No hace falta contar la impactante historia del Titanic. Ya sea por el cine, por la televisión, por un libro o por los periódicos que conmemoran el centenario de la tragedia del barco "insumergible", todos sabemos parte o todo sobre el hundimiento de uno de los iconos del siglo XX. El barco más lujoso construido hasta su hundimiento.
No quisiera recordar o contar con palabras lo que las imágenes, como la película de Cameron, pueden contar mejor que uno, pero sí me gustaría recordar que en la famosa tragedia del Titanic se pudo observar hasta qué punto la barbarie humana puede hacerse notar incluso en un momento de vida o muerte, en la que unos pocos segundos pueden significar el fin de todo. Sentir miedo y escapar sin pensar en los demás puede ser totalmente comprensible. Planificar una huida ante un peligro inminente es obsceno, ya que no actúa nuestro instito, como ocurre cuando se corre y se abandona al migo o cuando se aplasta a una persona. Planificar una huida significa poner la inteligencia al servicio del mal, considerando que la vida del prójimo es de un grado animal.
El hombre del siglo XX ha sido el género humano más repugnante de todos los tiempos. Incluso el hombre del siglo XXI, aun teniendo defectos, no es de la misma condición que el hombre del siglo XX, el cual marcó un máximo en la historia de la humanidad. Dotado de un poder casi ilimitado, proporcionado por la ciencia, y de una concepción social muy limitada e ignorante, el hombre del siglo XX no podía hacer más que las guerras más atroces y las mayores barbaries de todos los tiempos. La muerte de miles de personas en las batallas de la Edad Media poco o nada tenían que ver con las cobardes guerras de bombas, en las cuales un botón a cientos de kilómetros de distancias podía dotar de poder a cualquier hombre, mujer o niño.
La terrible concepción del yo en el siglo XX trajo consecuencias como las del Titanic. Cien años después, la concepción del yo es extraordinariamente diferente. El yo no es todopoderoso sino que es desconfiado. El hombre del siglo XXI es pesimista y socialmente aislado, a pesar de que cuenta, más que nunca en la historia, de medios de comunicación. El hombre del siglo XX era ambicioso y seguía los dogmas de la ciencia en una imparable espiral de objetivos militares, económicos y políticos. El hombre del siglo XXI es, ante todo, autónomo y no conoce más poder que el suyo propio. No confía en nadie aunque su conciencia le obliga a "ser bueno".
No importa realmente si el Titanic se hundió y llevó a la muerte a más o menos personas sino si el trato que recibieron muchos de los fallecidos fue el correcto. Hoy se sabe que no, que casi todos los supervivientes eran de primera clase. Los de tercera clase perecieron en masa y todo por culpa del concepto omnipotente del siglo XX.
Es curioso que mientras que Europa y EE.UU. (aunque sobre todo Europa) ha entrado socialmente plenamente en el siglo XXI, muchos de los llamados países emergentes están entrando conceptualmente en la segunda década del siglo XX (en la llamadad "Guerra Fría"). China, India, Pakistán, Singapur, Irán, Brasil, Qatar... son países que no van a permitir dejarse avasallar por los antiguos países líderes occidentales y que van a aprovechar la actual coyuntura social mundial para llevarnos a un pasado no muy lejano, pero ya olvidado. Ante la inoperatividad occidental estos países emergentes ya cuentan con técnica y cualificación suficientes como para desbancar a cualquier potencia mundial tanto económicamente como políticamente o militarmente. Ante todos se nos presenta la imagen del gigante chino pero no olvidemos que India es un país del mismo orden de población y que todos, aparte de bombas atómicas, poseen otros atributos como son el ímpetu de la juventud frente a una decrépita sociedad occidental.
Estos cien años nos han demostrado que se ha mejorado en el trato a las personas menos pudientes y que la altivez, a veces falsa, del hombre del siglo XX ha desaparecido en gran medida. Sin embargo, en lugar de erradicarla, la hemos trasladado a otros lugares y culturas y, ¿quién sabe?, a lo mejor el remedio fue peor que la enfermedad.
El hombre del siglo XX ha sido el género humano más repugnante de todos los tiempos. Incluso el hombre del siglo XXI, aun teniendo defectos, no es de la misma condición que el hombre del siglo XX, el cual marcó un máximo en la historia de la humanidad. Dotado de un poder casi ilimitado, proporcionado por la ciencia, y de una concepción social muy limitada e ignorante, el hombre del siglo XX no podía hacer más que las guerras más atroces y las mayores barbaries de todos los tiempos. La muerte de miles de personas en las batallas de la Edad Media poco o nada tenían que ver con las cobardes guerras de bombas, en las cuales un botón a cientos de kilómetros de distancias podía dotar de poder a cualquier hombre, mujer o niño.
La terrible concepción del yo en el siglo XX trajo consecuencias como las del Titanic. Cien años después, la concepción del yo es extraordinariamente diferente. El yo no es todopoderoso sino que es desconfiado. El hombre del siglo XXI es pesimista y socialmente aislado, a pesar de que cuenta, más que nunca en la historia, de medios de comunicación. El hombre del siglo XX era ambicioso y seguía los dogmas de la ciencia en una imparable espiral de objetivos militares, económicos y políticos. El hombre del siglo XXI es, ante todo, autónomo y no conoce más poder que el suyo propio. No confía en nadie aunque su conciencia le obliga a "ser bueno".
No importa realmente si el Titanic se hundió y llevó a la muerte a más o menos personas sino si el trato que recibieron muchos de los fallecidos fue el correcto. Hoy se sabe que no, que casi todos los supervivientes eran de primera clase. Los de tercera clase perecieron en masa y todo por culpa del concepto omnipotente del siglo XX.
Es curioso que mientras que Europa y EE.UU. (aunque sobre todo Europa) ha entrado socialmente plenamente en el siglo XXI, muchos de los llamados países emergentes están entrando conceptualmente en la segunda década del siglo XX (en la llamadad "Guerra Fría"). China, India, Pakistán, Singapur, Irán, Brasil, Qatar... son países que no van a permitir dejarse avasallar por los antiguos países líderes occidentales y que van a aprovechar la actual coyuntura social mundial para llevarnos a un pasado no muy lejano, pero ya olvidado. Ante la inoperatividad occidental estos países emergentes ya cuentan con técnica y cualificación suficientes como para desbancar a cualquier potencia mundial tanto económicamente como políticamente o militarmente. Ante todos se nos presenta la imagen del gigante chino pero no olvidemos que India es un país del mismo orden de población y que todos, aparte de bombas atómicas, poseen otros atributos como son el ímpetu de la juventud frente a una decrépita sociedad occidental.
Estos cien años nos han demostrado que se ha mejorado en el trato a las personas menos pudientes y que la altivez, a veces falsa, del hombre del siglo XX ha desaparecido en gran medida. Sin embargo, en lugar de erradicarla, la hemos trasladado a otros lugares y culturas y, ¿quién sabe?, a lo mejor el remedio fue peor que la enfermedad.
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