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miércoles, 16 de mayo de 2012

La pieza que falta. Alegato a la individualidad

Presenciar el trabajo de cualquier profesional es siempre algo que nos ofrece cierto interés. Ver a un albañil trabajando, a un alfarero, a un electricista, etc. es algo que nos causa una impresión favorable al trabajo que realiza, generalmente un trabajo creativo y o artesanal. Durante ese tiempo parece que no necesitaran ningún tipo de ayuda. Lo cierto es que en la realidad sí la necesitan y, si nos fijamos un poco, al alfarero le traen el barro conducido por un transportista, barro que fue sacado por un cantero de su lugar natural.

Cuando uno piensa que el mundo y la sociedad no es más que una gran maquinaria que funciona a diario, debería plantearse algo más que ese pensamiento. Debería pensar que esta crisis económica que sufre el mundo ha sido, quizá, fruto de esta interdependencia global. La realidad es que el ser humano actual tiene la sensación de que es un mísero grano del granero, una persona a la cual el mundo no echará de menos si muere; una persona por la cual el mundo no sufre ni disfruta cuando llora o cuando ríe. "El mundo es un sitio demasiado frío como para advertir la presencia de una sola persona", nos diremos.

Como la hormiga en el hormiguero o como el tornillo en la máquina, hemos querido sacrificar nuestra individualidad por un el bien común, relegar nuestras funciones a la de coadyuvantes de un bien mayor. Esto, sin embargo, plantea dos problemas fundamentales:

- ¿Cuál es ese bien mayor por el cual he sacrificado mi propia individualidad?

- ¿Quién dice que en la máquina el tornillo que sujeta el embellecedor de la puerta de acceso sea tan importante como el motor o como el tornillo de seguridad? ¿Por qué hemos de considerar que nuestra existencia se reduce a una simple definición y no a una descripción completa de nuestro ser?

Al Estado moderno le interesa enormemente crear masas sociales. Es y ha sido la principal preocupación de los movimientos políticos del siglo XX y parece que tratan de expresar lo mismo en el siglo XXI. Incluso en las Ciencias Económicas se considera completamente absurdo concebir la mano de obra como algo distinto a otro recurso, como es el capital o como es un inmueble.

Esta concepción del ser humano es rotundamente falsa e incapaz de solucionar los problemas sociales más elementales: la igualdad, es decir, la vulgarización de las personas sólo puede considerarse un cáncer que mata al cuerpo social. Las personas tienen nombres y apellidos, sin embargo los gobiernos se empeñan en poner números de identificación personal o fiscal, como dando a entender su pretensión de uniformar la sociedad.

Ante el desamparo de muchísimos jóvenes o ante las dudas y conceptos de fracaso de muchos hombres de mediana edad que ven cómo son despedidos sin miramientos, he de decir que no están solos y que deben reivindicar su individualidad.

Nunca me consideré miembro de ningún grupo, a no ser que consideremos grupo a una serie de pensadores muertos a los cuales he leído y con los que me he identificado en muchos casos. Es totalmente cierto que un hombre nada puede contra cientos o que la masa es mucho más atractiva que un simple ser humano, pero no es menos cierto que el poder de la palabra o el poder de la razón es tan extraordinario que sólo la violencia o las traiciones pueden acallarlo.

El mundo es un auténtico rompecabezas en el que somos una pieza más. Aunque esta idea pueda parecer idéntica a la que hemos criticado antes, es totalmente ajena al trato indignante que políticos y entes sociales, desde la Cruz Roja o la ONU hasta las asociaciones católicas, tratan de hacer ver. Ellos aseguran que somos todos como piezas de un gran reloj. Falso: lo que ellos quieren decir es que somos como granos de arena, es decir, insignificantes ante el montón, idénticos a los otros granos y por tantos ni más ni menos importantes.

La idea que queremos expresar aquí es radicalmente distinta: usted no es un grano, es una pieza de un rompecabezas. ¿Y qué ocurre si usted falta? A diferencia del grano, en la que nadie echa en falta su ausencia, en el rompecabezas cada pieza que falta representa una desgracia, una parte del puzzle que queda sin finalizar. Y esto es lo importante: este puzzle es infinito, pero no es lo mismo que falte una pieza del borde, que es menos visible, que del centro o incluso de algún detalle fundamental, como la sonrisa de la Gioconda. Usted no es alguien que deba ser ignorado por la sociedad: usted es una pieza importante.

