No debemos menospreciar trabajos por el mero hecho de no ser agradables o no estar lo suficientemente bien remunerados. A veces estos trabajos son más gratificantes que un trabajo muy bien remunerado o que otorguen una posición social muy elevada.
La vocación es quizá la parte más importante para disponer de un buen empleo. Llamaremos buen empleo a aquel que permitirá un correcto desarrollo psíquico y físico del trabajador.
Se dice que prácticamente toda la población trabaja donde puede y no donde quiere. Obviamente no hay más que un puesto de presidente de la compañía o de Jefe de Estado, pero tampoco necesariamente se ha de desear eso. Pensando en que estuviéramos en la escala más baja de nuestra empresa, el trabajo es mucho más gratificante si realmente se desea hacer o se obtiene un plus de interés. De hecho, se podría afirmar que hay muchas posibilidades de promoción en las empresas cuando realmente se está a gusto. Es la predisposición del ánimo la que hace que uno sea capaz de desarrollarse, la predisposición de que a uno le gusta hacer lo que hace.
Desgraciadamente, como decíamos anteriormente, existe una amplia cantidad de trabajadores que está en su puesto de trabajo sólo por conservar un sueldo o una escala social. Incluso los hay que están simplemente para evitar habladurías. No pueden pretender ser felices aquellos que trabajan por dinero simplemente.
Cuando hablamos de vocación normalmente nos viene la mente a sacerdotes, médicos o maestros. Pero normalmente nadie habla de vocación como secretario, administrativo, funcionario o basurero.
La pregunta es simple, ¿por qué no? ¿Por qué no puede ser la profesión de basurero o de agricultor vocacional? En esencia podemos decir que es una simple estupidez social. Resulta que a ciertas capas sociales se les antoja indigno ser el que mantenga limpia la ciudad.
No trato de hacer demagogia. Lo que trato de analizar es por qué en un mundo que se dice democrático y sin lucha de clases, todo aquél que se distingue o que pretende hacer una vida más plena es considerado loco o indigno. Entonces, se convierte este asunto en una cosa contraria: no es que el trabajo sea indigno, sino que los indignos son quienes cogen estos trabajos.
Es curioso que nadie pueda entender que haya amas de casa por vocación o prostitutas por vocación. Esto se antoja cínico o machista. Pero vuelvo a insistir, ¿por qué? Pienso que esto es un problema de base, de conceptos. No por ser alguien como nosotros o por desear algo diferente a nosotros lo convierte en indigno. Lo indigno es que ese deseo sea ofensivo o repugnante.
Por el momento no habrá una respuesta social seria a las vocaciones en general si no se toman estas como un gusto más que como un capricho poco práctico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario