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viernes, 28 de junio de 2013

Escenas de salvación: una reflexión cristiana.

Sin duda es que lo más sublime del ser humano puede ser entendido en términos religiosos (alma, fe, más allá...). Debemos comprender que una parte esencial de la humanidad radica en la pregunta de la existencia o no de una vida posterior a la muerte. Y lo más importante: si existe vida después de la muerte, ¿cómo es esa vida?¿Es el cielo?¿Es el infierno? Las distintas religiones avanzan posibilidades, habitualmente buenas o agradables para aquellos cuyo comportamiento fue en líneas generales acorde a los preceptos establecidos por cada religión. La ausencia de estos comportamientos buenos trae consigo la expulsión a los infiernos, generalmente identificados como sitios de sufrimiento y tormento eterno.
 
La reflexión que quiero llevar a cabo en el día de hoy es la siguiente: dadas decenas de religiones, ¿cuál es la que garantiza mi salvación?¿Me la garantiza incluso si no soy miembro de ésa religión? Es decir, si lo aplicamos al Cristianismo, ¿garantiza esta religión mi salvación si hago el bien?¿Y si soy budista o musulmán pero hago el bien?¿Iré al infierno según la doctrina cristiana?

La situación de la Iglesia antes del Papa Francisco era si cabe muy preocupante al respecto. Incluso hoy podemos decir que aún está muy debilitada, pero la capacidad de Francisco parece que podrá superar, al menos en parte, estas debilidades. Sus reformas parecen inminentes y además es un hombre que a priori predica con el ejemplo, lo cual se agradece. Es en esta línea reformista en la que debe insistir el Papa Francisco, pero no en un reformismo luterano, sino en un reformismo franciscano, como hizo San Francisco de Asís en el siglo XIII.

En la Magna obra de Umberto Eco, El nombre de la rosa, se narra, entre otras cosas, la situación que había vivido la Iglesia en aquellos convulsos años del 1200. Es curioso que en una Iglesia persecutora, que había marcado como profundamente herejes los movimientos de los cátaros a principios de siglo y de los dulcinistas a finales del mismo, sea al mismo tiempo la que canoniza a Francisco de Asís. Lo cierto es que a la Iglesia se la puede achacar de muchas cosas, pero no de condenar "porque sí". Siempre hay un motivo, más o menos basado en los evangelios y en la tradición de los primeros cristianos.

¿Entonces en qué se diferenciaban aquellos franciscanos que predicaban y practicaban la pobreza con aquellos dulcinistas que de la misma manera predicaban y practicaban la pobreza? La respuesta es un tanto oscura, pero básica: en la obligatoriedad.

San Francisco pronto empezó a poner en práctica su pobreza y su total sumisión a Dios. A pesar de animar a otros a practicar su manera de vivir, no obligaba ni contravenía a la Iglesia en su seno. Nunca acusó al Papa o a otros cristianos de vivir en la opulencia, sino que él practicaba la pobreza, y con esa misma pobreza de espíritu humilde llegó a forjar una santidad. En cambio, Dulcino arremetía contra aquellos que acumulaban las riquezas. Desde el Papa hasta los nobles, Dulcino consideraba a los ricos y a esa Iglesia rica como engendros del diablo.

¿Qué significado tiene lo anteriormente dicho con el nuevo pontificado del Papa Francisco? Todo. En materia económica, el Papa Francisco habrá de reformar tanto al Banco Vaticano como a la financiación de la Iglesia. La Iglesia debe reformarse hasta la consagración de hombres que renuncien al mundo, verdaderos santos en vida, hombres que, como ocurría en aquel entonces, allá por los primeros siglos del Cristianismo, sean realmente admirados por su vida intachable. No estamos hablando de ascetismo, ni de causar dolor. Se trata de una abstracción total del mundo, en el cual no sientan ningún apego por lo físico o por lo terrenal, sino exclusivamente por lo espiritual y que sirvan de guía al resto de la Humanidad.

De todas maneras esta idea es realmente (aunque parezca lo contrario) más fácil de realizar que la otra reforma absolutamente necesaria: la reforma teológica.

Para hablar con propiedad, no puede existir una reforma teológica, ya que Dios es inmutable. Pero sí conviene mencionar que el Concilio Vaticano II propuso una serie de ideas tendentes a modernizar la Iglesia que si bien han apoyado todos y cada uno de los papas posteriores, no cabe duda de que están sustentados en valores cuanto menos discutibles. Por ejemplo, el concilio Vaticano II hace enorme hincapié en la idea del Ecumenismo, es decir, la búsqueda de elementos comunes en todas las religiones con la idea de crear una especie de organismo suprarreligioso que si bien no sería una religión trataría de hacer un trabajo similar al que hacen las Naciones Unidas en el mundo, esto es, hablar, dialogar, condenar a quienes no cumplan con los preceptos, etc. Sin embargo, esta paz religiosa da pie a un "pacto de no agresión" en el cual se entiende que el apostolado de todas las religiones es entendido al menos en parte como un apostolado muerto, que ya no tiene más sentido más allá de un cuidado de ovejas descarriadas en zonas inhóspitas o personas desatendidas por otras religiones del lugar.

