hoy. No se trata de que este servidor sea un profeta, sino que el tema del Estado Islámico era mucho más profundo y radical de lo que la mayoría pensaba.
 
¿Y ahora qué?¿Qué hacer cuando varios radicales irrumpieron en una sala de conciertos llena de gente y mataron a decenas de ellos?
 
No voy a consentir, como jamás consentí, que lo políticamente correcto me ciegue. No, dejemos ya lo políticamente correcto y actuemos. Occidente debe reformarse u Occidente desaparecerá tal y como hoy lo conocemos. Y será antes de lo que pensamos.
 
Ayer, mientras Hollande estaba reunido con las cámaras de Francia, entendí por qué va a cometerse un tremendo error al atacar a Estado Islámico. Como ya saben, Hollande considera que Francia está en guerra con Estado Islámico y va a ordenar bombardeos. Esa medida es estúpida. Esa medida es tremendamente errónea y traerá consecuencias.
 
Fíjense en un detalle que refleja hasta qué punto está perdida de antemano una guerra con Estado Islámico. Cuando ayer cantaban el himno de Francia, La Marsellesa, todos aquellos políticos y diputados, que aunque no podría asegurarlo superaban los 500 o 600, entendí que Francia va a una guerra suicida, si es que finalmente va (una cosa es enviar aviones y otra muy distinta combatir al enemigo cuerpo a cuerpo). Pueden observar, si ven nuevamente las imágenes, como ninguno entonaba el himno con pasión. Ira, esa era la pasión con la que tenían que cantar el himno. Sin embargo, cantaban la que quizá es la canción histórica más alentadora de Europa con un pasmoso pesar. Es imposible ganar algo, superar algo, si el espíritu con el que se va es derrotista.
 
Lo extraño del tema es que incluso el himno hace referencia a algunos conceptos referentes a la guerra que fuerzan inevitablemente al sentimiento violento. ¡Y sin embargo nadie se excitó entonando el himno!
 
Todo esto me dio qué pensar. Nuevamente insisto en ideas que otras veces he expresado en este foro. Francia no es comparable en ímpetu a Estado Islámico. Occidente mismo no es comparable. Falta espíritu. No ha de confundirnos, sin embargo, esta afirmación: espíritu no significa violencia. A la gran mayoría de republicanos estadounidenses no les falta violencia, pero les falta espíritu. Eso le sobra a Estado Islámico: tienen un objetivo concreto, que es la reunificación musulmana (aunque dicen que quieren acabar con occidente, es más una cuestión de propaganda que real). Tienen también una ideología concreta y unos valores concretos, que sí, pueden ser monstruosos, pero que les hace afianzar su pertenencia a un grupo. Occidente en cambio tiene un objetivo más limitado, acabar con ellos, pero lo que Occidente no entiende es que su ideología está muerta.
 
Un ejemplo de esta falta de ideología, el cual he puesto ya muchas veces, es la defensa de cualquier valor democrático, por inoportuno que sea. Las personas, todas, sean occidentales, musulmanes o de extremo oriente, desean vivir en paz y que si esta paz se perturba se haga justicia. Esta es la clave que no ha entendido Occidente. Una gran cantidad de movimientos musulmanes han surgido por la incapacidad de Occidente para solucionar problemas en Oriente Medio, problemas que emanaban de una búsqueda de la justicia, pero que los intereses occidentales evitaban aplicar. El ejemplo más claro ha sido y será le introducción de Israel en su actual ubicación después de la Segunda Guerra Mundial. Se han cometido y se cometen injusticias y los pueblos las rechazan. Y cuando encuentran al culpable buscan su propia justicia.
 
Los seres humanos somos justos. Las leyes deben ser justas y en caso de ser injustas o cambiarlas o mantenerlas incluso cuando la injusticia se ceba con quien las promulgó. Es así como se solucionan los conflictos. La solución francesa, esa que consiste en entrar en guerra, es una solución simple y que realmente terminaría con el problema. La cuestión está en que Francia, nuevamente por ese miedo occidental al qué dirán, no expondrá a la muerte ni a un soldado. Eso no hará más que convertir en mártires a los posibles dirigentes a los que maten.
 
Dice un refrán que si matas la cabeza matas el cuerpo. Esto es verdad siempre y cuando la cabeza sea fundamental. Pero en un grupo de miles de terroristas (caso inédito en la Historia) y millones de simpatizantes capaces de convertirse en terroristas aficionados, es imposible acabar con la cabeza, porque de hecho seguramente haya varias cabezas y estas pueden reorganizarse.
 