El problema seguirá siendo el mismo: las piezas más mediocres tratan de ser piezas fundamentales, pero esto no es posible, no es natural, no es viable. Esas piezas, como ocurre en los rompecabezas reales, finalmente dan la cara y se muestran como lo que son: un fraude. ¿Cuántas veces no han hecho un rompecabezas en su casa, de 1000 o 2000 piezas, con el mar o el cielo de fondo y confundieron una pieza con otra entre tantas piezas azules o celestes? Esta es la auténtica realidad: somos completamente irremplazables.

Aunque nos sintamos a veces desgraciados, aunque nos sintamos a veces sin ganas de vivir... Hay que luchar. Usted es un gran luchador, usted es impresionante. Créame que usted tiene mucho que hacer por esta sociedad, usted es fundamental. Y si no lo es, usted debe convertirse en el instrumento de los que sín son fundamentales para la sociedad: SU DEBER ESTÁ EN CONOCERLOS Y EN SEGUIRLOS.

Seguir a un líder no significa, como pretenden nuestros políticos, perder la identidad individual. Cristo, cuando nombró sus 12 apóstoles, hizo que siguieran teniendo un papel fundamental dentro de la comunidad cristiana. Incluso en los Evangelios conocemos muchos nombres de sus seguidores y bien saben ustedes que no eran ni siquiera seguidores incondicionales y sin embargo eran fundamentales para las primeras comunidades cristianas.

Otro error que cometen algunos intelectuales es considerarse algo así como los defensores del pueblo llano o los paladines de la individualidad. Hemos de llegar a la conclusión de que estos intelectuales, fundamentalmente de izquierdas, lo que tratan es de confundir al ciudadano. Defender la individualidad no significa fomentar la anarquía, sino establecer una pirámide social. Soy amo o soy esclavo, pero sé lo que soy y admito lo que soy. Puedo trabajar por mejorar lo que soy, pero no renuncio a lo que soy ni cedo mi individualidad al grupo, al "bien común". Estos apologistas de la individualidad lo que desean es la ruptura de estos individuos con el grupo y ofrecerles refugio en sus propios grupos ideológicos (homosexuales, ecologistas, anarquistas, etc.).

Tenemos la obligación de que la gran máquina funcione, pero como ocurre en la vida real, las máquinas deben ayudarnos a desarrollarnos como individuos y no a convertirnos en máquinas biológicas. Ni usted ni yo somos iguales: no tratemos de considerarnos lo que no somos.


Dedicado a todas aquellas personas que sufren y no encuentran consuelo en el mundo. Dichosos los que sufren [...] porque de ellos es el reino de los cielos.

martes, 15 de mayo de 2012

Amanecer dorado o el nacionalsocialismo griego

Las últimas elecciones griegas han conseguido nuevamente lo impensable, esto es, que un partido neonazi obtenga representación en un parlamento europeo. Siguiendo la estela de Austria, algunos países eslavos y el movimiento ultraderechista francés, Grecia se enfrenta a una situación que gusta poco en Europa y más aún en la Unión Europea.

Las ideas de Amanecer Dorado no son nuevas. Son burdas copias de las propuestas hitlerianas de las que se van a cumplir casi un siglo. El problema es que todos estos grupos de ultraderecha europeos, al menos una amplia mayoría, incluyendo a grupos más o menos clandestinos, no han conservado el auténtico espíritu de las propuestas de Hitler.

De la misma manera, en otros países de América, desde EE.UU. hasta Argentina, no parece que estos grupos de ultraderecha sean más que pantomimas de un auténtico espíritu nazi.

El acto cómico que protagonizó recientemente el líder del partido Amanecer Dorado resulta por igual cómico y escalofriante. Cuando hizo levantarse a todos los periodistas, del mismo modo en que un rey medieval o un cacique africano del siglo XX aparecía en escena, no hizo más que empequeñecer su imagen, por mucho que otras personas pretendan defender esta actitud.

Si además uno lee las pretensiones de este grupo político griego se dará cuenta muy pronto de lo absurdo de las mismas, basadas en planteamientos que no se adecuan ni a la Historia, ni a la política: desaparición de la Antigua República Yugoslava de Macedonia, liberación de la parte turca de Chipre y la posterior integración de la isla a Grecia, la expulsión de los turcos de las costas egeas de Anatolia y la expulsión de los turcos de Tracia y Constantinopla. Decimos que las pretensiones de los griegos en estos asuntos son absurdas porque todos estos territorios no han sido griegos por espacio de 2000 años. No se puede pretender crear derechos o conflictos en cuestiones que no se han mantenido por espacio de siglos. En este aspecto, griegos, vascos o chavistas parecen ser idénticos, basando unas "realidades" nacionales en aspectos del todo arbitrarios, olvidados e incluso excluyentes del derecho internacional a la autodeterminación de los pueblos.

