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lunes, 25 de junio de 2012

Cambiar lo imposible o la teoría de la inercia social

Corren tiempos de pesimismo. Eso está claro. Para acentuar todavía más la tragedia, las noticias económicas siempre están anunciando nuevas medidas impopulares en cualquier parte del mundo. A todo ello se une una crisis de empleo sin precedentes.

Han surgido voces de cambio. Voces de revolución. Voces propagandísticas. El desconcierto entre la población crece por momentos e incluso pequeños gestos en nuestras propias vidas son la chispa que podría encender acciones de protesta y de violencia incluso. Se oyen voces que propugnan el cambio social...

¿Pero un cambio a qué? Es más, ¿alguien sabe realmente lo que ha de cambiarse?¿Es acabar con el dinero? Obviamente esto es un absurdo, es una vuelta a la prehistoria. ¿Es acabar con el capitalismo? Eso ya lo intentó el comunismo y todos sabemos qué pasó. ¿Es acabar con el capitalismo con otro método que no sea el comunismo?¿Es mediante políticas socialistas?¿Será quizá con políticas chavistas?

En ocasiones, en muy raras ocasiones tengo que decir, estas ideas y esta situación de crisis me hace sonreír. ¡Pringados! ¿Acaso creemos que las medidas radicales son tan fáciles y sobre todo son tan efectivas en las sociedades occidentales? Todo dependerá, claro está, del intelecto del que propugne estas medidas y cambios.

Generalmente he de decir que quien propugna cambios suelen ser los denominados grupos de izquierda. Cambiar es bueno, eso es indiscutible. Sin cambios sociales no hubieramos avanzado en ciencia, por ejemplo. Pero cabría pensar si ciertos avances técnicos y científicos consuelan frente al daño social que se deriva de ellos. Por ejemplo, la Revolución Industrial trajo grandes inventos y descubrimientos médicos y científicos. Sin embargo, la Revolución Industrial trajo espeluznantes cambios sociales y económicos, a la par que horribles guerras (las más horribles que el ser humano haya contemplado) y a horribles políticos. Además, esos cambios se han ido acentuando, de tal manera que las revoluciones científicas, políticas y sociales siguientes fueron siempre menos eficientes, ya que la mejora técnica era mucho menor que el empeoramiento social.

¿Qué hacer entonces? Como parece que las revoluciones tecnológicas van a ser imposibles de parar, mucho menos desde que los países subdesarrollados ahora comienzan a desarrollarse a pasos agigantados, las revoluciones sociales deberían ser controladas tajantemente por los políticos nacionales y supranacionales (ONU). Esto no es una mera opinión o una posibilidad. Se trata de una auténtica realidad que todos estamos viviendo.

Nada que conlleve una actitud radical sería realmente efectiva en los países desarrollados y democráticos, a menos que un cambio político a escala mundial sin precedentes ocurriera de repente. Me estoy refiriendo a una dictadura al estilo de los nazis, cuyo advenimiento coincidió no sólo con la dictadura alemana sino dictaduras en España, Italia y URSS, así como regímenes totalitarios o simpatizantes como Japón, Grecia o Argentina. Incluso de esta forma, cambios muy radicales serían muy complicados de hacer, al menos a corto plazo.

Pero este caso no sólo ocurre cuando hablamos de visión retrospectiva o revoluciones conservadoras, sino cuando hablamos de revoluciones socialistas. Es decir, plantear un mundo sin ricos o un mundo lleno de homosexuales no sólo es utópico sino imposible desde los más elementales principios. ¿Cómo se puede obligar a cambiar las ideas de alguien? Ni los propios nazis pudieron cambiar el pensamiento de los judíos, incluso cuando les gaseaban. Existe lo que se llama una inercia social.

Al igual que un planeta trata de escapar de su órbita pero una fuerza le obliga a girar y realizar una curva, la sociedad tiene una inercia que no puede ni debe cambiarse. Las grandes revoluciones trataron de hacer eso y sólo trajeron desgracias y miserias inigualables a escala histórica. Las hambrunas de la Edad Media nada o poco tenían que ver con los millones de proletarios en Londres o Manchester en plena Revolución Industrial, donde vendían incluso sus dientes por un pedazo de pan. Y todo porque ofrecían las falsas promesas de un trabajo digno, el cual consistía en un salario ínfimo al existir una sobredemanda impresionante. De nada valía la persona y sus actitudes personales: sólo el resultado del trabajo valía.