Señores políticos occidentales, en especial a los más jóvenes, la salvación de la cultura occidental no está en la cultura de la paz, sino en la cultura de la justicia. Si hemos sido atacados, ataquemos, con un contingente tan grande como jamás se haya visto. Pero si somos incapaces de hacer esto, reculemos y admitamos que ellos mismos solucionen sus problemas y no juguemos a ser árbitros de un mundo en el que cada vez pintamos menos.

martes, 10 de marzo de 2015

Consideraciones sobre el Estado Islámico

¿Acaso hay alguien que aún no vea la amenaza?


Tras casi un año sin escribir he vuelto. ¿Y quién lo diría? Si repasáramos algunas entradas anteriores, como Hacia una Segunda Edad Media, podremos ver que ya predije algunos hechos que están ya ocurriendo. No es que sea un iluminado: es que la Historia, tristemente, se repite.


No se dejen engañar. Ningún estado occidental (aunque tengo dudas con EE.UU.) está tomando medidas serias contra el Estado Islámico. En general todos los países están menospreciando a esta organización, como si se tratara de simples terroristas, pero olvidan que actualmente se les podría calificar como de nación o de invasores de una nación: tienen un territorio con fronteras y bien definido, tienen una organización de gobierno, disponen de leyes, de un ejército y además disponen de una lengua y hasta religión y recursos económicos. Díganme si Venezuela no es tan nación como Estado Islámico en estos momentos.


El problema es que mientras que EE.UU. está demasiado lejos del conflicto, muchos países están en estos momentos en las inmediaciones de Estado Islámico. Turquía, Jordania, Arabia Saudí, Líbano, Israel o Irán están a tiro de estos señores de la guerra.


El problema es que, como hemos dicho, Occidente no considera a este grupo como un auténtico rival. La razón es bastante sencilla: el mundo cada vez está más globalizado y además está concebido por bloques políticos y económicos. La Unión Europea, con 28 países, los EE.UU. con 50 estados, China y Rusia, auténticos gigantes geográficos, políticos y económicos, son actualmente los bloques que gestionan la política mundial y que están, desde hace muchos años en una situación de respeto y tranquilidad.


Es interesante hacer notar que desde hace 70 años no ha habido un conflicto lo suficientemente atroz como para aniquilar países o continentes enteros. Como bien es sabido por todos ustedes, la bomba atómica dio el poder de destruir el mundo, pero al mismo tiempo también dio la paz perpetua: nadie estaría dispuesto a entrar en un gran conflicto sabiendo que su vecino lo puede aniquilar con atómicas.


Es por este motivo por el que durante toda la guerra fría, tanto la U.R.S.S. como EE.UU. estuvieron enfrentadas en pequeñas guerras o conflictos, como fueron los de Corea, Vietnam, Cuba, Afganistán o tras la caída del Muro de Berlín, la Guerra de Irak o la Guerra de Ucrania. Hoy los enemigos han cambiado y ya no son enemigos ideológicos económicos, sino enemigos económicos (caso de China o India) o enemigos ideológicos (como Estado Islámico).


¿Qué es lo que de verdad me asusta de Estado Islámico? No es que maten a personas de las maneras más atroces o que destruyan ciudades milenarias, como Nimrud. Lo que me asusta de Estado Islámico es su capacidad de convicción. Hay algo en lo que se confunden los occidentales: a Estado Islámico no se enrolan locos o fanáticos. Es cierto que hay que tener una cierta predisposición al radicalismo, pero no necesariamente son gente extraña, apestados sociales o gente iletrada. Esto es lo que en la propaganda occidental nos quieren hacer creer(porque sí que hay una contrapropaganda a la propaganda islamista). A Estado Islámico ya han ido más de 3000 europeos a enrolarse a sus filas. Cierto es que son musulmanes radicalizados, es decir, deben comulgar en cierta forma con los miembros de Estado Islámico, pero no podemos creer realmente que entre los 3000 europeos todos sean iletrados, estúpidos, pobres diablos o desquiciados. En efecto, podríamos demostrar perfectamente que más de la mitad de ellos se podrían considerar "de clase media" y de entornos universitarios (entre ellos está John el Yihadista).


Es aquí donde aparece mi preocupación. Estado Islámico es atroz, pero genera confianza. ¿Cómo es eso posible, si en principio son ideas antagónicas? Estado Islámico cumple sus promesas. Ellos dicen que no dejarán a ningún enemigo de Alá con vida. Y así está siendo de momento. A partir de aquí, ellos prometen lo que cualquier otro grupo político: un futuro noble para los jóvenes (la muerte heróica o la liberación del mundo árabe), mujeres bonitas, un sistema de leyes que aplique una justicia que quizá en occidente se pierde en tecnicismos y deja libre a los malvados, etcétera.


