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miércoles, 27 de marzo de 2013

La Semana Santa desde otra óptica

Otro año más viene la semana más importante de la vida del cristiano. Esta vez, además, acompañada de la presencia de un nuevo papa.
 
Resulta francamente curioso que esta fecha antaño tiempo de reflexión e introspección cristiana ahora se muestre un tiempo de expectación por las vacaciones. Pero ése es otro tema. Hoy me gustaría ver la Semana Santa desde el riguroso lado de la ciencia.
 
La Pascua coincide, desde tiempos centenarios de tradición judía, con la primera luna llena de primavera. Este hecho convierte a la Semana Santa en una fecha arbitraria, que cambia anualmente en una horquilla de aproximadamente 6 semanas. Así la semana Santa como mínimo comienza un día 13 de marzo como Viernes de Dolores y termina como muy tarde un día  25 de abril como Domingo de Resurrección.

Comúnmente ha existido en épocas recientes, y más aún desde que comenzó el fenómeno de la globalización, el caso de que la Semana Santa puede provocar una serie de incompatibilidades de tipo económico entre diversos países y culturas, similarmente a como lo hacen los husos horarios. En cualquier caso, se han propuesto varias alternativas para intentar superar esta situación temporal.

El cálculo de la Pascua (Domingo de Resurrección) es como sigue:

- La Pascua siempre es en domingo.
- No puede coincidir nunca con la Pascua Judía
- El día de Pascua debe ser el siguiente domingo al primer plenilunio de primavera.

Por tanto, de aquí se deduce que el día mínimo en que puede ocurrir una Pascua, considerando que el 21 de marzo es el equinoccio de primavera, es el 22 de marzo. En este caso:

- Primer día de primavera: 21 de marzo
- Primer plenilunio: 21 de marzo
- Si el plenilunio cae en sábado: Pascua el 22 de marzo (domingo).

Nótese que no puede ser el 21 de marzo domingo, ya que la Pascua Judía coincide siempre con el día de plenilunio y por tanto, en caso de coincidir el plenilunio el 21 de marzo, la fecha se traslada al siguiente domingo, para no coincidir ambas fechas (es decir, al día 28 de marzo).

En cambio, si el día 20 de marzo hubiera sido plenilunio, la fecha de Pascua se trasladaría, considerando que la luna tiene 29 días de ciclo, al 18 de abril, que en caso de ser domingo nos llevaría al 25 de abril como fecha de Pascua para evitar que coincidiera con la Pascua Judía.

Así resulta fácil la explicación de este otro "misterio pascual".
 
 
 

lunes, 18 de marzo de 2013

Habemus Papam II o el Papa Francisco, un papa bueno.

Quería esperar un tiempo antes de escribir sobre el tema. El nuevo Papa es un papa atípico. Era necesario esperar unos días antes de emitir juicios sobre el nuevo pontífice, a pesar de que ya mucho está dicho.
 
Francisco exteriormente tiene muchas diferencias con los papas anteriores: es argentino, el primer papa del Nuevo Mundo. Esto imprime carácter. Pero también es un papa distinto interiormente: comenzando por su nombre, haciendo un guiño a San Francisco de Asís, el santo que predicaba pobreza, el nuevo Papa Francisco insiste mucho en este punto: volver a ser la Iglesia de los pobres.
 
Desgraciadamente tenemos poca y corta memoria. Benedicto XVI sigue vivo y sin embargo en los corazones de muchos se presenta a Francisco como un papa que llevara meses o años. Si bien es cierto que Francisco está aglutinando las mejores críticas del momento, esperemos y roguemos a Dios que no sean sólo el fruto de una euforia puntual propia de la novedad sino que sea  la línea rigurosa de todo su mandato, como según parece así será.
 
Benedicto XVI pasará a la Historia como un papa intelectual. Es cierto que no se le ha valorado tanto como debiera. Ha contribuido a formar las bases propagandísticas de la nueva Iglesia. Benedicto XVI ha sido, ante todo, un papa culto, un consumado teólogo, lo que vendría a ser más o menos lo que es un reputado científico en su campo. Cierto es que los científicos por lo general no contribuyen a mejorar el bienestar de las personas, pero sientan las bases científicas para que posteriormente ingenieros o inventores sí que realicen objetos o métodos que mejoren el bienestar.
 
Francisco ahora tiene la tarea de inventar la Iglesia a través de los descubrimientos teológicos y de la parcial reorganización de las instituciones eclesiásticas de Benedicto XVI.  He aquí donde el Papa Francisco ha comenzado con muy bien pie. Ha entendido perfectamente que la Iglesia debe volver a encontrarse con el camino perdido de los evangelios.
 