En esto Marx no se equivocaba. El proletario era sacrificado por un patrono que no veía más que un medio productivo más, como así mismo era su máquina. Pero el viejo Marx se equivocaba amargamente: él llama a la revolución como fin de las miserias. Cuando el proletario fuera dueño de los medios de producción, podría repartir el fruto del trabajo equitativamente.

¡¡¡Cuánto se equivocaba el estúpido Marx!!! Lo triste es que aún hay quien sigue sus tesis. ¡Ay, Dios, ayúdanos! Lo que consiguió fue que un país tan pobre como Rusia se empobreciera hasta límites insospechados hasta que estalló la contrarrevolución de 1989. Y en todo este tiempo, los comunistas, incluso siendo un regimen dictatorial, no consiguieron acabar con la religión, con las ideas buenas, con los sueños del pueblo por una vida mejor.

Ahora se insta a que todo se acabe mediante una amnistía general para todos (ricos, pobres, bancos, personas). Se plantea el bonito "empezar desde cero". Eso, señores míos, es imposible por una sencilla razón: la amnistía general significa que los actuales ricos acabarían pobres y los pobres, si no más ricos, quizá seguirían igual de pobres. ¿Qué sentido tiene un país de pobres? Sólo uno: la mafia organizada. Quien propugna estas debilitaciones del gobierno son las propias mafias o quienes son comprados por ellas.

Caso parecido podría decirse de quienes sueñan con el fin de la Iglesia o acabar con el latrocinio, la prostitución o la homosexualidad o tantas otros temas polémicos de las sociedades actuales. Esto es imposible, al menos a corto plazo. Pensemos que una actitud radical, por ejemplo, hacia la prostitución. ¿Cómo acabar con el ansia y el vicio de tantos en sólo unos días?¿Es coherente siquiera pensarlo? Todo pasar por seguir la inercia y no con frenar el móvil. Atacar con multas o bochornos públicos a los proxenetas o clientes sólo trae consigo un empeoramiento de las condiciones de explotación de las prostitutas. ¿Cómo se acaba con la prostitución? ¿Con la educación en valores feministas? ¡Nada de eso! En esto nos insisten nuestros estúpidos políticos y sus asquerosos asesores. La prostitución se acaba cuando se hace poco atractiva al cliente y a la prostituta. Alguno dirá que una mujer siempre creará atracción el un hombre. Cierto, pero un fomento de una mujer real y no ficticia (como la "mujer trabajadora" que nos quieren hacer ver nuestros políticos) puede acabar con la imagen de que la mujer decente es poco atractiva y la prostituta tiene un cuerpo morboso y pecaminoso, lo cual resulta atractivo. Plantear modelos sociales y asustar o desmotivar a quien ejerce o trafica con la prostitución es la forma más efectiva de hacerlo. De hecho, desde aquí aplaudo las políticas gubernamentales de prácticamente todos los países del mundo en el asunto de las drogas o el tabaco. Hoy más que nunca, se excluye socialmente al fumador (no tanto así con el drogadicto, por desgracia), lo que crea una cierta culpa y se tiende a abandonar el hábito.

Cambiar lo imposible es, como su nombre indica, imposible. Pero todo tiene un matiz. La cuestión no es cómo se cambia, sino qué queremos cambiar y por qué y sobre todo a donde conducirá ese cambio. Recordemos siempre, al tomar una decisión en la vida, seamos políticos o no, la inercia social. No podemos parar un planeta con tanta vida, porque esta los más insignificantes, cuando son muchos o son únicos en su especie, pueden cambiar el curso de los acontecimientos.

jueves, 14 de junio de 2012

El problema de física del penalti de Sergio Ramos

Recientemente leí que tras el penalti fallado por Sergio Ramos en la Champions League, durante el enfrentamiento en semifinales del Real Madrid con el Bayern München, un profesor de física bastante socarrón ha puesto el siguiente problema en el examen de cierta universidad española:


"Sergio Ramos, presa del pánico por la responsabilidad que tenía en sus botas, calcula mal los parámetros de un penalty y el balón, de masa m, es lanzado formando un ángulo Pi / 4 con la vertical y con una velocidad igual a la mitad de la velocidad de escape. El balón nunca llegó a la portería contraria. Suponiendo conocido el radio y la masa de la Tierra, Rt y M respectivamente, y despreciando la rotación de la Tierra y el rozamiento del aire:

a) Calcule las constantes del movimiento del balón.


b) Si la estación espacial internacional describe una órbita circular de radio de 3Rt, ¿deben sus ocupantes temer un posible impacto del balón?