Habrá quien discuta que el el espíritu griego ha subsistido por espacio de siglos. Esto no es cierto, ya que cualquier conocedor de la Historia griega sabrá que Grecia como estado (con límites territoriales definidos) no se entiende hasta el siglo XIX y que si bien hubo una unificación griega bajo Filipo y Alejandro Magno, ésta fue demasiado débil y corta como para poder entenderla como idea nacional sólida. Lo que siempre hubo en la Antigua Grecia fue la idea de la nación griega, esto es, una idea parecida a la Commonwealth británica, en la que todos los estados independientes tienen un pasado histórico y cultural común.

Entender Grecia como lo hace Amanecer Dorado es hacerlo de manera sectaria y no sujeta a derecho. La idea nacional griega ni siquiera existió en la Edad Media, en la que un Imperio Bizantino se consideraba heredero legítimo del Imperio Romano (un imperio latino y no griego). Si bien la cultura griega, incluidas la religión y la lengua, fueron preservadas, es cierto que los emperadores bizantinos tenían una idea mucho más universal del reino, aceptando a diversas nacionalidades dentro de sus límites (palestinos, griegos, búlgaros, eslavos, venecianos, aragoneses, etc.). Por todo esto, las pretensiones de este grupo griego resultan estériles a la vez que infundadas, ya que basar una idea nacional en una idea cultural o de raza es una idea totalmente nefasta para la propia existencia del estado que proclama estas ideas (sería semejante a pretender un nuevo Imperio Romano o un nuevo Imperio Inca cuando ambas ideas han sido sustituidas por ideas nacionales durante siglos, ya que de ser posibles, no darían cabida a los pueblos que se verían afectados, siendo una unión totalmente artificial).

El afán de expansión territorial y cultural de Amanecer Dorado es complétamente lícito y puede estar incluso basado en diversos casus belli basados a su vez en ideas antidiluvianas. Pero una cosa es reclamar por las armas una idea o territorio (como ocurrió con Jerusalén durante las cruzadas) y otra cosa bien distinta es reclamar por derecho una idea o territorio (por ejemplo, notable fue, hasta que se lo permitieron, la reclamación de Jerusalén como territorio israelí). No se puede reclamar algo que tiene dueño legítimo argumentando sucesos históricos. Es como reclamar la casa de los abuelos cuando llevan más de 50 años sin vivir allí y lo ocupa una familia extraña. Sin embargo, una acción militar invalida todo derecho: la reclamación es efectiva y basada  en un criterio militar. Aunque en teoría podía hablarse de "reclamaciones históricas", lo cierto es que en la mayoría de los casos éstas no existen o son falsas, aunque el argumento real puede ser tan fácil como un motivo económico.

Amanecer Dorado es un partido sin rumbo, basado en ideas especulativas e irreales, que quizá pueden asustar un poco, pero que al final son inofensivas, al ser este grupo una pantomima del partido nazi.

Insisto, el tiempo del miedo a los nazis ha acabado. En pleno siglo XXI no hay que temer a los grupos de ultraderecha, ya que pueden guiar al mundo perfectamente. Lo que hay que temer es la incultura, el descrédito y sobre todo el voto a grupos absurdos como el partido nazi griego. Para mí, cualquier político que requiere del baño de masas y de estar protegido por decenas de simpatizantes, demuestra una falta de personalidad y de carisma demasido elevado.  

lunes, 7 de mayo de 2012

El caso del éxito de los chinos

Hace algún tiempo, un seguidor del blog me hacía una petición interesante: dar mi opinión sobre los chinos en España. Con gusto, como ya hice en otra ocasión, le respondí que nunca doy opiniones y que para mí España no es otra cosa que lo que nos legaron aquellos grandes monarcas de antaño: una España peninsular y una España americana, sin despreciar otros territorios de ultramar.

El caso es que desde luego me pareció ciertamente interesante el tema, no sólo en España sino en todo el mundo civilizado. ¿Qué ocurre con los chinos? No sólo han convertido a su país en la fábrica del mundo, sino que están arrasando literalmente con los negocios tradicionales occidentales en las ciudades y pueblos de los países occidentales donde ellos se ubican.

