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domingo, 15 de enero de 2012

Temores infundados al fin del mundo o al desastre natural

La amenaza de los mayas, como ya fue la profecía de principios del siglo XX tomando como base medidas de la Gran Pirámide de Keops o como fue el terror al fin de los tiempos en el año 2000, no será más que otra anécdota de mal gusto del 2012. Pasado el tiempo ya nadie se acordará de ella y llegado el caso esbozaremos alguna leve sonrisa al recordarlo.

De todas maneras no seré yo el que niegue la posibilidad de alguna hecatombe para esa fecha, no basándome en alguna profecía de pueblos primitivos como los mayas sino en datos rigurosamente científicos. El hecho de que el pueblo maya tuviera un método muy exacto de medición del tiempo no supone un mérito más allá que el que tuvieron muchos siglos antes mesopotámicos, indios o egipcios. No niego que fueran un pueblo civilizado, pero en ningún caso podemos hablar de los mayas como un pueblo culto y científico, sobre todo si los comparamos con los pueblos europeos, árabes y chinos de finales del siglo XV, donde existía desde hacía siglos una considerable evolución en la filosofía, la ciencia y las artes.

Henos aquí en la tesitura de que muy pocos conceden a este siglo XXI que no vaya a ser el siglo del colapso ecológico del planeta. Hemos dicho muchas veces en esta bitácora que la ecología es un concepto muy relativo. A la ecología le ocurre lo mismo que al tiempo atmosférico: cuando llueve y hace viento en algún lugar del mundo, tenemos la extraña sensación de que llegara algo parecido al fin del mundo (motivado muy probablemente por aquella imagen del Apocalipsis de San Juan). Sin embargo, unos km más allá, tal y como muestran los satélites, se ven amplios claros donde el sol brilla. Si alguien ha tenido la oportunidad, es muy parecido a cuando el avión sale del aeropuerto nevando o lloviendo y minutos más tarde, en la troposfera, si es de día, se puede observar un vigoroso y brillante sol que inunda todo el cielo. Así pues, en la ecología ocurre igual: pensamos que nuestra ciudad o nuestro país es el mundo o que al mundo le puede ocurrir igual.

Nada más lejos de la realidad. En los siguientes párrafos demostraremos algunas de las más grandes falacias sobre la ecología.

1. El desastre nuclear global

Las consecuencias de una hipotética guerra nuclear ya han sido muchas veces consideradas. Es el momento de pensar si esto ha sido una invención para asustarnos o tiene una base científica.

En primer lugar, habría que analizar cómo funciona una bomba atómica y qué efectos produce. Existen tres tipos de bombas atómicas: de fisión, de hidrógeno (bombas H) y de neutrones. Aunque cada una lleva consigo un mecanismo concreto, todas requieren al menos una etapa de fisión. La fisión nuclear consiste en que un elemento muy pesado (por ejemplo, el uranio o el plutonio) se rompe en elementos más pequeños. Esto conlleva que haya una liberación de energía muy alta y una posterior contaminación por radiación.

Hay algo que no debemos olvidar nunca: el primer principio de la termodinámica. La energía de un sistema puede ser modificada,  pero su valor global permanece constante. La radiactividad no es más que un fenómeno natural de algunos núcleos pesados (como el uranio) en el cual se transfiere masa y energía al romperse en otros más pequeños. Por tanto, la energía máxima que podríamos obtener de estos núcleos de uranio no sería mayor que la existente de manera natural. Incluso en las bombas H, que llevan una etapa de fusión y por tanto hidrógeno (elementos, como sabemos, presente en el agua), no tienen un mecanismo de funcionamiento capaz de generar tanta energía como para destruir el mundo, ya que esa energía está ya albergada en el mundo y no lo destruye.

Hay algo más que deberíamos añadir a esta idea y es que la radiación del planeta es constante y que por tanto un posible ataque nuclear no conllevaría una contaminación global, sino una contaminanción localizada, tal y como pasó en Chernobil o en Hiroshima, ya que no se pueden fabricar más átomos de uranio o plutonio que los que existen en el planeta. No debería insistirse más en este punto.

Lo que sí parece plausible es que ante una guerra nuclear existiera algo parecido a una nube de polvo que pudiera provocar como un enfriamiento global ante la ausencia de radiación solar. Sin embargo, es muy posible que por cuestiones catastrofistas se haya exagerado tanto el tiempo de permanencia de este polvo en la atmósfera como sus efectos de enfriamiento. Se piensa en una atmósfera estática y no en una atmósfera dinámica capaz de llevar este polvo, caso de producirse a los polos,  o se piensa tal vez en una atmósfera donde las lluvias son inexistentes.