Si algo tengo muy claro, al menos desde hace más de una década, es que Occidente no puede ofrecer lo que ofrecen ellos. Es injustificable la barbarie inculta de Estado Islámico, en todos los sentidos, pero Europa no puede ofrecer ninguna alternativa sostenible que lo impida. Imaginemos algunos horizontes:


- ¿Imaginan al Papa lanzando una cruzada contra Estado Islámico?
- ¿Imaginan una coalición occidental con reclutas voluntarios, si fuera necesario, cuya misión sea la de erradicar a los miembros de Estado Islámico, sin ningún tipo de compasión?
- ¿Imaginan dejar a un lado los Derechos Humanos con motivo de destruir a seres que han dejado de ser humanos?
- ¿Imaginan una guerra antigua, cuerpo a cuerpo, en lugar de pasar con un avión y olvidarse de si aún vive el enemigo o si a los civiles que extorsionaban se les debe ayuda?


Entiendo que todas sus respuestas serán negativas. La cultura occidental nos ha idiotizado tanto que si mataran a nuestros padres en nuestras narices, incluso podríamos perdonar al asesino porque "es de humanos perdonar".


Occidente no se debería radicalizar, pero es lo que están consiguiendo los políticos (sobre todo en Europa). Luego no podemos quejarnos de que llegan demagogos al poder. Sin embargo, alabo la rebeldía de los ciudadanos occidentales. Ya está bien de respeto a quien no respeta o de dar la otra mejilla a gente que seguro no la van  reventar. El hombre occidental debería hacer gala, más si cabe, de su sapiens. Y entender que no se trata de ir matando a gente porque sí, pero que desde luego no se puede tener compasión con corruptos, asesinos, terroristas o narcotraficantes que tienen crímenes, algunos de sangre, a sus espaldas. Deben realmente sufrir.


Una vez oí que el hecho de que mataran a un solo inocente con la pena de muerte convertía a este castigo en deleznable. Esto es cierto, pero no todo se soluciona con la muerte. La pérdida de la condición humana, la esclavitud estatal, es la base del nuevo sistema que persigue todo occidente. Es más efectiva y beneficiosa para el estado que la muerte: miles de esclavos, sin derechos, por haber perdido su condición de humanos, sometidos a trabajos forzados para el bien de la comunidad.


Una situación como esta evitaría la huida de jóvenes a Estado Islámico ("mira qué te ocurrirá si te enrolas con los terroristas"), al mismo tiempo que animaría a estos jóvenes a entender que todo lo que no sea trabajar significa la muerte social (humana).


Occidente ha perdido sus valores. Es cierto que se hizo mucho daño en nombre de estos valores, pero no por ello eran malos valores. Hemos cedido a tomar otros valores de culturas inferiores o mediocres y ahora, una vez instalado el virus cultural, ¿quién será quien lo quite?


Espero volver pronto y seguir contándoles temas interesantes.

lunes, 28 de abril de 2014

La valla de Melilla y el descontento de los simios

No hay más que mirar un poco los periódicos para poder entender que estamos muy cerca de un cambio de los tiempos. No pretendo ser catastrofista. No tiene por qué ser el fin de los tiempos, pero sí un cambio radical en el concepto de mundo occidentalizado o desarrollado.
 
En el Norte de África, en la Ciudad Autónoma de Melilla, de soberanía española, y su hermana, la Ciudad Autónoma de Ceuta, está ocurriendo algo impropio del siglo XXI: la acometida violenta de hordas de inmigrantes africanos, provenientes casi todos de países más allá del Sáhara. Se estima que más de 30.000 inmigrantes esperan actualmente su entrada en Melilla y que esta cifra es pequeña en comparación a la cifra de personas que intentan entrar en Marruecos anualmente, cifra que se estima entre 10 y 100 veces superior. Posteriormente, esperan en territorio marroquí, en campamentos, a su entrada por la frontera.
 
No me gustan las comparaciones catastrofistas, pero una vez más podemos ver el símil entre el Imperio Romano y la Unión Europea. Podemos ver como hordas de bárbaros intentaban entrar en las fronteras del imperio sin que los soldados romanos pudieran hacerles frente. Actualmente, de hecho, las imágenes han mostrado a policías españoles tratando de aplacar la invasión de la frontera por parte de estos inmigrantes con únicamente sus manos y su discurso psicológico. Algo tremendamente patético.
 