Y ustedes se preguntan, ¿cuál es el secreto de su éxito? No hay desde luego secretos, o al menos secretos inconfesables. Al contrario, el éxito chino proviene del carácter de su gente y esto hasta donde sabemos todos no es un secreto. Sin duda a nadie le ha pasado desapercibido que los chinos son ante todo trabajadores incansables. Como bien sabemos todos un chino no deja de trabajar por ejemplo un domingo o un festivo. Y esto, en parte, es el secreto de su éxito. Sin embargo, seríamos unos cínicos si dijéramos que esto es lo más importante o incluso lo fundamental, ya que muchos españoles, hispanoamericanos y occidentales trabajan tanto o más que los chinos.

¿Entonces? ¿Por qué un negocio chino triunfa mientras que un negocio occidental tiene un mayor índice de fracaso? Para entender esto habría que remontarse a una época ya lejana, en la Edad Media Europea. En ese tiempo, el Imperio Romano había desaparecido y los árabes manejaban el comercio de la seda. La seda era producida en las lejanas regiones de China, donde ni siquiera Alejandro Magno había llegado. China, aislada del mundo occidental salvo por la mencionada caravana de mercaderes árabes, prospera mediante una cultura propia. A diferencia del resto de culturas (árabe, católica, ortodoxa, india...), China era autosuficiente y en esas circunstancias el comercio se limitaba al interior. Con el tiempo, tras la conquista mongol, el conocimiento sobre China y sus riquezas atrajeron a los occidentales, como el archiconocido caso de Marco Polo. Sin embargo, China no parecía interesarse en el exterior, seguramente porque en China había de todo.

¿Cómo era posible que en un mundo tan inestable como el de la Edad Media en China hubiera de todo? La respuesta está en el mencionado aislamiento. Los emperadores chinos habían sido capaces de controlar a su pueblo y acabar con las guerras internas, lo que les permitió crear una burocracia altamente eficiente y jerarquizada. Cuando decimos eficiente y altamente jerarquizada queremos decir extremadamente eficiente y jerarquizada: los exámenes de ingreso al cuerpo de burócratas (los mandarines) eran complejos y durísimos, lo que equivalía a tener un grandísimo poder en caso caso de llegar a tener dicho puesto. Esto no ocurría en Europa: si bien Roma había logrado algo similar mucho antes que China (lo que se denominó Pax Romana). Sin embargo, los pueblos limítrofes de Roma eran mucho más combativos que los pueblos limítrofes de China, entre otras cosas porque los pueblos limítrofes de Roma no eran simples tribus, como aún ocurre en zonas de Asia, África o América, sino eran pueblos con una cultura que si bien era más atrasada militar y políticamente, habían tenido durante larguísimo tiempo contacto con las grandes culturas occidentales (griegos, romanos, egipcios, hebreos, etc.). Esta situación de burocracia y aislamiento se prolongó por espacio de casi 1000 años. Al estado de paz mandarín sólo podría compararse una situación: la globalización de finales del siglo XX, en la que se puede decir que prácticamente las guerras de gran alcance se hubieron acabado (actualmente no podemos hablar de guerras, sino casi siempre de misiones de paz, embargos, alianzas internacionales o intervenciones esporádicas).

China, por tanto, gozaba de una situación, salvando las distancias tecnológicas y temporales, similar a la actual. Sin embargo, el planteamiento chino, probablemente por esa distancia temporal, fue distinto al planteamiento actual: los emperadores vivían como su pueblo, en un completo aislamiento del resto del mundo, en un suntuoso palacio con todos los placeres. Para poder llevar a cabo tal sueño era necesaria una administración dura, con castigos ejemplares a quienes cometieran crímenes o delitos. Además, los chinos, paradójicamente, no eran una sociedad militar o de comerciantes, como pudiera creerse, como le ocurría a Roma, sino una sociedad eminentemente agrícola. Es lógico pensar que no fueran comerciantes, ya que como hemos dicho, China estaba aislada y era autárquica, por lo tanto el comercio sólo se restringía a intercambios de productos entre particulares.

Esa situación creó una idiosincracia en la población china, de manera que toda la sociedad acabó pensando de una misma manera: el mandarín era el único ciudadano que podía tomar decisiones y conocer lo que era mejor para el pueblo. Este pensamiento único traería como consecuencia que China se atrasara tecnológicamente al resto del mundo, ya que los funcionarios chinos preferían mantener un estricto control interno de su pueblo antes que invertir dinero en mejorar su bienestar. Los comerciantes europeos, en cambio, con su afán de prosperar económicamente, trataban en todo momento de llevar a Europa todos los conocimientos que los chinos habían adquirido a lo largo del tiempo, como la confección de las telas de seda, la fabricación de la pasta o el papel o el uso de la pólvora (ésta última fue conocida en Europa usada por los árabes con fines militares). Los chinos, por el contrario, no usaban estos inventos la mayor parte de las veces, sino que eran usados como entretenimiento o como artículo sin capacidad de innovación.

