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jueves, 26 de enero de 2012

Encomendarse a Dios en los tiempos difíciles

Estos momentos tan complicados desde el punto de vista económico han hecho a más de uno encomendarse a la ayuda divina. Como niños perdidos, solicitamos la intervención de Dios, conviniendo que su poder nos librará de todos los males que estamos padeciendo.

Dejando a un lado, obviamente, la realidad transcendental de esos momentos, queda claro que la inmensa mayoría de las personas necesita creer en algún tipo de entidad divina que nos otorgue gracias en el presente y en el futuro, al mismo tiempo que nos proteja de todo mal. Esta creencia es inherente, como hemos dicho, al ser humano y en caso de querer ser sustituida, lo que se consigue es cambiar el objeto de culto aunque no el culto en sí. Es por ello por lo que se dice "creo en la ciencia" o "creo en la magia" o en cualquier otra cosa que nos permita mantener una conciencia mística entre el mundo y nuestras almas.

Hay una ventaja en encomendarse a Dios en lugar de encomendarse a la ciencia, al trabajo o al dinero. Incluso suponiendo que Dios no existiera, cosa que resulta más complicado si cabe que la demostración de su inexistencia, es mejor encomendarse a Dios que a cualquier otra cosa, ya que Dios simboliza el conjunto de todo lo bueno y de las buenas esperanzas. La ciencia puede demostrarnos fenómenos o creer en la riqueza nos puede proporcionar una visión mucho más realista de la vida. Sin embargo, creer en Dios proporciona una creencia lo bueno en sí y en la Justicia eterna. Este concepto de Justicia eterna es sinónimo de tranquilidad eterna: la tranquilidad de que por muchos pesares e injusticias que pasemos, un Dios padre nos va a conceder en última instancia una solución a cualquier problema.

Según Freud, la necesidad de un padre fue la causa del origen de las religiones. Este padre primitivo habría sido matado en sus inicios por los hijos varones para conseguir las hembras o concubinas del padre. Al sentirse culpables de este delito y evitando las confrontaciones entre los hermanos, idearon la imagen de un padre omnipotente que podría regresar del inframundo para castigar a los que se portaran mal. Estas ideas de Freud pueden ser acertadas, aunque esa hipótesis plantea más dudas que la hipótesis primera, que es la existencia de un Dios todopoderoso.

Encomendarse a Dios sólo puede tener buenas consecuencias, salvo cuando Dios es usado exclusivamente como un medio para obtener beneficios. Insistimos en que, incluso en el caso de que Dios no exista, encomendarse a Dios sólo como medio de obtener beneficios es un craso error, ya que estamos incluso desvirtuando nuestra propia conciencia. Creer exclusivamente cuando las cosas van mal no ayuda más que a lo que Marx llamaba "alienación". Así hubo en todas las épocas religiosos que motivaban a los fieles a ser temerosos de Dios, cuando Dios es precisamente lo contrario, es decir, amor. De esta manera, Dios se convierte en un ser al que temer cuando somos malos pero al que olvidar cuando las cosas van bien.

Hemos hablado de Freud y de Marx. Ambos no encuentran en Dios más que un medio de control de las mentes humanas. Para Freud, Dios no es mas que un invento de control mental de las pulsiones sexuales, mientras que para Marx Dios no es más que un intento de control del burgués de la mente y el trabajo del proletario. A estas dos versiones, habría que añadir la de Nietzsche. La visión de Nietzsche sobre Dios no es de invento de control exterior sino un tipo de control interior. Dios no sería más que la mala conciencia que impide el desarrollo completo del individuo (es decir, alcanzar el superhombre). No obstante, el concepto de Dios para Nietzsche no es tan radical como en Marx: Nietzsche no considera a Dios como algo que erradicar del individuo, sino que hay que eliminar de la vida lo que representa a Dios como excusa. Por ejemplo, si nuestra creencia en Dios nos va a excusarnos de dejar nuestras obligaciones porque es domingo, Nietzsche dirá que ese concepto de Dios ha de desaparecer de nuestra mente. De hecho, como recuerda Nietzsche, Cristo reprende a los fariseos que lo acusan de trabajar en domingo por curar, alegando que el buen pastor no deja de buscar a la oveja perdida en domingo, sin ser por ello trabajo u ofensa al sabbath.

Deberíamos pensar que nuestra vida son nuestras creencias y que lo más importante es creer en la verdad. Dios es la esencia de la verdad y por tanto, hablar de Dios es hablar de la verdad. Creer en la verdad sólo puede traer consecuencias buenas. Por tanto, creer en Dios nunca puede ser malo, salvo que Dios sea manipulado. Y ya se sabe qué ocurre cuando la verdad es manipulada.

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