Las invasiones germánicas fueron en su momento una circunstancia de la dejadez romana, en la que se entendía que el pan y el circo, o dicho de otra manera, el estado de bienestar, eran imposibles de acabar en una sociedad desarrollada y pacificada como la romana. Algo similar ocurre en la Europa del siglo XXI, donde una amplia mayoría de la población vive aburguesada, sin más alicientes en la vida que llegar a fin de mes, tener un bonito coche y salir de fiesta y vacaciones. Y todo eso, por supuesto, aderezado con un poquito de fútbol. Nadie se plantea que frenar a estos inmigrantes ha de ser, ante todo, una prioridad para las sociedades desarrolladas, como son EE.UU. y Europa, fundamentalmente.
 
En cualquier cultura, la entrada de bárbaros es siempre algo malo. Demuestra dos cosas: la incapacidad militar y política del estado que los acoge y la tensión interna que supone para la población que los acoge. El choque cultural nunca es bueno. Si hay algo por encima de todo que es motivo de rechazo en las sociedades son los comportamientos apartados de la normalidad. La cultura y la tradición reúne al pueblo. La transgresión cultural, la fusión y tantas otras tendencias sólo agreden la particularidad de la cultura huésped.
 
La única manera de llegar a una auténtica paz, tanto económica como bélica, consiste en culturizar. Y esa cultura no puede ser una cultura unitaria ni una cultura ecuménica, en la que todas las tendencias tengan cabida. Esto es un sinsentido y es lo que hoy impera en el mundo occidental. Entre tanto, las culturas más estables, como es fundamentalmente la musulmana, aunque también la judía, la china o la india, aunque puedan tener unos métodos poco ortodoxos desde el punto de vista occidental, han demostrado con facilidad que poco a poco han ido superando a Occidente en riqueza, cultura e incluso en ciencia. Hoy nadie duda que las ciudades más impresionantes están en estos países y que las viejas urbes como Londres, París o Nueva York se están quedando en míseros museos céntricos rodeados de miles de barrios pobres atestados de inmigrantes.
 
Ya lo sabían los reyes de la Edad Media, tanto cristianos como musulmanes: no es posible un Estado estable en la que todos sus ciudadanos tengan una cultura similar.
 
A todo esto hay que añadir una noticia que también llamaba mucho la atención: un zoológico de Alemania era increpado por activistas por la defensa de los grandes simios por un espectáculo en el que vestían a los monos como persona y les hacían bailar y hacer otras payasadas. Lo triste aquí, según estos activistas, era que se menospreciaba al mono, se hacía burla de él y que además éstos sufrían de estrés.
 
Déjenme decirles una cosa, imbéciles. Ustedes ponen en el mismo rasero al chimpancé que al ser humano, es más ha comparado a un retrasado mental con un chimpancé, usando los mismos argumentos que se usaría con éstos para hacerles justicia ante cualquier acoso o discriminación, lo cual me parece, en cualquier caso, mucho más denigrante que el juego circense que se hacía con el mono. Pero vayamos algo más lejos en estas afirmaciones. Lo que sí me parece totalmente denigrante y miserable es comparar a seres humanos, en general, con monos y otorgarles a todos los mismos derechos por el simple hecho de estar vivos.
 
No, señores; no, desgraciados. No hemos evolucionado millones de años para que algunos de ustedes se empeñen en quitarnos lo que tenemos de humano, que es mucho y bueno. Desgraciadamente, en defensa de los animales o incluso en defensa de los discapacitados, muchos seres humanos considerados "normales" o "no discapacitados" están en una vida miserable para que monos o discapacitados tengan una vida que en muchos casos ni siquiera disfrutan.
 
Espero que mis palabras no se malinterpreten. Por supuesto que las personas discapacitadas, tanto física como mentalmente, tienen derecho a desarrollarse como personas. Pero esta sociedad "social" nos ha marcado unas pautas insostenibles. Esto se puede trasladar a los ancianos o incluso a las personas que viven con un subsidio. Nos creemos que el "Estado de bienestar" es mejor que todo lo conocido con anterioridad. Y quizá lo fuera en un mundo ideal o en un mundo con riquezas ilimitadas. Pero lo cierto es que cada vez hay más población en el mundo y que si la selección natural (sí, esa que mataba a los menos aptos) no funciona, entonces estamos en un serio problema, ya que los recursos son limitados. No hay espacio para todos, no hay trabajo para todos y no hay recursos para todos. ¿Qué hacer entonces? Pues lo que los socialistas quieren y de hecho han conseguido: empobrecimiento general a costa de que los menos aptos sobrevivan.
 