En cualquier caso hay un hecho todavía más importante, si cabe. ¿Garantiza el Ecumenismo la salvación del alma? Es curiosa la respuesta de la Iglesia. Y digo que es curiosa porque aunque fue dada por un Papa, el cual es infalible en cuestiones teológicas, es ante todo inconsistente con la propia Biblia. El Concilio Vaticano II no llega a dejar claro qué ocurre si un hombre "santo" de otra religión muere sin ser bautizado en Cristo o participar en el seno de la Iglesia Católica. Lo mismo para cualquier otra religión en relación a personas que no profesen la religión. La respuesta del Concilio Vaticano II es que la bondad y la fe en Cristo es mucho más importante que la pertenencia a un grupo determinado pero... ¿cómo puedo tener fe en Cristo si soy musulman?¿Un buen musulmán puede llegar a ir al cielo cristiano?

Hasta no hace mucho, existía el limbo para estas almas buenas que no iban al cielo por no estar bautizadas. Sin embargo, el siglo XX  comenzó a ver esta figura del limbo como algo peligroso en su propio concepto, ya que elevaba a "posible canditado a cielo" a un asesino  cristiano arrepentido y sin embargo condenaba eternamente al limbo al no bautizado. Aunque parezca lo contrario, esta actitud ecuménica es si cabe mucho más triste, falsa y peligrosa que la actitud de condenar a un neonato muerto a un "pequeño infierno".

La razón es simple. Si la salvación nos la da Cristo o la fe en Cristo y sin embargo se salva un alma buena no cristiana, ¿qué sentido tiene la fe en Cristo para salvarse? Seamos buenos y budistas y así llegaremos a salvarnos cristianamente. Esto no puede ser y los propios cristianos, el Papa el primero, deben ser conscientes de la necesidad de reformas del Catolicismo, a un Catolicismo más puro, más primitivo, más creyente... El Cristianismo no tiene que ser una religión de imposición, sino una religión de opción. Creer en Dios debe ser sinónimo de vivir en la fe y en la idea de salvación.

El Papa Francisco, por el momento, ha entendido que un Papa moderno no es lo que necesitan los jóvenes, sino un Papa que asuma al rol que muchos padres no han sabido asumir: el rol de la madurez y de la ayuda y el acogimiento. El Papa Francisco también debe entender que hay que insistir a otras religiones en el valor tan enorme que tiene que el Hijo de Dios sea el Cristo al que seguimos todos y que seguir no a un profeta de Dios o a un virtuoso del dolor nos salva, sino seguir al mismo Dios hecho carne. Esto no significa o no debería significar un enfrentamiento con otras religiones. Al contrario, se trataría de proponer a todas las religiones un giro al cristianismo, cada vez de manera más profunda. No un Ecumenismo, sino un Cristianismo opcional, abierto al diálogo, abierto al público, sin miedo y sin tópicos.

Es necesario salvar a esta Iglesia y creo que de momento podemos decir que seguirá sana y salva mucho tiempo.

miércoles, 12 de junio de 2013

Clonación humana

Llevaba ya algún tiempo sin escribir. La verdad es que había muchas razones para no escribir, entre otras que no había nada que escribir. Pero insisto, no era la única.

No hace mucho se comentaba la noticia de que se había podido clonar mediante la técnica de la oveja Dolly el primer estado de un embrión humano. La técnica es sencilla: se extrae de un óvulo la carga genética del mismo (su ADN), se incorpora ADN de un individuo ya vivo y entonces el óvulo detecta que hay dos parejas de cada cromosoma y por tanto el óvulo está "fecundado". A partir de ahí, el óvulo se desarrolla como cualquier óvulo fecundado de manera natural.
 
He aquí que ya sabemos cuál es la manera de conseguir ejemplares idénticos de un mismo individuo de una especie. Esto incluye al ser humano. La cuestión es entonces si sólo se trata de una cuestión científica (algo así como "hemos sido capaces de alcanzar nuestro objetivo") o se trata de una cuestión económica o práctica (algo así como decir que "ahora tenemos un descubrimiento al que hay que encontrar una aplicación").

(Bio)ética. He aquí la clave del problema y de la discusión. Partamos de la base de que todo lo que afecta al ser humano es siempre visto de manera suspicaz, sobre todo si afectan al concepto religioso del individuo o de la especie. Con concepto religioso no sólo incluimos a las religiones mayoritarias, sino también a los seguidores de creencias naturistas. ¿Pero cuál es la respuesta?¿Es realmente ética la clonación humana?¿Es ético crear personas genéticamente iguales en una especie de eugenesia global?