Los alumnos posiblemente quedaran estupefactos con la pregunta. Una minoría lo encontraría bastante gracioso y curioso. Imaginemos a estos pupilos esbozando una sonrisita. Sin embargo, para la gran mayoría todo quedó en lo de siempre: "un gran vacío en su cabeza".

Como en el Ateneo estimamos ante todo el conocimiento y pretendemos despejar dudas, aquí va la solución al problema y de paso ayudaremos a todos aquellos que no pudieron superar la prueba para que puedar pasarla en la próxima ocasión.

El problema se encuadra dentro de los problemas clásicos de mecánica. En principio, el problema tiene una fácil solución, ya que se basa en el principio de conservación de la energía.

E potencial inicial + energía cinética inicial = E potencial final + E cinética final


Todos sabemos que al lanzar un objeto al aire, este vuelve nuevamente a nosotros por efecto de la gravedad. Si lo lanzamos con más velocidad, más alto llega. Llegaría un momento, por tanto, que lanzáramos con tanta velocidad que llegara a salir de la Tierra, como ocurre con un cohete. Por tanto, habríamos llegado a la velocidad de escape (a la que llamaremos V0.

V0 tiene el siguiente valor:

E potencial inicial + energía cinética inicial = E potencial final + E cinética final
-G·M·m/Rt + 1/2·m·V0^2 = 0
V0 = (2·G·M/Rt)^(1/2)

Para los curiosos, el valor real de esta velocidad es alrededor de 11 000 m/s (unos 40 000 km/h). El problema nos dice que la velocidad inicial es V0/2. Por otro lado, pi/4 (radianes) corresponde a un ángulo de 45º. Como no hay rozamientos ni se tiene en cuenta el movimiento de la Tierra, la primera pregunta sobre las constantes del movimiento del balón queda resuelta por las ecuaciones clásicas del movimiento parabólico. Es decir, suponiendo que el balón hace todo el movimiento en el mismo plano, sin efectos,todo se reduce a calcular la posición x e y, siendo x el movimiento horizontal e y el vertical. En este tipo de movimientos, la velocidad se descompone en dos vectores V0x y V0y. V0x permanece constante, ya que no hay rozamientos ni otras fuerzas. V0y, sin embargo, se ve afectada por la gravedad. Por tanto:

Vx = V0x = V0/2 · cos (pi/4) = V0/4· (2)^(1/2).............. es decir, raíz cuadrada de 2 · V0/4
Vy = V0 y - g·t = V0/2·sen (pi/4) - g·t = V0/4· (2)^(1/2) - 9.81 · t........... siendo t el tiempo.

Durante ese tiempo, la posición del balón viene determinada por la de un moviento rectilineo uniforme en la horizontal y la de un movimiento uniformemente acelerado (gravitatorio) en la vertical.

x = V0/4·(2)^(1/2)·t
y= V0/4·(2)^(1/2)·t - 9.81/2·t^2


Esta sería la solución a la primera parte del problema.

Pero he aquí que la cosa podría complicarse por lo siguiente. Esto que hemos dicho hasta el momento es cierto para el caso de que la velocidad y la altura a la que llegue el balón sea pequeña pero, ¿y si realmente llegara a la estación internacional, como se insinúa en la segunda parte del problema? Entonces nuestro anterior desarrollo sería incorrecto, ya que todos sabemos que la luna alrededor de la Tierra da vueltas y no hace un movimiento parabólico de ascenso y descenso. Por tanto, deberíamos primero conocer si podría resultar un problema o no.

Para ello, volvemos a hacer uso de la primera ecuación, lo cual da la siguiente relación:



E potencial inicial + energía cinética inicial = E potencial final + E cinética final

-G·M·m/Rt + 1/2·m·V0^2/4 = -G·M·m/R + 0


R=-G·M/(1/8·V0^2-G·M/Rt)

R= -G·M/(1/8·2·G·M/Rt -G·M/Rt) = 4/3·Rt.



Por tanto, nuestros astronautas, a 3 Rt, no deben preocuparse. 4/3· Rt sería la altura máxima.

