Presenciar el trabajo de cualquier profesional es siempre algo que nos ofrece cierto interés. Ver a un albañil trabajando, a un alfarero, a un electricista, etc. es algo que nos causa una impresión favorable al trabajo que realiza, generalmente un trabajo creativo y o artesanal. Durante ese tiempo parece que no necesitaran ningún tipo de ayuda. Lo cierto es que en la realidad sí la necesitan y, si nos fijamos un poco, al alfarero le traen el barro conducido por un transportista, barro que fue sacado por un cantero de su lugar natural.
Cuando uno piensa que el mundo y la sociedad no es más que una gran maquinaria que funciona a diario, debería plantearse algo más que ese pensamiento. Debería pensar que esta crisis económica que sufre el mundo ha sido, quizá, fruto de esta interdependencia global. La realidad es que el ser humano actual tiene la sensación de que es un mísero grano del granero, una persona a la cual el mundo no echará de menos si muere; una persona por la cual el mundo no sufre ni disfruta cuando llora o cuando ríe. "El mundo es un sitio demasiado frío como para advertir la presencia de una sola persona", nos diremos.
Como la hormiga en el hormiguero o como el tornillo en la máquina, hemos querido sacrificar nuestra individualidad por un el bien común, relegar nuestras funciones a la de coadyuvantes de un bien mayor. Esto, sin embargo, plantea dos problemas fundamentales:
- ¿Cuál es ese bien mayor por el cual he sacrificado mi propia individualidad?
- ¿Quién dice que en la máquina el tornillo que sujeta el embellecedor de la puerta de acceso sea tan importante como el motor o como el tornillo de seguridad? ¿Por qué hemos de considerar que nuestra existencia se reduce a una simple definición y no a una descripción completa de nuestro ser?
Al Estado moderno le interesa enormemente crear masas sociales. Es y ha sido la principal preocupación de los movimientos políticos del siglo XX y parece que tratan de expresar lo mismo en el siglo XXI. Incluso en las Ciencias Económicas se considera completamente absurdo concebir la mano de obra como algo distinto a otro recurso, como es el capital o como es un inmueble.
Esta concepción del ser humano es rotundamente falsa e incapaz de solucionar los problemas sociales más elementales: la igualdad, es decir, la vulgarización de las personas sólo puede considerarse un cáncer que mata al cuerpo social. Las personas tienen nombres y apellidos, sin embargo los gobiernos se empeñan en poner números de identificación personal o fiscal, como dando a entender su pretensión de uniformar la sociedad.
Ante el desamparo de muchísimos jóvenes o ante las dudas y conceptos de fracaso de muchos hombres de mediana edad que ven cómo son despedidos sin miramientos, he de decir que no están solos y que deben reivindicar su individualidad.
Nunca me consideré miembro de ningún grupo, a no ser que consideremos grupo a una serie de pensadores muertos a los cuales he leído y con los que me he identificado en muchos casos. Es totalmente cierto que un hombre nada puede contra cientos o que la masa es mucho más atractiva que un simple ser humano, pero no es menos cierto que el poder de la palabra o el poder de la razón es tan extraordinario que sólo la violencia o las traiciones pueden acallarlo.
El mundo es un auténtico rompecabezas en el que somos una pieza más. Aunque esta idea pueda parecer idéntica a la que hemos criticado antes, es totalmente ajena al trato indignante que políticos y entes sociales, desde la Cruz Roja o la ONU hasta las asociaciones católicas, tratan de hacer ver. Ellos aseguran que somos todos como piezas de un gran reloj. Falso: lo que ellos quieren decir es que somos como granos de arena, es decir, insignificantes ante el montón, idénticos a los otros granos y por tantos ni más ni menos importantes.
La idea que queremos expresar aquí es radicalmente distinta: usted no es un grano, es una pieza de un rompecabezas. ¿Y qué ocurre si usted falta? A diferencia del grano, en la que nadie echa en falta su ausencia, en el rompecabezas cada pieza que falta representa una desgracia, una parte del puzzle que queda sin finalizar. Y esto es lo importante: este puzzle es infinito, pero no es lo mismo que falte una pieza del borde, que es menos visible, que del centro o incluso de algún detalle fundamental, como la sonrisa de la Gioconda. Usted no es alguien que deba ser ignorado por la sociedad: usted es una pieza importante.
El problema seguirá siendo el mismo: las piezas más mediocres tratan de ser piezas fundamentales, pero esto no es posible, no es natural, no es viable. Esas piezas, como ocurre en los rompecabezas reales, finalmente dan la cara y se muestran como lo que son: un fraude. ¿Cuántas veces no han hecho un rompecabezas en su casa, de 1000 o 2000 piezas, con el mar o el cielo de fondo y confundieron una pieza con otra entre tantas piezas azules o celestes? Esta es la auténtica realidad: somos completamente irremplazables.
Aunque nos sintamos a veces desgraciados, aunque nos sintamos a veces sin ganas de vivir... Hay que luchar. Usted es un gran luchador, usted es impresionante. Créame que usted tiene mucho que hacer por esta sociedad, usted es fundamental. Y si no lo es, usted debe convertirse en el instrumento de los que sín son fundamentales para la sociedad: SU DEBER ESTÁ EN CONOCERLOS Y EN SEGUIRLOS.
Seguir a un líder no significa, como pretenden nuestros políticos, perder la identidad individual. Cristo, cuando nombró sus 12 apóstoles, hizo que siguieran teniendo un papel fundamental dentro de la comunidad cristiana. Incluso en los Evangelios conocemos muchos nombres de sus seguidores y bien saben ustedes que no eran ni siquiera seguidores incondicionales y sin embargo eran fundamentales para las primeras comunidades cristianas.
Otro error que cometen algunos intelectuales es considerarse algo así como los defensores del pueblo llano o los paladines de la individualidad. Hemos de llegar a la conclusión de que estos intelectuales, fundamentalmente de izquierdas, lo que tratan es de confundir al ciudadano. Defender la individualidad no significa fomentar la anarquía, sino establecer una pirámide social. Soy amo o soy esclavo, pero sé lo que soy y admito lo que soy. Puedo trabajar por mejorar lo que soy, pero no renuncio a lo que soy ni cedo mi individualidad al grupo, al "bien común". Estos apologistas de la individualidad lo que desean es la ruptura de estos individuos con el grupo y ofrecerles refugio en sus propios grupos ideológicos (homosexuales, ecologistas, anarquistas, etc.).
Tenemos la obligación de que la gran máquina funcione, pero como ocurre en la vida real, las máquinas deben ayudarnos a desarrollarnos como individuos y no a convertirnos en máquinas biológicas. Ni usted ni yo somos iguales: no tratemos de considerarnos lo que no somos.
Dedicado a todas aquellas personas que sufren y no encuentran consuelo en el mundo. Dichosos los que sufren [...] porque de ellos es el reino de los cielos.