Si miramos las similitudes del Occidente moderno con la China Medieval, encontraremos que el pensamiento único es el que domina la sociedad. Nadie contempla en occidente una posibilidad real, por ejemplo, de una dictadura o que la libertad personal no esté por encima del deber. Lo mismo ocurría en China. Es en este punto donde la ciudadanía china se volvió completamente abocada a sus líderes, sin una libertad personal real más allá del cultivo de sus tierras.

Con el paso del tiempo, ese aislamiento fue roto. Las potencias occidentales, fundamentalmente británicos, franceses y portugueses, establecieron contactos continuados, lo que hizo que prosperara una comunidad china de comerciantes. Mientras que ellos vendían seda y especias, los europeos vendían armas. Las armas no eran para estos europeos un problema, porque si bien sabían que los chinos eran tan numerosos como para poder conquistar fácilmente el mundo, estaban tan lejos que sólo el mar planteaba una opción real para una invasión y en esto los europeos sí que eran conscientes de su gran poderío naval. Entre China y Europa, los enormes desiertos asiáticos habitados por los fieros mongoles y tártaros, así como la inhóspita estepa siberiana, hacía realmente imposible una invasión china.

China, por tanto, siguió hasta cierto punto aislada. Además, ninguna potencia occidental extranjera se hubiera atrevido a entrar en conflicto con China sin tener unas bases bien consolidadas en la región y aun así, eran tan numerosos que no era factible tal cuestión. De hecho, únicamente el Reino Unido y Japón se atrevieron a entablar guerras con los chinos (las Guerras del Opio y la invasión japonesa previa a la Segunda Guerra Mundial), en las cuales China resultó derrotada, pero con un factor común: los británicos ocupaban India y los japoneses estaban demasiado cerca y en aquel momento militarmente mucho más avanzados. En esta tesitura, China ha mantenido en su población el orden de un trabajo metódico y continuado, herencia de su pasado agrícola. Posteriormente, el régimen comunista ha seguido favoreciendo dicho trato. Únicamente desde finales del siglo XX y sobre todo principios del siglo XXI, China ha cambiado su concepto social, algo que aunque no lo parezca es y será trágico: es muy probable que la concepción de los chinos se vea mermada en occidente y sean cada vez más vistos como invasores sin escrúpulos a ser vistos como comerciantes muy laboriosos.

El secreto del éxito de los chinos no es propio, sino cultural. La concepción china de la sociedad es la que ha provocado que ahora los chinos sean un pueblo abocado al orden, el método y el conocimiento. En comparación, ningún joven occidental medio actual puede ser comparado con un joven chino actual en conocimientos, grado de implicación en los estudios y coherencia en hábitos. Sólo los hijos de inmigrantes chinos en países occidentales parecen haber olvidado esto y no es más que debido a la falta de cultura. La sociedad europea no tiene en la actualidad una cultura del conocimiento, sino una cultura emocional. Ahora más que nunca los países occidentales (quizá EE.UU., debido a su alta tasa de inmigración asiática sea la excepción) son contrarios a la intelectualidad. Priman más los cultos al poder, la opinión individual y sin motivo y la falta de principios para conseguir el placer. La cultura china no comprende ni fomenta el placer, como buena cultura budista. Esto, a priori, es algo malo. No tener cultura del placer es no tener cultura de lo bueno. El problema es querer una cultura del placer basada en el vicio en lugar del honor o la honestidad.

Los chinos, en cambio, protegen su negocio de manera honesta, al menos con sus compatriotas, lo que les permite ser entre ellos un foco de inversiones y de intercambio monetario a condiciones más ventajosas que las que les ofrecen los bancos occidentales de los lugares donde están ubicados. Todos los psicólogos están de acuerdo que en una sociedad, los grupos que tienen las creencias y los lazos de unión más sólidos son los que prosperan, ya que los demás no pueden soportar la presión social. En eso, los chinos superan a los europeos, al igual que ocurría con los judíos en el pasado, ya que son conscientes de su contracultura en el seno de una cultura europea.

Definir que los chinos triunfan en occidente sólo porque son grandes trabajadores es decir una verdad totalmente sesgada y pretender hacer ver lo que no es cierto: que los occidentales no trabajamos lo suficiente.