Hay quien dice que el Papa ha sabido entender la nueva situación de la Iglesia. Esto no es cierto. Los cardenales, cuando lo eligieron, sabían perfectamente que este papa no necesitaba entender nada, ya que él es así. Es muy diferente que uno al llegar a un nuevo puesto de responsabilidad cambie su forma de ser (por lo general es así) a que esa misma persona sea así y al llegar al poder siga comportándose así. Este es un acierto no del Papa, sino del colegio cardenalicio. Al escoger entre los candidatos a aquel que no tenía que fingir ni dejar de ser quien era, se fomentaba abiertamente el espíritu de buena concordia en el seno de la Iglesia. En este sentido, hemos de admitir que Benedicto XVI cambió radicalmente la manera de pensar que tenía cuando le llamaban Cardenal Ratzinger. Si aún nos acordamos, el llamado "Cardenal de Hierro" resultó ser un señor bastante cercano y simpático en su papado. Esto, según parece, fue causado por la mala prensa que había tenido siendo cardenal. Además, la sombra de Juan Pablo II era demasiado larga y le acompañó al menos los dos primeros años de su pontificado, más que nada hasta que beatificó al anterior papa y las cosas se calmaron. Desgraciadamente Benedicto XVI sufrió del mayor mal del ser humano: el miedo. Quizá, de haber sido más joven, hubiera sido más valiente en sus reformas y de haber sido más valiente, hubiera sido distinto su papado, tanto para bien como para mal. En cualquier caso, a Benedicto XVI le falló su carácter lógico: al no entender que los ministros de la Iglesia podrían ser en sí mismos los mayores pecadores no pudo llevar reformas más contundentes y necesarias.
 
Al Papa Francisco le ocurre lo contrario: su carácter es mucho menos serio. No deberíamos hablar de que sea más carismático que su predecesor, porque eso es relegar al anterior papa al rango de títere y para nada sería justo hacer ese comentario. Sin embargo, el pueblo, por el momento, se ve reflejado en algunas de sus posturas.
 
Antes de que saliera el nuevo papa había quien me preguntó que quién debería salir como nuevo papa. Yo contesté muy claro: "El Papa ha de ser ante todo una persona buena". Esta respuesta parece obvia, pero no lo es. Lo que necesita hoy más que nunca la Iglesia (y parece que lo ha conseguido) es una persona buena. No necesita teólogos, ni políticos, ni personas que sepan 20 idiomas. Necesita bondad.
 
Jesús de Nazaret sólo sabía hebreo. Es posible que hablara algo de la lengua conquistadora (el latín) pero seguro que no era un experto. Por otro lado los Evangelios indican que sabía leer (Lucas 4, 16-21) y escribir (Juan 8,6) pero no fue un consumado autor, pues de hecho no dejó escrito ningún libro, cosa que sí hicieron sus discípulos. Si Cristo no era un experto, ¿por qué habría de serlo el Papa? Es cierto que la Iglesia que se encontró Cristo no es ni mucho menos la que existe hoy, con más de 2000 millones de cristianos. Sin embargo, no hay nada que no pueda hacer el poder del bien.
 
Recuerdo en la película de Ben-Hur que cuando Charlton Heston está encadenado y no le dejaban los romanos beber agua, al pasar por Nazaret, un joven Cristo, al cual no se le ve la cara en la película, se acerca al preso y le da de beber agua. El soldado romano se acerca violentamente a Jesús y lo reprende pero el gesto de Jesús, callado y mirándole fijamente, a lo cual el propio soldado se asusta, es el gesto que busca la Iglesia actual. Es necesario que exista hoy un hombre tan poderoso que sea capaz de poner en su sitio a muchos hombres tan poderosos como pecadores, pero al mismo tiempo lo haga con la dulzura y bondad de un buen cristiano. Eso no requiere de ciencia, sino de fe y de un don de Dios, el don que sólo se le confiere a los santos.
 
El Papa Francisco es bueno ante todo. Por supuesto es humano y como buen humano puede tener opiniones, pero lo auténticamente importante es que sin salirse de los preceptos rígidos de la Iglesia sea capaz de transmitir esa bondad que espera el pueblo.
 
Ahora sus detractores quieren echar por tierra su bondad. Colaboraciones con Videla, nunca demostradas, o más recientemente su oposición al matrimonio homosexual no son más que cuestiones que merecen un aplauso. Nadie es malo por rechazar lo que no es bueno. Es más, si cabe, para evitar discusiones estúpidas, nadie es malo por rechazar lo que no es ni bueno ni malo. La homosexualidad está ahí, es un hecho innegable. Sin embargo, la oposición de la Iglesia, la cual no es incorrecta aunque quizá sí poco acertada políticamente, no significa que se niegue lo evidente sino que se niega que esa opción de vida sea acertada. La Iglesia, como ocurre con tantos otros temas polémicos, no puede aceptar principios errados de los seres humanos, no admisibles ni por la más pequeña lógica. Aún así, el Papa Francisco considera errados sus comportamientos pero no imperdonables. La Iglesia, ante todo, debe saber perdonar. He aquí otro de los principios que hacen y harán de este papa todo un símbolo.
 
Eso creo yo: hemos dado con el Papa Bueno. Un papa que devuelva la fe y demuestre con hechos (Mt 7,16-20: Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis). Este papa será ante todo un predicador con el ejemplo.

miércoles, 6 de marzo de 2013

La muerte de Hugo Chávez: retrato histórico de un líder

Ocurrió. Chávez ha muerto.

