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jueves, 25 de julio de 2013

Tragedia ferroviaria en el Día de Santiago

No caben palabras más que de pésame a las familias del accidente de tren acaecido hace unas pocas horas en las proximidades a Santiago de Compostela (España). Aunque hay todavía confusión, todo parece indicar que el tren descarriló al adentrarse en la curva a más del doble de la velocidad permitida (180 km/h frente a los 80 km/h que debió haber tomado).
 
El caso es que ahora se trata de buscar causas a una tragedia que si bien no podría haber sido nunca prevista sí que pone de manifiesto graves carencias formativas de los empleados, si como todo parece indicar no hubo fallos mecánicos.
 
No me gusta profundizar en el daño ni tampoco me gusta buscar culpables en los accidentes. Lo que marca la diferencia entre accidente y homicidio es la intencionalidad (si bien el derecho considera comunmente al accidente como homicidio y lo enfrenta a asesinato, éste último sí con clara intencionalidad). Quiero decir que en ningún momento se puede pretender buscar un culpable en algo que no se realiza de mala fe. De todas formas, si un individuo marcha a más del doble de la velocidad permitida sí que debería saber que existe un muy alto riesgo potencial de accidente, lo cual sí que lo convertiría en culpable (es decir, sí que aunque no había intencionalidad se presume la negligencia).
 
Volviendo al asunto de las graves carencias formativas, debo insistir en que por mucho que se repita una información no por ello el individuo está formado. Lo que diferencia a la formación de la información no es el contenido en sí mismo, ya que es el mismo, sino el efecto de aprendizaje (la formación consiste en la preparación y aprendizaje del sujeto mientras que la información es el contenido del aprendizaje). Así pues, una asimilación correcta de la información es lo que lleva a la formación. El problema es que en las empresas la formación se interpreta como una mera exposición de la información o peor aún como una manera de cumplir reglamentos. En ningún caso debería ser así. Los propios sindicatos, en cooperación con la patronal, deberían exigir que los individuos no formados fueran expulsados de sus puestos de trabajo.
 
En este sentido debería proponerse situaciones tales como la expulsión de los que no respetan las reglas o señalizaciones en el ámbito laboral (como por ejemplo, fumar o saltarse las señales de tráfico). De todas maneras, dudo mucho que en la situación actual del mundo, donde el respeto a las normas no es una prioridad, esta cuestión sea importante para los empresarios.
 
Por último, y a efectos formativos e informativos, me gustaría poder dar algunos datos analíticos de la tragedia. En primer lugar, la fuerza con la que se ha estrellado el convoy es la equivalente a su fuerza centrífuga. En este caso, teniendo en cuenta que el radio de curvatura de la vía era de aproximadamente 0,35 km.
 
Por tanto, la aceleración centrífuga viajando a 180 km/h era de aproximadamente 7 N/kg. Es decir, que aproximadamente el choque se produjo con una fuerza similar a la de la gravedad. Esto significa que imaginando que nos soltaran, tumbados boca abajo, sin posibilidad de poner las manos, porque no nos da tiempo, a escasos cm del suelo y pensando en tan terrible impacto, esta misma situación es la que han vivido estos viajeros, algunos, en lugar de chocar contra los asientos delanteros, han sido despedidos contra el suelo o a 2, 3 o 5 m de distancia, con lo que conlleva una lesión similar a una caída desde esa altura.
 
Estas son las cosas que deberían aprender y formarse los conductores y otros responsables: las verdaderas consecuencias de la física aplicada. De hecho y aunque parezca mentira, es muy probable que al haber entrado en la curva, de haber acelerado en lugar de frenar, la tragedia hubiera sido menor. La razón es que la fuerza centrífuga hubiera disminuído, ya que una súbita aceleración del tren fuerza a un cambio de la aceleración centrípeta. De todas maneras, lo mejor hubiera sido haber ido a la velocidad adecuada de 80 km/h y de esa manera, ante un posible descarrilamiento, la aceleración que hubieran sufrido los viajeros hubiera sido tan sólo de 1,4 N/kg, o lo que es lo mismo, un golpe similar al sufrido por una caída tumbados a 15 cm del suelo, que si bien podría partirnos la nariz nos dejaría con vida.

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