2. La inundación global

De sobra es conocido por todos las historias que se comentan desde antiguo del diluvio universal, desde el canto de Gilgamesh hasta la Biblia u otras tradiciones. No es del todo original este pensamiento, más si cabe que hoy en día, en pleno siglo XXI, todavía nos sorprenden las imágenes de inundaciones y maremotos.

El caso es que a todas esta catástrofes hay que añadir esa que dice que gracias al calentamiento global va a producirse el deshielo general del mundo y por tanto aumentaría el nivel del agua. Como consecuencia muchísimas ciudades se hundirían y moriría muchísima gente.

Merece la pena observar que estos ingenuos catastrofistas ya no saben qué inventar. Para empezar, ante un posible deshielo, como ellos dicen, el nivel del agua no aumentaría en minutos o en horas, sino quizá en meses o años, tiempo suficiente para salvar a la población (aunque es evidente que no a las ciudades ni a los edificios). Dicho esto, lo menos malo habría ocurrido. Así pues, tranquilos por si el hielo se derrite, porque de hecho, como todos sabemos por nuestro vaso de refresco o de whisky on the rocks, la entalpía de fusión del hielo es bastante alta y requiere un tiempo largo para derretirse y no solamente un aumento global de 3 o 6 grados como dicen los "expertos".

Por otro lado, quien dice esto del deshielo global parece que sabe poco no sólo del clima sino también de la física más elemental. A saber, el agua, a presión atmosférica, congela a 0º C (necesita algo menos de temperatura, alrededor de -5ºC cuando forma charcos debido a las propiedades coligativas de las disoluciones). Por tanto, para un deshielo mundial total, deberían derretirse los polos.

La pregunta es, ¿quién o qué derretiría los polos? La respuesta es obvia: ¡el Sol! Pero he aquí que nuestros afanados "expertos" no contaron con que el Sol, en los polos, sólo aparece en el llamado verano polar (6 meses al año). El resto del tiempo pasa en el invierno polar, con temperaturas en torno a los -50ºC. Dicho de otra manera: la congelación sería inminente, quisiéramos o no. Por otro lado, en el verano polar, las temperaturas no suben de los -20ºC. No es posible ese famoso deshielo global

En todo caso, supongamos que mi argumento no fuera cierto. Aún me quedaría otro razonamiento. Parte del hielo mundial (aunque no la mayor) está contenida en el mar. Es decir, forman una capa que flota sobre el agua. Un error de principiante es considerar que si el hielo se funde, hay más líquido. De hecho es al contrario. El hielo ocupa un mayor volumen que el agua, por tanto, en caso de un deshielo global, el nivel del agua bajaría y no subiría.

Por supuesto, esto sólo sería verdad en el hielo marítimo (prácticamente el hielo del polo norte). El hielo de la Antártida sí que haría subir el nivel del mar ya que a priori no está sumergido en agua, sino en tierra firme.

Por otro lado, hay que reírse de aquellos que presuntamente esgrimen la historia de las glaciaciones como demostración de que el deshielo provocó una subida del nivel del mar. Es cierto. Durante las glaciaciones, aunque hubo un aumento del hielo, no ocurrió lo que hemos mencionado (un aumento del nivel del mar) sino todo lo contrario. De hecho, estrechos como los de Gibraltar o Dardanelos se creen que estuvieron secos. De todas formas esto no desmiente lo dicho anteriormente. Supongamos un vaso de agua con hielo. Como hemos dicho, si se funde todo el hielo, tal y como dice la física, el nivel del agua desciende. Lo contrario es cierto, si el agua se solidifica, el nivel del agua crece. Sin embargo, supongamos el siguiente experimento. Tenemos una probeta con varias marcas. A medida que el hielo crece, el nivel del agua sube. El hielo, además, como flota, puede que incluso salga de la probeta. Pero estamos analizando exclusivamente el nivel del agua (la fase líquida). Al principio, como hemos dicho, el nivel aumentará pero llegaráun momento en el que el volumen de hielo será mayor que el volumen de agua. En ese momento, el nivel del agua baja, ya que el hielo se forma a partir de la fase líquida y por tanto no hay suficiente como para mantener el nivel inicial. Así pues el nivel del agua pasa por un máximo y luego desciende.


Estas y otras falacias serán muy propias del año 2012. Esperemos desestimarlas todas.

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