Lo más importante en la ciencia histórica es la imparcialidad y la objetividad. Cada vez se hace más necesario abandonar las ideas de bueno-malo para centrarse en el contexto histórico, las consecuencias de las decisiones de los personajes históricos y por último el pueblo. ¿Qué pasa con el pueblo?
 
Mis discursos sobre el chavismo, sobre Chávez y sobre la política venezolana e hispanoamericana en general han sido elaborados, entretenidos y sobre todo didácticos. Tanto en la etapa en Libroadictos como en el Ateneo de Archidux, Chávez tuvo en algunas ocasiones protagonismo importante en mis comentarios.
 
¿Quién era Chávez? Obviamente tiene una biografía, pero yo me quiero centrar en el personaje y no en la persona. De Chávez han dicho (incluso él mismo se ha calificado) de socialista, revolucionario, populista y sobre todo un líder opresor, excéntrico y peligroso. Sus partidarios, en cambio, lo amaban como a una especie de apóstol de la verdad suprema. Sus detractores en cambio lo consideraron un gorila sin cerebro, un fanático obsesionado con una nueva era de poder venezolano.
 
Y sin embargo, no era nada de eso. ¿O quizá sí?
 
Puedo reconocer que Chávez no me ha resultado una figura peligrosa o un loco ansioso de poder. Es más, he defendido y defiendo muchos de sus métodos, calificados por algunos como populistas, pero que en un análisis profundo no son sino formas básicas de una política sincera y justa.
 
Si algo hay que elogiar de Chávez es su cercanía con el pueblo. En este sentido, Chávez y otros antiguos dictadores, con Hitler a la cabeza, sabían que el pueblo era quien de veras deponía a los líderes y que no había nada más triste que un pueblo empobrecido, un pueblo sin futuro o un pueblo de muertos o hambrientos. Chávez sabía que las clases bajas venezolanas no tenían más esperanza que la llegada de un auténtico líder del nuevo orden.
 
Chávez era capaz de hacer una carretera para llevar alimentos a las zonas más necesitadas en cuestión de días. Chávez movilizaba el ejército para ayudar a familias necesitadas y disponía de viviendas nuevas a tal efecto. Chávez demostró durante años ser un buen padre protector para su pueblo Venezuela.
 
Nadie puede criticar eso de Chávez. Los que lo han criticado han salido mal parados, ya que el pueblo de Venezuela ha podido comprobar por sus propios ojos estos hechos. Y en esto se han equivocado los rivales y detractores de Chávez, en tratar de negar que lo que hacía Chávez era bueno para el pueblo.
 
Y lo era.
 
Sin embargo, Chávez también tenía muchos yerros. Él mismo se calificaba de socialista y desde sus inicios se alió con todo lo que simbolizaba capitalismo. Ese fue sin duda su principal error: entender que sólo el socialismo sería capaz de sostener la idea de estado venezolano que él proponía. Entendía que el capitalismo era sinónimo de corporativismo. Después de más de 100 años de socialismo y de desastres socialistas (como el de la Unión Soviética o China), no puede ser concebido ningún régimen político cuya base sea el socialismo clásico sin la participación de la estructura capitalista.
 
Chávez entonces se alió en contra de Estados Unidos (y en menor parte, la Unión Europea). Este fue un gravísimo error nuevamente, ya que asumía unas relaciones multilaterales con líderes que no concebían sus ideas políticas sino que su nexo de unión era exclusivamente el odio a EE.UU. Es esta situación, marcada por la idea preconcebida de que el mal estaba generado desde EE.UU., la que ha provocado el distanciamiento internacional de este país con otros países desarrollados.
 
Por estos errores, Chávez condenó a su país a un panorama crítico. Chávez entendía el socialismo como la respuesta, cuando la respuesta era el capitalismo de Smith. Es muy probable que Chávez fuera socialista o entendiera esa forma de socialismo simplemente como una base para atraer a las masas con ese nombre de "socialismo" o como un concepto derivado de una oposición al régimen económico corporativista de Venezuela antes de su mandato.
 
En definitiva, la Historia, una vez que pasen los años y se olvide su presencia en los medios de prensa, pondrá a Chávez como una figura ejemplar en su gestión interna pero condenable en su trato con el exterior y con la concepción del movimiento como de seguimiento socialista. No se negará que en pleno siglo XXI existió un hombre capaz de dar respuestas personales y sinceras a quienes le siguieron y que además hizo mucho bien de manera individual. A eso lo llaman populismo. Yo llamo populismo a dar 1 a cambio de 100. No puedo llamar populismo al que da 1 a todos pero se equivocó en el trato con los de fuera y ello desembocó en un problema para todos. ¿Cuántas veces no se equivocan los padres por hacer bien a sus hijos? Y nadie los llama populistas. Creo sinceramente que ante todo Chávez estaba convencido sinceramente de lo que hacía y sobre todo estoy convencido de que Chávez tampoco lo hacía por un interés a corto plazo o un interés corrompido por el dinero. A diferencia de otros líderes, como Evo o Cristina Fernández, pienso que Chávez siempre quiso el bien para el pueblo. Únicamente su escasa cultura sobre el socialismo fue la que motivó el problema.
 
Descanse en paz y que Venezuela encuentre su camino.