Sí, quizá esa sea la solución a todos los problemas. Pero lo que sí puedo demostrar, con lógica, con argumentos y con matemáticas, es que no es la óptima.

lunes, 27 de enero de 2014

Cesaropapismo

Recientemente hemos podido escuchar las polémicas declaraciones del obispo de San Sebastián, Juan María Uriarte, quien hacía referencia al problema político que se vive en las provincias vascas. El obispo, que recibía el premio Sabino Arana, premio de corte nacionalista vasco, apelaba al entendimiento y al perdón por parte de las víctimas, haciendo un claro hincapié en que rogaba este perdón por parte de todas las víctimas, dando a entender que consideraba también a los terroristas como víctimas de la represión policial española.
 
No podemos considerar que esto sea anecdótico. No podemos tampoco considerar que haya sido una manipulación de las palabras del obispo, el cual posiblemente, acudiendo a la literalidad de sus palabras, quiera excusarse de tales acusaciones. Lo cierto es que la Iglesia vasca, desde hace décadas, es cómplice directo del apoyo y la apología del terrorismo.
 
Vayamos por partes. Habrá quien vea en esta postura de la Iglesia una forma de apelar a la reconciliación, a la paz, a la tranquilidad, como si Cristo hablara por boca de estos prelados. Pero los defensores de estos jerarcas de la Iglesia están no sólo equivocados, sino directamente corrompidos.
 
Los obispos y demás sacerdotes vascos, en su mayoría, siempre han antepuesto su "pueblo" a cualquier otra cosa (el pueblo vasco, se entiende, porque el "pueblo" para cualquier cura debería de ser la Iglesia en su conjunto y no simplemente sus parroquianos). Esa anteposición también llegaría a incluir a sus inmediatos superiores, entre ellos al Papa, haciendo de la jerarquía vasca algo así como un juego eclesiástico parecido al que existía en la Alta Edad Media.
 
Me pregunto qué se puede esperar de un dirigente de la Iglesia, cuya única misión es la de consolar y dar fe y esperanza al que se humilla, si éste en lugar de consolar se dedica a opinar y a parar la sed de justicia amparándose en su supremacía moral, supremacía que exclusivamente es fruto del puesto que ocupa, que se supone es concedido por el Santo Padre y que por tanto, está concedido por el Vicario de Cristo en la Tierra, es decir, que por boca del Papa, Dios le concede a estos obispos vascos supremacía moral sobre el conjunto de la Iglesia.
 
No se puede entender que este señor (y otros muchos curas vascos) antepongan sus sentimientos patriotas o políticos a sus deberes del sacerdocio (como diría Cristo, olvidaron ser "eunucos por el Reino de los Cielos", es decir, olvidaron que ya no son de tal o cual país o de tal o cual familia, sino que su país y su familia es la Iglesia en su conjunto.
 
Si hay algo, por encima de todo, por encima de los abusos a menores, por encima del celibato en el sacerdocio, por encima de cualquier cuestión que pueda afectar a la Iglesia, ese algo es excomulgar a todo aquel miembro de la jerarquía de la Iglesia que no defienda ante todo los intereses de la Iglesia, tanto de El Vaticano como de la Iglesia como institución.
 
El tiempo del cesaropapismo debe terminar. Escuchar a estos prelados reírse de las víctimas, como si se tratara de ser hincha de un partido de fútbol, no conduce más que a considerar a la Iglesia como un ente arbitrario y ajeno a la realidad y al dolor de la sociedad.

domingo, 12 de enero de 2014

Vocación

No debemos menospreciar trabajos por el mero hecho de no ser agradables o no estar lo suficientemente bien remunerados. A veces estos trabajos son más gratificantes que un trabajo muy bien remunerado o que otorguen una posición social muy elevada.
 
La vocación es quizá la parte más importante para disponer de un buen empleo. Llamaremos buen empleo a aquel que permitirá un correcto desarrollo psíquico y físico del trabajador.
 
Se dice que prácticamente toda la población trabaja donde puede y no donde quiere. Obviamente no hay más que un puesto de presidente de la compañía o de Jefe de Estado, pero tampoco necesariamente se ha de desear eso. Pensando en que estuviéramos en la escala más baja de nuestra empresa, el trabajo es mucho más gratificante si realmente se desea hacer o se obtiene un plus de interés. De hecho, se podría afirmar que hay muchas posibilidades de promoción en las empresas cuando realmente se está a gusto. Es la predisposición del ánimo la que hace que uno sea capaz de desarrollarse, la predisposición de que a uno le gusta hacer lo que hace.
 