No pretendo entrar en polémicas inútiles. El ser humano debe ser ante todo un ser libre, tan sumamente libre que no debe tampoco establecerse sus características genéticas de antemano. Este sería el auténtico pecado: la falta de libertad genética.

Pensemos ahora mismo en el ser humano en su conjunto. ¿Cuáles son los genes más favorables? Podríamos pensar, a priori, que los genes que nos otorgan una mejor condición física o intelectual serían a priori los mejores genes. ¿Pero qué ocurriría si las condiciones planetarias cambiaran? Condenaríamos quizá al 100% de la población humana al desastre. O quizá no. Es decir, no podemos conocer el futuro con claridad y por tanto ser genéticamente iguales, como le pudiera ocurrir a las amebas u otros organismos unicelulares podría ser algo desastroso.

Por otro lado, no se puede garantizar al 100% la dotación genética idéntica de los individuos. La razón es bastante simple: las condiciones ambientales pueden generar mutaciones detectables o indetectables que realmente produjeran individuos bastante diferentes. Además, la clonación no permitiría más que la existencia de un sexo. Esto podría parecer algo trivial, ya que... ¿para qué una reproducción sexual si hay reproducción clónica? Sin embargo la reproducción sexual tiene bastante más ventajas que la clonación. En primer lugar porque la clonación del individuo, ya sea macho o hembra, trae como consecuencia la generación de un macho o una hembra de la misma genética. Esto significa que no podemos cambiar, por ejemplo, el comportamiento inherente del macho o la hembra, tanto en su faceta física como en su faceta intelectual. Además, partimos de la base de que un individuo que hoy consideráramos genéticamente perfecto en alguna característica personal (por ejemplo, la inteligencia de Einstein) no tendría que ser la mejor o la única combinación de genes para la inteligencia. ¿Era más inteligente Mozart o Einstein?¿Quizá Galileo o Leonardo?¿Marie Curie o Platón?

Lo cierto es que la clonación no tiene, aunque se pudiera, un fin lógico de eugenesia. La Historia ha demostrado que cuando Newton había llegado a ser el más laureado físico, Einstein lo despojó de su título y llegará (si no ha llegado ya) el humano que dejará a Einstein empequeñecido. Es la propia evolución del ser humano.

Otra cosa bien distinta es el pensamiento comercial de la clonación. Desde el principio de los tiempos hemos pensado en nuestro otro yo. Es un concepto tan básico como el de "media naranja". Necesitamos sentirnos comprendidos y, ¿quién mejor que nosotros mismos para ser comprendidos? Sin embargo, por su propia definición, el individuo es único en su especie. No importa que haya un clon de nosotros mismos, ya que de alguna manera nosotros seríamos al mismo tiempo clon de nuestro clon. ¿Por qué razón, salvo por la edad, diríamos que ese otro ser no es uno mismo desde el punto de vista genético? Sin embargo, la experiencia nos demuestra que esta idea romántica pronto se cae por su propio peso. No hay que ver más que el caso real de clonación natural: los gemelos idénticos. Estos hermanos, a pesar de ser idénticos, tienen su propia personalidad, caracterizada por la interacción del entorno con ellos mismos. ¿Acaso no conocemos a hermanos gemelos con personalidades dispares?¿Quién es tan simple de pensar que un clon nuestro no sería sino un ser humano completamente distinto a nosotros, salvo en apariencia?¿Acaso los que nacimos en el siglo XX seríamos capaces de pensar que un clon nuestro del siglo XXI no tendría una personalidad y conocimientos completamente distintos a los nuestros?

Dejenme que les diga, como conclusión, que no hay mejor manera de perpetuarnos que a través de nuestros hijos y que clonaciones, a no ser que fueran con fines claramente terapéuticos, en el primer estadio celular, cuando ni siquiera pudiera hablarse de individuo, no tendrían cabida en una sociedad mentalmente sana. Es más, crear seres humanos embrionarios con el propósito exclusivo de matarlos posteriormente para nuestro propio beneficio no es más que una atrocidad. Muchos médicos y especialistas ponen como límite una serie de divisiones celulares del cigoto primitivo. Ese concepto no debe entenderse así. No se trata de poner un límite temporal o físico, sino de poner un límite objetivo. Centrándonos puramente en la teoría de la evolución. ¿En qué momento deja de parecerse un embrión humano de un embrión de pollo, de perro o de mono? He aquí donde puede hablarse de ser humano. No podemos entender que un conjunto de órganos humanos (como ocurrió recientemente en el Salvador con Beatriz) sea un ser humano, si le falta el cerebro o el corazón. Insisto, si en algo se equivocan todos los científicos es en fijarse en qué momento se puede hablar de "ser humano" o "células". Hay que fijarse en ¿en qué momento el recien nacido deja de tener forma de ameba, o de pez o de pollo? Mientras tanto, es una ameba, un pez o un pollo cualquiera.