No obstante, es una distancia notoria como para aplicar otras ecuaciones al apartado 1. El balón ya no hace un movimiento parabólico constante, sino que hay que tomarlo como dependiente de la altura, por tanto:
x = V0/4·(2)^(1/2)·t
y= V0/4·(2)^(1/2)·t - G·M·m/(Rt+y)^2·t^2 = 1/2·(G·M/Rt)^(1/2) - G·M·m/(Rt+y)^2·t^2
Nos encontramos entonces con que la y (la altura o R) depende de la gravedad que exista a esa altura R, por tanto es una solución de complejo cálculo que se deja al lector.
En cualquier caso, cuando se resolviera la ecuación, el siguiente paso sería considerar si x, desde el momento en que sube hasta el que hipotéticamente baja, es superior a Rt (radio de la Tierra). Si fuera el caso, el objeto orbitaría y entonces no hablaríamos de un movimiento parabólico, sino circular o elíptico.
Pero esta ya es otra cuestión.




Rescate de la banca española o rescate a España

Ocurrió lo que muchos pensaban que era inevitable: el rescate de Europa a España. Eso sí, con matices. Se trata de un rescate financiero a la banca. Como han tratado de explicar los políticos españoles, el rescate del sistema financiero no es lo mismo que el rescate al país. Es fácil de entender que, si una empresa o un grupo de empresas de un país quiebra, esto no significa que el país haya quebrado, por muy dañada que pudiera quedar la economía del país. Y esto es fácilmente entendible porque si dos organismos son distintos aunque estén muy relacionados, sus realidades son totalmente distintas.

¿Y ahora qué? Y lo que es peor, ¿ahora qué en Europa?¿Ahora qué en América Latina?¿Ahora qué en el mundo? Lo cierto es que, si todo apunta a que ha sido simplemente un rescate a la banca, nada debería afectar, ya que España no se ha visto afectada, y de ser afectados sería solamente en positivo. Esto no quiere decir que, en una economía globalizada, no vaya a haber dificultades económicas ante la quiebra o la desestabilización del sistema financiero. Sin embargo, las cosas pueden ser más fáciles, tanto de entender como de hacer.

La economía de un país no es fruto de especulaciones. Es fruto de políticas de crecimiento. Cierto es que todo requiere una planificación, pero esta planificación es relativamente fácil. Para planificar económicamente un país deberíamos hacer uso del método de la "piedra grande". Es decir, si tenemos un recipiente de determinada forma y piedras de un cierto tamaño, podemos ir introduciendo piedras hasta que no caben más. El recipiente son los ingresos del país. Las piedras representan los gastos fundamentales del país (sanidad, educación, agricultura, industria, seguridad ciudadana...). En el recipiente, sin embargo, aún queda algo de espacio que no puede ser cubierto por las piedras (a causa de su forma). Entonces, podemos rellenar estos huecos con arena. La arena representa esos gastos no fundamentales (actividades culturales, festividades, apoyos a partidos políticos y sindicatos, actividades religiosas, deporte, políticas de igualdad, políticas de conciliación familiar, fomento de actividades a discapacitados, turismo, justicia, medioambiente, ocio juvenil, etc.).

Claro que esta facilidad se ve empañada con las dificultades esenciales de la condición vulgar del pueblo. Por ejemplo, resulta impensable que el desarrollo del respeto a la homosexualidad esté por encima de la seguridad pública. Esto es impensable en cualquier país subdesarrollado. No así en la gran mayoría de democracias occidentales, los cuales han sustituidos las piedras grandes por guijarros. Por tanto, no tiene sentido actualmente hablar de gastos fundamentales en los gobiernos democráticos (por mucho que digan los políticos que piensan en las necesidades básicas de sus ciudadanos).

A la vista está que salvo en algunos regímenes políticos de América Latina, como Venezuela o Bolivia, la mayor parte de países europeos y americanos no fundamentan su economía en los sectores primarios, sino en el sector servicios. Es cierto que economías desarrolladas necesitan que ese sector esté siempre en pleno auge (al menos 40-50% de la población debería estar empleada), pero plantear la economía de un país como meramente de servicios es un auténtico error, a menos que se trate de un país muy pequeño (casos de Liechtenstein, Luxemburgo o El Vaticano). En cualquier otro caso, el abuso del sector servicios puede traer como consecuencia una crisis desproporcionada (como ha ocurrido en la actualidad).

Se entiende de todo esto que a España le queda mucho que hacer y poco que pensar. Las crisis no surgen de la nada. Siempre hay una causa que se elude mientras se vive la Dolce Vita.