Desgraciadamente, como decíamos anteriormente, existe una amplia cantidad de trabajadores que está en su puesto de trabajo sólo por conservar un sueldo o una escala social. Incluso los hay que están simplemente para evitar habladurías. No pueden pretender ser felices aquellos que trabajan por dinero simplemente.
 
Cuando hablamos de vocación normalmente nos viene la mente a sacerdotes, médicos o maestros. Pero normalmente nadie habla de vocación como secretario, administrativo, funcionario o basurero.
 
La pregunta es simple, ¿por qué no? ¿Por qué no puede ser la profesión de basurero o de agricultor vocacional? En esencia podemos decir que es una simple estupidez social. Resulta que a ciertas capas sociales se les antoja indigno ser el que mantenga limpia la ciudad.
 
No trato de hacer demagogia. Lo que trato de analizar es por qué en un mundo que se dice democrático y sin lucha de clases, todo aquél que se distingue o que pretende hacer una vida más plena es considerado loco o indigno. Entonces, se convierte este asunto en una cosa contraria: no es que el trabajo sea indigno, sino que los indignos son quienes cogen estos trabajos.
 
Es curioso que nadie pueda entender que haya amas de casa por vocación o prostitutas por vocación. Esto se antoja cínico o machista. Pero vuelvo a insistir, ¿por qué? Pienso que esto es un problema de base, de conceptos. No por ser alguien como nosotros o por desear algo diferente a nosotros lo convierte en indigno. Lo indigno es que ese deseo sea ofensivo o repugnante.
 
Por el momento no habrá una respuesta social seria a las vocaciones en general si no se toman estas como un gusto más que como un capricho poco práctico.

lunes, 14 de octubre de 2013

La vuelta a casa

Llevaba más de dos meses sin escribir. No había razones por las que escribir, eso era todo. Las noticias, la crisis económica mundial, la guerra de Siria y las matanzas en EE.UU. contribuyeron a no tener una visión clara del mundo. A su vez, parece que los temas científicos no tienen demasiada cabida entre nuestro público y no se me ocurría con qué nueva historia de ciencia sorprenderlos.
 
Tampoco hay una razón real para escribir hoy, pero como si se tratara de escritura automática, lo cierto es que el espíritu me pedía volver a esta mi casa, esta la casa de todos ustedes, a debatir, a enjuiciar, a entender la realidad.
 
No parece que en estos momentos haya algo parecido a un Mesías capaz de solucionar los problemas del mundo, aglutinando tendencias sociales, económicas y jurídicas. Pero esto, desgraciadamente, no va a pasar, ya sea porque Dios no lo quiere o ya sea porque los hombres no lo quieren.
 
Para un amante de la Historia, como es uno, el mundo occidental se parece cada vez más al Imperio Romano. Miro a mi alrededor y me dispongo a contemplar la crisis del siglo III. El mundo ha cambiado mucho, sí, pero tecnológicamente. Socialmente, económicamente, culturalmente... no hemos avanzado desde el neolítico. Podemos decir que la sociedad es más igualitaria, pero el ser humano es un ser jerárquico. Podemos decir que ahora existen muchas líneas económicas diferentes, pero todo se puede comprimir en el uso del dinero para el intercambio de bienes. Podemos hablar de que hay muchas corrientes culturales, pero lo cierto es que el mundo occidental sigue teniendo a Grecia y Roma como pilares de belleza.

Como digo, me siento cada vez más en un Superimperio Romano, es decir, un sistema de países occidentales, con políticas más o menos comunes que no se percatan de los auténticos problemas de sus ciudadanos.

Yo ya no echo la culpa a los políticos. No, no se puede echar a los políticos, al menos no totalmente. Es la conciencia social la culpable. Nos hemos abocado tanto en el sentimentalismo, la pena, la compasión, que hemos abandonado el egoísmo. He de hacer la aclaración de que no es lo mismo tener prácticas egoístas que ser egoísta o favorecer el egoísmo. El egoísmo es el culto al yo, a la individualidad, a la supervivencia. Esto implica ciertas prácticas egoístas que, cierto es, no siempre son morales, éticas o aceptables. Pero otras prácticas egoístas son muy notables, loables e incluso recomendables para aquellos que son más altruistas. La concentración, la reflexión, el honor, la dignidad... son también prácticas egoístas, que sin embargo son éticas y notables.

El problema es que hemos intentado enfrentar al egoísmo frente al bien y esto es inaceptable. El egoísmo no es necesariamente algo malo, como hemos dicho. El egoísmo es una postura de dignificación del yo. ¿Podría ser también el egoísmo una postura de deificación del yo? Sí, también, pero eso conlleva un aspecto enfermizo, de locura. Aquél que pretender ser un Dios vivo o incluso un vicario de Dios no es más que un loco, sea egoísta o sea altruista, me es indiferente.

Todo este discurso me lleva a lo que explicaba al principio. Durante al Crisis del siglo III, los ciudadanos de Roma estaban completamente perdidos, empobrecidos y además, Roma era incapaz de acabar con aquel sistema de clientelismo existente, es decir, un sistema por el cual los ciudadanos más ricos e influyentes tenían una serie de protegidos a los cuales les daban dinero o les proporcionaban los contactos influentes necesarios para desarrollar su vida. Esto es muy parecido a lo que ocurre ahora con los partidos políticos. Insisto en que no es solamente estar vinculado a un partido o señor, sino depender completamente del mismo. En este sentido, el Imperio Romano era muy distinto a la Europa feudal, ya que mientras que en el primero lo que primaba era un sistema de clientela, en la segunda los súbitos estaban subyugados al señor, los súbditos no recibían regalos ni se les propiciaba ningún tipo de tráfico de influencias. El feudalismo o la relación feudal es una relación propia de épocas pobres, mientras que el clientelismo es propio de épocas florecientes.

En esencia, ambos sistemas tienen sus inconvenientes, pero sus diferencias fundamentales son, principalmente, la degeneración moral y laboral del primero frente al sufrimiento y rigidez del segundo. Insistimos en que ambos sistemas son imperfectos, pero como demostró la Historia en muchas ocasiones, el primero da lugar al segundo y el segundo al primero. Por tanto, si el sistema pobre da lugar al rico, éste debe ser más perfecto que el sistema que degenera en el sistema pobre.

Lo que yo veo en esta época, que me recuerda a la romana es la degeneración moral y religiosa: el mismo sistema sexual, con liberación sexual de la mujer, que desembocó incluso en la conversión literal del palacio imperial en un lupanar; la ruptura de la creencia oficial del imperio, el culto al emperador, por nuevas creencias heréticas, como era el cristianismo (en este sentido, hoy tenemos frente a la religión oficial de occidente, el cristianismo, un conjunto de creencias tan dispares que incluirían hasta el satanismo o el culto al mal); el mismo sistema económico de clientelismo, en el que se impide el avance social de los individuos a través del mérito si no es a través de algún amigo o conocido que tenga vínculos en las grandes esferas sociales; el mismo sistema de "pan y circo", en el que a cualquiera se le facilita medicinas, dinero o comida por el simple hecho de existir, sin contribuir con su trabajo al mantenimiento del sistema y estableciendo actividades tan poco útiles socialmente, como son el deporte, el cine o el teatro como objeto de adoración, frente a actividades tan socialmente importantes como la medicina o la enseñanza.

Esto acabará y lo peor es que acabará mal, porque los que vienen por detrás son aún peores que los que estamos hoy. Por eso yo insisto en que la reconversión existencial de occidente debe ser un hecho obligado y no simplemente una meta que alcanzar. Esta reconversión, por desgracia, habrá que hacerla violentamente y eso debería ser realizado con quien puede hacer una violencia terapéutica, es decir, el Estado. Si no es así, la violencia también vendrá, pero esta vez en forma de violencia dañina, violencia mala, violencia mórbida. Amanecer Dorado es un claro ejemplo de esta reforma violenta y dañina. Ellos dicen ser herederos del "nazismo" (esde nazismo bueno del que aquí siempre hemos hablados, ese nazismo hitleriano), pero se confunden. Los asesinatos, la violencia extrema callejera... esa no fue la manera de Hitler. Los famosos crímenes y campos de concentración estaban bastante alejados de las ciudades, mientras que aquí estamos hablando de que a plena luz del día grupos de energúmenos asaltan una reunión y pegan una paliza a otro grupo de personas desarmadas. Esto no es de ninguna de las maneras defensa de la libertad y de occidente.

La violencia buena siempre parte de la autoridad. Históricamente sólo aquellos que no han tenido autoridad real en sus pueblos han sido los que han usado la violencia brutal. En cambio, hasta nuestros cariñosos padres han usado la violencia en alguna ocasión desde su autoridad, ya sea física o verbal. Y sin embargo qué diferencia. La autoridad del padre es incuestionable. ¿Pero y la del Estado?

Aquí dejo esta reflexión. Encantado de volver a escribirles a todos ustedes.

Saludos.

 

jueves, 25 de julio de 2013

Tragedia ferroviaria en el Día de Santiago

No caben palabras más que de pésame a las familias del accidente de tren acaecido hace unas pocas horas en las proximidades a Santiago de Compostela (España). Aunque hay todavía confusión, todo parece indicar que el tren descarriló al adentrarse en la curva a más del doble de la velocidad permitida (180 km/h frente a los 80 km/h que debió haber tomado).
 
El caso es que ahora se trata de buscar causas a una tragedia que si bien no podría haber sido nunca prevista sí que pone de manifiesto graves carencias formativas de los empleados, si como todo parece indicar no hubo fallos mecánicos.
 
No me gusta profundizar en el daño ni tampoco me gusta buscar culpables en los accidentes. Lo que marca la diferencia entre accidente y homicidio es la intencionalidad (si bien el derecho considera comunmente al accidente como homicidio y lo enfrenta a asesinato, éste último sí con clara intencionalidad). Quiero decir que en ningún momento se puede pretender buscar un culpable en algo que no se realiza de mala fe. De todas formas, si un individuo marcha a más del doble de la velocidad permitida sí que debería saber que existe un muy alto riesgo potencial de accidente, lo cual sí que lo convertiría en culpable (es decir, sí que aunque no había intencionalidad se presume la negligencia).
 
Volviendo al asunto de las graves carencias formativas, debo insistir en que por mucho que se repita una información no por ello el individuo está formado. Lo que diferencia a la formación de la información no es el contenido en sí mismo, ya que es el mismo, sino el efecto de aprendizaje (la formación consiste en la preparación y aprendizaje del sujeto mientras que la información es el contenido del aprendizaje). Así pues, una asimilación correcta de la información es lo que lleva a la formación. El problema es que en las empresas la formación se interpreta como una mera exposición de la información o peor aún como una manera de cumplir reglamentos. En ningún caso debería ser así. Los propios sindicatos, en cooperación con la patronal, deberían exigir que los individuos no formados fueran expulsados de sus puestos de trabajo.
 
En este sentido debería proponerse situaciones tales como la expulsión de los que no respetan las reglas o señalizaciones en el ámbito laboral (como por ejemplo, fumar o saltarse las señales de tráfico). De todas maneras, dudo mucho que en la situación actual del mundo, donde el respeto a las normas no es una prioridad, esta cuestión sea importante para los empresarios.
 
Por último, y a efectos formativos e informativos, me gustaría poder dar algunos datos analíticos de la tragedia. En primer lugar, la fuerza con la que se ha estrellado el convoy es la equivalente a su fuerza centrífuga. En este caso, teniendo en cuenta que el radio de curvatura de la vía era de aproximadamente 0,35 km.
 
Por tanto, la aceleración centrífuga viajando a 180 km/h era de aproximadamente 7 N/kg. Es decir, que aproximadamente el choque se produjo con una fuerza similar a la de la gravedad. Esto significa que imaginando que nos soltaran, tumbados boca abajo, sin posibilidad de poner las manos, porque no nos da tiempo, a escasos cm del suelo y pensando en tan terrible impacto, esta misma situación es la que han vivido estos viajeros, algunos, en lugar de chocar contra los asientos delanteros, han sido despedidos contra el suelo o a 2, 3 o 5 m de distancia, con lo que conlleva una lesión similar a una caída desde esa altura.
 
Estas son las cosas que deberían aprender y formarse los conductores y otros responsables: las verdaderas consecuencias de la física aplicada. De hecho y aunque parezca mentira, es muy probable que al haber entrado en la curva, de haber acelerado en lugar de frenar, la tragedia hubiera sido menor. La razón es que la fuerza centrífuga hubiera disminuído, ya que una súbita aceleración del tren fuerza a un cambio de la aceleración centrípeta. De todas maneras, lo mejor hubiera sido haber ido a la velocidad adecuada de 80 km/h y de esa manera, ante un posible descarrilamiento, la aceleración que hubieran sufrido los viajeros hubiera sido tan sólo de 1,4 N/kg, o lo que es lo mismo, un golpe similar al sufrido por una caída tumbados a 15 cm del suelo, que si bien podría partirnos la nariz nos dejaría con vida.